20º Congreso IUNS: Un crecimiento lineal y equilibrado del bebé hasta los dos años, la mejor garantía para su salud futura
La altura materna está asociada con el peso al nacer y el crecimiento de sus hijos a lo largo de su vida. Esta es sólo una de las conclusiones de los importantes efectos intergeneracionales de la nutrición a las que ha llegado la colaboración COHORTS, que ha explicado el Prof. Reynaldo Martorell de la Emory University de Atlanta (Estados Unidos), en el 20º Congreso Internacional de Nutrición de la IUNS.
COHORTS (que responde a las siglas en inglés de Consortiumon Health Orientated Research in Transitional Societies) es un proyecto que se puso en marcha en 2008 para hacer análisis conjuntos y publicar conclusiones sobre lo observado en cinco grandes cohortes de largo seguimiento de Brasil, Guatemala, India, Filipinas y Sudáfrica. El grupo surgió con el objetivo de escribir artículos para la serie sobre Malnutrición materno-infantil que publicó la revista The Lancet en 2008 y, dado el interés, han seguido colaborando desde entonces gracias a la financiación de Wellcome Trust y la Fundación Bill y Melinda Gates.
“Es una suerte contar con datos de tres generaciones, lo que nos ha permitido relacionar la altura adulta de la primera generación (abuelas) con el peso al nacer y el crecimiento a lo largo de la vida de sus hijos. La altura de las abuelas, que en muchos casos era muy baja debido a la mala nutrición que sufrieron en su infancia, era un fuerte predictor de retraso en el desarrollo de sus hijos a los dos años de edad”, ha explicado el Prof. Martorell.
Igualmente, “en la tercera generación (los nietos) de miembros de este COHORTS se ha observado que el peso y el crecimiento en altura desde el nacimiento a los dos años de los padres era un predictor del peso al nacer de los hijos. Asimismo, un retraso en el desarrollo a los dos años de los padres, era un fuerte predictor del peso al nacer de sus hijos, especialmente si la que había sufrido un retraso era la madre”.
Los resultados de COHORTS apoyan la teoría de “los 1.000 días”, que promueve la importancia de una nutrición adecuada desde el principio del embarazo hasta el segundo cumpleaños del niño.
Un resumen de todo el trabajo realizado se publicó el pasado mes de agosto en la revista The Lancet en un artículo que encabezaba la investigadora Linda Adair. “El crecimiento rápido y lineal en los primeros dos años es positivo para la altura que alcanzará el niño, y contribuye más a la formación de músculo que de grasa, sin perjudicar a los niveles de glucosa. El único “pero” es un pequeño incremento en la tensión sanguínea. Por su parte el incremento rápido de peso no tiene relación con la altura y después de los dos años contribuye más a crear grasa que masa muscular y se asocia a altos niveles de glucosa y de tensión sanguínea”.
Proyecto Nutrición Temprana
Para medir hasta qué punto lo que se come en los primeros años de vida influencia la salud adulta, un consorcio de 36 instituciones académicas de 12 países europeos, Australia y Estados Unidos ha puesto en marcha el Proyecto Nutrición Temprana, que coordina el profesor Berthold Koletzko desde la Universidad Ludwigs-Maximilians en Munich, Alemania.
Durante el 20º Congreso Internacional de Nutrición de la IUNS, el profesor Koletzkoa ha explicado las peculiaridades de este proyecto que se puso en marcha el 1 de febrero de 2012 y que se extenderá a lo largo de 60 meses, esto es hasta el 31 de enero de 2017.El proyecto tiene un coste de 11,12 millones de euros, y está financiado en gran parte por la Comisión Europea.
Hasta el inicio de este macro proyecto, muchos estudios habían determinado que la nutrición en los primeros años de vida y el estilo de vida que rodeaba al bebé predisponían al niño a la obesidad décadas más tarde. Sin embargo, estos estudios observacionales no tenían la capacidad de explicar qué procesos metabólicos eran los que determinaban la salud futura del niño. Para intentar explicarlo, surge el Proyecto Nutrición Temprana que trata de “determinar las causas y dar soluciones a la obesidad, así como dar una idea de cuál es la mejor intervención en los primeros años de vida para revertir los efectos adversos de la programación metabólica”, ha señalado el profesor Koletzko.
Programación metabólica
El concepto de programación metabólica se refiere a que la nutrición desde el útero y en los primeros años de vida y el estilo de vida tienen efectos en la salud futura. La programación se produce por unas señales metabólicas que apenas se conocen y que están mediadas por el estado nutricional en los diferentes estados del desarrollo.
Desde los años 80 el número de personas obesas en Europa se ha triplicado. El aumento exponencial puede explicarse en parte por un cambio en la dieta hacia un mayor consumo de grasa y calorías y un descenso en la actividad física. “La programación metabólica ofrece oportunidades importantes para la prevención de la obesidad y para atenuar la dimensión epidémica que está adquiriendo”, ha señalado el profesor Koletzko.
Las tres hipótesis que investiga el proyecto Nutrición Temprana son: la hipótesis del exceso de aporte energético en el útero -que se pregunta si una exposición intrauterina excesiva a la glucosa y demás puede afectar al desarrollo fetal e incrementar el riesgo de obesidad-; otra hipótesis es la ganancia acelerada de peso postnatal; y la tercera es la hipótesis del desajuste -que investiga si un ambiente subóptimo y obesogénico en la época perinatal predispone a la obesidad años más tarde-.
“La prevención de la obesidad debería incluir a bebés y niños, teniendo en cuenta que los hábitos alimenticios se establecen en los primeros años de vida y que son difíciles de cambiar una vez que el niño crece. Además, la intervención temprana tiene una probabilidad mucho mayor de éxito y es una solución coste-efectiva para la obesidad”, ha señalado.