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La dieta mediterránea en la nutrición comunitaria: luces y sombras

Cuando se habla de dieta mediterránea se habla de comer pero también se habla de un modo de vida, de un hecho cultural muy enraizado en nuestra vida y de cultura. Algunos nutricionistas intentaron acuñar una definición que recogiera todas estas ideas y desde el punto de vista nutricional se perfiló como una dieta moderada caracterizada por algunos grupos alimentarios típicos de la región mediterránea como son los cereales, legumbres, pescado, aceite de oliva, las frutas frescas y desecadas, los frutos secos, las verduras y el vino. La Fundación Dieta Mediterránea en 2002 también dice que “la dieta mediterránea es historia, es cultura, es forma de vida, es vida social y es color, aroma y tradición culinaria”.

Están probados por evidencias epidemiológicas y científicas los beneficios para la salud de la Dieta Mediterránea. ¿Qué es lo que la hace saludable? ¿Cuántas personas o grupos de personas siguen la Dieta Mediterránea? Para dar respuesta hay que tener instrumentos o criterios que permitan definir de forma objetiva cuánto nos acercamos al modelo. Antonia Trichopoulou en 1995 ya perfilaba algunas características cuantificables que permitían cuantificar en qué medida un patrón dietético evaluado con herramientas adecuadas se parece al patrón de dieta mediterránea tradicional.

Entre las características que la doctora Trichopoulou perfila están:

-Una alta relación entre los ácidos grasos monoinsaturados (fundamentalmente proporcionados a la dieta a partir del consumo de aceite de oliva, aunque el jamón también tiene un alto contenido en grasas monoinsaturadas cuando proviene de cerdo criado al aire libre a base de bellotas) y los saturados (proporcionados a la dieta fundamentalmente a partir del consumo de carnes, lácteos, etc.).

-Un consumo moderado de alcohol en forma de vino y acompañando a las comidas.

-Consumo elevado de legumbres, cereales (incluido el pan), de frutas y verduras.

-Y bajo consumo de carnes, leche y derivados lácteos.

Adecuación a la dieta mediterránea

Hablar de dieta mediterránea no es hablar de un solo modelo de dieta sino que existen diferentes formas de entender esa dieta mediterránea que comparten rasgos comunes pero también diferencias en la forma de plasmar e integrar los rasgos nutricionales comunes. Son rasgos y peculiaridades propios de los diferentes países y culturas de la ribera mediterránea y existe una amplia variabilidad. En el año 2001 algunos autores australianos investigaron lo que sucedía en los países de la costa mediterránea y en otros países a partir de migraciones de gente originaria de la ribera mediterránea.

Junto con el profesor Jordi Saura de la Universidad Rovira i Virgili hicimos un análisis a partir de los datos de disponibilidad alimentaria de la FAO, comparando el perfil de disponibilidad alimentaria en diferentes países europeos en los años sesenta y comienzos del 2000. Se estudió de qué manera se agrupaban los diferentes países europeos de acuerdo al perfil de consumo y su adecuación a la dieta mediterránea. En la década de los 60 países como España, Portugal, Italia, Grecia o Chipre (los propiamente mediterráneos) compartían rasgos en cuanto a perfil de consumo y su índice de adecuación a la dieta mediterránea era el más alto. Al comparar lo que sucedía 30 años más tarde, el valor de índice de adecuación mediterránea significativamente había disminuido. El resto de países europeos se agrupaban en otro bloque en los que el índice de adecuación mediterráneo, como media, era más bajo todavía en ambas mediciones.

Cuando se vuelve a estudiar de qué manera se agrupan los diferentes países según los datos de consumo 30 años después nos encontramos con que los únicos que mantienen un perfil compartido y con un alto índice de adecuación mediterráneo son Albania y Rumania dentro de la costa europea. El resto se agrupan en un conglomerado conjunto con un índice de adecuación mediterráneo bajo por lo que nuestra forma de comer ha cambiado. Somos países de la dieta mediterránea pero nuestra dieta no es tan mediterránea.

Otros grupos de investigación, dentro de esta misma línea de trabajo, en el año 2009 han publicado otro análisis en el que se amplía el ámbito de investigación a países africanos y asiáticos de ribera mediterránea, e incluso Sudamérica, Sudáfrica o Japón y calculan el índice de adecuación mediterránea a partir de las hojas de la FAO (medición en los años 60 y comienzos de 2000). Los que presentan más adecuación a la dieta mediterránea son países como Turquía, Grecia o España. También Japón, sin ser mediterráneo, tiene una dieta que por sus características se asemeja a la mediterránea. Chile es otro país con adecuación mediterránea.

A comienzo de los años 2000 países como Marruecos, Egipto e Irán son los de mayor adecuación mediterránea. Portugal, Italia, España o los Países Balcánicos han ido abandonando la dieta mediterránea tradicional.

Cambios en la alimentación

Dentro de los cambios que se han producido se ha observado que en los últimos 30 años el consumo de aceite de oliva ha ido decreciendo a favor del consumo de otros aceites vegetales. A principios de los años 2000 ha comenzado a recuperarse su consumo. También los azúcares, dulces y las carnes (que no son ingredientes propios de la dieta mediterránea) son grupos de alimentos cuyo consumo ha aumentado de manera importante.

Los cambios producidos se reflejan en los datos que dicen que la prevalencia de obesidad en los países del entorno mediterráneo se sitúa, en estos momentos, en cifras altísimas. En cuanto al nivel de actividad física nos encontramos que España se encuentra entre los países en los que se dedica menos tiempo a la práctica de actividad física, dedicando más tiempo al sedentarismo en comparación con países del norte de Europa.

Haciendo una visión retrospectiva sobre las cosas que han cambiado en nuestra dieta vemos que la dieta es más rica en grasa y pobre en hidratos de carbono complejos, cuando la principal fuente de calorías deben ser los hidratos de carbono complejos (50-60 por ciento del total de las calorías de la dieta). También ha aumentado de manera significativa el consumo de proteínas. Si esto lo trasladamos a la cesta de la compra se ve que el consumo de cereales, patatas y legumbres ha disminuido de forma muy importante. Por ejemplo, el consumo de pan a principios de siglo XX se situaba entorno a 1 kg de pan por persona/día y hoy no se llega a los 100 gramos. Analizando el patrón de consumo por grupos de alimentos se puede observar la bajada en el consumo de alimentos del grupo de cereales y patatas frente al de carne, pescado, huevos, leche y derivados.

El profesor Gregorio Varela, en la década de los 60, y teniendo en cuenta datos de disponibilidad alimentaria permitió calcular el índice de adecuación mediterránea. El valor medio se situaba entorno a 2,75 siendo mayor el de las zonas rurales que el de las ciudades. Además, era más adecuado en el sur que en el norte.

Si comparamos que ha pasado con el IAM (índice de adecuación mediterránea) desde la década de los 40 hasta el 2000 se observa que el valor era alto en la postguerra y que a medida que se ha ido mejorando la situación socioeconómica la dieta tradicional mediterránea ha ido decreciendo porque se han ido sustituyendo los productos frescos y naturales por los transformados y elaborados.

En el año 2000 se hizo una recopilación de las distintas encuestas poblacionales entre población adulta (25-60 años) de distintas comunidades autónomas, permitiendo estimar el grado de adecuación. El resultado fue que en el año 2000 poco más de la mitad de la población española seguía una alimentación adecuada; cerca del 41 por ciento tenía algún problema y casi un 5 por ciento tenía una dieta de mala calidad comparando con las recomendaciones de una dieta saludable.

Prevalencia de obesidad

La obesidad es un problema de salud pública emergente. Hoy en día se reconoce que la obesidad no es un problema estético, el exceso de peso es un problema de salud que además se asocia a distintas complicaciones por lo que se deben plantear estrategias necesarias para detectar y prevenir la obesidad.

Actualmente los datos de estimación de prevalencia de obesidad están basados en la medición de cada persona, del peso y la talla y calculando el IMC. Cuando este valor es mayor de 30 en adultos la persona tiene problema de obesidad. En los niños se define de diferente manera ya que están creciendo y la talla cambia con la edad por lo que no se puede utilizar un valor de corte y se utilizan unos patrones de referencia. Se puede observar que la obesidad en los chicos es más importante en la edad infantil y adolescente pero a partir de los 40 años el colectivo femenino tiene unas tasas de obesidad mayores que los hombres.

Partiendo de tres patrones alimentarios diferentes que denominamos dieta hiperproteica, dieta desequilibrada y dieta mediterránea se estudiaron los factores de riesgo cardiovascular. Se observó que aquellos que seguían una dieta mediterránea expresaban con menos frecuencia valores altos de colesterol y triglicéridos, así como menos riesgo de hipertensión u obesidad. Los mismos datos se observaron al estudiar el riesgo de síndrome metabólico. Aquellas personas que seguían una dieta mediterránea se vio que también fumaban menos y tenían una vida menos sedentaria, tanto los hombres como las mujeres.

El patrón hiperproteico del estudio se caracterizaba por un mayor consumo de carnes, cereales, patatas y bebidas alcohólicas. En el desequilibrado predominaba un consumo alto de lácteos pero bajo en frutas, verduras, hortalizas, cereales y patatas y el patrón dieta mediterránea se caracterizaba por consumo elevado de pescado, frutas, verduras y aceite de oliva.

El patrón de dieta mediterránea y desequilibrada era más alto en mujeres que en hombres; la edad media era similar en todos los grupos y el nivel educativo en las personas que seguían la dieta mediterránea era medio y más frecuente en niveles socioeconómicos medio-alto.

Respecto al consumo de leche y derivados lácteos vemos que los grupos de edad más jóvenes realizan consumos más altos y también las personas de edad avanzada (más de 65 años).

El consumo de frutas en los niños y adolescentes se sitúa en 200 gramos de media y en personas de más edad supera los 400 gramos/día (tres piezas al día). El consumo medio de verduras en niños está en 50 gramos/día y en personas mayores la media es de 200 gramos/día. De esto se deduce que la mayoría de nuestros niños y jóvenes no cumple las recomendaciones en frutas y verduras.

Nos alejamos del patrón dieta mediterránea

Como resumen podemos decir que nuestro país se está alejando de la dieta mediterránea y en niños y jóvenes es una situación preocupante. A esta preocupación hay que añadir el exceso de peso que en la década de los ochenta se situaba entorno al 6 por ciento en los niños (6-10 años) y actualmente la cifra se ha multiplicado por 3. Además la dieta de nuestros niños y niñas es una dieta muy rica en grasas con una procedencia muy importante de la bollería industrial.

Si comparamos el modelo de consumo actual con el recomendado se observa que hay un consumo de carnes, pescados, huevos, bollería y dulces por encima de lo deseado y, sin embargo, las frutas, verduras, cereales y patatas se encuentran muy por debajo de lo deseable.

De manera que la pirámide actual de nuestros niños tendría en su base las carnes rojas y lácteos, seguido de productos de bollería y alimentos ricos en grasas, las frutas, verduras y pescados estarían en el vértice de la pirámide.

Necesitamos instrumentos que identifiquen de forma rápida y sencilla las conductas de riesgo. Estos instrumentos podemos obtenerlos del estudio Enkid (estudio realizado entre 1998-2000 en muestra de niños 2-24 años). Los datos dicen que en nuestra población Enkid la dieta muy adecuada en nuestros niños no llega al 50 por ciento, mientras que otro 50 por ciento se encuentra en condiciones mejorables y un 5 por ciento se aleja mucho de la dieta mediterránea.

Las explicaciones al alejamiento de la dieta mediterránea son los grandes cambios sociales, la urbanización, el marketing, la amplia oferta de bebidas azucaradas o la incorporación de la mujer a la vida laboral y la pérdida de las técnicas culinarias.

Hay que poner en marcha iniciativas y proyectos que permitan recuperar y mantener las tradiciones y forma de vida de la cultura mediterránea y se debe trabajar conjuntamente (administración, colegios, familia, restauración, medios de comunicación, líderes de opinión, etc).

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La dieta mediterránea en la nutrición comunitaria: luces y sombras

En el marco de la Jornada ¿Es posible la Dieta Mediterránea en el siglo XXI?, patrocinada por la Cátedra Tomás Pascual Sanz-Universidad San Pablo CEU, la Dra. Carmen Pérez Rodrigo pronunció la ponencia La dieta mediterránea en la nutrición comunitaria: luces y sombras que recogemos a continuación. Acceda a la transcripción de la ponencia