Los complementos dietéticos para prevención cardiovascular deben limitarse a pacientes en riesgo
Algunos complementos dietéticos como los ácidos grasos omega 3, la vitamina D, los polivitamínicos, el magnesio y la fibra son beneficiosos para reducir el riesgo cardiovascular y la hipertensión arterial. Tal y como señala el doctor Carlos Iglesias Rosado, profesor de Nutrición en Universidad Alfonso X El Sabio en el marco de la 19ª Reunión Nacional de la Sociedad Española de Hipertensión-Liga Española para la Lucha contra la Hipertensión Arterial, celebrada en Madrid, en los últimos años han cobrado especial importancia los suplementos nutricionales con ácidos grasos omega 3 de origen marino como EPA (ácido eicosapentaenoico) y DHA (ácido docosahexaenoico), ya que “disminuyen el riesgo cardiovascular, observándose que se reducen los niveles de colesterol LDL y se aumentan los niveles de HDL, mejorando su perfil lipídico”.
No obstante, se debe limitar su uso para aquellos casos en los que ya se ha presentado una alteración del perfil lipídico, de la presión arterial o en los que se considere que existe un riesgo cardiovascular aumentado aunque todavía no esté presente enfermedad.
Los expertos manifiestan que aunque su utilidad es indiscutible en pacientes en los que han detectado alteraciones del perfil lipídico, deben ser usados con precaución, porque, a pesar de ser de origen marino, han sufrido grandes modificaciones en su estructura original y podrían tener consecuencias no deseadas que no han sido estudiadas.
Asimismo consideran que en sujetos sanos se debe defender la implantación de una dieta saludable rica en omega 3 de origen marino, es decir, pescados, así como de omega 9 y fibras vegetales que modulen la absorción de las grasas, baja en harinas refinadas y azúcares que alteren el metabolismo de los carbohidratos. “Todo ello debe acompañarse de una vida físicamente activa y ejercicio programado habitual”, señala el doctor Iglesias.
Estudio de Nutrición y Riesgo Cardiovascular en España
Según los datos estudio ENRICA, el 62% de los españoles padece obesidad o sobrepeso como consecuencia del abandono progresivo de la dieta mediterránea y el aumento de hábitos poco saludables, todo lo cual incrementa el riesgo de sufrir una patología de tipo cardiovascular. Además, el 33% de la población de nuestro país es hipertensa y tan solo un 20% tiene la presión arterial controlada.
Tal y como apunta el doctor José Ramón Banegas, del departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Facultad de Medicina en la Universidad Autónoma de Madrid, y uno de los investigadores principales de este estudio, la puntuación en la escala de adecuación a la dieta mediterránea tradicional fue de 3,7 “de hecho, la dieta de los españoles se ajusta a lo que se considera una ‘dieta mediterránea evolucionada’, es decir, se mantiene un alto consumo de frutas y verduras y se usa principalmente el aceite de oliva como grasa culinaria. Sin embargo, hay un consumo excesivo de alimentos ricos en grasas saturadas, azúcar y sal”.
Durante la reunión los expertos han destacado que el papel de la dieta es fundamental, debido a que sigue siendo la piedra angular donde se sustenta la prevención y el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares. En este sentido, subrayan la importancia de seguir en la rutina diaria la pirámide de la alimentación saludable, que propugna la Estrategia NAOS (Estrategia para la Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad), donde se aconseja en el menú diario frutas, verduras y hortalizas, así como cereales, productos lácteos, pan y aceite de oliva, preferentemente. A modo de ejemplo, el doctor Banegas ha explicado que “la fibra y las verduras reducen el riesgo de cáncer, enfermedad cardiovascular y diabetes. Además, el pescado reduce el riesgo de muerte cardiovascular”.
Por otro lado, es recomendable evitar las conservas, precocinados y carnes saladas o ahumadas como la panceta y los embutidos, así como reducir el consumo de sal. Lo aconsejable es consumir una cantidad de 2 gramos de sal diarios, que equivale a la cantidad de sodio que cabe en una cucharilla de té.