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Eficacia y eficiencia. Objetivos y evaluación de los tratamientos

La eficiencia es el coste de la eficacia de nuestros tratamientos, y la eficacia se basa en la capacidad para conseguir los objetivos que a la vez deben ser evaluables. Sin embargo, definir los objetivos no es algo simple porque depende de nuestra concepción de enfermedad mental (o del modelo de enfermedad del gerente).

Por ejemplo, una adolescente con un IMC de 16, tras hacer voluntariamente una dieta restrictiva, que nos dice que se encuentra bien de ánimo y en sus relaciones sociales ¿está enferma? Y un niño de 10 años que sufre acoso escolar y empieza a quejarse de epigastralgia con disminución de la ingesta los días que tiene que ir a clase, ¿está enfermo? ¿Y una chica de 24 años que diga que se ve gorda con un IMC de menos de 24? Por tanto, lo primero que nos va a costar trabajo es explicar que éstos son enfermos.

En primer lugar hay que ver la validez del modelo médico en los trastornos mentales, en qué se basa el diagnóstico en Psiquiatría -la dualidad entre biológico y psicológico, la influencia de otros intereses, la inclusión de aspectos relacionales-, la evaluación del tratamiento y los objetivos del tratamiento y el proceso de recuperación.

Modelo médico de enfermedad

La premisa implícita al concepto de enfermedad es la existencia de una alteración en la estructura o en la función del propio organismo, responsable de una dolencia o que genera una discapacidad.

El término dolencia o discapacidad se refiere a la queja del paciente -o su entorno-, de la experiencia subjetiva de sufrimiento o incapacidad física o mental. El término enfermedad se entiende como un constructo teórico que puede explicar ese sufrimiento o pérdida de capacidad. Pero dolencia, aún siendo un fenómeno corporal, no es sinónimo de enfermedad (tener síntomas no significa estar enfermo), puede atribuirse a otras circunstancias (un deportista en un programa de entrenamiento).

La expresión del síntoma (dolencia) sólo la hacen los pacientes, mientras que la de enfermedad está reservada para el médico. Dolencia, síntoma y enfermedad no siempre van juntos.

El concepto de enfermedad sin dolencia es evidente al comprobar enfermedades mortales y silenciosas como serían el cáncer o la diabetes.

Sin embargo, la situación contraria de dolencia sin lesión se plantearía si no reducimos las enfermedades a sólo aquellas en las que encontramos alteraciones físicas, en la estructura o en la función (dependerá del desarrollo de nuevas técnicas de exploración).

La enfermedad origina un proceso desadaptativo y limitante para el desarrollo que interfiere con la consecución de los objetivos de cada persona, y que es atribuido a una disminución en la capacidad de nuestro organismo para adaptarse al entorno. Esta limitación en la capacidad de adaptación puede ser explicada por diferentes factores, y entenderse en una secuencia de observaciones y explicaciones que llevan al reconocimiento de cuadros clínicos.

Por lo tanto hay unos factores que generan una lesión o disfunción que son congénitos o adquiridos (traumáticos, tumorales, infecciosos, inmunológicos, metabólicos y nutricionales, isquémicos o relacionales). La lesión o disfunción la podemos identificar de forma macro o microscópica, funcional o por técnicas de laboratorio. La lesión da lugar a un cuadro clínico que presentará unos signos, síntomas o enfermedad.

Un grupo de signos y síntomas con una misma etiología constituyen una enfermedad. Cuando los signos y síntomas tienen diversas etiologías lo llamamos síndrome. El síndrome se relaciona con anormalidades en la estructura o función con las partes del cuerpo relacionadas con su expresión, se reconoce en todas las culturas y responde a diferentes tratamientos. El trastorno implica también la incorporación de aspectos relacionales o aspectos culturales.

Diagnóstico en Psiquiatría

Una paciente de 75 años consulta al médico por su pierna. Ésta está hinchada y los tobillos edematizados. Ella no se queja de dolor pero le falta la respiración y sus labios están cianóticos. Ella llama a su enfermedad “trastorno del tobillo hinchado”. Su médico le explica que su enfermedad no viene de su pie, sino de su corazón que no es capaz de bombear sangre suficientemente. En Psiquiatría, sin embargo, en el momento actual el diagnóstico aceptado sería el de “trastorno del tobillo hinchado”.

En Psiquiatría estamos en un momento en que hemos sufrido el reduccionismo de la enfermedad a sólo aquello que provocaba lesión física demostrable y esto hizo que la Psiquiatría desarrollara un camino diferente (no interesan tanto los mecanismo sino su comprensión).

Esto culminó en el desarrollo de diferentes modelos explicativos de la enfermedad mental (dinámicos, sistémicos, cognitivos, culturales, sociales) o incluso a negar la enfermedad.

El conocimiento de Psiquiatría resultó en un compendio de datos (genéticos, biológicos, funcionales, psicológicos, sociales, sistémicos, dinámicos y culturales); con una estructuración causal dependiente del modelo teórico del entrevistador; añadido en base a criterios económicos (de respuesta a fármacos), sociales (TEPT), legales (mobbing), de consenso (comité de expertos), económico/estadísticos (trastornos de personalidad), culturales (homosexualidad).

El diagnóstico en Psiquiatría tiene el conflicto de la dualidad biológico/psicológico. ¿Qué pensaríais de un paciente con trastorno bipolar y antecedentes familiares que nos dicen que su enfermedad no está en su cabeza sino en sus genes? Son dos enfoques diferentes sobre una misma realidad y cogeremos aquella que nos facilite predecir el resultado. También hay otros intereses políticos (planificación de recursos) o comerciales. No sólo hay tratamientos farmacológicos, también los hay psicológicos (no financiados). A veces hay presión de la industria hacia un determinado tipo de síntoma. Otros intereses pueden ser socio-económicos.

En Psiquiatría también hay que tener en cuenta aspectos relacionales, entender el beneficio primario y secundario en muchas ocasiones difícil, este último, de identificar y que puede dificultar la respuesta al tratamiento. El tema de la disociación o la simulación es importante, así como también la enfermedad como forma de comunicación.

El diagnóstico de la enfermedad mental se desglosa en la alteración de 5 áreas: cognitiva, emocional, conductual, de percepción o de atención. El denominador común es la pérdida de control ¿cuándo se da cuenta el paciente de que ha perdido el control?

Evaluación de los TCA

Para evaluar hay que medir y hoy por hoy se utilizan cuestionarios (válidos, sensibles, específicos, fiables, reproducibles, predictivos) pero en muchas ocasiones diseñados “ad hoc”. El laboratorio diseña el fármaco y añade una escala asociada que dice lo bueno que es el fármaco, es decir, a veces se elaboran cuestionarios para decir algo que ya se sabe, pero ¿hasta qué punto eso es válido?

Para la evaluación también es importante la adaptación de nuevas técnicas de exploración (neuroimagen, técnicas de laboratorio, neuropsicología).

Los genes no codifican enfermedades mentales (éstas son una mezcla de síntomas agrupados, por consensos de comités, en trastornos). Pero múltiples modificaciones genéticas pueden facilitar que se herede un riesgo, que interactuando con otros y, junto a estreses ambientales, pueden provocar anomalías moleculares que conlleven un procesamiento ineficiente de circuitos cerebrales y esto genere un desequilibrio funcional que facilite el desarrollo de la enfermedad mental.

Un hipotético gen que cause anomalías moleculares puede expresarse en el neurodesarrollo, en la síntesis neuronal, en el proceso de diferenciación neuronal, en la sinaptogénesis. También puede expresarse en la enzima responsable de los procesos, puede expresarse en los mediadores de la sinapsis, en la vía de transducción de señales, en el proceso sináptico del desarrollo o en la síntesis de proteínas. La expresión en los diferentes momentos puede expresar la misma sintomatología.

“Cómo evitar un infarto escrito en los genes” (noticia del 17/10/2011). Se puede tener el componente genético pero si además el componente ambiental lo modificamos la expresión se puede producir o no. Los individuos con alto riesgo genético que consumían una dieta rica en frutas y verduras tenían más o menos las mismas probabilidades de sufrir un infarto que aquellos con bajo riesgo genético (concluyen los autores de la investigación). Concretamente los que tenían una mutación del cromosoma 9p21 y seguían una dieta pobre estaban predispuestos un 30% más a un episodio cardíaco, con la dieta moderada un 17%, y con una buena dieta sólo un 2% por encima de aquellos sin riesgo genético, “se puede decir que tienen las mismas posibilidades que alguien sin mutaciones”, explica Jose Mª Ordovás. “Cuando la dieta es adecuada la mutación se mantiene “apagada” pero si una persona con riesgo se alimenta incorrectamente, fuma, bebe o es inactivo físicamente, entonces su riesgo cardiovascular despierta y se multiplica”.

Según el modelo de diátesis del estrés:

– no gen mutante-función normal: Si no hay factor estresante la función es normal y se podría soportar un estrés más grave.

– gen mutante-función normal: la función es normal y podría soportar un estrés algo severo.

– gen mutante- factores de riesgo: en este caso se podría soportar el estrés severo pero con un riesgo mucho mayor.

Integración genética y conducta. Los endofenotipos

Desde los genes a las anomalías moleculares y hasta la enfermedad hay unos intermediarios, los endofenotipos (biológicos y de síntomas). Los endofenotipos presentan una relación más cercana a la enfermedad, son más estables, heredables y reproducibles. Cada diagnóstico clínico es resultado de diferentes rutas biológicas (endofenotipo). Por lo tanto, los genes pueden dar una serie de características.

Los endofenotipos biológicos son hechos físicos medibles y varían desde una respuesta electrofisiológica a asustarse, alteración en los movimientos oculares finos o el patrón de neuroimagen tras una estimulación.

Los endofenotipos de síntomas son síntomas asociados con un trastorno mental (alucinaciones, disfunción ejecutiva en la esquizofrenia subclínica) o con comportamientos (capacidad de cálculo, el temperamento, búsqueda de la novedad, perfeccionismo, evitación del daño).

Podemos decir que de los genes a la conducta hay una serie de pasos: genotipo, anomalías moleculares, anomalías en el procesamiento de la información (endofenotipo biológico) y conductas con interacciones funcionales (complejas) o fenómenos emergentes ( endofenotipo sintomático).

Un endofenotipo (rasgo neurobiológico o neuropsicológico) asociado con el riesgo de desarrollar síntomas, puede aparecer no sólo en la enfermedad activa, sino en personas de riesgo o en familiares de primer grado.

¿Es posible que en un futuro la evaluación y clasificación de las enfermedades mentales se establezca en base a los endofenotipos manifestados en un determinado paciente? Sabemos que hay una serie de endofenotipos que para la anorexia nerviosa sería la rigidez en los procesos cognitivos (esquizofrenia, bipolar), pobres estrategias organizativas ( TGD) y dificultades emocionales (anomalías en la búsqueda de incentivo). Para la bulimia nerviosa los endofenotipos podrían ser el perfeccionismo, sobre-regulado o compulsivo, dis-regulado o impulsivo, el consumo de tóxicos y labilidad emocional.

Otros posibles endofenotipos podrían ser la sobreimplicación en el aspecto físico (desde la desimplicación en la propia imagen del psicótico al trastorno disfórmico corporal o al delirio hipocondríaco), la importancia de la relación con el entorno (desde el esquizoide al histérico) o la regulación del estado nutricional.

Los tratamientos actuales son costosos ya que participan varios especialistas, duran años y la remisión completa no se produce en casi la mitad de los casos. A diferencia de los estudios de eficacia (ensayos clínicos) los de efectividad son realizados en condiciones de práctica clínica real y son generalizables a toda la población.

Analizamos de forma prospectiva los resultados del programa ambulatorio multimodal para los TCA dos años después de su inicio, en una muestra de 149 sujetos. Los objetivos de la evolución fueron las variables clínicas (peso, vómitos y atracones) y psicopatología alimentaria y general.

Respecto a las variables clínicas en las pacientes con anorexia y anorexia purgativa vimos que ganaban un poquito de peso, los vómitos y atracones en pacientes con bulimia también disminuían. En la bulimia no purgativa no se observaron resultados significativos.

En cuanto a la psicopatología en las pacientes con anorexia restrictiva y purgativa el test EAT mejora. En bulimia se mejora el EAT, el BITE, algunas de las escalas de EDI, el BSQ, el BDI (de depresión), el STAI (de la ansiedad) y la autoestima. En pacientes con anorexia purgativa mejoramos la autoestima y el BITE. En la bulimia no purgativa mejoramos también. Y en los TCANE se mejora todo.

Con estos resultados podemos confirmar la efectividad de nuestro tratamiento en la mejora clínica y psicopatológica pero no es un estudio coste-efectividad, ¿realmente mejoramos la calidad de vida de nuestros pacientes? ¿Consiguen una mejor adaptación socio-laboral?

Objetivos de los tratamientos

Nuestros objetivos principales son que las pacientes mejoren la psicopatología alimentaria, que aprendan a resolver sus conflictos, que adquieran sentimiento de propia identidad basado en conductas saludables y que sean capaces de restablecer su capacidad para establecer relaciones y actividades laborales apropiadas.

Estos objetivos desglosados serían:

– Mejorar la psicopatología alimentaria (que fueran capaces de mantener un peso saludable, que sean capaces de tener un control alimentario, que se sientan mejor con su aspecto físico y que no estén limitados profesional o emocionalmente).

– Que aprendan a resolver sus conflictos (capacidad para distinguir la sintomatología somática, cognitiva y emocional de alteraciones psicopatológicas; adquisición del suficiente autoconocimiento que les permita detectar factores estresantes de su medio; habilidad para desarrollar estrategias adaptativas ante situaciones de estrés o cambio y flexibilidad para adaptarse a las posibles variables).

– Que adquieran un sentimiento de propia identidad basado en conductas saludables (aceptación de sus características personales, aceptación de sus circunstancias y las variables que le rodean, que sean capaces de dar una respuesta adecuada ante situaciones amenazantes a su bienestar, que acepten las consecuencias de sus planteamientos).

-Que sean capaces de establecer relaciones y actividades laborales apropiadas, no dependiente y con capacidad para mantenerlas.

El proceso de recuperación

El proceso se basa en que integren sus propias características para vivir con ellas, que eviten las conductas “en bucles atemporales” de “ahora empiezo” con la gratificación del “borrón y cuenta nueva”. No se cambia, se evoluciona y para evolucionar hay que aceptar el estado de uno mismo.

¿Cómo se consigue? La conducta que se perpetúa y neurotiza es la que es buena y mala a la vez. Para cambiar un patrón de conducta tenemos que cambiar las emociones asociadas a esa conducta. Para conseguir el control lo primero es asumir la enfermedad. El estímulo para cambiar es la confianza en uno mismo.

El terapeuta puede ayudar a desenmarañar racional y emocionalmente lo bueno y malo de esas conductas para validarlo y mostrar el éxito o el fracaso. Los pacientes aunque hayan tomado conciencia de la enfermedad no conocen sus síntomas y lo confunden con sensaciones (no saben cuando comen mucho o poco), percepciones (sentirse/verse gordas) o sus conductas (falta de voluntad o señal de no querer). Su perfeccionismo no es cuestión de todo o nada, sino de saber integrar los errores.

Mi opinión es que muchos pacientes van buscando el alivio de ” ya no pasa nada, ahora vuelvo a empezar” y ellos mismos provocan saltarse las dietas o provocarse el atracón o vómito por el estado que les genera el “ahora puedo, antes no”.

El proceso de curación es cuestión de que aprendan a aceptar y manejar los errores, y no iniciar el juego de ponerse bien una y otra vez; a pesar de ser anoréxico o bulímico la persona se convence de que tiene derecho a ser feliz aunque siga con síntomas; al aceptarse y validarse será capaz de desengancharse del maltrato de la enfermedad.

Por tanto, los objetivos del tratamiento son: que reconozca los miedos, que identifique las alternativas de las relaciones con los demás, que sea capaz de entender el ” por qué” de sus emociones y aprender a integrarlas/manejarlas. Y adoptar una actitud “activa” de cuidarse, aceptarse, valorarse.

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El sobrepeso no aumenta la mortalidad en personas mayores

.”El sobrepeso, pese a lo que suele pensarse, no aumenta la mortalidad de las personas mayores”, aseguró el profesor Mario Foz, de la Universidad Autónoma de Barcelona, durante su conferencia ¿El sobrepeso es siempre nocivo para la salud?, celebrada en la Real Academia Nacional de Medicina (RANM).

“A partir del año 1997 y en base a diferentes estudios en población mayor se empezaron a plantear serias dudas respecto a que reducir el peso en este grupo -personas mayores- fuera realmente positivo”, ha aclarado este experto.

En general, se considera sobrepeso cuando una persona tiene un Índice de Masa Corporal (IMC) entre 25 y 30. Las investigaciones realizadas en Estados Unidos, en personas mayores de 70 años, y con un seguimiento de varios años, demostraron que no se cumplía esta relación entre IMC y mortalidad.

De hecho, se observó que la menor tasa de mortalidad se daba en las personas con un IMC de alrededor de 30, límite entre el sobrepeso y la obesidad. “A partir de aquí, se comenzó a investigar en esta línea, ya que se ha visto que el sobrepeso en las personas mayores no es nocivo para la salud y que, incluso, puede tener un efecto protector. Por lo que, salvo situaciones especiales, no es un problema que requiera intervención terapéutica”, ha argumentado Foz.

Además, a estas edades “si la disminución del IMC se produce por una reducción de la cantidad de masa magra puede ser muy perjudicial, ya que produce fragilidad”, ha asegurado.

No obstante, y a diferencia de las personas mayores, en adolescentes y niños el sobrepeso siempre es nocivo para la salud. “El exceso de peso en la edad infanto-juvenil constituye un importante factor de riesgo para la salud en la edad adulta, por lo que están plenamente justificados los esfuerzos dedicados a su prevención y tratamiento”, ha explicado este experto.

Por otra parte, en el grupo de población de entre 25 y 45 años, los riesgos de este incremento de peso siempre deben ser valorados individualmente. “Cada caso es distinto, ya que un IMC de 26 ó 27 que se considera sobrepeso, en personas con una acumulación de grasa en la parte inferior y sin ninguna morbilidad importante, no requiere un tratamiento médico. Por el contrario, si la grasa está situada en la parte superior y tiene alguna otra morbilidad, es importante intervenir inmediatamente”, ha concretado el profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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Tratamientos médicos / farmacológicos

En el tratamiento de los TCA tratamos de conseguir dos objetivos básicos: uno es corregir la malnutrición y el otro es la resolución de las alteraciones psicológicas. Y para lograr resultados efectivos a largo plazo los esfuerzos deben de estar coordinados como dijo Hilda Bruch ya hace bastante tiempo.

No existen estudios concluyentes que demuestren la evidencia de la eficacia, seguridad o diferencias en los resultados de los tratamientos utilizados en la anorexia nerviosa (AN). Sí parece que la terapia conductivo conductual puede reducir las recaídas en adultos tras la recuperación de peso y la terapia familiar es eficaz en adolescentes pero no en adultos.

Método Maudsley

El Método Maudsley es el que parece que tiene más estudios concluyentes, posiblemente porque es “agnóstico” con respecto a la etiología y a las técnicas de tratamiento.

En la fase 1 el clínico prepara a los padres para que asuman el papel central en el tratamiento. Ellos deben normalizar la alimentación dando apoyo y sin emitir juicios. En la fase 2, una vez que la alimentación y la salud se normalizan, la familia trabaja con el terapeuta para devolverle el control de la alimentación a la hija. Y en la fase final intentamos que el adolescente establezca su identidad y recupere el tiempo perdido.

Resolución de las complicaciones médicas

Cuando nos llega un paciente primero atendemos a las complicaciones más graves que puedan poner en riesgo su vida: alteraciones electrolíticas que se recuperan en corto periodo de tiempo, intentamos la recuperación metabólica y signos vitales; la recuperación de peso gradual y la función menstrual; los hábitos de alimentación; y con un poco de suerte, al cabo del tiempo, los cambios en su masa ósea o en la sustancia gris del cerebro.

Estabilización y realimentación

Hay controversia sobre dónde se debe hacer este tratamiento: ¿en casa o en el hospital? Cuando lo hacemos en casa y son los padres los que llevan la batuta del tratamiento los resultados son mejores y más rápidos.

Hay una serie de criterios de ingreso como son:

-Malnutrición severa con un peso<75 % del ideal -Deshidratación -Anomalías electrolíticas -Arritmia -Inestabilidad hemodinámica -Detención del crecimiento y desarrollo -Fracaso del tratamiento ambulatorio -Rechazo a la alimentación -Atracones y vómitos incontrolables -Complicación médica aguda (síncope, convulsiones, pancreatitis) -Complicación psiquiátrica aguda (ideación suicidas) -Patología comórbida que impida el manejo en el ámbito ambulatorio ¿Qué, cómo y por dónde?

Habitualmente lo que se hace es ofertar -o imponer- de acuerdo con los padres y la paciente una dieta estructurada y adecuada a la ganancia ponderal. Lo que no está tan claro es cómo de rápida tenemos que conseguir esa ganancia, y cómo vamos aumentando esa dieta -si es necesario- y por cuánto tiempo mantenemos la dieta tan estructurada o vamos dando paso a que los padres o la paciente la vayan manejando.

Hay estudios que nos dicen que si conseguimos una ganancia ponderal superior a 1 kg/semana el pronóstico al año es mejor. Hay autores que preconizan para conseguirlo rápidamente el uso de nutrición enteral por sonda (24 horas o sólo nocturna) para conseguir el aporte extra de calorías. Algunos trabajos usan incluso la gastrostomía o nutrición parenteral en pacientes graves.

Una de las quejas de los pacientes es que la redistribución de la grasa corporal tras la recuperación de peso es mayor en las caderas y tronco.

Síndrome de realimentación

Se trata de un cuadro clínico grave que puede llevar a la muerte. Fue descubierto en el siglo XX bajo las siguientes circunstancias:

-La realimentación rápida después de una hambruna.

-La introducción de la alimentación parenteral.

-El tratamiento agresivo de la malnutrición en pacientes con anorexia nerviosa.

Tras 72 horas de ayuno la síntesis de glucosa se obtiene por el catabolismo de lípidos y proteínas, con lo cual disminuye la insulina y aumenta el glucagón, y cuando volvemos a reintroducir los hidratos de carbono entra la glucosa de forma masiva en la célula con arrastre de fósforo, magnesio y potasio, y a la vez hay una reducción de excreción de sodio y agua con la expansión del espacio extracelular y sobrecarga hídrica (edema pulmonar, fallo cardiaco y edema periférico). Y secundariamente a las alteraciones electrolíticas pueden aparecer arritmias, rabdomiolisis, tetania, confusión…

Uno de los signos más peligrosos es cuando un paciente bradicárdico muy desnutrido lo ingresamos y de pronto lo vemos con una frecuencia cardiaca “normal”, a las pocas horas de un pulso muy bajo puede indicar insuficiencia cardíaca. También pueden aparecer arritmias, dolor articular severo, delirio y psicosis, convulsiones, aumento de peso rápido y, edema periférico.

Uno de los objetivos de la realimentación es primero reducir la pérdida de peso, después estabilizarla y poco a poco se busca una recuperación gradual del peso. Hay que intentar evitar los sueros endovenosos, ofrecer suplementos con fósforo y el control de electrolitos, fósforo y magnesio durante la realimentación.

La leptina ha mostrado cierta utilidad y parece que es un marcador muy precoz cuando se eleva para poder diagnosticar el síndrome de realimentación.

Alteración estructura cerebral

Los avances en neuroanatomía, neurobiología y neuropsicología están suscitando gran interés. Desde los primeros trabajos descriptivos que demostraban que cuando los pacientes están muy desnutridos el cerebro es más pequeño y el tamaño de los ventrículos es mayor, y con la realimentación el volumen de la sustancia blanca, gris y del LCR se recuperaba; hasta los estudios más finos de cómo funciona el cerebro.

En un estudio que valora la capacidad cognitiva vimos que los pacientes que se han recuperado en el peso todavía siguen teniendo diferencias significativas en ciertos aspectos con respecto a los controles: capacidad cognitiva, capacidad lectora o matemática. Pero hay una cosa muy interesante: si comparamos estos pacientes con los que han recuperado la función menstrual con respecto a los controles, estas diferencias en las habilidades cognitivas habían desaparecido.

Hay estudios que demuestra que hay un aumento del flujo cerebral antes y después de la recuperación ponderal en la zona parietal bilateral y en giro cingulado posterior derecho, o un aumento del receptor de la serotonina antes y después de la recuperación ponderal en corteza fronto-temporal derecha.

También sabemos que hay una correlación entre el aumento de los estrógenos y la disminución de la ingesta. Y que la actividad de la serotonina va cambiando con la edad y los estrógenos. Y es posible que en adolescentes predispuestas falle la homeostasis y se desencadene la AN.

De hecho estos conocimientos apoyan lo que hemos ido encontrando en la clínica diaria: que el uso de los inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina (ISRS) contribuye a evitar recaída en pacientes una vez que han recuperado su peso.

Pérdida de masa ósea

Muchas pacientes tienen una pérdida de la masa ósea porque hay un aumento de la reabsorción sin aumento de la formación ósea: aumentan los marcadores de la reabsorción ósea , N-telopéptido y deoxipirridolina, y disminuye la osteocalcina y IGF-I. Y el calcio, vitamina D y PTH están normales.

Hay unos factores predictivos: la edad de la menarquía, si el IMC es muy bajo, si la amenorrea es mayor de 6 meses o mayor duración de la enfermedad.

Si la amenorrea es mayor de 20 meses hay mayor de pérdida de masa ósea. Hay que recordar que algunos pacientes recuperados mantienen la amenorrea y siguen estando en riesgo de osteoporosis. Por cada desviación estándar que disminuya la densidad ósea se duplica el riesgo de fractura ósea.

Hasta el 90% de las adolescentes con AN presenta osteopenia y no existe tratamiento efectivo a excepción de la recuperación ponderal y menstrual. Aunque la recuperación de la masa ósea no es total, a pesar de la normalización de los parámetros bioquímicos del metabolismo óseo y el aumento de IGF-I.

Se ha intentado todo tipo de tratamientos derivados de los tratamientos que hacemos para las mujeres con menopausia. Inicialmente el tratamiento con alendronato fue esperanzador pero vimos que la recuperación ponderal fue el determinante más importante en el aumento de la densidad ósea, aunque el alendronato tuviera un efecto positivo independiente.

Los difosfonatos tienen un riesgo y es que permanecen en el esqueleto durante mucho tiempo y se desconoce su efecto en adolescentes con AN a largo plazo que puedan pensar en tener hijos.

El tratamiento con calcio y vitamina D, y el ejercicio se sigue usando en el tratamiento de la osteoporosis. Se da suplementación con 1.000-1.500 mg/día de calcio y 800 UI Vitamina D, pero no está claro que beneficie la masa ósea en adolescentes con AN.

El ejercicio no ha demostrado beneficios en cuanto a la masa ósea excepto el ejercicio con carga y si se ha recuperado la función menstrual.

Hemos intentado el tratamiento con estrógenos (etinilestradiol 50 microgramos) durante un año y no se demostró que el tratamiento mejorara la osteopenia en AN. Existe otro tratamiento que sí parece demostrar un poco más de esperanza a dosis un poco más bajas de etinilestradiol a 35 microgramos si añadimos dos veces al día de rh IGF-I. En este caso se aprecia una diferencia significativa en la recuperación de la densidad mineral ósea.

Se ha intentado también el tratamiento con dehidroepiandrosterona (DHEA) 50 mg/día y vemos que los parámetros bioquímicos del metabolismo óseo mejoran durante el tratamiento pero no hay diferencias significativas en comparación con etinilestradiol, aunque sí encontramos que los pacientes tratados con DHEA mejoran el bienestar subjetivo, la ansiedad y varios test psicológicos.

Crecimiento final

En las pacientes con AN el crecimiento es menor que en controles pero parece que la recuperación ponderal fue el determinante más importante en el aumento del crecimiento, logrando alcanzar su potencial de talla.

El retraso en la edad ósea y el hipogonadismo secundario serían protectores hasta la recuperación. Si la enfermedad es más prolongada, con una mayor pérdida de talla previa, podría comprometer la talla final.

Fertilidad

En pacientes recuperados no hay diferencias con la población general en complicaciones del embarazo o parto, ni complicaciones neonatales o del desarrollo infantil posterior.

Si parece que consultan significativamente más en las clínicas de fertilidad y recibieron tratamiento de infertilidad con mayor frecuencia las pacientes con AN+BN (6,2%) que la población general (2,7%).

El retraso de más de 12 meses para concebir fue semejante en la población general que en las pacientes con TCA, excepto en pacientes con AN+BN que tardaron más de 6 meses.

Psico-Neurocirugía

Hay muy pocas referencias en la literatura de este tipo de tratamiento. En un trabajo de Morgan y Crisp se describe el seguimiento de 5 pacientes a los que se les hizo una leucotomía: uno se perdió en el seguimiento, otro se suicidó y tres se recuperaron.

En 2011 se publica un caso de Barbier y Gabriëls de un paciente con una anorexia y un TOC severo al que se le realiza una capsulotomía anterior con la hipótesis de que la lesión en la cápsula anterior disminuye los síntomas obsesivos y las compulsiones. Y lo que observan estos autores es que el flujo cerebral se normaliza y que los test psicológicos de aversión a alimentos en muy poco tiempo mejoran significativamente consiguiendo una disminución de los síntomas del trastorno obsesivo, una recuperación y estabilización del peso, y una mejora clara del TCA.

Otro caso: un paciente de 45 años con AN cronificada con múltiples ingresos e incapacidad de mantener un peso estable. Con la hipótesis de que la lesión en el cíngulo anterior disminuye la angustia y el sufrimiento por la AN y los pensamientos obsesivos se realizó una cingulotomía anterior bilateral. Con ello se consiguió una estabilización de peso de un IMC 11 a 15, pudiendo realizar su trabajo habitual con menos angustia y planteándose motivaciones para el cambio.

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Los expertos piden más contundencia en el tratamiento de la dislipemia en las mujeres

Los objetivos terapéuticos en la prevención de la enfermedad cardiovascular y, en concreto, de la dislipemia, deben ser más rigurosos que los que se establecían hasta ahora e iguales tanto en hombres como en mujeres. Esta es una de las conclusiones principales de los expertos reunidos en la mesa sobre Aplicaciones prácticas de las guías de dislipemia y riesgo cardiovascular en la mujer que ha patrocinado AstraZeneca dentro del 12º Encuentro Nacional de Salud y Medicina de la Mujer, organizado por el Centro Médico Instituto Palacios Salud de la Mujer. En este marco, además, los especialistas han destacado que el tratamiento de base son las estatinas, que han demostrado -no solamente disminuir el nivel de colesterol- sino reducir la morbimortalidad de los pacientes.

“La enfermedad cardiovascular producida por la aterosclerosis (acumulación de colesterol o triglicéridos en la pared arterial) es la primera causa de muerte prematura en España y, además, va a seguir siéndolo en los próximos años, ya que el número total de fallecimientos por esta causa superará al de neoplasias, enfermedad pulmonar obstructiva crónica y enfermedad de Alzheimer juntas”, explica la Dra. Joima Panisello, directora general de la Fundación para el Fomento de la Salud (FUFOSA). Sin embargo, “algo que no hemos interiorizado lo suficiente es que las enfermedades del corazón también son la primera causa de muerte en las mujeres”. No en vano, según los últimos datos disponibles, en España se producen más de 125.000 muertes cada año por enfermedades cardiovasculares, es decir el 34% de todas las defunciones (lo que supone el 30% del total en varones y el 39% en mujeres).

Por eso, los especialistas lo tienen claro y aúnan esfuerzos para pedir un mayor control de la enfermedad cardiovascular en las mujeres. “El concepto de que la mujer estaba protegida por la función ovárica -señala la Dra. Panisello- nos ha llevado a ser un poco tibios en cuanto al abordaje del riesgo cardiovascular en la mujer y, por eso, de alguna forma tenemos que recuperar ahora el tiempo perdido”.

Diferencias por sexos

La enfermedad de base en las enfermedades cardiovasculares, tanto en mujeres como en hombres, es la misma, la aterosclerosis, aunque la aparición en las mujeres se retrasa casi una década respecto a la edad en la que suele darse en los varones y ésta evoluciona de una forma distinta entre sexos. La placa de la mujer tiende a erosionarse, mientras que la placa del hombre tiende a fracturarse. Esto hace que muchas veces la clínica y la sintomatología de la mujer sea distinta, retrasándose el diagnóstico e, incluso, la utilización de recursos sanitarios. Además, aunque los principios de valoración del riesgo y el manejo sean igual para los dos sexos, hay que poner un énfasis especial en algunos factores de riesgo que presenta la mujer de forma diferente al hombre, como la diabetes -que en las mujeres multiplica el riesgo de ECV por cinco y en los hombres por tres-, el tabaquismo, el sobrepeso y el uso de anticonceptivos orales.

Sin embargo, la Dra. Panisello advierte del riesgo que conlleva concluir de una forma simplista que las mujeres tienen más riesgo cardiovascular que los hombres: “Es cierto que la reducción de las muertes por enfermedad cardiovascular en los últimos años ha sido mayor en los varones y que la incidencia de estas patologías ha aumentando entre las mujeres. Pero esto se presta a malas interpretaciones y no queremos enviar un mensaje que haga que los hombres se relajen. Lo que sí está claro es que la atención especial que hemos tenido con los varones, al presentarse en ellos la enfermedad cardiovascular una década antes que en la mujer, tal vez nos ha llevado a no prestarles la atención debida a ellas”.

Por ello, explica la Dra. Panisello “hay que prevenir a la mujer y decirle que tome las medidas necesarias para evaluar su salud cardiovascular y, en el caso de que tenga algún factor de riesgo, poner los medios higiénico-dietéticos correspondientes y, si su médico así lo indica, establecer también un tratamiento farmacológico para disminuir su riesgo cardiovascular”.

Objetivos en el manejo y tratamiento de las dislipemias en mujeres

A finales de 2011 apareció la guía de práctica clínica sobre el manejo de las dislipemias elaborada conjuntamente por la European Atherosclerosis Society (EAS) y la European Society of Cardiology. Esta guía actualizó las directrices europeas para el tratamiento de las dislipemias.

En primer lugar, explica la Dra. Panisello, “los objetivos terapéuticos en prevención secundaria deben ser más rigurosos que los que veníamos haciendo e iguales tanto para población femenina como masculina, de forma que los pacientes con riesgo muy alto, deben alcanzar un nivel de colesterol LDL inferior a 70 mg/dl o, si ello no fuera posible, como mínimo una reducción del 50% de las cifras iniciales”. Es importante remarcar que entre los pacientes denominados de alto riesgo se encuentran fundamentalmente los pacientes coronarios y también los afectos de diabetes mellitus tipo 2.

Además, se destaca de especial forma el papel de las estatinas, el tratamiento de elección esencial en la prevención cardiovascular, por lo que se recomienda alcanzar las dosis máximas posibles que tolere el paciente y dejar los tratamientos combinados para cuando no sea posible alcanzar los objetivos con ellas. “Contamos con estatinas de elevada potencia con las que podemos conseguir reducciones, que como mínimo deben ser de un 35% en los niveles iniciales de colesterol LDL, pero lo ideal en pacientes de alto riesgo es que sean iguales o superiores al 50%. Un ejemplo de ello es rosuvastatina, que de las dos últimas estatinas disponibles es la que tiene más potencia de acción y nos ofrece un control y reducción del LDL excelente, con una presencia mínima de efectos secundarios”.

El tratamiento con estatinas está recomendado para la prevención secundaria en mujeres con las mismas indicaciones y objetivos que en los varones y en prevención primaria de la enfermedad coronaria en mujeres de alto riesgo. Como última novedad, las nuevas guías de práctica clínica en dislipemias reflejan que no debe administrarse tratamiento hipolipemiante cuando se planifique un embarazo, durante el mismo o a lo largo de la lactancia.

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El 40% de los niños obesos sufre apneas

En el marco del Día Mundial del Sueño, el 16 de marzo, la Sociedad Española del Sueño (SES) tiene la voluntad de contribuir en la difusión de la importancia de los trastornos respiratorios del sueño en nuestra sociedad. El SAHS se define como un trastorno de la respiración durante el sueño caracterizado por una obstrucción parcial o completa y prolongada de las vías respiratorias superiores, hecho que conlleva una alteración de la ventilación normal durante el sueño. Sus principales síntomas son ronquidos nocturnos habituales (a menudo con pausas intermitentes, resoplidos o jadeos), trastornos del sueño y problemas de comportamiento diurnos provocados por el desorden existente en los patrones de sueño.

Los pacientes que sufren trastornos respiratorios del sueño son más susceptibles de contraer otras enfermedades relacionadas con otros sistemas. Especialmente, en edades adultas, existe un riesgo muy elevado de padecer al mismo tiempo problemas cerebrovasculares y cardiovasculares, tales como enfermedades isquémicas del corazón o accidentes vasculares cerebrales. Asimismo, la sintomatología producida por la apnea del sueño, también se puede ver incrementada si el paciente ya sufre otras enfermedades, tales como la obesidad, sobre todo en edades infantiles.

Según una investigación sobre Obesidad y SAHS infantil realizada por el pediatra David Gozal, y publicada en Pediatric Pulmonology, se estima que entre un 2 y un 3% del total de la población infantil sufre SAHS, con un pico de prevalencia comprendido entre los 2 y 8 años de edad, estableciéndose así como una de las enfermedades más frecuentes en la infancia. A pesar de tales evidencias, esta enfermedad aún sigue siendo infradiagnosticada y menos del 30% de los profesionales médicos realizan detecciones rutinarias de los ronquidos en los niños en edad escolar y adolescentes.

Destacar, que a su vez, la obesidad es una de las enfermedades más comunes en el hemisferio norte y su prevalencia sigue avanzando, especialmente, en edades muy jóvenes. A parte de los trastornos psicológicos que se pueden desarrollar en un niño obeso, tales como la depresión o las relaciones sociales deficientes, existe un riesgo muy elevado de padecer complicaciones gastrointestinales que pueden desembocar en enfermedades hepáticas y varias otras co-morbilidades, como el síndrome del intestino irritable. Asimismo, los niños obesos tienen un mayor riesgo de sufrir varios trastornos, especialmente aquellos que afectan a los sistemas cardiovascular y metabólico. La presencia simultánea de obesidad y otras enfermedades generadas por el aumento de grasa corporal representan un riesgo latente de acentuar el síndrome de apnea-hipopnea del sueño (SAHS). Ambas enfermedades comienzan a desarrollarse en una etapa muy temprana de la vida, la infancia, aunque el verdadero impacto de las enfermedades inflamatorias se hace patente a largo plazo, durante la edad adulta.

Tales hallazgos clínicos deberían alertar al personal sanitario que el reconocimiento y el tratamiento de la obesidad y el SAHS es de suma importancia y urgencia en niños, de la misma forma que es necesario la búsqueda activa de apnea del sueño en la población infantil obesa ya que más de un 40% de los niños obesos sufren trastornos respiratorios del sueño y la prevalencia de ronquido en la población general infantil obesa se sitúa por encima del 50%, según datos extraídos del estudio NANOS, un estudio cooperativo realizado por investigadores españoles.

La acumulación de morbilidades incrementa el riesgo de mortalidad, de la misma forma que aumentan los mediadores inflamatorios, hecho que determina una disfunción cardiovascular y endotelial y, en algunos casos, la aparición de diabetes y la resistencia a la insulina. En este sentido, queda evidenciada la relación entre la obesidad y el SAHS y su vinculación a muchas vías comunes que conducen a la inducción de la inflamación crónica en niños.

Un estudio realizado por el área de Sueño de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica publicado en Sleep Medicine sobre el papel de los métodos de diagnóstico simplificados del tipo de la poligrafía demuestra que la poligrafía es cada vez más efectiva para la indicación de adenoamigdalectomía y para el diagnóstico de SAHS residual. Es muy eficaz y, en niños, se utiliza de forma domiciliaria.

Por otro lado, los trastornos respiratorios del sueño tienden a aumentar con la edad y afectan a un amplio rango de población adulta. Los pacientes con SAHS tienen mayor riesgo de sufrir accidentes vasculares cerebrales (AVC). La incidencia anual de AVC es del 2 al 18 x 1000 habitantes y es la segunda causa de muerte en el mundo y la primera de discapacidad. Estudios recientes demuestran que el 63% de los pacientes que han sufrido un AVC tienen un SAHS.

El SAHS se ha establecido como un factor de riesgo para sufrir un AVC. De manera que el riesgo de sufrir un AVC aumenta hasta 6 veces en los adultos que presentan un SAHS grave y no sólo eso sino que también aumenta el riesgo de recurrencia. El tratamiento de las apneas con CPAP reduce el riesgo de los eventos cerebrovasculares al mínimo.

Según la Sociedad Española de Neurología (SEN), existe una necesidad latente de realizar más estudios en esta dirección, centrados en la mejora de la adhesión y la tolerancia del tratamiento con CPAP en los pacientes con AVC con la finalidad de poder ofrecer a los enfermos una mejor calidad de vida.

El síndrome de apnea del sueno (SAHS) afecta al 4 -6% de la población general. Los pacientes que lo padecen no sólo presentan un deterioro de su calidad de vida sino que presentan un mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares tales como: infarto de miocardio, arritmias, síndrome metabólico e hipertensión arterial. El tratamiento con CPAP mejora la calidad de vida de quienes padecen SAHS y disminuye el riesgo de todas estas patologías asociadas, lo que supone un importante ahorro de costes sociosanitarios.

El CIBERobn estudiará las razones por las que niños y jóvenes optan por una determinada alimentación

Un equipo del Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn) participa en un proyecto europeo que ha comenzado este mes y cuyo objetivo es identificar, en cinco años de trabajo, las razones por las que los niños y jóvenes europeos comen de la manera en la que lo hacen y cómo esto puede tener una influencia directa de por vida sobre su salud.

Se trata del proyecto europeo I.Family (IDEFICS FAMILY), que está coordinado por la Universidad de Bremen (Alemania), en el que intervienen un total de 15 grupos de investigación y está financiado por la Comisión Europea con 9 millones de euros.

Dentro de esta investigación, el grupo del CIBERobn, dirigido desde la Universidad de las Islas Baleares por el profesor Andreu Palou, tratará de identificar los factores biológicos y biomarcadores que influyen en las preferencias alimentarias y la elección en niños y adolescentes, así como de los efectos que estas preferencias pueden tener sobre su salud a largo plazo.

En concreto, estudiarán la expresión génica en células de sangre periférica (PBC, en inglés) que reflejarían, a modo de marcadores biológicos, los patrones del comportamiento establecidos o tendentes a establecerse, en cuanto a la elección de alimentos.

Existe una creciente evidencia científica que sugiere que los factores determinantes de la elección de alimentos están estrechamente vinculados a algunos procesos metabólicos regulados por la expresión de genes en el hipotálamo y, probablemente, también en otros tejidos centrales y periféricos.

Comprender los cambios de comportamiento

Según expone Andreu Palou, “las PBC podrían ser una interesante fuente de biomarcadores debido a que son células fácilmente obtenibles en humanos mediante procedimientos poco invasivos (obtención de sangre) y porque los investigadores suponen -a partir de evidencias en animales- que los cambios en la expresión génica de estas células pueden reflejar los procesos clave que ocurren en los tejidos u órganos metabólicamente claves del cuerpo, incluido el cerebro, y así los cambios determinantes del comportamiento”.

Las muestras obtenidas en los niños y adolescentes a lo largo de 5 años de desarrollo del proyecto serán utilizadas para evaluar las diferencias en la expresión de genes asociados con la edad y, en particular, con la transición a la adolescencia, así como su relación con la instauración de determinados hábitos alimenticios.

Además, la validación de los biomarcadores identificados se llevará a cabo mediante la comparación de los jóvenes de grupos opuestos seleccionados de acuerdo a sus hábitos de alimentación: saludables o no saludables. Estos biomarcadores se estudiarán también en los padres para evaluar las potenciales diferencias relacionadas con la edad y en la respuesta a un determinado entorno familiar.

Construido a partir de la información obtenida de 10.000 niños participantes en el estudio IDEFICS, el proyecto I.Family arrojará luz sobre las contribuciones más importantes que reciben los niños europeos, su forma de vida y sus hábitos alimentarios.

I.Family tiene una proyección a largo plazo, porque valorará de nuevo a las familias a medida que sus hijos entren en la adolescencia, identificando aquellas familias que hayan adoptado buenos hábitos alimentarios y las que no.

“El trabajo ayudará a entender los factores biológicos, de comportamiento, sociales y ambientales que dirigen el comportamiento alimentario durante la transición de la niñez a la edad adulta”, explica el profesor Palou.

Las enfermedades relacionadas con la nutrición son causa de la pérdida de más de 56 millones de años de vida sana de ciudadanos europeos, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

“Urge pues que gobernantes y profesionales médicos sepamos cómo apoyar a las familias para alcanzar formas de vida más sanas. Las familias y los individuos también se beneficiarán de las conclusiones de I.Family, que les ayudarán a establecer reglas básicas para disfrutar de una vida más larga y más sana”, sostiene el jefe de grupo del CIBERobn.

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Una de cada cuatro mujeres con menopausia tiene problemas de obesidad

Varios estudios realizados con mujeres postmenopáusicas han demostrado un incremento en la grasa abdominal asociado a la edad, lo que pone de manifiesto que el binomio edad y menopausia trae consigo una tendencia al aumento de peso, derivando en una forma de obesidad denominada tipo “manzana” con acúmulo de grasa a nivel abdominal, explica el Dr. Plácido Llaneza, miembro de la junta directiva de esta entidad, con motivo de la VII Reunión Hispano-Lusa de la Menopausia, celebrada recientemente en Faro (Portugal).

“A medida que envejecemos el riesgo de obesidad aumenta”, reconoce este experto que considera “erróneo” pensar que en algún punto de la menopausia el organismo se estabiliza y permite un mejor control de peso.

El aumento de peso suele obedecer a un problema multifactorial que varía según las personas, pero donde fundamentalmente destacan la ingesta de calorías, un estilo de vida sedentario, susceptibilidad genética, así como cambios psicológicos y hormonales.

De hecho, según el Dr. Llaneza, “los cambios hormonales pueden ser causa del aumento de peso dada la influencia de los estrógenos sobre la regulación del apetito, el gasto de energía y el metabolismo en los tejidos”.

Sin embargo, y aunque reconoce que no existen soluciones mágicas para combatir la obesidad, la AEEM y otras sociedades científicas recomiendan realizar 30 minutos diarios de una actividad física de intensidad moderada, preferentemente todos los días de la semana, “con la finalidad de mejorar la salud y prevenir las enfermedades cardiovasculares”, argumenta este experto, que insiste en que se debe individualizar cada caso y adaptar la intensidad de dichas recomendaciones.

En cuanto a los hábitos alimenticios, los expertos aconsejan reducir las grasas saturadas, los azúcares, comidas procesadas y su sustitución por alimentos como las frutas, hortalizas y cereales integrales, lo que proporcionará una buena base de alimentos de baja densidad energética con alto contenido en fibra e índice glicémico bajo, que facilitará la aparición de una saciedad temprana y contribuirá a disminuir la ingesta energética.

La dieta hay que iniciarla y mantenerla

El Dr. Llaneza reconoce que “en general, uno de los mayores problemas asociados a las dietas es la escasa adherencia a largo plazo”. La dieta mediterránea presenta en este aspecto una ventaja para su seguimiento, ya que puede conseguir una pérdida de peso similar a otras dietas cuando se restringen las calorías y con un mejor control glucémico.

No obstante, independientemente del régimen escogido, los expertos insisten en que “estas dietas deben asegurar la cobertura de las necesidades diarias de calcio y vitamina D”.

Asimismo, aunque no se ha demostrado claramente que la menopausia precoz esté asociada con más o menos riesgo de obesidad, hay estudios que inciden en que existe una clara relación entre el fallo ovárico prematuro y el exceso de peso, y demuestran que las mujeres obesas pueden presentar problemas de fertilidad y una peor reserva ovárica.

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El Hospital Vall d´Hebron, primer centro público de España en operar con tecnología robótica la obesidad mórbida de pacientes pediátricos

El sistema robótico aporta numerosos beneficios, ya que permite una mayor precisión y reduce las complicaciones; lo que se traduce en beneficios evidentes para los pacientes y en unos mejores niveles de eficiencia del sistema de salud.

La obesidad se ha convertido en los últimos tiempos en un importante problema de salud pública, con una carga de enfermedad asociada muy importante (diabetes, hipertensión, dislipemia, mayor riesgo de cáncer, etc.). En consecuencia, actualmente se considera la obesidad como la segunda causa de mortalidad predecible después del tabaco. Además, la obesidad mórbida (OM) es una enfermedad crónica que no tiene un único tratamiento médico realmente eficaz. La dieta y el ejercicio físico no han demostrado ser suficientes para lograr una reducción significativa y sostenida del peso y tampoco se ha encontrado todavía un agente farmacológico efectivo para el tratamiento. Según el NIH (National Institute of Health) la cirugía bariátrica constituye el único tratamiento realmente efectivo para la OM.

Entre un 15 y un 20 por ciento de la población pediátrica de España tiene sobrepeso, y entre un 0,5 y un 1 por ciento sufre obesidad mórbida. Sólo en el 2011, en Vall d”Hebron se atendieron una veintena de estos casos extremos en jóvenes y adolescentes.

El objetivo de la cirugía bariátrica es doble: por un lado, reeducar los hábitos alimentarios de manera que se logre la máxima reducción del exceso de peso de forma sostenida y en el menor tiempo; y, por otro, prevenir, reducir y tratar la comorbididad asociada.

Existen diversas clasificaciones de la obesidad según el índice de masa corporal (IMC = peso/talla2) propuestas por la OMS (Organización Mundial de la Salud), la SEEDO (Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad ) y la ASMBS (American Society for Metabolic and Bariátrica Surgery).

Así, se habla de sobrepeso cuando el IMC está entre 25 y 30; obesidad en grado I si está comprendido entre 30 y 35; obesidad en grado II para los casos de IMC entre 35 y 40; obesidad en grado III cuando es superior a 40; obesidad extrema o súper obeso si supera los 50; y mega obeso para un IMC por encima de 60.

Clínicamente, la obesidad mórbida es una enfermedad grave porque se vincula y/o agrava a otras patologías metabólicas, endocrinas, digestivas, vasculares, respiratorias, osteo-articulares, sexuales, y psicosociales, entre otras. Los obesos mórbidos tienen también un mayor riesgo de padecer cáncer de mama, de endometrio, de colon y de próstata.

Estricta selección clínica, psiquiátrica y dietética del candidato

No todo el mundo es candidato adecuado a cirugía bariátrica, y menos en edad pediátrica. En una fase inicial, cualquier paciente con problemas graves de sobrepeso es visitado en los diferentes centros de atención primaria (CAP). En el caso de Vall d´Hebron, aquellos pacientes que requieren una atención más especializada, son atendidos en primera instancia por la Unidad de Obesidad del Servicio de Endocrinología y Nutrición. A los pacientes que pueden ser candidatos a cirugía se les realiza antes una valoración clínica, psiquiátrica y dietética muy estricta y sólo después de ese completo estudio preoperatorio son derivados a la Unidad de Cirugía Bariátrica.

Una vez programada la intervención, ésta tampoco es inmediata. Antes, el paciente vuelve a la Unidad de Obesidad para seguir un nuevo control y tratamiento de su obesidad y de las enfermedades asociadas en espera de ser llamado para ingreso. Durante este tiempo se inicia el proceso de optimización preoperatoria con el objetivo de reducir al mínimo el riesgo quirúrgico. De forma especial, se reeduca su hábito alimentario ajustándolo a su nueva situación. También se le explica la intervención quirúrgica y las posibles complicaciones de la cirugía a corto y largo plazo. El objetivo es conseguir, por un lado, un alto grado de implicación del paciente en su proceso terapéutico y, por otro, su compromiso indefinido de presencia en controles y seguimientos futuros.

La Unidad de Cirugía Endocrina, Bariátrica y Metabólica se inició en mayo de 2001 con el impulso del Dr. José Manuel Fort (actualmente jefe clínico de Cirugía Visceral y Robótica del HUVH). En este período se ha intervenido a más de 600 pacientes en dos fases: una primera (del 2001-2005) con la cirugía abierta, y en la segunda (2006-2011) con la cirugía mínimamente invasiva laparoscópica. Desde 2010, tanto el Dr. Fort como el Dr. Ramon Vilallonga iniciaron el Programa de cirugía robótica de la obesidad habiéndose practicado hasta este momento 76 intervenciones. Este hecho convierte a Vall d”Hebron en el hospital con más intervenciones de este tipo en España.

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La intervención de los agentes sanitarios en la prevención

Los trastornos de la conducta alimentaria (anorexia nerviosa, bulimia nerviosa y cuadros afines) son un importante problema de salud pública por las secuelas físicas, psicológicas y sociales que conllevan (Turón,2011).

Se consideran un problema de salud pública y socio-sanitario por su incidencia, su prevalencia y por las características de la población a la que afecta. La evolución es larga y tiene importantes implicaciones tanto familiares como sociales.

Estas patologías pueden poner en compromiso la vida de nuestros pacientes y no todas tienen la misma importancia clínica. No sólo afectan al enfermo y a los familiares sino también al entorno más próximo y de forma más indirecta a los profesionales de la salud, de la educación, del deporte, de los medios de comunicación y a la sociedad en general. En relación a los profesionales de la salud es importante el abordaje desde los ámbitos de la Atención Primaria y la Atención Especializada.

Las tareas a desempeñar por los profesionales de la salud son: prevención, detección, evaluación de riesgos, diagnóstico, seguimiento, tratamiento y derivación. Los profesionales sanitarios hemos de conocer estas patologías, cuáles son las poblaciones de riesgo y cuáles son las manifestaciones clínicas y las complicaciones que pueden poner en riesgo la vida de nuestros pacientes sin olvidarse los aspectos familiares y socioculturales.

Agentes Sanitarios

En Atención Primaria nos encontramos a médicos de familia, pediatras, psiquiatras de centros de salud, psicólogos clínicos, equipos de enfermería y trabajadores sociales.

En Atención Especializada están los psiquiatras, internistas, endocrinos, ginecólogos, digestivos, estomatólogos, personal de enfermería especializada, residentes y profesores de aula hospitalaria especializada. Pero no hemos de olvidar que promotores de salud somos todos.

La atención primaria es una asistencia esencial, económicamente sostenible y el primer nivel de contacto de las personas, familia y comunidad siendo el pilar fundamental para el abordaje de estos trastornos.

Situación actual

En la actualidad se ha producido un aumento en el número de ingresos urgentes con desnutriciones severas y con complicaciones médicas muy importantes. Esto quiere decir que existe un retraso entre la aparición del trastorno y el inicio del tratamiento y esto hay que trabajarlo.

Las posibles causas de la situación actual y que habría que abordar son: los conocimientos que tienen los profesionales sobre estos trastornos, abordar el trastorno de una forma integral, tiempo disponible en las consultas, resistencia del paciente a reconocer el problema y la situación socioeconómica actual.

Estrategias a realizar

-Actualizar la formación de los profesionales.

-Trabajar con las familias y capacitarlas para que puedan detectar conductas de riesgo.

-Formación adecuada de distintos profesionales que puedan estar en contacto con la población de riesgo.

-Apoyo y coordinación con las asociaciones de familiares.

Programa de Prevención en Atención Primaria

El objetivo fundamental en prevención primaria es reducir el número de individuos con posibilidad de desarrollar síntomas significativos. Para ello es importante tener en cuenta algunos riesgos. Por ejemplo, dar información de síntomas es inútil, dura poco y puede incluso ser perjudicial, siendo más eficaz la intervención interactiva. Y alertar en exceso puede hacer que se vea el problema en conductas triviales.

Un programa de prevención en Atención Primaria debería estar dirigido a la población general y a la de riesgo por lo que debe saber identificar grupos de riesgo y establecer estrategias de intervención. La prevención en la población general se basa en la promoción de hábitos saludables y actitudes positivas que las protejan de sufrir desórdenes alimentarios. Y para la población de riesgo se basa en intervenciones más selectivas.

Es importante contar con los padres y hay que hacerlos partícipes de los programas de intervención. Se ha de fomentar la escucha y la tolerancia, prestar atención a los cambios de la pubertad, ayudar a que sus hijos tengan autonomía, propiciar hábitos saludables, desmitificar valores sociales que priman la imagen o que enseñen a ser críticos frente a determinados mensajes. Todos los implicados deberían saber cómo es la evolución y cómo es el proceso.

Día a día en las consultas de Atención Primaria

Para poder hacer la detección precoz de los trastornos de conducta alimentaria en Atención Primaria hay que enmarcarlas en las actividades habituales de la consulta y en un período de tiempo lo más corto posible.

Los cuadros son relativamente fáciles de diagnosticar pero el curso insidioso que puede tener a veces junto a las actitudes que pueden presentar los pacientes reduce la capacidad diagnostica del profesional de atención primaria. La clínica llevará más fácilmente a sospechar anorexia porque habrá datos objetivos (IMC, amenorrea).

El modelo médico en Atención Primaria consiste en la elaboración de la historia clínica, exploración física, variables fisiológicas (peso, talla, IMC), constantes vitales (temperatura, tensión arterial, frecuencia cardíaca) y una analítica.

En la historia clínica habría que incluir de forma rutinaria un interrogatorio sencillo en el que esté presente la historia ponderal (curvas de peso y evolución) , la historia menstrual y si ha habido antecedentes de alergias o intolerancias a alimentos. A continuación se realizan unas preguntas para un primer screening: ¿Piensas que puedes tener algún problema relacionado con la alimentación? ¿Te parece que te preocupas demasiado por tu peso?

En la exploración física rutinaria se observará cómo está la piel, si hay signos de deshidratación y se realizará una exploración cardíaca.

Motivos de alarma

Se observará motivo de alarma cuando haya dietas sin control, preocupación excesiva por la figura y el peso, ejercicio físico exagerado, cambios de carácter o irritabilidad, etc.

Población de riesgo

La población de riesgo son pacientes con IMC<18, los que consultan sobre dietas y no tienen sobrepeso, los que tienen síntomas gastrointestinales inespecíficos o diabéticos con poca adherencia al tratamiento. Y pertenecer a los grupos de riesgo: bailarinas, modelos, atletas. Marcadores biológicos incipientes

-Amenorrea inexplicable

-Detención del crecimiento normal o retraso pondero-estatural

-Pertenencia a grupos de riesgo

-Osteoporosis en personas jóvenes

Cuestionarios útiles para la detección precoz

Existen cuestionarios útiles para la detección precoz de los TCA. El más fácil y útil es el SCOOF, que tiene una sensibilidad y especificidad muy elevadas.

¿Qué hacer cuando se sospecha un TCA?

Cuando se sospecha un TCA se deberá realizar una historia clínica mucho más exhaustiva en la que se incluya tiempo de evolución, hábitos alimentarios, haremos exploraciones complementarias y buscaremos un diagnóstico diferencial.

La analítica también deberá ser más exhaustiva, se hará un electrocardiograma y pruebas complementarias.

Los hallazgos esperables de laboratorio que nos pueden indicar que algo pasa son: una hipoglucemia (indicará que ya no queda reserva de glucógeno en el hígado), amilasa elevada, hipercortisolemia, cetonuria (indica restricción severa), proteinuria y hematuria (indican ejercicio compulsivo), etc. Sin embargo que no haya alteraciones en la analítica no significa que no estemos ante el problema.

Cuando hay TCA todos los aparatos y sistemas están alterados por la desnutrición y ésta también altera toda la psicopatología. Es decir, hay una relación entre lo físico y lo psicopatológico, además de lo familiar y lo social.

Tratamiento

En primer lugar hay que decidir el contexto del tratamiento. Cuando los casos de TCA son muy leves el pediatra o médico de familia junto a un nutricionista y un profesional de salud mental podrían llevarlo. Si hubiera comorbilidad psiquiátrica habría que derivar a un programa de TCA en clínicas de TCA ambulatorias. Y si son casos muy graves que necesitan de tratamientos muy intensivos habría que derivar a las unidades de TCA especializada.

Hay que derivar a urgencias de psiquiatría ante una negativa de ingesta, una depresión grave con riesgo autolítico o una conducta autolesiva importante. Se derivará a hospitalización cuando hay una pérdida del 50% del peso en 6 meses, hipopotasemia, bradicardia, etc. Y se derivará al centro de salud mental cuando hay un diagnóstico de TCA establecido con pérdida de peso superior al 10-25% y sigue habiendo falta de conciencia de la enfermedad, y si a pesar de las pautas dadas en Atención Primaria no hay mejoría.

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Estado nutricional de nuestros mayores

La población anciana es heterogénea y es necesario detallar las características de cada paciente en función del grupo en el que está incluido.

En un estudio publicado en 2010 en Medicina Clínica sobre la evolución de las enfermedades en nuestros pacientes se observa que hay pacientes ancianos que simplemente tienen una patología, otros a causa de la patología empiezan a tener disfunciones, otros pueden llegar a tener limitaciones funcionales, otros llegan a tener discapacidad (y las actividades básicas de la vida diaria las dejan de hacer) y en el último estadio de la evolución de la discapacidad, y debido a la patología, llegan a tener un grado de dependencia para poder realizar las actividades básicas de la vida diaria. Esto indica que hablar de personas mayores es hablar de personas sanas, personas con enfermedades crónicas, personas con riesgo de deterioro funcional y personas dependientes. A medida que la dependencia se incrementa aparece la característica de institucionalización de nuestros pacientes y en función del tipo de paciente se define una situación nutricional.

Ingesta alimentaria. Anorexia of aging

La anorexia del envejecimiento es algo fisiológico. Entre los 20-80 años hay una disminución de la ingesta calórica diaria más intensa en los varones. Esto se mantiene estable siempre que el ejercicio físico disminuya. Estudios indican que cuando la ingesta es igual al gasto el peso corporal se mantiene pero hay momentos en los que hay factores, como las enfermedades, que inestabilizan. Cuando el paciente está dejando de comer y hace poco ejercicio físico y además se añade otro factor estresante como una enfermedad ese equilibrio se rompe y tenemos, finalmente, pérdida de peso.

En el año 97 Morley hablaba ya de que el anciano come más lento, tienen una saciedad precoz, las porciones son más pequeñas, toman menos aperitivos y la dieta es menos variada. En el aspecto corporal cuando el paciente deja de comer, a largo plazo, hay pérdida de masa muscular y esta pérdida de peso (a expensas de masa muscular) es lo que produce el mayor deterioro funcional.

La pérdida de apetito va acompañada de pérdida de peso. Para poder abordar esto hay que tener en cuenta que la anorexia es un tema fundamental, que hay temas fisiológicos difíciles de detallar, incluso con componente hormonal importante -como es el papel de la leptina, el efecto saciante de la colecistoquinina-, la alteración de la motilidad gástrica, etc. La dieta es menos variada, hay menor palatabilidad, caries, alteración de las papilas gustativas y las comidas no saben igual. Se da menor sensación de hambre y mayor sensación de saciedad.

La nutrición en el anciano hay que verla desde un marco más global. Hay que tener también en cuenta una serie de cambios sociales como la posibilidad de aislamiento social, pobreza, discapacidades, depresión o demencia, y a estos factores hay que sumar la presencia de enfermedad. Si además sumamos la presencia de anorexia esto empeora más las cosas (modelo biopsicosocial que acompaña en la valoración geriátrica o valoración nutricional).

Desnutrición y riesgo de desnutrición

En un artículo publicado en JAGS (Am Geriatr Soc) en 2010 se detalla la situación nutricional en los pacientes (grupo de 1600 pacientes). El estudio separa a los pacientes por grupos (pacientes en el hospital, residencias y en comunidad) y diferencia entre situación de desnutrición y situación de riesgo.

Según este estudio el porcentaje de pacientes desnutridos que viven en la comunidad es del 5,8%, sin embargo el riesgo se incrementa hasta el 31%. En los pacientes institucionalizados la prevalencia de desnutrición se dispara, llegando a límites máximos en el hospital donde la situación de riesgo también se incrementa.

Conocer el riesgo de desnutrición es importante porque hay un círculo vicioso del que entra en desnutrición ya que se acompaña de mayor mortalidad, mayor número de tratamientos, estancias hospitalarias más prolongadas, deterioro de la calidad de vida, costes, etc. y esto es importante conocerlo para poder tratarlo.

Estudios en comunidad

El estudio longitudinal Ámsterdam -sobre personas mayores que viven en comunidad- trata de definir los factores que pudieran estar relacionados con la desnutrición. Después de 9 años de seguimiento sobre 1120 pacientes de población inicial se determinó que el 13,9 % de la muestra presentaba desnutrición basada en factores como: IMC menor de 20 o una pérdida ponderal cuantificada mayor del 5% en 6 meses. Y detectaron que las personas con escaso apetito (anorexia) y los pacientes con dificultad para subir escaleras eran los factores relacionados de forma más importante con el desarrollo de desnutrición a largo plazo.

En otro estudio sobre supervivencia (iniciado en 2010 y a 14 años) en el que se buscan factores determinantes de la desnutrición se observa que los pacientes con un perímetro de brazo menor de 25, pérdida de peso involuntario, pobre apetito y los que tienen dificultad para subir escaleras serán los pacientes que a largo plazo presentarán situación de desnutrición.

Un estudio sobre estado nutricional en ancianos de la zona de Cantabria, que emplea el parámetro MNA (Mini Nutritional Assessment), define tres poblaciones: la consulta, el domicilio y la residencia. En él se observa que los pacientes de consulta son los que tienen mejores parámetros y no presentan desnutrición -que es lo lógico-. En cambio los pacientes institucionalizados, los que están en residencia, son los que presentan mayor prevalencia en situación de riesgo de desnutrición y de desnutrición. Los datos de este estudio muestran que un 4% de pacientes en residencia están desnutridos y si se añade la situación de riesgo llegamos a un 22%.

En este mismo estudio vemos que entre los sujetos que están en riesgo de desnutrición o desnutridos predominan los que tienen anorexia, pérdida de peso, los que no salen del domicilio, los que han tenido enfermedad aguda reciente y aquellos que tienen problemas neuropsicológicos.

El estudio Plenufar III (2006) con la ayuda de las oficinas de Farmacia -que es el lugar que visitan asiduamente los mayores- se plantearon una serie de objetivos: intentar realizar una educación nutricional, hacer una encuesta de MNA para poder detallar la prevalencia de desnutrición y recoger estos datos. La muestra total seleccionada fue de 1770 pacientes con una edad media de 70-76 años, con un IMC de 27. Las encuestas se realizaron el 81% en la oficina de farmacia y el resto en los centros asistenciales.

Los resultados de las encuestas fueron: un 2,8% presentaban pérdida severa del apetito, el 80% no tenían pérdida de peso, la mayoría salía del domicilio, no hubo situación de estrés agudo en los últimos tres meses, no había problemas neuropsicológicos en un 80%, la mayoría estaba en un IMC de 23, vivían independientes en su domicilio un 85%, tomaba más de 3 fármacos menos del 50% y presentaban úlceras o lesiones cutáneas el 91% -que se asocian a la inmovilidad-.

Respecto a datos dietéticos: Un 83% tomaban las tres comidas diarias y un 39% tomaban más de 5 vasos de agua al día. Un 93% se alimentaba solo y sin dificultad y 1% empieza a necesitar ayuda. El 89% considera que no tiene problemas de desnutrición. Según el MNA un 3% presenta desnutrición en la comunidad y un 19% de situación de riesgo.

Las conclusiones del estudio Plenufar son: el 21% de los pacientes que iban a la oficina de farmacia habían disminuido la ingesta alimentaria en los últimos 3 meses, el 5% pierde más de 3 kilos en los últimos 3 meses y el 15% entre 1-3 kilos (una pérdida de peso que no es voluntaria y que puede ser inicio de una desnutrición), un 2% toma menos de una comida completa al día y un 17% no llega a las dos comidas completas.

Estudios en el ámbito hospitalario

En un estudio publicado en 2011 con una muestra de 1.700.000 personas se ve que el código de desnutrición en el informe de alta hospitalaria se presenta en 21.000 pacientes. Son pacientes mayores, que proceden de residencias, tiene comorbilidades, presentan demencia y han tenido estancia hospitalaria prolongada. Cuando los profesionales detallan por GRD cuantos informes de alta hospitalaria llevan el diagnóstico de desnutrición se llevan la sorpresa de que, por ejemplo en Madrid, sólo el 2% de los ingresos hospitalarios lo llevan.

Según el estudio PREDyCES de 2011 (Prevalencia de la Desnutrición hospitalaria y los Costes asociados en España) de SENPE (Sociedad Española de Nutrición Parenteral y Enteral) el 40% de las personas hospitalizadas y el 60% de las que viven en residencias presentan desnutrición.

Según datos publicados del NRS (Nutritional Risk Screening) en 2002 la prevalencia de desnutrición es del 23% y si esos los estratificamos por edad se observa que en los mayores de 70 años la prevalencia es del 37%. Estos datos son interesantes puesto que los pacientes que no presentan desnutrición ni al ingreso ni al alta tienen una estancia media de 8 días frente a los 15 de aquellos pacientes que sí la presentan (lo que supone un coste adicional importante).

Estudios en pacientes institucionalizados

Un estudio realizado en el grupo de residencias de la Fundación Edad y Vida con una muestra de 1400 pacientes (el 43% con más de 85 años y de éstos el 80% mujeres) dio como resultado que el 96% de los pacientes, que rellenaron el cuestionario, tenían dificultad en la masticación, el 96% dificultad en la deglución (disfagia) y el 62 % anorexia e inapetencia. Otro dato es que a medida que envejecen la funcionalidad (escala de Barthel) disminuye, y un 25% de los mayores de 85% tienen una dependencia severa. Un 31% tienen deterioro cognitivo leve, 16% deterioro moderado y 28% deterioro cognitivo severo.

Respecto a datos nutricionales se observa que un 11% presentaban IMC entre 19-21 (situación de desnutrición en los mayores) y el 65% de los casos tienen una situación mejor. Si esto lo cruzamos con aspectos más clínicos vemos que los sujetos que presentan disfagia o alteración de la deglución van a estar en el grupo que tiene menor IMC. Y este grupo de menor IMC es también el que incluye más pacientes con demencia. Y según la puntuación en el MNA se observa un 15,8% de desnutrición en las residencias y una situación de riesgo del 45%, dándose mayoritariamente en los mayores de 85 años. Es decir, hay una serie de factores de riesgo que se concentran en determinados grupos de población.

Otro dato es que los mayores en situación de desnutrición o riesgo de padecerla necesitan dietas modificadas como es la dieta triturada. Así como también la dieta diabética y la dieta de hipertensión.

En resumen

La población de los mayores es una población heterogénea y para su estudio hay que tener en cuenta, no sólo la situación de desnutrición sino también la situación de riesgo, que es la que nos va a permitir desarrollar estrategias para valorar la situación nutricional.

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Evaluación geriátrico-nutricional y patologías más frecuentes

La evaluación geriátrica nutricional es una parte de la evaluación geriátrica, que a su vez es multidisciplinar e interdisciplinar. La evaluación nutricional ha de realizarse en función de la patología del anciano y de la ubicación -si está en su domicilio, en el hospital o en el medio residencial-.

Nos encontramos con ancianos sanos, con enfermedades, de riesgo, dependientes y ancianos “final de vida”. Hay que destacar a los oldest old de más de 85-90 años, ancianos en los que la funcionalidad decae totalmente y es un parámetro a tener en cuenta en la valoración. Actualmente en España existen 8039 personas centenarias.

Las características a tener en cuenta de la población oldest old son la mayor comorbilidad, mayor polifarmacia, mayor deterioro cognitivo, etc. Respecto al deterioro cognitivo los últimos estudios específicos en ancianos de 90 años, o más, indican como los pacientes con demencia se disparan.

En referencia a la discapacidad, autonomía y dependencia, la última encuesta indica que se ha mejorado pero al vivir más años el resultado no es tan favorable. Artrosis, obesidad, riesgo vascular son las enfermedades que contribuyen a la dependencia, y donde la nutrición es básica.

La calidad de vida en el anciano está relacionada con dos factores: la calidad funcional y la calidad nutricional. Ambos están relacionados ya que a mejor nutrición mejor funcionalidad tiene el anciano. En geriatría la principal variable no es la edad sino la dependencia-funcionalidad ya que es el principal factor de comorbilidad, de consumo de recursos, de coste de recursos, de baja calidad de vida, etc. Y de forma indirecta la nutrición tiene mucho que ver, por lo que en la valoración geriátrica la nutrición es un elemento indispensable.

Componentes de la valoración geriátrica

La valoración es multidimensional desde distintas áreas: clínica, mental, social y funcional; y siempre multidisciplinar. Además siempre va unida a un plan de tratamiento y a un plan de intervención.

-Área clínica: para valorar la salud física se detalla la comorbilidad, fármacos-yatrogenia-, enfermedades médicas, síndromes geriátrico fundamentales, caídas, nutrición (salud bucal), incontinencia, estreñimiento, etc.

– Área funcional: para determinar la funcionalidad se valoran las actividades de la vida diaria, marcha o movilidad. Los test más utilizados por consenso son el de Lawton (para actividades instrumentales) y el de Barthel (para actividades básicas). Estos test sirven para establecer si tiene o no dependencia, pero son más útiles los test de ejecución para determinar patologías relevantes como sarcopenia o fragilidad.

– Área mental: para determinar la salud mental se valora la función cognitiva, depresión, ansiedad, sueño o yatrogenia por polifarmacia. El test de Pfeiffer es un test estructurado que se utiliza para determinar una demencia.

Esta valoración geriátrica multidimensional es fundamental y básica para establecer un listado de capacidades y, así, preparar un plan de atención y seguimiento en todos los niveles asistenciales y con sus diferencias nutricionales. Además, esta valoración es la mejor aproximación para conocer a una persona mayor y da evidencia más que suficiente para decir que disminuye la pérdida funcional, disminuye la mortalidad y mejora la precisión diagnóstica con un menor coste.

Valoración geriátrica nutricional

El objetivo fundamental de la valoración nutricional es detectar el riesgo de desnutrición, evaluar y tratar, y después reevaluar. Para ello existe un documento de consenso multidisciplinar sobre valoración nutricional en el anciano (SENPE/SEGG).

Detección-cribado

En atención primaria este consenso nos dice que el cribado ha de realizarse en el ámbito de atención primaria en la apertura de la historia clínica y a los 6 meses, o antes en caso de sospecha clínica de desnutrición, pérdida de peso involuntaria, falta de apetito persistente, problemas de ingesta, deglución, problemas de pérdida de nutrientes (vómitos y diarreas) o presencia de enfermedad que pueda afectar al estado nutricional.

Esta parte de cribado tiene una sensibilidad del 98%, una especificidad 97% y un valor predictivo positivo del 99% y está validado en la comunidad, las residencias y los hospitales.

En el ámbito de centros geriátricos es básicamente igual que en atención primaria. Se realiza en la apertura de la historia clínica, a los 6 meses y ante sospecha de enfermedad aguda o haber comido poco o nada durante 5 días.

Evaluación-diagnóstico

La evaluación la debe realizar personal con formación y experiencia, y la metodología estará en función del paciente. Se hace la valoración nutricional, valoración de la ingesta dietética, valoración antropométrica, composición corporal y parámetros bioquímicos.

La práctica clínica habitual en atención primaria, instituciones u hospitales si no hay dietista es hacer una valoración dietética recordatorio de 24 horas. Para la valoración antropométrica se mide el IMC. Algo muy importante en la valoración es la pérdida de masa corporal y pérdida de peso con respecto al tiempo. También es muy importante controlar los marcadores albúmina o colesterol que disminuyen a partir de los 90 años.

Tanto en atención primaria como en los centros residenciales tenemos que hacer un cribado al ingreso y a los 6 meses ante sospecha clínica de riesgo de desnutrición, y una valoración nutricional que incluirá el IMC valorado en el tiempo, proteínas viscerales, colesterol y micronutrientes (vitamina B12, ácido fólico y vitamina D) y, si fuera posible una ingesta dietética.

En el hospital estamos obligados en 24-48 horas a realizar un cribado, que incluye IMC y cambios de peso en el tiempo, y esto favorece la intervención y los resultados de mortalidad, dependencia, coste y estancia. Una vez realizado el cribado hay que reevaluarlo al menos una vez a la semana.

Prevención de la dependencia

En los estudios de prevención de la dependencia, la nutrición era un elemento marcado, y donde especialmente marcaba sus diferencias era en los dependientes, sobre todo dependientes avanzados y en el final de la vida.

Se establece que en los pacientes con dependencia alta la valoración geriátrica nutricional incluiría los indicadores de pesado en todas las visitas con documentación de la pérdida de peso, monitorización de la ingesta dietética diaria durante la hospitalización por el alto riesgo de estos pacientes de desnutrición, evaluar la comorbilidad y las causas de la baja ingesta (principalmente la disfagia y las restricciones dietéticas).

Obesidad

La obesidad, al igual que la desnutrición, es uno de los principales factores de riesgo de pérdida funcional. La valoración debe ser la misma pero si se quiere implementar un tratamiento el paciente debe estar dispuesto a perder el peso y se necesitará la participación de un equipo de profesionales.

En el envejecimiento activo la nutrición es un eje para prevenir la dependencia tan importante como el entrenamiento cognitivo, el entrenamiento físico y el compromiso con la vida.

El anciano frágil. Detección y tratamiento

En la fragilidad se rompe la homeostasis para mantenerse independiente y se entra en dependencia. La fragilidad lleva consigo la disminución de la reserva fisiológica y ante cualquier “tropezón” (una infección, una caída, un fármaco, etc.) se cae en la dependencia.

El paciente frágil no es un paciente dependiente, es un paciente que se mueve, que sale solo a la calle, e incluso puede coger autobuses, pero que quizás tiene dependencia para subir y bajar escaleras, etc. Es un paciente en riesgo de romperse. Si logramos disminuir la fragilidad podremos disminuir la dependencia.

Se describe un círculo de la fragilidad: la sarcopenia lleva a la disminución de la tasa metabólica, pérdida de fuerza, disminución de la velocidad de la marcha, menos gasto total, anorexia, riesgo de desnutrición y sarcopenia de nuevo, que cierra el círculo.

Para romper este círculo vicioso primero hay que detectarlo -la valoración nutricional va a ser importante, sobre todo la ingesta dietética- y después hay que actuar sobre la actividad física.

La sarcopenia se puede medir con la pérdida de fuerza, con la velocidad de la marcha y como hay una alteración de la masa muscular se puede hacer una impedanciometría.

Esto es importante porque si mejoramos la ingesta proteica en este grupo disminuye la sarcopenia y por lo tanto la discapacidad, principalmente con un manejo dietético para mejorar su calidad de vida.

Con respecto a la demencia, las alteraciones del apetito constituyen un grave trastorno de conducta con una gran carga para la familia. Y hay que educarlos: ofrecer comidas simples, intentar evitar la distracción, etc.

Y al final de vida, si se decide poner nutrición enteral deberíamos abandonar la sonda nasográstica y en su lugar usar PEG (gastrostomía percutánea endoscópica). En un estudio que realizamos en nuestro servicio al preguntar al paciente si había mejorado su calidad de vida hasta el 71 % dice que sí, y un 73% según los cuidadores. Asimismo un 71 % contesta que si tuviera que volver a realizar la PEG la volvería a hacer y en el mismo porcentaje la recomendaría (la opinión de mejoría o no está en relación con la supervivencia).

En conclusión

La valoración nutricional geriátrica se debe de hacer al ingreso y ante sospecha de desnutrición tanto en atención primaria, como en residencia y en hospital.

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Si cocina la madre los niños son menos obesos

Así, los hijos cuyos menús son preparados por sus madres están mejor alimentados y sufren menos obesidad, mientras que el estado nutricional de los pequeños “empeora cuando una persona diferente a la madre les prepara el menú familiar”.

Y es que en la actualidad “continúa siendo la madre la figura familiar que mejor conoce las necesidades alimentarias de sus hijos y la mejor preparada, en términos de conocimientos alimentarios, para la elaboración y el mantenimiento de una óptima alimentación familiar”, según pone de manifiesto la UGR en un comunicado.

En esta investigación publicada recientemente en la revista Nutrición Hospitalaria, los científicos emplearon una muestra constituida por 718 niños y adolescentes escolares de entre 9 y 17 años de trece centros educativos públicos y privados de la ciudad de Granada y de su provincia.

Mediante el uso de técnicas de antropometría, se valoraron las variables de peso y talla de los sujetos y, con ello, el índice de masa corporal; se efectuaron según edad y sexo. También fueron valorados seis pliegues cutáneos (pliegue tricipital, bicipital, subescapular, suprailíaco, pliegue del muslo y de la pantorrilla), así como cuatro perímetros corporales, esto es, de la cintura, de la cadera, del brazo y del muslo.

Por otra parte, y con objeto de analizar la influencia del entorno familiar en el desarrollo del sobrepeso y la obesidad entre la población de alumnos, los científicos de la UGR emplearon un cuestionario específicamente elaborado por el equipo investigador, en el que no sólo se recogía información relativa a aspectos de su entorno familiar, sino también a la frecuencia de consumo de determinados alimentos y a la práctica de alguna actividad física.

Ocio sedentario

Los investigadores han encontrado asimismo una relación entre la práctica del ocio sedentario y los valores de índice de masa corporal (IMC), hallando diferencias estadísticamente significativas para IMC de aquellos individuos con actitudes ociosas eminentemente sedentarias, frente a aquellos otros que no las mantenían. Así pues, a medida que aumenta el número de horas que los alumnos ven la televisión, juegan con los videojuegos o simplemente están conectados a Internet, sus puntuaciones en el índice de masa corporal se incrementan exponencialmente.

A la luz de los resultados de este trabajo, los científicos han concluido que existe “una imperiosa necesidad” de fomentar prácticas y estilos de vida saludables entre las familias, entre las cuales es altamente recomendable la práctica de ejercicio físico a través de “juegos clásicos”. Se trata de la mejor herramienta para mantener un adecuado estado físico y nutricional y, en definitiva, un óptimo estado de salud, máxime cuando los principales implicados son sujetos de corta edad, en este caso población en edad escolar.

Este artículo ha sido publicado por los investigadores de la Universidad de Granada María José Aguilar Cordero y Emilio González Jiménez (Departamento de Enfermería), Carmen García García (Laboratorio de Antropología Física), Pedro García López (Departamento de Estadística), Carlos Alberto Padilla López y Judit Álvarez Ferre (Grupo PAI de Investigación CTS-367 de la Junta de Andalucía) y Esther Ocete Hita (Departamento de Pediatría).