La evaluación geriátrica nutricional es una parte de la evaluación geriátrica, que a su vez es multidisciplinar e interdisciplinar. La evaluación nutricional ha de realizarse en función de la patología del anciano y de la ubicación -si está en su domicilio, en el hospital o en el medio residencial-.
Nos encontramos con ancianos sanos, con enfermedades, de riesgo, dependientes y ancianos “final de vida”. Hay que destacar a los oldest old de más de 85-90 años, ancianos en los que la funcionalidad decae totalmente y es un parámetro a tener en cuenta en la valoración. Actualmente en España existen 8039 personas centenarias.
Las características a tener en cuenta de la población oldest old son la mayor comorbilidad, mayor polifarmacia, mayor deterioro cognitivo, etc. Respecto al deterioro cognitivo los últimos estudios específicos en ancianos de 90 años, o más, indican como los pacientes con demencia se disparan.
En referencia a la discapacidad, autonomía y dependencia, la última encuesta indica que se ha mejorado pero al vivir más años el resultado no es tan favorable. Artrosis, obesidad, riesgo vascular son las enfermedades que contribuyen a la dependencia, y donde la nutrición es básica.
La calidad de vida en el anciano está relacionada con dos factores: la calidad funcional y la calidad nutricional. Ambos están relacionados ya que a mejor nutrición mejor funcionalidad tiene el anciano. En geriatría la principal variable no es la edad sino la dependencia-funcionalidad ya que es el principal factor de comorbilidad, de consumo de recursos, de coste de recursos, de baja calidad de vida, etc. Y de forma indirecta la nutrición tiene mucho que ver, por lo que en la valoración geriátrica la nutrición es un elemento indispensable.
Componentes de la valoración geriátrica
La valoración es multidimensional desde distintas áreas: clínica, mental, social y funcional; y siempre multidisciplinar. Además siempre va unida a un plan de tratamiento y a un plan de intervención.
-Área clínica: para valorar la salud física se detalla la comorbilidad, fármacos-yatrogenia-, enfermedades médicas, síndromes geriátrico fundamentales, caídas, nutrición (salud bucal), incontinencia, estreñimiento, etc.
– Área funcional: para determinar la funcionalidad se valoran las actividades de la vida diaria, marcha o movilidad. Los test más utilizados por consenso son el de Lawton (para actividades instrumentales) y el de Barthel (para actividades básicas). Estos test sirven para establecer si tiene o no dependencia, pero son más útiles los test de ejecución para determinar patologías relevantes como sarcopenia o fragilidad.
– Área mental: para determinar la salud mental se valora la función cognitiva, depresión, ansiedad, sueño o yatrogenia por polifarmacia. El test de Pfeiffer es un test estructurado que se utiliza para determinar una demencia.
Esta valoración geriátrica multidimensional es fundamental y básica para establecer un listado de capacidades y, así, preparar un plan de atención y seguimiento en todos los niveles asistenciales y con sus diferencias nutricionales. Además, esta valoración es la mejor aproximación para conocer a una persona mayor y da evidencia más que suficiente para decir que disminuye la pérdida funcional, disminuye la mortalidad y mejora la precisión diagnóstica con un menor coste.
Valoración geriátrica nutricional
El objetivo fundamental de la valoración nutricional es detectar el riesgo de desnutrición, evaluar y tratar, y después reevaluar. Para ello existe un documento de consenso multidisciplinar sobre valoración nutricional en el anciano (SENPE/SEGG).
Detección-cribado
En atención primaria este consenso nos dice que el cribado ha de realizarse en el ámbito de atención primaria en la apertura de la historia clínica y a los 6 meses, o antes en caso de sospecha clínica de desnutrición, pérdida de peso involuntaria, falta de apetito persistente, problemas de ingesta, deglución, problemas de pérdida de nutrientes (vómitos y diarreas) o presencia de enfermedad que pueda afectar al estado nutricional.
Esta parte de cribado tiene una sensibilidad del 98%, una especificidad 97% y un valor predictivo positivo del 99% y está validado en la comunidad, las residencias y los hospitales.
En el ámbito de centros geriátricos es básicamente igual que en atención primaria. Se realiza en la apertura de la historia clínica, a los 6 meses y ante sospecha de enfermedad aguda o haber comido poco o nada durante 5 días.
Evaluación-diagnóstico
La evaluación la debe realizar personal con formación y experiencia, y la metodología estará en función del paciente. Se hace la valoración nutricional, valoración de la ingesta dietética, valoración antropométrica, composición corporal y parámetros bioquímicos.
La práctica clínica habitual en atención primaria, instituciones u hospitales si no hay dietista es hacer una valoración dietética recordatorio de 24 horas. Para la valoración antropométrica se mide el IMC. Algo muy importante en la valoración es la pérdida de masa corporal y pérdida de peso con respecto al tiempo. También es muy importante controlar los marcadores albúmina o colesterol que disminuyen a partir de los 90 años.
Tanto en atención primaria como en los centros residenciales tenemos que hacer un cribado al ingreso y a los 6 meses ante sospecha clínica de riesgo de desnutrición, y una valoración nutricional que incluirá el IMC valorado en el tiempo, proteínas viscerales, colesterol y micronutrientes (vitamina B12, ácido fólico y vitamina D) y, si fuera posible una ingesta dietética.
En el hospital estamos obligados en 24-48 horas a realizar un cribado, que incluye IMC y cambios de peso en el tiempo, y esto favorece la intervención y los resultados de mortalidad, dependencia, coste y estancia. Una vez realizado el cribado hay que reevaluarlo al menos una vez a la semana.
Prevención de la dependencia
En los estudios de prevención de la dependencia, la nutrición era un elemento marcado, y donde especialmente marcaba sus diferencias era en los dependientes, sobre todo dependientes avanzados y en el final de la vida.
Se establece que en los pacientes con dependencia alta la valoración geriátrica nutricional incluiría los indicadores de pesado en todas las visitas con documentación de la pérdida de peso, monitorización de la ingesta dietética diaria durante la hospitalización por el alto riesgo de estos pacientes de desnutrición, evaluar la comorbilidad y las causas de la baja ingesta (principalmente la disfagia y las restricciones dietéticas).
Obesidad
La obesidad, al igual que la desnutrición, es uno de los principales factores de riesgo de pérdida funcional. La valoración debe ser la misma pero si se quiere implementar un tratamiento el paciente debe estar dispuesto a perder el peso y se necesitará la participación de un equipo de profesionales.
En el envejecimiento activo la nutrición es un eje para prevenir la dependencia tan importante como el entrenamiento cognitivo, el entrenamiento físico y el compromiso con la vida.
El anciano frágil. Detección y tratamiento
En la fragilidad se rompe la homeostasis para mantenerse independiente y se entra en dependencia. La fragilidad lleva consigo la disminución de la reserva fisiológica y ante cualquier “tropezón” (una infección, una caída, un fármaco, etc.) se cae en la dependencia.
El paciente frágil no es un paciente dependiente, es un paciente que se mueve, que sale solo a la calle, e incluso puede coger autobuses, pero que quizás tiene dependencia para subir y bajar escaleras, etc. Es un paciente en riesgo de romperse. Si logramos disminuir la fragilidad podremos disminuir la dependencia.
Se describe un círculo de la fragilidad: la sarcopenia lleva a la disminución de la tasa metabólica, pérdida de fuerza, disminución de la velocidad de la marcha, menos gasto total, anorexia, riesgo de desnutrición y sarcopenia de nuevo, que cierra el círculo.
Para romper este círculo vicioso primero hay que detectarlo -la valoración nutricional va a ser importante, sobre todo la ingesta dietética- y después hay que actuar sobre la actividad física.
La sarcopenia se puede medir con la pérdida de fuerza, con la velocidad de la marcha y como hay una alteración de la masa muscular se puede hacer una impedanciometría.
Esto es importante porque si mejoramos la ingesta proteica en este grupo disminuye la sarcopenia y por lo tanto la discapacidad, principalmente con un manejo dietético para mejorar su calidad de vida.
Con respecto a la demencia, las alteraciones del apetito constituyen un grave trastorno de conducta con una gran carga para la familia. Y hay que educarlos: ofrecer comidas simples, intentar evitar la distracción, etc.
Y al final de vida, si se decide poner nutrición enteral deberíamos abandonar la sonda nasográstica y en su lugar usar PEG (gastrostomía percutánea endoscópica). En un estudio que realizamos en nuestro servicio al preguntar al paciente si había mejorado su calidad de vida hasta el 71 % dice que sí, y un 73% según los cuidadores. Asimismo un 71 % contesta que si tuviera que volver a realizar la PEG la volvería a hacer y en el mismo porcentaje la recomendaría (la opinión de mejoría o no está en relación con la supervivencia).
En conclusión
La valoración nutricional geriátrica se debe de hacer al ingreso y ante sospecha de desnutrición tanto en atención primaria, como en residencia y en hospital.