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El tupper en los colegios puede contribuir al aumento de la obesidad infantil

Y es que “cuando se trata de menores, el concepto “del pan de cada día” va mucho más allá; ya no se trata sólo de satisfacer el hambre, sino una serie de necesidades nutricionales que contribuyen en el crecimiento y el desarrollo físico e intelectual”, ha remarcado.

En su opinión, en el menú diario de un niño no tiene que faltar lo imprescindible: un “puñado” de hidratos de carbono, tres “puñados” de verdura y una proteína del tamaño de la palma de la mano. “La clave es hacer que no se aburran con el mismo plato e ir variando con las recetas, por ejemplo, ofrecer el pollo a la plancha, en trocitos en la ensalada, en la sopa o en croquetas”, ha recomendado.

Dicho esto, ha subrayado la obligación de los padres de transmitir valores y conocimiento a la hora de comer o preparar el “tupper”. “Los niños comen más por la vista y podemos explicarles que el hecho de que la verdura, por ejemplo, tenga más color, les indica que también tiene más propiedades”, ha señalado.

En España, el 19 por ciento de los niños son obesos, según datos de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte de la Universidad Politécnica de Madrid. En este sentido, el experto ha lamentado que, durante la última década, se esté atendiendo más casos de obesidad infantil en consulta. “Hemos trabajado mucho para corregir malos hábitos y conductas alimenticias en menores e incluso hemos acudido a colegios públicos y campamentos urbanos de verano para supervisar el menú escolar y asegurarnos que éste es equilibrado y saludable”, ha asegurado.

Así, algunos hábitos como comer habitualmente delante del televisor, consumir en exceso bebidas y refrescos azucarados, ingerir muchas golosinas y dulces o llevar una vida sedentaria, fomentan la obesidad. Además, si los escolares duermen menos de las 9 horas recomendadas o comen productos de mala calidad también puede darse este hecho.

Obesidad y SAHS

El inicio del curso escolar es un buen momento para recordar que la obesidad infantil en España es una enfermedad emergente. En apenas 15 años, ha pasado de afectar un 5% a un 15% de los niños de entre 6 y 12 años. Además, se muestra en edades cada vez más tempranas como evidencia el hecho de que 1 de cada 4 niños de 1 a 5 años sufre obesidad o sobrepeso. El problema de que el exceso de peso aparezca en edades tan tempranas es que otras enfermedades asociadas aparecen también antes, como por ejemplo el Síndrome de Apneas-Hipopneas durante el Sueño (SAHS).

Hasta hace pocos años, la causa más frecuente de SAHS infantil era la hipertrofia adenoamigdalar, es decir, el aumento de tamaño de las vegetaciones y/o anginas de los niños, que producía un efecto obstructor de la respiración similar a la apnea del sueño de los adultos. Sin embargo, a medida que aumenta la obesidad en la infancia, se está observando un aumento de la incidencia de SAHS en niños obesos.

En el estudio llevado a cabo por la Unidad del Sueño del Hospital Universitario de Albacete, “un 35,5% de los niños tenía hipertrofia adenoamigdalar sin obesidad, es decir, pertenecían al perfil tradicional de SAHS infantil”, explica el neumólogo Sergio García Castillo, primer firmante del estudio y miembro de SEPAR, “mientras que en el 41,9% de los casos, la obesidad era el factor determinante de SAHS”.

Aunque no existen diferencias en cuanto a la gravedad de la enfermedad, sí es distinto el tratamiento: hasta ahora, el SAHS infantil se trataba mediante cirugía otorrinolaringológica, pero en los casos de SAHS infantil asociado a obesidad el tratamiento se basa, en primer lugar, en medidas higiénico-dietéticas encaminadas a la pérdida de peso, a aumentar la actividad física y a obtener hábitos de sueño saludable. “Aunque también está aumentando el número de niños que, como los adultos con SAHS, duermen con una CPAP, es decir, con máquina que insufla aire a presión continua a través de una mascarilla y mantiene abiertas las vías respiratorias durante el sueño”, apunta el Dr. García Castillo.

Otro problema derivado de la obesidad y de la temprana aparición de enfermedades como la diabetes, el SAHS o la hipertensión arterial es que aumentan el número de pacientes crónicos jóvenes, con el consecuente aumento del gasto sanitario.

Síndrome de apnea del sueño

El SAHS se define como un trastorno de la respiración durante el sueño caracterizado por una obstrucción parcial o completa y prolongada de las vías respiratorias superiores, hecho que conlleva una alteración de la ventilación normal durante el sueño. Sus principales síntomas son ronquidos nocturnos habituales, pausas de apnea durante el sueño presenciados por los familiares, junto con otros trastornos del sueño, y problemas de somnolencia y cansancio diurnos, que en los niños puede provocar un bajo rendimiento escolar.

La anorexia nerviosa y la obesidad comparten características comunes

Este es “el primer estudio que compara el perfil de las funciones ejecutivas de los grupos con condiciones extremas de peso empleando medidas validadas de toma de decisiones, inhibición de respuesta e impulsividad”, ha señalado el investigador principal del análisis, el doctor Fernando Fernández-Aranda.

Así, los grupos con condiciones extremas de peso pueden compartir factores de riesgo biológicos y fenotipos neurocognitivos, como la disfunción ejecutiva, caracterizada por alteraciones en la capacidad de tomar decisiones, inhibir respuestas no adecuadas y mostrar flexibilidad cognitiva, señala el estudio, publicado en la revista PLoS ONE.

En concreto, los estudios de neuroimagen indican que las alteraciones en los circuitos de la dopamina están implicadas en algunos comportamientos alimentarios y en el abuso de drogas. Según los autores, comer en exceso es una señal de una disparidad entre los circuitos relacionados con la motivación y la recompensa, y aquellos implicados en la respuesta de inhibición.

De esta forma, la ingestión de cantidades elevadas de alimentos en personas vulnerables puede perturbar el equilibrio entre circuitos, aumentando el valor de refuerzo de la alimentación y disminuyendo la actividad de los circuitos relacionados con el control y la inhibición, lo que podría resultar en un comportamiento impulsivo y una ingestión alimentaria compulsiva.

Por un lado, la anorexia nerviosa se asocia con alteraciones atencionales y en el funcionamiento ejecutivo, principalmente en la toma de decisiones. Además, se ha observado una elevada impulsividad en sujetos obesos que corrobora un perfil ejecutivo disfuncional en la obesidad.

En este sentido, los sujetos impulsivos muestran limitaciones en el aprendizaje de las asociaciones adecuadas entre recompensa y castigo. Como consecuencia, tienen una capacidad reducida para retrasar la gratificación, mostrando una impulsividad caracterizada por comer en exceso y aumentar de peso.

“Nuestros resultados no sólo confirman la hipótesis de que las personas obesas tienen dificultades para inhibir una conducta automática o dominante, sino que también apuntan a la impulsividad y las dificultades en la inhibición de respuestas como un rasgo distintivo en el perfil ejecutivo de la obesidad en el marco de las condiciones extremas de peso”, ha explicado el investigador principal.

Por otra parte, el comportamiento de los pacientes con anorexia nerviosa es rígido y obsesivo, con una elevada resistencia a los cambios, en contraste con los sujetos obesos.

De acuerdo con este estudio, en el que han participado mujeres con edades comprendidas entre los 18 y los 60 años, el tratamiento, tanto para pacientes con anorexia nerviosa como con obesidad, debe centrarse en los problemas de autocontrol, conductas impulsivas o el déficit de toma de decisiones característicos de estos trastornos.

Las personas que leen las etiquetas nutricionales se mantienen más delgadas

La Universidad de Santiago de Compostela ha participado, junto con las universidades de Tennessee, Arkansas (EE UU) y el Instituto de Investigación de Economía Agrícola de Noruega, en un estudio sobre la relación entre la lectura del etiquetado nutricional y la obesidad.

Los resultados indican que el índice de masa corporal de aquellas consumidoras que leen las etiquetas es 1,49 puntos menor que el de las que nunca consideran dicha información a la hora de hacer la compra. Esto supone una reducción de 3,91 kg para una mujer estadounidense tipo de 1,62 cm de altura y 74 kg de peso.

Los datos se tomaron de la encuesta anual National Health Interview Survey (NHIS), recogida por los Centro Americano para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC) (U.S. Centers for Disease Control and Prevention en inglés). Se recogieron 25.640 observaciones con indicadores de salud, hábitos de consumo y de compra, entre los que se encontraban varias preguntas sobre la lectura de la información nutricional en los supermercados, y la frecuencia de lectura.

“Primero analizamos cuál es el perfil de las personas que leen el etiquetado nutricional en el momento de la compra de alimentos y, posteriormente, su relación con el peso de los individuos”, explica a SINC, María Loureiro, autora principal del estudio que publica la revista Agricultural Economics.

“La obesidad es uno de los problemas de salud más importantes en la actualidad en los EE.UU.”, destaca la investigadora. “El número de adultos con sobrepeso u obesidad ha aumento a lo largo de los años. En 2009-2010, más de un tercio (casi el 37%) de la población adulta en este país era obesa y en niños y adolescentes dicho porcentaje alcanzaba un 17%.

Con respecto a su distribución, se registra una mayor prevalencia de obesidad entre las personas negras no hispanas (49,5%), americanos mexicanos (40,4%), hispanos (39,1%), y blancos no hispanos (34,3%), según datos de 2010 del CDC.

Mayor efecto en mujeres urbanas blancas

El equipo encontró diferencias muy significativas entre los consumidores que leen las etiquetas y aquellos que no lo hacen. Por un lado, el estudio recoge que la población fumadora examina mucho menos esta información. Según la investigadora, “su estilo de vida contiene ciertos hábitos poco saludables y, como consecuencia, nuestros resultados indican que puede ser que no se preocupen tanto del contenido nutricional de lo que comen”.

Además, la población que vive en la ciudad -el 49% de la muestra-, es la que más tiene en cuenta el etiquetado nutricional, así como las personas que tienen estudios de enseñanza media -40% de los encuestados- y los que tienen educación universitaria -17% de la muestra total-.

Por sexos, el 58% de los hombres lee habitualmente o siempre la información presentada en las etiquetas nutricionales, mientras que este porcentaje se incrementa hasta el 74% en las mujeres.

“El impacto asociado, en general, es mayor en las mujeres que en los hombres”, añade. En término medio, las mujeres que leen la información nutricional tienen un índice de masa corporal 1,48 puntos menor, mientras que esta diferencia es solo de 0,12 puntos en hombres.

La investigación también recoge diferencias étnicas significativas. En este sentido, son las consumidoras blancas las que más reducen su índice de masa corporal (en torno a 1,76 puntos).

“Sabemos que esta información puede ser utilizada como un mecanismo de prevención hacia la obesidad. Hemos observado que leen más las etiquetas nutricionales las personas que viven en un ámbito urbano, con educación media o alta, como cabría esperar y, por tanto, se podrían diseñar campañas o políticas públicas que promuevan el uso del etiquetado nutricional también en menús de restaurantes y otros establecimientos públicos, para que se beneficie la población que come habitualmente fuera de casa”, concluye Loureiro.

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Recupera la dieta mediterránea tras la vuelta al trabajo

Los expertos del Colegio Oficial de Dietistas y Nutricionistas de la Comunidad Valenciana (CODiNuCo) nos recuerdan que la alimentación ha de ser variada, suficiente, planificada y equilibrada, facilitando el mantenimiento de una composición corporal adecuada y saludable, y con ello un buen estado de salud tanto físico como mental.

La incorporación al mundo laboral supone una limitación de horarios, donde debemos introducir el hábito de llevar a cabo las 5 comidas al día, lo que permitirá “un reparto equilibrado de la energía a lo largo del día, retrasará la aparición de la ansiedad y la sensación de hambre, evitando el erróneo picoteo entre horas”.

Al respecto, advierten que la ausencia de un desayuno completo al iniciar el día favorece “el decaimiento, el mal humor y la falta de concentración en las primeras horas laborales, reduciendo por tanto nuestro rendimiento en el trabajo”.

Por contra, la Dieta Mediterránea es “el perfecto ejemplo que debemos seguir para llevar a cabo una correcta alimentación” ya que a diario debemos consumir frutas, verduras, hortalizas, cereales, pasta, arroz, patata; incluyendo de tipo integral o con fibra. Semanalmente podemos consumir carnes magras, pescados blancos o azules, legumbres y huevos; priorizando siempre un consumo superior de pescado al de carnes, y no superando en ambos grupos más de 5 raciones a la semana. Por su parte, los productos precocinados, las carnes grasas, los embutidos, las salsas, los refrescos, los “snacks” y el “fast-food” deben limitarse a un consumo ocasional.

La preparación culinaria debe ser sencilla: plancha, horno, microondas o vapor. Además hay que favorecer el uso de especias, para moderar el consumo de sal. También es necesario hidratarse correctamente y no debemos de olvidar que el agua debe ser la principal bebida.

Y también ejercicio físico

Asimismo, hay que introducir actividad física a diario ya que el ejercicio físico moderado y constante de al menos 45 minutos al día aportará mejoras para la salud como el mantenimiento del peso corporal, regulación de los niveles de glucosa y colesterol en sangre, así como la mejora de situaciones de estrés propias del trabajo.

Al respecto, el Colegio Oficial de Dietistas y Nutricionistas de la Comunidad Valenciana señala que el ejercicio físico “nos motivará aún más, si lo realizamos en grupo o mediante actividades programadas”.

Por lo tanto, CODiNuCoVa aconseja “un retorno al mundo laboral con la incorporación de buenos hábitos alimentarios junto a la inclusión de la actividad física, mejorando así el estado de salud, pero además retrasando la aparición de las enfermedades degenerativas que se asocian a la edad y a los malos hábitos”.

Una investigación internacional identifica 4 millones de interruptores en el genoma humano

El proyecto internacional Encyclopedia of DNA Elements (Encode) ha logrado identificar hasta 4 millones de “interruptores” en el genoma humano implicados en la activación de genes, lo que representa que hasta el 80% del genoma que se creía menos importante en realidad está implicado activamente en cuándo y dónde se producen las proteínas.

La investigación ha contado con la participación de 442 científicos de 32 laboratorios de Reino Unido, Estados Unidos, España, Singapur, Japón y Suiza, entre ellos 20 investigadores del Centro de Regulación Genómica (CRG) de Barcelona.

De hecho, los descubrimientos se han publicado en 30 artículos diferentes de acceso abierto conectados entre sí a través de las revistas Nature, Genome Biology y Genome Research, y conforman una información tan “exhaustiva y compleja” que ha dado lugar a un nuevo modelo de publicación.

El proyecto Encode está liderado por el National Genome Research Institute (NHGRI) de EE.UU. y el European Bioinformatics Institute (EMBL-EBI) de Reino Unido, y para el presente descubrimiento se han analizado unos 15 billones de bytes de datos en bruto.

Fruto del hallazgo, los científicos saben ahora que los lugares del genoma que determinan si un gen se enciende o se apaga son en realidad la mayor parte del mismo y tienen un papel “útil y muy importante”, lejos de lo que se pensaba en un inicio.

De hecho, el primigenio Proyecto Genoma Humano mostró que solo el 2% del genoma contiene genes y con ello fabrica proteínas, si bien ahora se conoce que la activación de dichos genes es en realidad mucho más compleja.

La aportación española

Más allá del trabajo de los 20 científicos del CRG –algunos de ellos actualmente en otros centros como el Centro Nacional de Análisis Genómico–, a nivel español también han participado dos investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (Cnio) y el Instituto Nacional de Bioinformática.

El CRG ha participado en dos de los manuscritos publicados en Nature, en cuatro publicados en Genome Research y en dos de Genome Biology, principalmente en relación con la actividad transcripcional del genoma.

“El CRG ha sido la base para almacenar los datos sobre ARN, y eso a menudo ha puesto a prueba la capacidad de la infraestructura informática del centro”, ha señalado en el comunicado el responsable de informática para el proyecto del CRG, Julien Lagarde.