¿Por qué cuesta resistirse a los alimentos ricos en grasas?

Investigadores de la Universidad de California en Irving Estados Unidos han descubierto qué hace que los alimentos ricos en grasas sean más “irresistibles” y cueste más dejar de comerlos pese a que favorecen el aumento de peso.

Según los resultados de un estudio que publica en su último número la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), cada vez que se consumen estos alimentos el intestino produce endocanabinoides, una sustancia similar a los compuestos que contiene la marihuana.

Los endocanabinoides son un grupo de moléculas grasas producidas por el propio organismo que están involucradas en varios procesos fisiológicos, incluido el apetito, la sensación de dolor, la memoria y el estado de ánimo.

Como estos compuestos actúan tanto en el cerebro como en el resto del organismo desde hace tiempo estaban siendo investigadas por su potencial para tratar varias enfermedades y adicciones.

En esta ocasión, un estudio llevado a cabo en ratones mostró que cuando los animales comen un producto graso, un grupo de células en su aparato digestivo comienza a producir endocanabinoides, algo que no sucede cuando se consumen azúcares o proteínas.

El proceso -explican los científicos- comienza en la lengua donde las grasas generan una señal que viaja, primero al cerebro y después hacia el nervio vago, un conjunto de nervios que va desde la faringe hasta el intestino.

Allí, la señal estimula la producción de endocanabinoides lo que conlleva un aumento en las señales celulares que provocan el ansia por seguir consumiendo alimentos grasos.

Los científicos creen que este mecanismo involucra la liberación de compuestos digestivos vinculados al hambre y la saciedad y por ello se siente “ansia por comer más”.

“Ésta es la primera demostración de que las señales de los endocanabinoides en el estómago juegan un rol importante en la regulación del consumo de grasas”, afirma el doctor Daniele Piomelli, profesor de farmacología y director del estudio.

Posible respuesta evolutiva

Los científicos no saben porqué este mecanismo se desata únicamente con las grasas y no con otro tipo de alimentos, pero -según este experto- puede deberse a “que quizás este proceso ha sido una respuesta evolutiva de los mamíferos”.

“Los animales tienen una necesidad imperiosa de consumir grasas que, aunque son escasas en la naturaleza son cruciales para el adecuado funcionamiento de las células”, explica.

Sin embargo, aunque este mecanismo natural ayudó alguna vez a los mamíferos a sobrevivir ahora está provocando el efecto inverso ya que “las grasas están ampliamente disponibles y la necesidad innata de comer alimentos grasos ha conducido a la obesidad, la diabetes y el cáncer”.

No obstante, tras este hallazgo los investigadores creen que se podrían conseguir nuevos tratamientos para suprimir la ansiedad por comer alimentos grasos, por ejemplo, mediante un fármaco que obstruya la actividad de los endocanabinoides.

Exceso de peso, tabaco y sedentarismo amenazan nuestra salud

Según sus datos, los “muy frecuentes” problemas de peso de los españoles, que afectan sobre todo a hombres mayores, tienen que ver con su alto sedentarismo. El 86 por ciento de los adultos de este país lleva una vida sedentaria. De hecho, pasan unas 14 horas semanales viendo la televisión y unas siete horas frente al ordenador.

“A uno de cada dos ciudadanos se les aconseja realizar actividad física en su tiempo libre (al menos 150 minutos semanales de actividad de intensidad moderada ó 60 minutos semanales de actividad vigorosa), pero sólo el 30 por ciento sigue el consejo”, señala el Dr. José Ramón Banegas, de la Universidad Autónoma de Madrid y uno de los responsables del estudio.

Otro de los factores que influye en el aumento de peso es la dieta. Los españoles sólo consiguen un 3,7 en la escala de adecuación a la Dieta Mediterránea tradicional, que se ha sustituido por una “dieta mediterránea evolucionada”, más rica en consumo de grasa animal.

Una dieta mediterránea con demasiada carne

Así, las grasas saturadas suponen el 12 por ciento de la ingesta total de energía de los adultos españoles, a pesar de que el consumo recomendado está entre el siete y el ocho por ciento. También se toman demasiadas proteínas. En concreto, los hombres ingieren 400 miligramos al día de colesterol, aunque la ingesta recomendada es menos de 300.

Sin embargo, se ha reducido la toma de hidratos de carbono (42 por ciento), cuando la ingesta recomendada está entre el 50 y el 55 por ciento y la de fibra, que se sitúa en 23 gramos por día cuando lo recomendado es que se superen los 25 gramos diarios. También es insuficiente el consumo de frutas, verduras, hortalizas y leche.

“El 80 por ciento de los españoles con problemas de obesidad recibe consejo sanitario sobre perder peso, pero sólo el 40 por ciento lo sigue”, añade este investigador.

Según este estudio, promovido por la farmacéutica Sanofi, el tabaquismo “sigue siendo muy elevado” en España. De hecho, el 28 por ciento de los adultos españoles fuma -el 15 por ciento a diario- y el 25 por ciento, es decir, uno de cada cuatro españoles, es fumador pasivo.

Además, el 33 por ciento de la población española sufre hipertensión. Casi dos tercios de estos pacientes saben que tienen este problema y de ellos, el 79 por ciento recibe tratamiento. Sin embargo, el 54 por ciento de los que están en tratamiento no tienen un buen control. “Por tanto, poco más del 20 por ciento de los hipertensos españoles está bien controlado”, destaca el Dr. Banegas.

Uno de cada dos adultos con colesterol

Asimismo, uno de cada dos adultos tiene alto el colesterol y la mitad de ellos no lo sabe. De quienes lo saben, sólo el 42 por ciento están tratados. Sin embargo, de los pacientes que reciben tratamiento, casi la mitad (47 por ciento) están sin controlar.

Casi el siete por ciento de los adultos españoles son diabéticos y el 20 por ciento no sabe que lo es. De quienes sí lo saben, el 86 por ciento está tratado, pero el 31 por ciento está sin controlar. “Es decir, menos de la mitad de los diabéticos están controlados”, asevera.

Para el Dr. Fernando Rodríguez-Artalejo, también responsable del estudio, estos datos, que no difieren demasiado de los de la última Encuesta Nacional de Salud realizada por el Ministerio, muestran que los factores de riesgo cardiovascular de los españoles son ahora “algo más altos” de lo que eran en el pasado.

Sin embargo, estos resultados se sitúan “en la línea de lo que está ocurriendo en otros países mediterráneos”, por culpa del sedentarismo, el tabaco y de que “se come demasiado” en España, donde la dieta mediterránea tradicional ha incorporado un excesivo consumo de carne.

Según José Martínez Olmos, secretario general de Sanidad, para el Gobierno “el factor de riesgo más preocupante es el tabaquismo”. Considera que la situación cardiovascular de los españoles “puede mejorarse”, tanto con información al ciudadano para mejorar su autocuidado como trabajando con los profesionales para optimizar el seguimiento de los pacientes.

Este trabajo, desarrollado por los doctores José Ramón Banegas y Fernando Rodríguez-Artalejo, de la Universidad Autónoma de Madrid, ha sido presentado por el secretario general de Sanidad, José Martínez Olmos, y el presidente de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, Roberto Sabrido, y el consejero catalán de Salud, Boi Ruiz, cuyo departamento ha colaborado en este proyecto.

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España se sitúa a la cabeza de Europa en obesidad infantil

Las razones principales de este incremento, según el doctor Jaime Dalmau, coordinador del Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría (AEP), se encuentran en el “cada vez más elevado nivel de sedentarismo, la alta ingesta de calorías procedentes de grasas y proteínas y el bajo consumo de frutas y verduras”. Pero más allá de los factores ambientales, se está investigando si la predisposición genética puede influir en el desarrollo de la obesidad, “puesto que los países del norte de Europa presentan una rutina de ejercicio y dieta semejante a la española, así como unos programas preventivos similares, pero sus porcentajes de niños obesos son ligeramente inferiores”, apunta en el marco del 60 Congreso Nacional de la Asociación Española de Pediatría que se celebra en Valladolid.

A juicio del doctor Dalmau, la obesidad constituye una enfermedad crónica, que una vez instaurada, resulta difícil de controlar sin la adopción de medidas concretas. Por ello, desde el Comité de Nutrición de la AEP se insiste en la detección precoz y en la importancia del seguimiento del niño-adolescente. No obstante, esta tarea no siempre es factible. Según el Dr. Dalmau, el principal escollo está “en el limitado tiempo de consulta por paciente. El control adecuado del niño con sobrepeso u obesidad requiere aumentar el número de visitas, algo que ni es viable actualmente ni está contemplado en los programas de salud más allá de los dos años. La mayoría de las comunidades autónomas disminuye el número de visitas a partir de los tres años para el control del niño sano, por lo que es más difícil detectar precozmente el sobrepeso”.

Por este motivo, el entorno escolar y familiar debe asumir un papel prioritario aunque, según los pediatras, son precisamente estos dos núcleos los que más han influido en las actuales conductas alimentarias de los menores. “La mayor parte de los problemas de sobrepeso en los niños procede de unos malos hábitos alimentarios que inculcan los padres”, asegura el doctor Antonio Jurado, presidente del Comité Organizador del Congreso. Y es que a veces el estrés y las prisas llevan a los padres a recurrir a la comida rápida y a la bollería industrial como parte de la dieta diaria de sus hijos, lo que poco a poco tiende a convertirse en una rutina alimenticia de la que es complicado salir. Para el doctor Jurado, “los padres deben ser los primeros en instaurar unos hábitos saludables, cambiando el tradicional bocadillo, en ocasiones hiperproteico e hipercalórico, por una pieza de fruta o un producto lácteo”.

En ocasiones, tan sólo con un pequeño cambio se pueden lograr resultados óptimos. “Eliminar el picoteo no nutricional (bollería, chucherías, frutos secos, etcétera) y aumentar el ejercicio físico son los primeros pasos para prevenir la obesidad”, subraya el doctor Dalmau.

La moda de las dietas

En el otro extremo de las conductas nutricionales actuales se encuentra la adherencia a dietas no controladas, una moda muy extendida sobre todo entre las niñas. “Los estudios indican que cada vez hay un mayor porcentaje de adolescentes que no están de acuerdo con su peso y que recurren a dietas que encuentran en las revistas o que les recomienda alguna amiga. Dietas sin rigor científico que provocan un desequilibrio dietético: se saltan comidas para después saciar el hambre abusando de alimentos calóricos como la comida rápida y la bollería industrial”, destaca el coordinador del Comité de Nutrición.

Por ello, los pediatras advierten de los riesgos de las dieta a niños que aún deben seguir creciendo. “La principal diferencia entre el tratamiento de la obesidad en un adulto y un niño es que este último se encuentra en pleno crecimiento y no debe limitar la ingesta de alimentos, sino aumentar el gasto calórico”, señala el Dr. Dalmau.

Las bondades del ejercicio

Una buena dieta debe ir acompañada por el ejercicio físico, fundamental en todas las etapas de la vida pero clave en la etapa del crecimiento del niño. El profesor Julio Ardura, presidente del Congreso, considera que existen muchos mitos relativos al ejercicio físico: “No hace falta ir al gimnasio, sino que con pequeños gestos como ir andando al colegio o subir las escaleras se está ejercitando el cuerpo”. El Congreso ha reservado un espacio para un evento deportivo que tendrá lugar el sábado por la mañana (10:00 a 12:00). Dirigido a niños, se organizarán competiciones de balonmano y baloncesto.

Los siete pecados de la nutrición

1. Abusar del picoteo no nutricional como frutos secos, chucherías, etc.

2. Déficit de ingesta diaria de verduras y hortalizas.

3. Consumo insuficiente de fruta.

4. Abuso del consumo de alimentos de alta densidad calórica por grasas.

5. Ingesta de hidratos de carbono de absorción rápida como la bollería industrial.

6. Elevado consumo de alimentos hiperproteicos.

7. Falta de ejercicio físico diario.

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Una dieta personalizada y equilibrada puede reducir la ingesta de medicamentos en las residencias

Uno de cada cinco vascos es mayor de 65 años. Un dato que ha supuesto un importante cambio en las políticas sociales territoriales otorgando una mayor preocupación entre las instituciones y organismos sanitarios para una mejora de la calidad de vida de estas personas. El objetivo es lograr un envejecimiento activo que afecte no sólo al 80 por ciento de los vascos mayores que viven de forma autónoma, sino también a los ancianos que se encuentran en una residencia. Un grupo, este último en el que cobra vital importancia la alimentación, al verse en muchos casos limitados para la práctica habitual de actividad física.

La comida es parte de la terapia. “Debemos ser conscientes de que la dieta que se establece a los residentes no sólo debe cumplir un aspecto nutricional, sino que además debe convertirse en un apoyo del tratamiento que estas personas están siguiendo”, explica Isabel Gallardo, enfermera de la Residencia Barrika Barri del Grupo Euskoges-Olimpia.

No hay que subestimar la importancia de la alimentación. “Una dieta equilibrada y adaptada puede evitar que se incrementen las dosis de determinados medicamentos en enfermos de diabetes o hipertensión por ejemplo, consiguiendo incluso reducirlos en determinados casos”.

Más que una dieta personalizada

Según datos del Instituto de Mayores y Servicios Sociales (IMSERSO), el 92 por ciento de las persona mayores de 65 años sufre problemas en los huesos o articulaciones, el 34 por ciento hipertensión, un 33 por ciento problemas de corazón y un 24 por ciento diabetes. “En una residencia las personas con problemas de salud obtienen una dieta ajustada a sus necesidades. Es fundamental personalizarlas para cada residente, un control que en muchas ocasiones no se puede realizar cuando viven solos -un 80 por ciento de los ancianos en España-“.

Una persona de este rango de edad debe ingerir alrededor de 2.300 kilocalorías al día. En el caso de los diabéticos, no sólo hay que vigilar el tipo de alimento, sino también su valor energético. “En estos casos la ingesta de calorías se reduce hasta 1.500 y se realiza una “recena” a media noche, es decir un aporte energético extra para que no pase demasiadas horas sin ingerir alimentos, ya que esto podría provocar una caída en los niveles de glucosa en sangre”, afirma la enfermera.

Una dieta personalizada, equilibrada, pero flexible. “Es necesario que a los mayores se les involucre de cierta forma en la toma de decisiones que están relacionadas con su salud y por ende a su alimentación”. Para ello, en las residencias del Grupo Euskoges-Olimpia se determinó la elaboración de un menú en el que siempre hubiese dos opciones tanto para el plato principal, como para el segundo y el postre, siempre teniendo en cuenta la estación del año y la disponibilidad de productos en el mercado, así como con el apoyo de especialistas en nutrición. “Les impulsamos a que sigan una dieta acorde con sus gustos, pero también con sus necesidades. Por ello, si un día uno de nuestros residentes quiere pasta, pero el día anterior comió arroz, le convencemos para que no opte por más hidratos de carbono”. Ello contribuirá a una mayor satisfacción, y por lo tanto, mejor estado nutricional y calidad de vida.

Una lección que se debe trasladar también a los familiares, que en las visitas a los residentes en ocasiones les llevan alimentos no recomendables. “No será la primera vez que encontramos un salero en la habitación de un hipertenso o dulces en la de un diabético”. Para evitar este tipo de situaciones es aconsejable hablar con los responsables del centro para saber qué tipo de alimentos pueden llevarles.

Problemas con solución

Los sentidos del gusto y el olfato interactúan estrechamente para ayudar a la degustación de los alimentos, percepción que se pierde con el paso de los años. “Por ello es muy importante que a las personas mayores se les ofrezcan menús con comida casera, muy olorosa y con muy buen aspecto con el fin de incentivarles el apetito, porque además en algunos casos sufren anorexia debido a una depresión, una EPOC o como efecto de la medicación”.

Lo mismo sucede con la ingesta de agua, tan necesaria en las personas mayores de 65 años. “En la residencia tenemos establecidos horarios para introducir aportes líquidos a la dieta de nuestros residentes para evitar deshidrataciones, sobre todo en verano. Debido a las reticencias que suelen mostrar para ingerir agua, es aconsejable sustituirlas por zumos, café o té para motivarles”.

Una dieta en la que también son importantes los suplementos proteicos, siempre que estén recetados por el médico, sobre todo para aquellas personas que utilizan sondas para alimentarse o sufren una disfagia que les impide comer con facilidad alimentos como la carne. Además, una dieta hiperproteica es primordial para ayudar a regenerar úlceras por presión que pueden surgir en personas que requieren estar encamadas.

Beneficios, los de una dieta hipercalórica, que se dan también en situaciones en que los residentes tienen un gasto energético aumentado, como en el caso de sufrir una infección o en enfermos crónicos de cáncer. Este tipo de alimentos se completan con una dieta rica en fibra que puede ayudar a disminuir o incluso evitar la ingesta de laxantes de los que tantas veces se abusa.

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El perfil del paciente obeso en Atención Primaria

Este estudio, que lleva por título Perfil del paciente obeso en atención primaria partió de la premisa de que, en la actualidad, existen “evidencias sólidas” que asocian la obesidad con una mayor prevalencia de procesos crónicos, “tales como enfermedades cardiovasculares, problemas respiratorios y osteoarticulares, constituyéndose como un factor de riesgo muy importante”.

Los autores de este trabajo, descriptivo y multicéntrico, se fijaron como objetivo el de determinar la prevalencia de factores de riesgo cardiovascular y de sintomatología respiratoria asociada en una población de pacientes afectos de obesidad mórbida.

Para tal fin, se utilizó una muestra de pacientes mayores de 18 años diagnosticados de obesidad mórbida, a los que se les recogieron datos antropométricos, analíticos, de hábitos tóxicos y de presencia de factores de riesgo cardiovascular, entre ellos, de hipertensión arterial, dislipemia, antecedentes de enfermedad cardiovascular, diabetes y su grado de control.

También se les medió la presencia de síntomas respiratorios, como ronquidos y apneas; se les hizo una escala de disnea, se les sometió a un test de somnolencia de Epworth; y se observó si había presencia de patología articular.

Entre los principales resultados se incluyeron 102 pacientes que presentaban un índice de masa corporal mayor de 40, con una media de 59 años y de los que el 73 por ciento eran mujeres. Los autores de este trabajo también han observado que fumaban un 14 por ciento de los pacientes, que el 73 por ciento tenía hipertensión arterial, un 44 por ciento presentaba dislipemia, un 29 por ciento diabetes y un 21 por ciento enfermedad cardiovascular.

Otros datos importantes extraídos de este estudio son los relativos al perímetro abdominal medio, que fue de 128,7 centímetros; un índice de masa corporal de 43,3; que la mitad de pacientes con enfermedad cardiovascular tenía un colesterol LDL (el colesterol malo) mayor a 2,5 mmol/l, y que un 60 por ciento tenía artrosis.

De igual modo, presentaban ronquidos el 82 por ciento de pacientes analizados, apneas nocturnas un 47 por ciento, cefalea matutina un 34 por ciento y disnea de grado II-III un 15 por ciento. A su vez, la escala Epworth detectó que un 45 por ciento tenía somnolencia leve y un 10 por ciento moderada.

Así, y tras cotejar todos estos datos, los autores de esta investigación han concluido que en este tipo de pacientes obesos que acuden a las consultas de atención primaria destaca una prevalencia “muy elevada” de factores de riesgo cardiovascular, un control “deficiente” en enfermos con antecedentes de enfermedad cardiovascular y una prevalencia también “elevada” de síntomas respiratorios y articulares.

El jamón ibérico de bellota, uno de los mejores aliados cardiosaludables de la dieta mediterránea

El jamón forma parte de la tradición gastronómica peninsular y constituye un alimento fundamental dentro de la dieta mediterránea. La grasa del cerdo aparece en las tablas de composición de alimentos con una elevada cantidad de ácidos grasos saturados, lo que la hace en un principio desaconsejada. Sin embargo, en algunas regiones del suroeste de España -fundamentalmente en Extremadura- se desarrolla un tipo de cerdo, el ibérico de bellota, con unas características genéticas y de explotación que lo hacen diferente a otros ejemplares de su mismo género.

En la actualidad, diversos estudios han concluido que su consumo es beneficioso para disminuir los niveles de colesterol gracias a la gran cantidad de ácidos grasos monoinsaturados que contiene. Entre ellos se encuentra el ácido oleico -componente habitual en aceites vegetales como el de oliva o el del aguacate- y que ejerce una acción beneficiosa en los vasos sanguíneos reduciendo el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. De ahí que el catedrático español Grande Covián utilizara un símil que ha pasado a la posteridad: “el cerdo ibérico es como un olivo con patas”.

Entre otras propiedades, el jamón ibérico de bellota contiene también gran cantidad de hierro, calcio y vitamina D, fundamental para el crecimiento y el fortalecimiento de los huesos. Además, los cerdos que están criados en libertad en las dehesas extremeñas proporcionan una gran cantidad de antioxidantes naturales gracias a su alimentación en bellotas, hierba y pastos naturales.

El doctor Avelino Ortiz, Jefe de Servicio de Medicina Interna del Hospital Perpetuo Socorro (Hospital Universitario de Badajoz) -y uno de los autores del Estudio Influencia del consumo de jamón de cerdo ibérico criado en montanera sobre el perfil lipídico aterogénico– asegura que entre los alimentos más cardiosaludables “se encuentran aquellos ricos en estos ácidos grasos insaturados y con altos niveles de antioxidantes, entre los que podemos incluir el aceite de oliva, pescados azules, nueces, aceite de semillas, vino tinto en pequeñas cantidades por su nivel de antioxidantes, frutas, verduras, hortalizas y, sin duda, el jamón ibérico de bellota”.

La dieta mediterránea se atribuye a regiones donde se ha observado que las expectativas de vida para los adultos están entre las más altas del mundo y por el contrario, las incidencias de enfermedad cardiovascular, ciertos cánceres y otras enfermedades crónicas, están entre las más bajas. Y es que la dieta diaria está directamente relacionada con enfermedades coronarias como la hipercolesterolemia y la ateroesclerosis.

Por lo tanto, se puede alterar la dieta para que sea lo más saludable posible: disminuyendo la ingesta de grasas saturadas a favor de las monoinsaturadas y manteniendo un porcentaje adecuado de las poliinsaturadas.

Los ácidos grasos y las enfermedades coronarias

La ateroesclerosis es la enfermedad de las arterias más frecuente en la población, siendo la causa de muerte más importante en los países industrializados. Hasta hace relativamente poco, se atribuía exclusivamente a un proceso natural provocado por el envejecimiento. Sin embargo, entre los factores que contribuyen a esta dolencia se encuentra la hipercolesterolemia.

Según se explica en el estudio sobre la influencia del consumo de jamón de cerdo ibérico criado en montanera, se ha detectado que las personas que viven en países mediterráneos tienen menor incidencia de algunas enfermedades crónicas y mayores expectativas de vida, por lo que se comenzó a investigar cómo influye la dieta en las enfermedades coronarias.

Según los datos de este estudio, la mortalidad por coronariopatía se relaciona directamente con el colesterol sérico, demostrando una fuerte correlación entre el consumo de grasa saturada en la dieta y los niveles séricos de colesterol. Los ácidos grasos saturados aumentan la colesterolemia y por tanto la incidencia de enfermedad cardiovascular.

Los primeros intentos de modificar la dieta para reducir las enfermedades cardiovasculares se realizaron aumentando la ingestión de ácidos grasos poliinsaturados (AGPI) que reducían los niveles de colesterol. Estos ácidos grasos procedían principalmente de los vegetales (maíz, girasol) y de los pescados azules.

Sin embargo, en los últimos años, los estudios han incidido más en los ácidos grasos monoinsaturados (AGMI), demostrándose que una dieta rica en ellos es tan eficaz como otras ricas en poliinsaturados. El principal representante es el ácido oleico cuyo gran portador en el aceite de oliva (65-80 por ciento), principal fuente de grasa en los países mediterráneos, en contraposición con las grasas animales típicas de los países del norte de Europa.

El aceite de oliva contiene una proporción relativamente baja de ácidos grasos saturados y es fuente de antioxidantes (vitamina E). Diferentes trabajos han mostrado que el consumo de aceite de oliva provoca un descenso de colesterol total, similar al que origina una dieta rica en poliinsaturados.

Un aliado contra el colesterol

Según este mismo estudio, otro alimento con alto contenido en ácido oleico (40-45 por ciento) es la carne de cerdo ibérico ya que tanto genéticamente como por su forma de explotación, es diferente a las demás razas. El cerdo ibérico de bellota se alimenta fundamentalmente de bellotas -con tasas de ácido oleico superiores al 65 por ciento- así como de hierbas y raíces de la dehesa, lo que puede incorporar, además, sustancias antioxidantes. Estas condiciones contribuyen a que su grasa sea rica en este ácido, sobre todo su jamón que llega a porcentajes del 59 por ciento.

Este tipo de cerdo ibérico vive libremente en el campo, por lo que realiza mucho más ejercicio que los recluidos en cebaderos, lo que incide en que el contenido de colesterol de su carne no sea excesivo. El jamón ibérico de bellota se consume junto a otros alimentos de la dieta mediterránea en determinadas regiones, fundamentalmente al suroeste de España, como la zona de la Dehesa de Extremadura.

Según afirma Avelino Ortiz, “el jamón más cardiosaludable es el de bellota, seguido del ibérico de cebo en extensividad (ibérico de cebo de campo) y por último el cebo en intensividad (ibérico de cebo)”, ya que estos últimos “se crían en ausencia de actividad física y de consumo de hierba”. La frecuencia de consumo del jamón ibérico de bellota, según Ortiz, “puede estimarse en dos o tres raciones de 100 gramos semanales y es ideal como sustituto de otras carnes rojas con mayor contenido en grasa saturada”.

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Un test sencillo podría ayudar a predecir la muerte prematura de los pacientes con diabetes

Según el líder de esta investigación Donald W. Bowden, director del Center for Diabetes Research at Wake Forest Baptist, las personas con diabetes tienen ya un alto riesgo de desarrollar enfermedades cardíacas y sufrir una muerte temprana.

“Con este estudio hemos descubierto que podemos identificar a un subgrupo de individuos en este grupo de riesgo que presenta incluso un riesgo más elevado y los medios para hacer esto están ya ampliamente disponibles en forma de escáner por tomografía computerizada, un test no invasivo y relativamente barato”, señala.

Al menos el 60 por ciento de los pacientes con diabetes, incluso aquellos en diálisis por sufrir fallos renales, al final muere de un evento vascular como un ictus o un ataque al corazón. Sin embargo, según Bowded, la pregunta de por qué tantos pacientes diabéticos mueren de forma temprana ha permanecido sin respuesta.

Para el Diabetes Heart Study, el equipo de Bowden siguió a cerca de 1.500 pacientes con diabetes en Carolina del Norte durante unos 13 años, recopilando datos sobre varios aspectos de la enfermedad y sobre cómo afectan a la salud individual. Cuando los participantes del estudio original comenzaron a morir los investigadores se pusieron a investigar por qué.

“Cuando revisamos los datos del último año nos sorprendimos del número de participantes que habían muerto ya durante este estudio”, señala Bowden, quien apuntó que el objetivo era averiguar “si existía algún predictor de quién podría morir frente a aquellos que seguían vivos”.

“En un grupo de personas que ya presenta un alto riesgo, buscábamos un método para identificar a los individuos que presentaban todavía un riesgo mayor de muerte prematura con la meta de buscar intervenciones o vías para focalizar la atención médica y la atención hacia estos individuos con el riesgo más alto”.

Un test que cuesta unos 142 euros

Unos registros elevados de calcio en las arterias coronarias (CAC) son un importante indicador de enfermedad coronaria. Este registro proporciona una medida para averiguar hasta qué punto la enfermedad arterial coronaria o las “placas” calcificadas están presentes en los vasos sanguíneos del corazón.

Las placas juegan un importante papel en los ataques al corazón y otros eventos vasculares y pueden medirse tomando una tomografía computerizada “depurada” en comparación con el típico escáner por tomografía computerizada que emplea muy pocos rayos X, que no requiere inyecciones y se realiza en menos de 10 minutos. Este test en Wake Forest Baptist cuesta unos 200 dólares (142 euros) y algunas compañías de seguros estarían dispuestas a financiar esta prueba en determinadas situaciones.

En la población diabética existe un espectro muy amplio de placas calcificadas que aparecen en las arterias y en el corazón, desde individuos sin placas hasta pacientes que presentan todos sus vasos casi totalmente calcificados.

Estos investigadores separaron más de 1.000 participantes de este estudio en cinco grupos según la cantidad de placas calcificadas que presentaban en sus vasos sanguíneos al inicio del estudio. La salud de estos participantes fue seguida después durante una media de 7,4 años antes de que los investigadores compararan los datos de aquellos individuos que murieron durante el estudio con los de quienes seguían vivos.

“Vimos un dramático riesgo de muerte temprana en las personas con mayores niveles de placas calcificadas en sus vasos sanguíneos”, dijo Bowden, quien precisó que cuando se comparó el grupo con las mayores cantidades de placas con el grupo que tenía menos placas calcificadas, el riesgo de fallecer era más de seis veces mayor en el grupo con altos niveles de placas calcificadas.

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Identifican un gen regulador clave en la obesidad y la diabetes

Dado que la grasa juega un papel clave en la susceptibilidad a las enfermedades metabólicas como la obesidad, la enfermedad cardiaca y la diabetes, el estudio subraya el gen regulador como un posible gen candidato para futuros tratamientos para combatir estas enfermedades.

Se sabía ya que el gen KLF14 está vinculado a la diabetes tipo 2 y a los niveles de colesterol, pero hasta ahora se desconocía como hacía esto y el papel que tenían en el control de tres genes localizados más alejados en el genoma.

Los investigadores examinaron más de 20.000 genes en biopsias de grasa subcutánea de 800 mujeres gemelas voluntarias de Reino Unido. Descubrieron una asociación entre el gen KLF14 y los niveles de expresión de múltiples genes distantes descubiertos en el tejido graso, lo que significa que actúa como un interruptor clave para controlar estos genes. Esto se confirmó en una posterior muestra independiente de 600 biopsias de individuos islandeses.

Estos otros genes descubiertos que son controlados por KLF14 están en realidad vinculados a una variedad de características metabólicas, incluyendo el índice de masa corporal (obesidad, colesterol, insulina y niveles de glucosa), subrayando la interconexión de los rasgos metabólicos.

El gen KLF14 es especial en que su actividad se hereda de la madre. Cada persona hereda un conjunto de todos los genes de ambos padres. Pero en este caso, la copia de KLF14 del padre está desactivada, lo que significa que la copia de la madre es el gen activo, un proceso llamado impronta. Además, la capacidad de KLF14 de controlar otros genes dependía por entero de la copia de KLF14 heredada de la madre, la copia heredada del padre no tenía efecto.

Según explica Tim Spector, director del proyecto, “este es el primer gran estudio que muestra cómo pequeños cambios en un regulador clave pueden causar una cascada de otros efectos metabólicos en otros genes. Esto tiene un gran potencial terapéutico en particular y mediante el estudio de poblaciones grandes específicas como las de gemelos esperamos encontrar más de estos reguladores”.

Los autores señalan que KLF14 parece actuar como un controlador maestro de los procesos que conectan los cambios en la conducta de la grasa subcutánea ante alteraciones en los músculos y el hígado que contribuyen a la diabetes y a otros trastornos. “Estamos trabajando duro ahora que conocemos estos procesos y cómo podemos utilizar esta información para mejorar el tratamiento de estos trastornos”, concluye Mark McCarthy, coautor del trabajo.

Algunos componentes del café pueden prevenir la obesidad y proteger frente a las complicaciones derivadas de la diabetes

Algunos compuestos del café, como la cafeína y los ácidos clorogénicos, pueden prevenir la obesidad y evitar la glicación avanzada de proteínas, protegiendo frente a las complicaciones y dolencias derivadas de la diabetes. Estas conclusiones se desprenden de los resultados del estudio Efecto terapéutico del café en la glicación avanzada de proteínas y la prevención de complicaciones de la diabetes, realizado por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad de Granada como proyecto de investigación ganador de la II Beca Café, salud y nutrición, y se vienen a sumar a otras evidencias científicas previas en torno a los efectos metabólicos del café y su carácter preventivo frente a la obesidad y la diabetes.

Los autores de la investigación, que incluyó un estudio in vitro e in vivo realizado con ratas diabéticas obesas Zucker, constataron que el consumo de café permite un control efectivo del peso corporal y puede ayudar a prevenir la obesidad. El consumo de café, tanto verde como tostado, propició una menor ganancia de peso corporal, que se asoció al efecto lipolítico de la cafeína. Además, los tratamientos con extractos de café disminuyeron el peso del hígado de las ratas diabéticas obesas, lo que sugiere una mejora en el metabolismo de los lípidos.

Según los resultados del estudio, los ácidos clorogénicos de café verde podrían evitar la formación de productos de glicación avanzada, involucrados en el desarrollo de dolencias asociadas a la diabetes como la retinopatía, la nefropatía y las enfermedades cardiovasculares. El extracto de café verde en las dosis ensayadas (equivalentes a la ingesta de ácidos clorogénicos por consumo moderado de café) presentó un efecto antiglicante tanto en el estudio in vitro como en el in vivo.

Aunque para logar la formulación de una bebida funcional que prevenga de las enfermedades asociadas a la edad y la glicación avanzada de las proteínas séricas es necesario seguir investigando, el café verde ha demostrado tener un gran potencial en este sentido.

El estudio ha sido realizado por el equipo de investigación dirigido por María Dolores del Castillo, Investigadora Científica del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación del CSIC (CIAL, CSIC-UAM) y ganadora de la II Beca Café, salud y nutrición, otorgada por la Federación Española del Café y la Fundación Española de la Nutrición en 2009. El equipo de investigación ha estado compuesto por: Mónica Ullate, Miryam Amigo-Benavent y José Manuel Silván, del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación del CSIC; Francisco José Morales, del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición del CSIC; y por Laura Campaña Martín y María Dolores Mesa, de la Universidad de Granada.

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Un mejor control del colesterol, la diabetes o el tabaquismo salvaría 135.000 vidas al año

Esta es una de las conclusiones del estudio EURIKA, elaborado con la colaboración de AstraZeneca y presentado durante el Congreso Médico EuroPrevent, sobre Prevención y manejo del riesgo cardiovascular en la práctica diaria, realizado en doce países europeos sobre más de 7.600 pacientes que tenían al menos un factor de riesgo de enfermedad cardiovascular (ECV).

“Del estudio EURIKA se concluye que la hipertensión fue responsable del 32,7 por ciento del riesgo de muerte cardiovascular, la dislipemia del 15,1, el tabaco del 10,4 y la diabetes del 16,4 por ciento, en clara relación con la prevalencia de estos factores”, ha explicado el Dr. José Ramón Banegas, Catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Unidad de Epidemiología de la Universidad Autónoma de Madrid.

En este sentido, se ha observado que “España presenta una mayor prevalencia de dislipemia, diabetes y sedentarismo y un menor control de dislipemia y diabetes que la media de los otros países europeos estudiados”, ha añadido.

Por su parte, el experto del departamento de Epidemiología Cardiovascular y Genética del Centro Nacional para la Investigación Cardiovascular (CNIC), el Dr. Eliseo Guallar, ha asegurado que “el conocimiento del vínculo entre los factores de riesgo de la enfermedad cardiovascular y la probabilidad de morir son limitados. Con datos del estudio EURIKA se han cuantificado cuántas vidas se podrían salvar cada año proporcionando mejores cuidados preventivos en Europa”.

“La presión arterial elevada, el colesterol elevado, el tabaquismo y la diabetes pueden manejarse eficazmente a través de cambios en el estilo de vida, tratamientos adecuados o una combinación de los dos. De acuerdo con estos datos, instamos a los médicos y a los pacientes a colaborar para controlar estos factores de riesgo y reducir el riesgo a largo plazo de muerte por enfermedad cardiovascular”, ha señalado, por último, el profesor Julian Halcox, de la Universidad de Cardiff, Reino Unido.

Un seis por ciento de los trabajadores españoles tiene un riesgo cardiovascular alto

En España, aproximadamente un millón de trabajadores “alcanza un nivel alto de riesgo cardiovascular, pero sólo una minoría de ellos se clasifican como tal”, explica Miguel Ángel Sánchez Chaparro, coordinador del estudio ICARIA e investigador en la Universidad de Málaga (UMA). “Estas cifras muestran que la mayoría probablemente ignora su situación de riesgo”.

El trabajo, publicado en la revista Nutrition, Metabolism & Cardiovascular Diseases, revela que un seis por ciento de los trabajadores presenta un riesgo cardiovascular global alto (ocho por ciento en varones y dos por ciento en mujeres) y un uno por ciento, riesgo moderado. Además, la prevalencia de riesgo alto aumenta con la edad en ambos sexos y es superior en el sector de la agricultura, seguido de la construcción, industria y servicios.

El estudio ICARIA es la primera investigación que establece este riesgo en todas las comunidades autónomas, sectores de actividad y ocupaciones. Se realizó desde mayo de 2004 a junio de 2005 en más de 300.000 trabajadores aparentemente sanos y con una media de 36 años de edad.

Entre otras conclusiones, el estudio apunta, para ambos sexos, una mayor prevalencia de riesgo cardiovascular alto en la población laboral de “cuello azul” (trabajadores “manuales”) respecto a la de “cuello blanco” (trabajadores “no manuales”).

“Las diferencias encontradas se relacionan con la mayor prevalencia de factores de riesgo en dichos sectores de actividad y pueden contribuir a establecer prioridades preventivas”, concluye Sánchez Chaparro.

Los autores subrayan la importancia de estratificar el riesgo cardiovascular global, lo que puede contribuir a una prevención cardiovascular más eficiente, sobre todo si se tiene en cuenta que estas medidas actúan sobre una población mayoritariamente joven y sana, y que no suele acudir a los servicios de salud.

La importancia de los reconocimientos

Tradicionalmente, los reconocimientos médicos periódicos (RMP) realizados por los servicios de prevención han contribuido a la detección de los factores de riesgo cardiovascular de modo complementario a los servicios de salud. No obstante, hasta ahora su actuación en la prevención cardiovascular no se encontraba estructurada ni existían unos objetivos definidos.

“El volumen de trabajadores que realiza los reconocimientos anuales constituye una oportunidad única de actuación en prevención cardiovascular”, explica Eva Calvo Bonacho, coautora del trabajo y jefa del Departamento de Proyectos Sanitarios de Ibermutuamur. “En base a los resultados que se obtienen, se pueden realizar recomendaciones preventivas, terapéuticas, rehabilitadoras y de seguimiento individualizadas”.

La obesidad mórbida aumenta un 200% en España

La investigación, que ha sido realizada por la Universidad de Navarra sobre los datos de las seis Encuestas Nacionales de Salud publicadas entre 1993 y 2006, concluye además que el crecimiento de la prevalencia de obesidad mórbida es más rápido que el de una obesidad más leve (más del 200 por ciento en obesidad mórbida frente a un 65 por ciento en obesidad).

Se considera que una persona sufre de obesidad mórbida cuando su Índice de Masa Corporal (IMC) es igual o superior a 40.

“La obesidad mórbida se ha disparado más porque los obesos con patología más leve han sobrepasado el límite de la mórbida”, explica el Dr. Carlos Macaya, presidente de la SEC, quien advierte de que esta situación es “un grave problema de salud pública, que, con toda seguridad irá en aumento si no se hacen intervenciones serias”.

Asimismo, el estudio ha desvelado que, aunque siguen siendo las mujeres las que más padecen de obesidad mórbida (6,8 de cada mil mujeres y 5,4 de cada mil hombres) el crecimiento relativo entre los hombres ha sido tres veces superior.

La obesidad se debe a un “problema educacional y de cultura social”, asegura Macaya, quien alerta de que “la alimentación es muy mala en cuanto a calidad y cantidad, ya que hay una clara tendencia a la sobrealimentación y a elegir una dieta basada en carbohidratos”.

“Los hidratos de carbono son la molécula más fácil de quemar, pero si no te mueves y no la quemas se transforma en grasa”, explica el presidente de la SEC.

Por este motivo, el experto en Cardiología cree que el problema debe tomarse en serio porque, en caso contrario, “no hay duda de que irá en aumento”. En este sentido, el Dr. Macaya apuesta por “intervenciones a nivel nacional por parte de las autoridades sanitarias para concienciar a la población e incidir en la consideración de este problema como una enfermedad”.

“Los resultados de este estudio obligan a tomar urgentemente medidas preventivas eficaces, ya que nos estamos acercando con demasiada rapidez a las cifras de obesidad que Estados Unidos tenía hace veinte años. En la actualidad, el país norteamericano tiene una prevalencia de obesidad mórbida de entre el cinco y el seis por ciento de la población. Nosotros por el momento no llegamos al uno por ciento, pero estamos tendiendo a alcanzar estas cifras en pocos años”, añade el catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra, Miguel Ángel Martínez.

Las autoridades sanitarias deben “ponerse las pilas”

“Las autoridades sanitarias se tienen que poner las pilas en materia de prevención de obesidad. Igual que nos bombardean con otro tipo de imágenes como por ejemplo las del tabaco, que nos bombardeen con este tipo de mensajes”, sentencia el Dr. Macaya.