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¿Qué es la drunkorexia?

Esta institución advierte acerca de este nuevo trastorno alimenticio, que es “una de las múltiples variantes de la obesidad y el sobrepeso”. Éste repercute en los jóvenes que deciden no ingerir alimentos “con el objetivo de poder beber alcohol sin aumentar de peso”, explican.

Y es que la drunkorexia está compuesta por una serie de alteraciones en la alimentación diaria, sostenida con el abuso de alcohol, “creyendo que las calorías no ingeridas por los alimentos tradicionales se compensarán con las calorías de las bebidas alcohólicas”. A tenor de este comportamiento, al reconocido perjuicio para la salud del consumo desmesurado de alcohol “se suma el aporte de energía de todas aquellas bebidas alcohólicas”, indican.

En cuanto a los efectos que esta enfermedad tiene en el organismo, los expertos del Instituto de Obesidad destacan que el hígado femenino sufre más por el alcohol, “aunque ingiera menos cantidad y durante un tiempo más corto que el hombre”. Así, bebiendo la misma cantidad que un varón, “la sangre de una mujer absorbe entre un 30 por ciento y un 50 por ciento más”, señalan.

Además, el corazón femenino también es más vulnerable, ya que “con un 60 por ciento menos de alcohol pueden sufrir la misma cardiopatía”, observan.

A pesar de ello, la drunkorexia se está extendiendo, “sobre todo, entre las chicas jóvenes”, lamentan.

Para atender a estos jóvenes debe intervenir un psicólogo con el objetivo de “tratar la adicción, los problemas asociados y la pauta errónea adquirida”, sostienen. Además, será necesaria la participación de un nutricionista, “para restaurar el equilibrio nutricional perdido” y un médico de cabecera, concluyen.

Bajar de peso a una edad temprana, ayuda a revertir el daño al corazón

La investigación indica que “cuando los ratones ya son obesos, mayor es el riesgo de que su daño en el corazón sea irreversible”, afirma Majd AlGhatrif, autor principal del estudio, publicado en Cardiovascular Translational Research, y profesor asistente de medicina de la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins.

“No sabemos si el mismo principio se aplica a los seres humanos y, en caso afirmativo, cuál sería el punto de inflexión. Pero el mensaje básico es que la pérdida de peso, más temprano que tarde, sería más beneficiosa”, dijo Lili Barouch, autora principal del estudio, cardióloga y profesora asistente de medicina de la Escuela de Medicina de Johns Hopkins. “Sin duda merece más estudios para ver si los resultados serían similares en las personas”, agrega.

Barouch dice que es bien conocido que la obesidad aumenta el riesgo de enfermedad cardiovascular en las personas y algunos estudios han demostrado que la reducción de calorías y la pérdida de peso pueden revertir algunos de los efectos perjudiciales de la obesidad sobre el corazón. Pero, según esta investigadora, no ha quedado claro si la duración de la obesidad en las personas o su edad genera una diferencia en términos de la capacidad del corazón para recuperarse.

Para arrojar luz sobre esta cuestión, los investigadores estudiaron los efectos de la restricción calórica en dos grupos de ratones, uno joven y uno viejo. Los ratones jóvenes tenían dos meses de edad (similar a los adultos jóvenes), mientras que los roedores mayores estaban entre los 6 y los 7 meses de vida (similar a la mediana edad en los hombres).

Todos los ratones fueron manipulados genéticamente para nacer sin leptina, una hormona que provoca una sensación de estar lleno, por lo que su deficiencia provoca comer en exceso y obesidad, así que siempre tenían comida y comían en exceso. Ambos grupos registraban evidencia de daño cardiaco, incluyendo rigidez diastólica, lo que afecta a la capacidad del corazón para relajarse y llenarse de sangre y que puede conducir a insuficiencia cardiaca.

Tanto los ratones jóvenes como los viejos perdieron una cantidad similar de peso con la dieta restringida en calorías después de cuatro semanas. Sin embargo, en los más jóvenes, la disminución de calorías tenía efectos positivos sobre el corazón, incluyendo un retorno a la función diastólica normal y una reducción de depósitos de grasa en las células del corazón, mientras que en los más viejos, la función cardiaca deteriorada se mantuvo a pesar de que se observó una reducción en el estrés oxidativo que daña el corazón.

A pesar de que los investigadores descubrieron una vía dependiente de la edad que conduce a la obesidad relacionada con la disfunción cardiaca reversible sólo en los animales más jóvenes, Barouch dice que se necesitan más estudios para determinar cuáles son los hallazgos que podrían ser significativos para la alteración de las enfermedades del corazón en las personas. Mientras tanto, este experto confía que el estudio anime a las personas obesas a tratar de perder peso lo más pronto posible con el fin de reducir su riesgo de enfermedad cardiaca más adelante.

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Cronobiología y Obesidad: una orquesta desafinada

La Cronobiología se define como la ciencia que estudia los ritmos biológicos de los seres vivos, del griego kronos (tiempo), bios (vida) y logos (estudio). Sobre todo se fija en los ritmos circadianos, circa significa alrededor y día de 24 horas, y son las variaciones que sufrimos a lo largo del día.

A pesar de ser una ciencia muy moderna (ha explotado en los últimos 10 años), como muchas ciencias se basa en la observación de la naturaleza, es muy antigua en realidad. Ya Linneo observando que los pétalos de las flores cambiaban a lo largo del día elaboró un reloj que representaba las horas del día en función de las horas de máxima apertura de las flores del campo.

Los humanos también tenemos ritmos, es decir, no somos iguales por la mañana que por la noche. De hecho sabemos en fisiología que la máxima alerta la tenemos a las 10 de la mañana, que hay una caída importante a las tres de la tarde (hora de la siesta) y que a las 5 de la tarde tenemos la máxima fuerza muscular. Asimismo la temperatura corporal tiene su máximo nivel a las 7 de la tarde (los niños suelen tener fiebre por la tarde).

La temperatura y la melatonina

Desde el punto de vista cronobiológico son interesantes dos variables muy importantes que nos van a ayudar a conocer nuestros ritmos internos: la temperatura corporal y la melatonina (se llama la noche química) que representa la noche en nuestro cuerpo. De hecho tiene una alta secreción sobre todo a las 2 de la mañana, que es el momento de mejor sueño, el más profundo y empieza a subir a las 9 de la noche, que es cuando deberíamos empezar a tener sueño, y termina la subida a las 7 y media de la mañana que es cuando deberíamos despertarnos.

En relación con la nutrición, los alimentos no interactúan igual con el cuerpo por la mañana o por la noche. Un trabajo en los años 70 (Jarret i al. 1972) ya demostró que si tomamos un alimento rico en hidratos de carbono simple por la mañana tenemos una buena respuesta, la insulina funciona perfectamente y la glucosa entra bien en los tejidos; sin embargo lo mismo a las tres de la tarde o sobre todo a las 9 de la noche puede ser más perjudicial porque en nuestro organismo la respuesta a la insulina funciona mucho peor. Y como esto muchas hormonas.

Vamos a explicar durante la conferencia los cambios de ritmo de diferentes hormonas. Por ejemplo la hormona de crecimiento es muy elevada por la noche (por ello decimos que los niños crecen mientras duermen); el cortisol está muy alto por la mañana, seis veces más alto que por la noche, porque es la hora que necesitamos tener más hambre, más fuerza y más capacidad para afrontar el día que nos viene, y sobre todo para levantarnos. El despertar fisiológicamente es muy duro.

La leptina (la hormona de la obesidad) debe estar alta por la noche, porque se supone que por la noche no debemos comer. Si tuviéramos la leptina por la noche baja podríamos hasta despertamos para comer. En definitiva todas las hormonas tienen ritmos y el estudio de ellos es lo que compete a la cronobiología.

Reloj central

En el año 1972 se descubre que existe un reloj central, que se encuentra localizado en el núcleo supraquiasmático del hipotálamo. Este reloj está sincronizando con el exterior gracias a la luz. Así este reloj percibe los cambios de luz a oscuridad a través del ojo y por el tracto retino hipotalámico manda la señal al núcleo supraquiasmático. En él hay una serie de genes llamados genes reloj, que producen proteínas y mandan la información que va a la glándula pineal, que es la que produce la melatonina, la noche química. Y esto manda la señal a todos los tejidos de nuestro cuerpo para ponerlos en hora en relación con el exterior a través de vías neuronales y endocrinas y le va a decir a los demás tejidos la hora que es.

Pero además no está sólo regulado por la luz sino que también hay otros sincronizadores muy importantes que son los cambios de ayuno ingesta y los cambios de actividad y reposo. Nuestro cuerpo también sabe que es de día porque por el día comemos, y porque por la mañana estamos más activos.

Gen clock

Los genes se pueden agrupar en elementos positivos como el gen clock (gen reloj) y el Bmal1 que son los que activan el reloj y los genes que lo desactivan, Per y Cry. Éstos a su vez mandan las señales a otros genes y se producen los ritmos circadianos.

Pero no sólo tenemos un reloj en el cerebro, sino que otros tejidos (hígado, corazón, riñones) también tienen sus propios relojes, que a su vez están sincronizados por el reloj central.

Esto complica mucho nuestra fisiología y aparece un nuevo término: la cronodisrupción, que es la alteración de los relojes y de los ritmos biológicos, y que hoy se sabe que se asocian con cáncer, envejecimiento y obesidad.

Cronodisrupción

¿Y cómo se alteran estos relojes? En nuestra sociedad actual hay luz continua, así, ¿cómo sabe el reloj interno qué es de día? También si estamos todo el día comiendo y según la actividad, si estamos todo el día sentados en reposo, nuestro organismo no sabe qué hora es.

Por otro lado con el envejecimiento hay pocos cambios en la melatonina, por eso se producen alteraciones en el sueño. También en el caso del cortisol su ritmo se aplana. En definitiva, estamos estresados, nos levantamos cansados y nos acostamos nerviosos. Asimismo también puede haber alteraciones en el propio reloj, que son fallos en estos genes, así como desincronizaciones en los distintos relojes.

Ritmos y obesidad

Hay muchos estudios epidemiológicos que demuestran que los trabajadores por turnos desincronizan y aumentan la obesidad. También las personas que comen de noche están más obesas.

Cada vez dormimos menos. En los años 70 dormíamos de media 9 horas, pero en los últimos años hemos perdido una hora y media de sueño, estamos en España en 7,5 horas de media. Este acortamiento del sueño engorda, en contra de lo que pensábamos, y se engorda porque se come más.

En estudios de reducción de sueño se ve que las personas producen más grelina (la culpable de la sensación de estómago vacío) y con la falta de sueño disminuye la leptina (que nos quitaba el hambre). Y por la noche al no dormir comemos (además alimentos calóricos), y gastamos menos energía porque nuestra termorregulación está alterada. Y también estamos cansados, y al estar cansados hacemos menos ejercicio.

Así la falta de sueño se asocia a obesidad, y esto es especialmente dramático en niños y adolescentes. En un estudio europeo (Helena Study) con 3300 adolescentes vimos que hay 1300 que duermen 7 horas o menos (deberían dormir al menos 8 horas) y que éstos están más obesos porque comen más y se mueven menos.

Nuestro grupo estudió si se expresan los genes reloj en el tejido adiposo y vimos que cuando mediamos los ritmos de los distintos genes a lo largo de 24 horas en cultivos (fuera del organismo), se veía que el reloj existía, porque el tejido adiposo presentaba ritmos independientemente del reloj central.

En un trabajo se exponía el reloj y podemos decir cuáles son las horas en las que funciona nuestro tejido adiposo. Además vemos que el reloj se altera según la zona adiposa: la grasa abdominal (alrededor de las vísceras) tiene un reloj alterado respecto a la grasa subcutánea. También el sexo influye: el hombre tiene peor reloj que la mujer, y con la menopausia se altera. Por otro lado con el estrés desaparece totalmente el ritmo. Pero lo que más cambia el reloj es la obesidad. Todos nuestros estudios muestran importantes alteraciones en nuestros ritmos circadianos cuando se tienen exceso de peso corporal.

La importancia de la hora de la comida

Si uno de los sincronizadores externos más importantes es comer, nos planteamos: ¿la hora de la comida influirá? Y diseñamos un trabajo con un impacto enorme que demuestra por primera vez en humanos que “el cuándo” comemos es casi tan importante como “el qué” comemos.

En el estudio con 420 personas (50% hombres y 50% mujeres) se vio que comiendo lo mismo y moviéndose igual, aquellos que comían tarde, después de las tres, perdían menos peso que los que comían pronto durante el mismo tratamiento. Los que comen sobre las dos y media pierden aproximadamente 12 kilos y los que comen pasadas las tres pierden sólo 8 kilos.

Este estudio, que se hizo en colaboración con Harvard, Tufs y la Universidad de Murcia, demuestra la evolución de la pérdida de peso y se ve como las personas que comen antes de las tres pierden mejor el peso, durante las primeras semanas todos pierden igual, pero después de la sexta semana cambia.

¿Qué hora es la mejor para hacer ejercicio?

A las jugadoras del club femenino de rugby de Murcia se les midió la temperatura corporal cada 10 minutos para ver sus ritmos circadianos. El ritmo en gente joven y sana sería que por la noche va subiendo la temperatura, alcanza su máximo con el sueño profundo, disminuye de forma importante antes de despertarnos (lo que antecede al despertar), a las tres de la tarde hay un pico (que nos da sueño), y después hay una zona de máximo despertar, que es la que tiene que tener la temperatura más baja y que gracias a eso, preparamos al cuerpo para ello.

A las jugadoras de rugby las pusimos a correr 45 minutos a las 8 de la mañana durante una semana todos los días y el ritmo mejoró: la noche fue bien, el pico cayó de forma importante para el despertar, el postprandial a las 3 de la tarde fue estupendo, así como la zona de máximo despertar. Es decir, correr por la mañana es bueno para nuestro ritmo circadiano. Por otro lado, las pusimos a correr a las 9 de la noche y en este caso el ritmo se aplana, no hay caída por la mañana, están adormecidas durante el día, y el ritmo está fragmentado. Aunque se trata de estudios preliminares viene a decir que debemos hacer deporte (si podemos elegir) mejor por las mañana.

Cronobiología y genética. Polimorfismos

Hay personas que son matutinas y otras vespertinas (esto es genético) y decidimos estudiar los cronotipos. En general la mujer es más matutina, y eso se asocia con ser más eficiente, más metódica y mejor organizada; y los hombres son más vespertinos, más originales, más creativos, pero también más estresados, y con más tendencia a la obesidad.

Con el equipo de Ordovás extraemos el ADN de las células de los glóbulos blancos de la sangre y estudiamos en particular las bases que unen las dos cadenas del ADN. Estudiamos los polimorfismos (las variantes o cambios en una sola base del AND) y el gen clock, sobre todo la posición RS3749474. Un 70% de la población en esta región del gen clock presenta una adenina y estas personas están delgadas, comen bien, no duermen mucho y están sanas. Pero hay un 30% de la población que tiene en este gen en lugar de adenina timina y tienden a ser más obesa, a comer más, a dormir peor, y presentan mayor perímetro de cintura. Y esto se debe a que la expresión de ese gen está alterada.

También estudiamos otro polimorfismo en el gen clock, el 3111TC, donde lo habitual es tener timina y estas personas pierden peso perfectamente. Pero hay un 30-40% que tiene citosina y tienen problemas de pérdida de peso. Por tanto, hay un componente genético que influye en la obesidad, en el gen reloj, y cuando tratamos de ver en mujeres que presentaban citosina en lugar de timina porque tenían menos pérdida de peso veíamos que eran más nocturnas, más vespertinas, que tenían ritmos alterados y que presentaban una mayor tendencia a la obesidad.

Cuando se come mal (alta ingesta de grasa) vemos que las personas que tienen citosina tienen más perímetro de cintura, y las que tienen timina comiendo igual de mal tienen menos cintura. Pero si la alimentación es correcta, a base de dieta mediterránea, da lo mismo su polimorfismo, todos están delgados.

Actualmente estamos estudiando cuánto de verdad hay de herencia en el cronotipo en 180 parejas de gemelas y mellizas, y vemos hasta qué punto se parecen sus ritmos circadianos. En estudios preliminares estamos viendo que los ritmos de las gemelas se parecen entre ellas hasta cuatro veces más que las mellizas, por lo tanto hay un componente genético en la cronobiología. Pero ahora sabemos que con la alimentación podemos cambiar nuestros genes. La nutrigenética estudia el código genético, pero la epigenética dice que lo importante no es tu código sino cómo se encuentre el ADN dispuesto en el espacio, y que esa disposición va a hacer que unos genes se expresen y otros no. La epigenética estudia los interruptores que hacen que los genes se expresen o no.

Metilación del ADN

Hay muchos interruptores pero el más importante, quizás, es el proceso de metilación del ADN. Entre la guanina y la citosina generalmente es capaz de pegarse un grupo metilo que impide que actúe la enzima que tiene que hacer que se exprese el gen y los factores de transcripción no se pueden pegar. En definitiva este gen que funcionaba perfectamente con la metilación ya no sirve, no se expresa.

En la naturaleza hay un ejemplo precioso: la reina madre tiene la misma genética que el resto de abejas, pero la diferencia es que come jalea real, y ésta tiene una proteína, la royaltina, que inhibe la metilación del ADN, y esto hace que desarrolle un sistema reproductor que le permite tener descendencia y ser más grande.

En humanos se sabe que los hijos de la guerra, de las madre embarazadas en época de hambruna, desarrollan una serie de procesos de metilación para sobrevivir con poca comida, pero cuando nacen en un ambiente obesogénico acaban siendo más gordos que los otros.

La epigenética está demostrando que nosotros podemos cambiar nuestros genes y además podemos transmitir genes más saludables, si hemos comido bien, a nuestros hijos.

Al estudiar la epigenética en el gen clock con Ordovás hemos visto que las personas obesas presentan un mayor grado de metilación y lo más interesante es que las conductas se asocian con metilaciones. Por ejemplo las personas que pican con frecuencia tienen su gen clock hasta 12 veces más metilado que el resto, por tanto, se expresa peor, duermen peor y comen peor (comen hasta tres veces más rápido).

En definitiva

Nos queda mucho camino por recorrer. Hay muchos polimorfismos que estudiar. Y para acabar citar unas palabras de Gregorio Varela padre: “la nutrición es como una orquesta donde lo importante no es que haya alimentos buenos y malos sino que todos ellos suenen en armonía”. Y a la hora de alcanzar la armonía el cuándo es importante. Y la obesidad se podría entender como una orquesta interna desafinada.

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Electrodos en el cerebro para tratar la anorexia severa

La mitad de los pacientes de un nuevo estudio con este método mostraron mejoras en el estado de ánimo y el Índice de Masa Corporal (IMC), lo que lleva a los investigadores a esperar que ensayos más grandes confirmen la eficacia de esta técnica en el tratamiento de pacientes con anorexia severa.

DBS se utiliza actualmente para el tratamiento de varios trastornos neurológicos, incluyendo la enfermedad de Parkinson y el dolor crónico, y se están realizando investigaciones sobre su uso para el tratamiento de otros trastornos, como la depresión y la epilepsia, pero ésta es la primera vez que se ha utilizado para tratar a pacientes con anorexia grave que no han respondido a otros tratamientos. Aunque el tratamiento requiere cirugía, es mínimamente invasiva y completamente reversible.

Investigadores con sede en el Centro de Neurociencia y la Red Universitaria de Salud Krembil, en Canadá, usaron imágenes por resonancia magnética (IRM) para identificar un área específica del cerebro, un haz de sustancia blanca debajo del cuerpo calloso, el grueso manojo de fibras nerviosas que divide los lados izquierdo y derecho del cerebro, que se ha utilizado anteriormente para DBS en pacientes con depresión, según publica la revista Lancet.

Una vez que el área objetivo se identificó, se implantaron los electrodos y se conectaron a un generador de impulsos, que se pone bajo la piel. El dispositivo se activó diez días después de haber sido colocado y los científicos midieron cuidadosamente los cambios agudos en el estado de ánimo de los pacientes y los niveles de ansiedad para determinar el nivel correcto de estimulación.

En el momento de la cirugía, las pacientes femeninas tenían entre 24 y 57 años y habían estado sufriendo de anorexia entre cuatro y 37 años. Aunque el estudio piloto fue pensado principalmente para evaluar la seguridad del procedimiento en este grupo de pacientes, los investigadores también registraron cambios en el estado de ánimo de las participantes, el comportamiento compulsivo y patrones de alimentación anormales, que se miden mediante pruebas estandarizadas.

El tratamiento parece ser relativamente seguro, con sólo una paciente que experimentó un evento adverso grave tras el tratamiento, un ataque que tuvo lugar cerca de dos semanas después de la operación inicial, que estaba relacionado con un trastorno metabólico que la paciente sufría como consecuencia de su anorexia.

En las semanas previas a la cirugía, cinco de las seis pacientes habían asistido recientemente a un tratamiento hospitalario, lo que había dado lugar a algún aumento de peso. Después de dos meses, las seis pacientes habían perdido peso, volviendo a su base habitual, en línea con las expectativas de los investigadores, ya que en los estudios de estimulación cerebral profunda para pacientes con depresión por lo general se ha observado un período de latencia de unos pocos meses antes de que el tratamiento se haga efectivo.

Sin embargo, tres meses después del tratamiento, este modelo comenzó a revertirse, con cinco de las seis pacientes estabilizadas o con aumento de peso, en relación a los dos meses después de la operación. Después de nueve meses, tres pacientes mantuvieron un mayor peso que antes del inicio del tratamiento, el período más largo de aumento sostenido de peso que ninguna de ellas había logrado desde el inicio de la enfermedad. Alrededor de la mitad de las pacientes también registraron mejoras en su estado de ánimo o redujeron su comportamiento obsesivo-compulsivo.

Según el doctor Andrés Lozano, neurocirujano y uno de los principales investigadores, los resultados son particularmente alentadores. “La pérdida de peso inicial es un efecto primario de la estimulación cerebral profunda en el hambre, el apetito, o la tasa metabólica”. Y añade que el hallazgo de mejoras en el estado de ánimo y la ansiedad en los pacientes que todavía tenían bajo peso es “especialmente sorprendente”.

Reducir 100 calorías diarias en el 90% de los adultos puede prevenir los índices de obesidad de la población

Reducir 100 calorías diarias en el 90 por ciento de los adultos puede prevenir los índices de obesidad de la población, según ha mostrado el estudio Energy balance and obesity, realizado por la Universidad de Colorado (Estados Unidos), en el que se destaca la necesidad de fomentar la práctica de ejercicio físico por ser un requisito “indispensable” para combatir esta enfermedad.

Asimismo, la investigación, que ha sido publicada en la revista Circulation, ha señalado la importancia de comprender cómo funciona el equilibrio energético del organismo, por lo que ha abogado por formar a la población a través de estrategias “más efectivas a las actuales”, para reducir la prevalencia del sobrepeso y obesidad.

De hecho, según han mostrado los expertos, el gasto energético ha disminuido de forma “importante” en el último siglo debido a una menor actividad física diaria. En este sentido, han recordado que existen numerosos estudios que indican cómo niveles superiores de actividad física están asociados a un menor aumento de peso, mientras que niveles más bajos de ejercicio físico se vinculan a un peso mayor.

Y es que, el entorno social influye de manera significativa en el comportamiento de las personas. Por ello, los investigadores han abogado por dotar a la población de infraestructuras que ayuden a desarrollar un estilo de vida más activo y, por tanto, den una mayor accesibilidad a las opciones saludables.

Del mismo modo, consideran “prioritario” realizar esfuerzos en la educación, de forma que se pueda ayudar a la sociedad a comprender el significado y el alcance del concepto “equilibrio energético”, y la importancia que tiene para la salud prevenir la aparición del sobrepeso o la obesidad.

Por otra parte, el estudio ha mostrado también que la restricción alimentaria, por sí sola, no resulta eficaz a la hora de reducir la obesidad, debido a que la fisiología humana está preparada para un elevado nivel de ingesta y de gasto energético al mismo tiempo. De este modo, dicha restricción alimentaria unilateral produce la defensa natural del organismo de mantener su peso actual, alterando la forma en que el cuerpo quema calorías.

“La restricción constante de alimentos es difícil de mantener a largo plazo e igualar la ingesta de energía (calórica) con un alto gasto energético sería más factible para la mayoría de las personas que restringir la ingesta alimentaria para compensar un nivel bajo de consumo de energía”, han comentado los autores del estudio.

Por último, el profesor de Pediatría y Medicina del Campus de Medicina de la Universidad de Colorado y coautor de la investigación, James O. Hill, ha alertado de que si no se aumenta la actividad física de la población, se fomentarán unos niveles “insostenibles” de restricción alimentaria. “Hay que cambiar el mensaje, de “comer menos y moverse más”, por “moverse más y comer mejor””, ha zanjado.

El binomio dieta mediterránea y ejercicio físico anula la predisposición genética a la obesidad

El binomio dieta y ejercicio físico anula la predisposición genética a la obesidad, según el Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn), que ha realizado un estudio que se ha publicados en Plos One.

“Finalizada la investigación, la conclusión es muy clara: la práctica de ejercicio físico y la alimentación es clave para compensar la mutación de los genes FTO y MC4R, de manera que las personas que la padezcan no tienen por qué ser obesas siempre y cuando practiquen deporte y tengan un alto grado de adherencia a la dieta mediterránea. Un hallazgo que abre una puerta de esperanza frente a la creencia de que contra la genética no se podía luchar”, ha señalado la coordinadora de la investigación, la doctora Dolores Corella.

El estudio se centró en el análisis de los dos principales genes relacionados con la obesidad: el FTO y el MC4R. Mientras el FTO, también conocido como “gen de la masa grasa”, es el principal gen asociado con obesidad común en todas las poblaciones y uno de los principales responsables de la acumulación de grasa en humanos; el gen MC4R es el segundo gen en relevancia en los estudios de genoma completo asociados a la obesidad.

Para determinar si su vinculación con el peso corporal (tanto de manera individual como mediante el estudio de su efecto combinado) se podía modular a través de la dieta y el ejercicio físico, los investigadores trabajaron con una muestra de 7.052 participantes del estudio PREDIMED, midiendo la adherencia de estos sujetos a la dieta mediterránea y a la actividad física mediante cuestionarios y analizando la presencia de las variantes en ambos genes.

“Tras analizar los resultados observamos que, además de verificar los efectos del gen FTO que confiere predisposición a la obesidad asociándose significativamente con un mayor índice de masa corporal (IMC), circunferencia de cintura y prevalencia de exceso de peso, el gen MC4R tenía efectos aditivos, de manera que las personas con presencia simultánea de ambas variantes genéticas presentaban mayor peso que si solo tenían una de las variantes”, ha señalado Corella.

No obstante, esta experta ha matizado que estos efectos genéticos no son uniformes para todas las personas, “sino que están modulados por el ejercicio físico y la dieta mediterránea”.

“En lo relativo a la interacción de estos polimorfismos con el estilo de vida, pudimos comprobar que en sujetos sedentarios la asociación de esta variante con un mayor IMC o riesgo de obesidad era mayor que en sujetos activos, en los que prácticamente se contrarrestaba esta mayor predisposición genética”, ha asegurado.

El binomio dieta mediterránea y ejercicio físico anula la predisposición genética a la obesidad

El binomio dieta y ejercicio físico anula la predisposición genética a la obesidad, según el Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn), que ha realizado un estudio que se ha publicados en Plos One.

“Finalizada la investigación, la conclusión es muy clara: la práctica de ejercicio físico y la alimentación es clave para compensar la mutación de los genes FTO y MC4R, de manera que las personas que la padezcan no tienen por qué ser obesas siempre y cuando practiquen deporte y tengan un alto grado de adherencia a la dieta mediterránea. Un hallazgo que abre una puerta de esperanza frente a la creencia de que contra la genética no se podía luchar”, ha señalado la coordinadora de la investigación, la doctora Dolores Corella.

El estudio se centró en el análisis de los dos principales genes relacionados con la obesidad: el FTO y el MC4R. Mientras el FTO, también conocido como “gen de la masa grasa”, es el principal gen asociado con obesidad común en todas las poblaciones y uno de los principales responsables de la acumulación de grasa en humanos; el gen MC4R es el segundo gen en relevancia en los estudios de genoma completo asociados a la obesidad.

Para determinar si su vinculación con el peso corporal (tanto de manera individual como mediante el estudio de su efecto combinado) se podía modular a través de la dieta y el ejercicio físico, los investigadores trabajaron con una muestra de 7.052 participantes del estudio PREDIMED, midiendo la adherencia de estos sujetos a la dieta mediterránea y a la actividad física mediante cuestionarios y analizando la presencia de las variantes en ambos genes.

“Tras analizar los resultados observamos que, además de verificar los efectos del gen FTO que confiere predisposición a la obesidad asociándose significativamente con un mayor índice de masa corporal (IMC), circunferencia de cintura y prevalencia de exceso de peso, el gen MC4R tenía efectos aditivos, de manera que las personas con presencia simultánea de ambas variantes genéticas presentaban mayor peso que si solo tenían una de las variantes”, ha señalado Corella.

No obstante, esta experta ha matizado que estos efectos genéticos no son uniformes para todas las personas, “sino que están modulados por el ejercicio físico y la dieta mediterránea”.

“En lo relativo a la interacción de estos polimorfismos con el estilo de vida, pudimos comprobar que en sujetos sedentarios la asociación de esta variante con un mayor IMC o riesgo de obesidad era mayor que en sujetos activos, en los que prácticamente se contrarrestaba esta mayor predisposición genética”, ha asegurado.

Un antiguo fármaco para el asma puede señalar el camino a nuevos tratamientos para la diabetes y la obesidad

Una de las razones por la que las dietas son tan efectivas a la hora de perder peso para algunas personas “es que sus cuerpos se ajustan a las calorías también mediante la reducción de su metabolismo, por lo que están defendiendo su peso corporal. Amlexanox parece modificar la respuesta metabólica al almacenamiento excesivo de calorías en ratones”, explica Alan Saltiel, director del Instituto de Ciencias de la Vida.

Diferentes formulaciones de amlexanox están actualmente prescritas para tratar el asma en Japón y las aftas bucales en Estados Unidos. Saltiel y sus colegas de la Universidad de Michigan probaron si amlexanox es útil para el tratamiento de la obesidad y la diabetes en los seres humanos y se puede desarrollar un nuevo compuesto centrado en esta droga que optimice su fórmula.

El estudio confirma y amplía la noción de que los genes IKKE y TBK1 juegan un papel crucial para mantener el equilibrio metabólico, un descubrimiento publicado por el laboratorio de Saltiel en 2009 en la revista Cell. “Amlexanox parece que funciona en ratones, inhibiendo IKKE y TBK1 que creemos que juntos actúan como una especie de freno en el metabolismo. Al soltar el freno, amlexanox parece liberar el sistema metabólico para quemar más y posiblemente almacenar menos la energía”, dijo Saltiel.

Con el uso de alto rendimiento químico en el Centro de LSI de Genómica Química para buscar compuestos que inhiben IKKE y TBK1, los investigadores probaron amlexanox y demostraron que tiene efectos beneficiosos en ratones obesos tanto genética como dietéticamente inducidos. El producto químico redujo el peso de los ratones obesos y revirtió los problemas metabólicos relacionados como la diabetes y el hígado graso.

“Estos estudios nos dicen que, al menos en ratones, la vía IKKE/TBK1 juega un papel importante en la defensa de peso corporal mediante el aumento y la disminución de almacenamiento y quema de calorías y que, mediante la inhibición de la vía con un compuesto, puede aumentar el metabolismo e inducir la pérdida de peso, revertir la diabetes y disminuir el hígado graso”, resumió Saltiel.

Sin embargo, los investigadores no saben todavía si los seres humanos responden con la misma vía o si el descubrimiento de la eficacia amlexanox en ratones puede conducir a un compuesto que es seguro y eficaz para el tratamiento de la obesidad y la diabetes en los seres humanos.

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Los cánceres de hígado, páncreas y endometrio son los tumores que están más relacionados con la obesidad y diabetes tipo 2

El cáncer de hígado, el de páncreas y el de endometrio son los tumores que muestran una relación más íntima con la obesidad y la diabetes tipo II, según han comentado diversos expertos durante la VIII Reunión Internacional sobre Investigación Traslacional y Medicina Personalizada, organizada por la Fundación Jiménez Díaz en colaboración con el Instituto Roche y Lilly.

Y es que, la diabetes y el cáncer comparten gran parte de los principales factores de riesgo modificables implicados en su desarrollo y en sus complicaciones, como la obesidad, el sedentarismo y el hábito tabáquico, y tienen también idénticas rutas biológicas, como la resistencia a la insulina y la inflamación crónica.

“La presencia de obesidad/diabetes tipo II puede causar o favorecer el desarrollo de un tumor”, según ha declarado la doctora de la Unidad de Epidemiología del Cáncer del Centro Nacional de Epidemiología (ISCIII), Marina Pollán, quien ha señalado que “ser obeso y/o diabético es un factor de mal pronóstico del cáncer”.

De hecho, trabajos clásicos ya apuntaban que el exceso de ingesta de comida, muy superior a las necesidades fisiológicas, se erige en un factor de riesgo de primer orden para sufrir ciertos tipos de tumores. Ahora, estos hallazgos clínicos han podido ser corroborados, de forma que se insiste en que la obesidad (estrechamente ligada a la diabetes tipo 2) es la “principal causa evitable” de cáncer en no fumadores.

Y es que, según han evidenciado los expertos, estas enfermedades “no sólo” comparten factores de riesgo comunes, sino que también se han identificado asociaciones biológicas entre ellas. Además, dado que la obesidad es el principal factor de riesgo de la diabetes mellitus tipo 2, muchas de las asociaciones encontradas entre el sobrepeso y el cáncer se reproducen en el caso de la diabetes.

Además, a los pacientes con cáncer les va peor si tenían previamente ya el diagnóstico de diabetes. “Ser diabético es un factor de mal pronóstico para el cáncer”, ha recalcado Pollán.

Tratamientos antidiabéticos

Por otra parte, los expertos han asegurado que los tratamientos antidiabéticos tienen una cierta incidencia en el riesgo de cáncer. En este sentido, han comentado que ciertos análogos de la insulina pueden elevar la incidencia de tumores, y han subrayado que antidiabéticos orales clásicos, como la metformina, pueden ejercer un moderado efecto protector frente al cáncer.

“La solución a esta nefasta vinculación entre diabetes/obesidad y cáncer pasa, sobre todo, por adoptar medidas preventivas comunes, es decir, por comer menos y hacer más ejercicio. Pero también se requieren nuevos tratamientos para hacer frente a la epidemia de diabetes y obesidad”, ha indicado Pollán.

Por su parte, el jefe del Servicio de Nefrología e Hipertensión del Instituto de Investigación Sanitaria-Fundación Jiménez Diaz, Jesús Egido, ha asegurado que actualmente los pacientes diabéticos están “mejor tratados que nunca”, los médicos generales están “muy bien” formados para controlar la glucemia, la hipertensión o la dislipemia y, además, la innovación en fármacos para el control general de la diabetes es cada día “mayor”.

Sin embargo, a pesar de estos avances, este especialista ha reconocido que el número de diabéticos incrementa de manera sustancial, sobre todo debido al tremendo aumento del sobrepeso y de la obesidad. Así, ante este reto, y además de insistir en la implementación de las conocidas medidas de hábitos de vida saludable, la principal esperanza pasa por el uso de nuevas y prometedoras estrategias terapéuticas.

“La diabetes tipo 2 asociada a sobrepeso y obesidad es una enfermedad muy prevalente, pero heterogénea y que exige enfoques específicos en los que la diana terapéutica no sea únicamente el control metabólico sino la disminución de la grasa proinflamatoria (fundamentalmente la visceral)”, ha comentado la doctora del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Ramón y Cajal (Madrid), Clotilde Vázquez.

Un nuevo enfoque en diabetes/obesidad: las incretinas

En esta nueva concepción encajan los conocidos análogos de las incretinas, un grupo de fármacos capaces de producir el efecto de las incretinas naturales (GLP-1 y GIP, hormonas del tracto gastrointestinal), es decir, estimulan la producción de insulina y la supresión del glucagón ante la llegada de comida al aparato digestivo, induciendo también otros efectos positivos sistémicos a medio y largo plazo y sobre el Sistema Nervioso Central (fundamentalmente en relación a la saciedad).

Todo ello, según ha comentado Vázquez, consigue un “mejor control” de la glucemia postprandial, restaura el pico precoz de insulina postprandial y corrige la hiperglucagonemia tan frecuente en la diabetes tipo 2. De hecho, su mecanismo de acción es completamente nuevo y (salvo el caso de la metformina) mucho más fisiológico que otros fármacos.

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Cronobiología y Obesidad: una orquesta desafinada

Recogemos la ponencia de la Dra. Marta Garaulet pronunciada en el marco del VI Aniversario del Instituto Tomás Pascual Sanz para la Nutrición y la Salud.

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Nueva ecuación para el cálculo del porcentaje de grasa corporal

Por este motivo, el equipo de investigadores ha elaborado una nueva ecuación más precisa que el IMC para el cálculo del porcentaje de grasa corporal, ya que la grasa es la que establece en una persona la condición de normalidad, sobrepeso u obesidad.

El trabajo evaluó el grado de error en el diagnóstico del IMC, cuya fórmula consiste en dividir el peso en kilogramos entre la altura en metros al cuadrado. Como principales resultados, el trabajo concluyó que un 29% de las personas que según el IMC se sitúan en el rango de normalidad ofrecen realmente un porcentaje de grasa corporal propio de una persona obesa y que un 80% de las personas que, según el mismo índice, presentan sobrepeso, realmente son obesas.

“Comprobamos que el método del IMC ofrece una altísima tasa de error en el diagnóstico de personas obesas”, advierte el doctor Javier Gómez Ambrosi, investigador del Laboratorio de Investigación Metabólica de la Clínica, grupo liderado por la doctora Gema Frühbeck, directora del Laboratorio y presidenta de la Sociedad Europea para el Estudio de la Obesidad (EASO).

Ya que “subestima la prevalencia tanto de sobrepeso como de obesidad que, al fin y al cabo, se definen como un exceso de grasa corporal y no de peso”, han señalado los investigadores que han visto publicado distintas vertientes de estudio en las revistas científicas Obesity, International Journal of Obesity y Diabetes Care.

El método utilizado para comprobar el margen de error que cometía el sistema del IMC en el cálculo del porcentaje de grasa corporal fue la pletismografía por desplazamiento de aire. Dicha valoración se realiza mediante un equipo denominado BOP-POD, cuyo funcionamiento se basa en la medición del volumen corporal a través del desplazamiento de aire que produce un cuerpo dentro de una cámara especial (mantiene constante presión, temperatura y humedad). En definitiva, se trata de un método específico para medir la composición corporal.

Además, los especialistas establecieron en todos los individuos estudiados los marcadores sanguíneos de sensibilidad a la insulina, el perfil lipídico (de riesgo coronario), así como por otros factores de riesgo cardiometabólico.

Según estos biomarcadores, los investigadores comprobaron que los factores de riesgo cardiometabólico se encontraban elevados en aquellas personas delgadas o con sobrepeso, según el IMC, pero clasificados como obesos según su porcentaje de grasa corporal, en comparación con los individuos que presentaban índices normales de grasa corporal.

“Hemos demostrado que estos sujetos considerados delgados o con sobrepeso, que realmente tienen un porcentaje elevado de grasa, presentan elevadas cifras de presión arterial, glucosa, insulina, así como de colesterol, triglicéridos y marcadores de inflamación”, explica.

En este caso, los especialistas elaboraron una herramienta para intentar compensar los errores en el diagnóstico de la obesidad que arroja el IMC. El objetivo de esta nueva fórmula de medición reside en “que los médicos de Atención Primaria y otros especialistas cuenten con una herramienta más precisa que el IMC”.

Con tal motivo y basándose en los resultados obtenidos del estudio de los más de 6.000 individuos analizados, el equipo desarrolló una nueva ecuación, “bastante compleja, pero para cuyo cálculo hemos confeccionado una hoja excel que puede descargarse en el ordenador cualquier profesional interesado”, subraya el especialista.

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Nueva ecuación para el cálculo del porcentaje de grasa corporal

Por este motivo, el equipo de investigadores ha elaborado una nueva ecuación más precisa que el IMC para el cálculo del porcentaje de grasa corporal, ya que la grasa es la que establece en una persona la condición de normalidad, sobrepeso u obesidad.

El trabajo evaluó el grado de error en el diagnóstico del IMC, cuya fórmula consiste en dividir el peso en kilogramos entre la altura en metros al cuadrado. Como principales resultados, el trabajo concluyó que un 29% de las personas que según el IMC se sitúan en el rango de normalidad ofrecen realmente un porcentaje de grasa corporal propio de una persona obesa y que un 80% de las personas que, según el mismo índice, presentan sobrepeso, realmente son obesas.

“Comprobamos que el método del IMC ofrece una altísima tasa de error en el diagnóstico de personas obesas”, advierte el doctor Javier Gómez Ambrosi, investigador del Laboratorio de Investigación Metabólica de la Clínica, grupo liderado por la doctora Gema Frühbeck, directora del Laboratorio y presidenta de la Sociedad Europea para el Estudio de la Obesidad (EASO).

Ya que “subestima la prevalencia tanto de sobrepeso como de obesidad que, al fin y al cabo, se definen como un exceso de grasa corporal y no de peso”, han señalado los investigadores que han visto publicado distintas vertientes de estudio en las revistas científicas Obesity, International Journal of Obesity y Diabetes Care.

El método utilizado para comprobar el margen de error que cometía el sistema del IMC en el cálculo del porcentaje de grasa corporal fue la pletismografía por desplazamiento de aire. Dicha valoración se realiza mediante un equipo denominado BOP-POD, cuyo funcionamiento se basa en la medición del volumen corporal a través del desplazamiento de aire que produce un cuerpo dentro de una cámara especial (mantiene constante presión, temperatura y humedad). En definitiva, se trata de un método específico para medir la composición corporal.

Además, los especialistas establecieron en todos los individuos estudiados los marcadores sanguíneos de sensibilidad a la insulina, el perfil lipídico (de riesgo coronario), así como por otros factores de riesgo cardiometabólico.

Según estos biomarcadores, los investigadores comprobaron que los factores de riesgo cardiometabólico se encontraban elevados en aquellas personas delgadas o con sobrepeso, según el IMC, pero clasificados como obesos según su porcentaje de grasa corporal, en comparación con los individuos que presentaban índices normales de grasa corporal.

“Hemos demostrado que estos sujetos considerados delgados o con sobrepeso, que realmente tienen un porcentaje elevado de grasa, presentan elevadas cifras de presión arterial, glucosa, insulina, así como de colesterol, triglicéridos y marcadores de inflamación”, explica.

En este caso, los especialistas elaboraron una herramienta para intentar compensar los errores en el diagnóstico de la obesidad que arroja el IMC. El objetivo de esta nueva fórmula de medición reside en “que los médicos de Atención Primaria y otros especialistas cuenten con una herramienta más precisa que el IMC”.

Con tal motivo y basándose en los resultados obtenidos del estudio de los más de 6.000 individuos analizados, el equipo desarrolló una nueva ecuación, “bastante compleja, pero para cuyo cálculo hemos confeccionado una hoja excel que puede descargarse en el ordenador cualquier profesional interesado”, subraya el especialista.