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IX Congreso Internacional de Barcelona sobre la Dieta Mediterránea

En el marco del IX Congreso Internacional de Barcelona sobre la Dieta Mediterránea, el Dr. Lluis Serra Majem nos explica los principales motivos del aumento de la obesidad en nuestro país, principalmente la obesidad infantil al tiempo que nos apunta las claves para lograr revertir esta tendencia. Seguir la pirámide alimentaria, hacer ejercicio y ajustar la ingesta alimentaria al gasto energético son algunas de las claves.

Un estudio relaciona el consumo de nicotina con la pérdida de masa corporal

Una investigación de la Universidad de Santiago (USC) asegura que el consumo de nicotina podría estar relacionado con una disminución de la ingesta alimenticia, el incremento del gasto energético y, como consecuencia de todo ello, con la pérdida de masa corporal, según los resultados publicados en la revista Diabetes.

Desde hace décadas, está demostrado que la regulación de la ingesta y del peso corporal se llevan a cabo en el hipotálamo, un área localizada en la base del encéfalo. En un paso más allá, diferentes estudios concretaron que la modulación de lo que una persona ingiere está mediada por la regulación de una proteína localizada en esta región, llamada AMPK.

La importancia de esta proteína, involucrada en los primeros pasos de la producción de lípidos, radica en su sensibilidad a cualquier variación en los niveles energéticos de la célula y el organismo, según informa el Servicio de Información y Noticias Científicas (SINC).

En este estudio, los investigadores del grupo NeurObesidad de la USC, dirigido por Miguel López, han demostrado que la nicotina inhibe la capacidad de la proteína AMPK en el hipotálamo provocando la merma de la ingesta y un incremento del gasto energético al activar el tejido adiposo pardo, lo que conlleva una pérdida de masa corporal.

Este hallazgo apoya el uso de la AMPK cómo diana terapéutica contra la obesidad y el desarrollo de fármacos que actúen sobre esta enzima y así poder controlar tanto la ingesta como el gasto energético.

El trabajo, que parte de la tesis de doctorado de Pablo B. Martínez de Morentin, es una línea que el grupo NeurObesidad desarrolla desde hace cuatro años y en la que estudian la posible relación entre la nicotina y AMPK en el hipotálamo.

Descubren un sensor de la grasa que, cuando se estropea, puede favorecer la obesidad

De hecho, y según reconocen los autores de este estudio en la revista Nature, dicho hallazgo puede dar pie a una prometedora diana para nuevos fármacos para el tratamiento de la obesidad y trastornos metabólicos.

La proteína GPR120 se encuentra en la superficie de las células del tejido intestinal, el hígado y la grasa, y permite a las células detectar y responder a los ácidos grasos insaturados de la dieta, especialmente los ácidos grasos omega-3, que tienen un efecto beneficioso sobre la salud.

En concreto, los científicos encontraron que los ratones que presentaban un déficit de esta proteína eran más propensos a la obesidad y el desarrollo de una enfermedad hepática cuando seguían una dieta rica en grasas.

Asimismo, en un estudio con más de 6.000 personas observaron que las personas con una determinada mutación en el gen que codifica la GPR120, que hace que esta proteína responda a los omega-3, también fueron significativamente más propensas a ser obesas, en concreto, un 60 por ciento más.

Cuando los ácidos grasos insaturados de la comida se unen a GPR120 en el intestino, se estimula la liberación de hormonas que suprimen el apetito y estimulan al páncreas para secretar insulina.

De este modo, cuando las células de grasa detectan niveles altos de grasa en la sangre a través de la GPR120, esto les estimula a dividirse para producir más células de grasa, reducir el riesgo de hígado graso y el enrasado de las arterias. Un mecanismo que podría ser una vía importante para lograr algunos de los efectos saludables de omega-3.

Cuando fueron alimentados con una dieta rica en grasas, los ratones que carecían de la proteína GPR120 no sólo se convirtieron en obesos, sino que también tenían el hígado graso, un menor número de células de grasa y un mal control de glucosa en sangre.

Los investigadores creen que los ratones que tienen bajos niveles de GPR120 tienen también dificultades para almacenar el exceso de grasa en el tejido graso. En su lugar, su cuerpo almacena grasa en las zonas donde puede provocar problemas de salud, como el hígado, los músculos y las paredes de las arterias. Un patrón que, en humanos, se asocia con la diabetes tipo 2 y la enfermedad cardiaca.

“Nuestro estudio sugiere que en ratones y seres humanos, los déficit en la proteína GPR120 combinados con una dieta rica en grasas aumentan enormemente el riesgo de obesidad”, ha señalado el profesor Philippe Froguel, uno de los autores del estudio.

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El 40% de los niños obesos sufre apneas

En el marco del Día Mundial del Sueño, el 16 de marzo, la Sociedad Española del Sueño (SES) tiene la voluntad de contribuir en la difusión de la importancia de los trastornos respiratorios del sueño en nuestra sociedad. El SAHS se define como un trastorno de la respiración durante el sueño caracterizado por una obstrucción parcial o completa y prolongada de las vías respiratorias superiores, hecho que conlleva una alteración de la ventilación normal durante el sueño. Sus principales síntomas son ronquidos nocturnos habituales (a menudo con pausas intermitentes, resoplidos o jadeos), trastornos del sueño y problemas de comportamiento diurnos provocados por el desorden existente en los patrones de sueño.

Los pacientes que sufren trastornos respiratorios del sueño son más susceptibles de contraer otras enfermedades relacionadas con otros sistemas. Especialmente, en edades adultas, existe un riesgo muy elevado de padecer al mismo tiempo problemas cerebrovasculares y cardiovasculares, tales como enfermedades isquémicas del corazón o accidentes vasculares cerebrales. Asimismo, la sintomatología producida por la apnea del sueño, también se puede ver incrementada si el paciente ya sufre otras enfermedades, tales como la obesidad, sobre todo en edades infantiles.

Según una investigación sobre Obesidad y SAHS infantil realizada por el pediatra David Gozal, y publicada en Pediatric Pulmonology, se estima que entre un 2 y un 3% del total de la población infantil sufre SAHS, con un pico de prevalencia comprendido entre los 2 y 8 años de edad, estableciéndose así como una de las enfermedades más frecuentes en la infancia. A pesar de tales evidencias, esta enfermedad aún sigue siendo infradiagnosticada y menos del 30% de los profesionales médicos realizan detecciones rutinarias de los ronquidos en los niños en edad escolar y adolescentes.

Destacar, que a su vez, la obesidad es una de las enfermedades más comunes en el hemisferio norte y su prevalencia sigue avanzando, especialmente, en edades muy jóvenes. A parte de los trastornos psicológicos que se pueden desarrollar en un niño obeso, tales como la depresión o las relaciones sociales deficientes, existe un riesgo muy elevado de padecer complicaciones gastrointestinales que pueden desembocar en enfermedades hepáticas y varias otras co-morbilidades, como el síndrome del intestino irritable. Asimismo, los niños obesos tienen un mayor riesgo de sufrir varios trastornos, especialmente aquellos que afectan a los sistemas cardiovascular y metabólico. La presencia simultánea de obesidad y otras enfermedades generadas por el aumento de grasa corporal representan un riesgo latente de acentuar el síndrome de apnea-hipopnea del sueño (SAHS). Ambas enfermedades comienzan a desarrollarse en una etapa muy temprana de la vida, la infancia, aunque el verdadero impacto de las enfermedades inflamatorias se hace patente a largo plazo, durante la edad adulta.

Tales hallazgos clínicos deberían alertar al personal sanitario que el reconocimiento y el tratamiento de la obesidad y el SAHS es de suma importancia y urgencia en niños, de la misma forma que es necesario la búsqueda activa de apnea del sueño en la población infantil obesa ya que más de un 40% de los niños obesos sufren trastornos respiratorios del sueño y la prevalencia de ronquido en la población general infantil obesa se sitúa por encima del 50%, según datos extraídos del estudio NANOS, un estudio cooperativo realizado por investigadores españoles.

La acumulación de morbilidades incrementa el riesgo de mortalidad, de la misma forma que aumentan los mediadores inflamatorios, hecho que determina una disfunción cardiovascular y endotelial y, en algunos casos, la aparición de diabetes y la resistencia a la insulina. En este sentido, queda evidenciada la relación entre la obesidad y el SAHS y su vinculación a muchas vías comunes que conducen a la inducción de la inflamación crónica en niños.

Un estudio realizado por el área de Sueño de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica publicado en Sleep Medicine sobre el papel de los métodos de diagnóstico simplificados del tipo de la poligrafía demuestra que la poligrafía es cada vez más efectiva para la indicación de adenoamigdalectomía y para el diagnóstico de SAHS residual. Es muy eficaz y, en niños, se utiliza de forma domiciliaria.

Por otro lado, los trastornos respiratorios del sueño tienden a aumentar con la edad y afectan a un amplio rango de población adulta. Los pacientes con SAHS tienen mayor riesgo de sufrir accidentes vasculares cerebrales (AVC). La incidencia anual de AVC es del 2 al 18 x 1000 habitantes y es la segunda causa de muerte en el mundo y la primera de discapacidad. Estudios recientes demuestran que el 63% de los pacientes que han sufrido un AVC tienen un SAHS.

El SAHS se ha establecido como un factor de riesgo para sufrir un AVC. De manera que el riesgo de sufrir un AVC aumenta hasta 6 veces en los adultos que presentan un SAHS grave y no sólo eso sino que también aumenta el riesgo de recurrencia. El tratamiento de las apneas con CPAP reduce el riesgo de los eventos cerebrovasculares al mínimo.

Según la Sociedad Española de Neurología (SEN), existe una necesidad latente de realizar más estudios en esta dirección, centrados en la mejora de la adhesión y la tolerancia del tratamiento con CPAP en los pacientes con AVC con la finalidad de poder ofrecer a los enfermos una mejor calidad de vida.

El síndrome de apnea del sueno (SAHS) afecta al 4 -6% de la población general. Los pacientes que lo padecen no sólo presentan un deterioro de su calidad de vida sino que presentan un mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares tales como: infarto de miocardio, arritmias, síndrome metabólico e hipertensión arterial. El tratamiento con CPAP mejora la calidad de vida de quienes padecen SAHS y disminuye el riesgo de todas estas patologías asociadas, lo que supone un importante ahorro de costes sociosanitarios.

Descubren que un gen anticáncer combate también la obesidad

Este grupo, liderado por el científico del CNIO Manuel Serrano, ha demostrado también que un compuesto sintético, desarrollado dentro del centro, produce los mismos beneficios antiobesidad en animales que el gen estudiado.

Esos avances, logrados tras cinco años de trabajo, añaden peso a una hipótesis que está ganando adeptos entre los investigadores en este campo: que el cáncer y el envejecimiento, y ahora también la obesidad, son todas manifestaciones del mismo proceso global que se desarrolla en el cuerpo a medida que sus tejidos acumulan más daño del que los mecanismos naturales de reparación son capaces de manejar.

Entre estos mecanismos de reparación natural, destaca un pequeño conjunto de genes identificados, en un primer momento, por su efecto protector contra el cáncer. En los últimos años se ha demostrado que algunos de estos genes también promueven la longevidad –un trabajo también del CNIO– y juegan un importante papel en otros problemas de alta incidencia, como la diabetes o la enfermedad cardiovascular.

El equipo de Serrano se propuso averiguar si el gen Pten, uno de los cuatro genes anticáncer más potentes, podría estar vinculado a otro efecto beneficioso, sobre todo a la longevidad. Para ello, crearon ratones transgénicos con el doble de los niveles estándar de proteína Pten.

Los animales, como se esperaba, mostraron ser más resistentes al cáncer que sus compañeros no transgénicos. Además, vivieron de media un 12 por ciento más que el resto. Este efecto fue independiente de la resistencia al cáncer.

No es que los ratones murieran de cáncer más tarde, sino que aquellos que nunca desarrollaron cáncer también vivían más y mostraban menos síntomas de envejecimiento. Así, como esperaban, se demostró que “Pten tiene un impacto directo en la duración de la vida”.

La verdadera sorpresa

La “verdadera sorpresa”, según señalan los autores, fue que los ratones con doble dosis de Pten eran significativamente más delgados –un 28% de media– que el resto, incluso cuando comían más. Eran además más sensibles a la hormona insulina, por lo que presentaban menos riesgo de desarrollar diabetes, y sus hígados resistían mejor que los normales una dieta rica en grasas.

Los autores buscaron la causa en un mayor gasto de energía, probando el metabolismo y el tejido graso de los animales, entre una serie de factores. Descubrieron que la respuesta era la grasa marrón, un tipo de tejido que, paradójicamente, ayuda al cuerpo a quemar la grasa acumulada alrededor del estómago y que cada vez se investiga más en todo el mundo para luchar contra la obesidad.

Precisamente, era la capacidad de Pten para activar la grasa marrón lo que explica la delgadez de los ratones que portaban copias extra de este gen. Los investigadores vieron que se podía lograr ese mismo efecto en células de grasa marrón cultivadas “in vitro”.

“Lo que hemos visto es que los genes supresores de tumores no sólo protegen contra el cáncer, también contra el daño que acumula el cuerpo con el tiempo”, explica Serrano.

La evolución ha equipado al ser humano con mecanismos que les cuidan hasta que sus hijos pueden sobrevivir solos. Sin embargo, después, la evolución pierde interés y rehúsa seleccionar mecanismos de reparación para reducir el daño acumulado con el tiempo. “Este es el motivo por el que, cuando somos jóvenes, estamos protegidos frente al cáncer y las enfermedades del envejecimiento”, expone.

El principal modo de acción de Pten es inhibir la actividad de la proteína PI3K, capaz de activar un complejo bioquímico en cascada. Para averiguar si Pten utiliza este mecanismo para actuar sobre la grasa marrón, los investigadores usaron una molécula sintética desarrollada por el CNIO. La molécula del CNIO-PI3Ki inhibe la proteína PI3K del mismo modo que Pten y activa la grasa marrón, han confirmado.

Los investigadores creen que, con esta molécula y sus últimos descubrimientos, tendrían ahora una buena oportunidad para conseguir un fármaco con los mismos efectos que una dosis extra de Pten en ratones transgénicos. Para Serrano, ahora sería posible imaginar “una píldora que active los supresores tumorales o que haga que quememos el exceso de nutrientes”.

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Una de cada cuatro mujeres con menopausia tiene problemas de obesidad

Varios estudios realizados con mujeres postmenopáusicas han demostrado un incremento en la grasa abdominal asociado a la edad, lo que pone de manifiesto que el binomio edad y menopausia trae consigo una tendencia al aumento de peso, derivando en una forma de obesidad denominada tipo “manzana” con acúmulo de grasa a nivel abdominal, explica el Dr. Plácido Llaneza, miembro de la junta directiva de esta entidad, con motivo de la VII Reunión Hispano-Lusa de la Menopausia, celebrada recientemente en Faro (Portugal).

“A medida que envejecemos el riesgo de obesidad aumenta”, reconoce este experto que considera “erróneo” pensar que en algún punto de la menopausia el organismo se estabiliza y permite un mejor control de peso.

El aumento de peso suele obedecer a un problema multifactorial que varía según las personas, pero donde fundamentalmente destacan la ingesta de calorías, un estilo de vida sedentario, susceptibilidad genética, así como cambios psicológicos y hormonales.

De hecho, según el Dr. Llaneza, “los cambios hormonales pueden ser causa del aumento de peso dada la influencia de los estrógenos sobre la regulación del apetito, el gasto de energía y el metabolismo en los tejidos”.

Sin embargo, y aunque reconoce que no existen soluciones mágicas para combatir la obesidad, la AEEM y otras sociedades científicas recomiendan realizar 30 minutos diarios de una actividad física de intensidad moderada, preferentemente todos los días de la semana, “con la finalidad de mejorar la salud y prevenir las enfermedades cardiovasculares”, argumenta este experto, que insiste en que se debe individualizar cada caso y adaptar la intensidad de dichas recomendaciones.

En cuanto a los hábitos alimenticios, los expertos aconsejan reducir las grasas saturadas, los azúcares, comidas procesadas y su sustitución por alimentos como las frutas, hortalizas y cereales integrales, lo que proporcionará una buena base de alimentos de baja densidad energética con alto contenido en fibra e índice glicémico bajo, que facilitará la aparición de una saciedad temprana y contribuirá a disminuir la ingesta energética.

La dieta hay que iniciarla y mantenerla

El Dr. Llaneza reconoce que “en general, uno de los mayores problemas asociados a las dietas es la escasa adherencia a largo plazo”. La dieta mediterránea presenta en este aspecto una ventaja para su seguimiento, ya que puede conseguir una pérdida de peso similar a otras dietas cuando se restringen las calorías y con un mejor control glucémico.

No obstante, independientemente del régimen escogido, los expertos insisten en que “estas dietas deben asegurar la cobertura de las necesidades diarias de calcio y vitamina D”.

Asimismo, aunque no se ha demostrado claramente que la menopausia precoz esté asociada con más o menos riesgo de obesidad, hay estudios que inciden en que existe una clara relación entre el fallo ovárico prematuro y el exceso de peso, y demuestran que las mujeres obesas pueden presentar problemas de fertilidad y una peor reserva ovárica.

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¿Por qué algunos contaminantes pueden favorecer la obesidad?

Investigadores del Centro de Investigación Biomédica en Red- Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn) aseguran que la contaminación ambiental puede predisponer a padecer obesidad y otras patologías derivadas del sobrepeso como la diabetes tipo 2, gracias al papel que juegan algunas sustancias tóxicas, llamadas químicos disruptores endocrinos, en la alteración del sistema endocrino.

Estos compuestos químicos están presentes en los alimentos y en multitud de productos de uso cotidiano (como perfumes, plásticos, cosméticos o champús) y, al interaccionar con el sistema endocrino, hacen que el organismo acumule grasa y no músculo.

La mayoría de estos compuestos químicos que, al ser solubles en las grasas, se acumulan en ellas con mayor facilidad y pertenecen al grupo de los contaminantes orgánicos persistentes (COPs), son productos sintéticos -mayoritariamente pesticidas e insecticidas- de baja biodegradabilidad, que se mantienen durante mucho tiempo en el ambiente y se acumulan en la cadena alimenticia.

“De su enorme persistencia nos da una buena idea que todavía hoy detectemos DDT en el 88 por ciento de la población general, cuando este pesticida se prohibió hacia 1975”, explica el investigador del CIBERobn y presidente de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), Javier Salvador.

La exposición de los seres vivos a los disruptores endocrinos es universal, ya que se encuentran repartidos por todo el mundo como consecuencia de un empleo generalizado, sobre todo en la producción agrícola y en la pesca, a través de los vertidos de aguas residuales.

Además, estos compuestos acumulados en la grasa son transmitidos a la descendencia a través de la madre durante la gestación y después en la lactancia.

Los científicos creen que estos tóxicos también aumentan el riesgo de dos trastornos muy relacionados con la obesidad, como el síndrome metabólico y la resistencia a la insulina.

Según explica el doctor Salvador, “la obesidad visceral promueve la liberación de ácidos grasos libres que llegan al hígado y contribuyen a generar resistencia a la insulina, lo que favorece la diabetes”. Por ello, “la exposición simultánea a varios COP puede contribuir al desarrollo de obesidad, dislipemia y resistencia a la insulina, los precursores más comunes de la diabetes”.

También hay otros estudios recientes que indican que los plásticos de policarbonato como el bisfenol A, que se utilizan sobre todo en los populares “tuppers”, podrían contribuir a generar diabetes al ser sometidos a altas temperaturas.

Asimismo, una investigación de la Universidad Miguel Hernández, de Elche, analizó a ratas embarazadas expuestas a este compuesto durante los 19 días que dura la gestación de este animal. Todas desarrollaron diabetes gestacional, mientras que las crías también acabaron siendo diabéticas a los seis meses de nacer (lo que en seres humanos equivaldría a tener unos 40 años).

La obesidad también contamina

No obstante, el Dr. Salvador y su equipo reconocen que entre contaminación y obesidad existe una relación bidireccional. Así, aunque hasta ahora existen numerosos estudios que sugieren que la primera predispone a la segunda, el sobrepeso, además de las múltiples enfermedades que puede provocar, también tiene un efecto adverso sobre la conservación y sostenibilidad del medio natural.

Hay diversos estudios que así lo demuestran, como el realizado por la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y publicado en el International Journal of Epidemiologogy en 2009, que reveló que cada persona obesa es responsable, en promedio, de casi una tonelada más de emisiones de dióxido de carbono por año que una persona delgada, lo que significa agregar 1.000 millones de toneladas del gas por año en una población de 1.000 millones de personas con sobrepeso.

Minimizar las emisiones de dióxido de carbono es un factor clave para desacelerar el cambio climático. Cuando se trata de la ingesta de alimentos, desplazarse en un cuerpo pesado es como conducir un coche grande que consume mucha gasolina.

Sirva como ejemplo en este sentido un estudio del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos que calculó que entre 1960 y 2002, se podían haber ahorrado el 0,7 por ciento de las emisiones de CO2 y del consumo de combustible si los pasajeros de los vehículos no fueran obesos. Traducido a números, se consumieron más de 3.700 millones de litros de gasolina por culpa del sobrepeso de los americanos en esos 42 años.

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El Hospital Vall d´Hebron, primer centro público de España en operar con tecnología robótica la obesidad mórbida de pacientes pediátricos

El sistema robótico aporta numerosos beneficios, ya que permite una mayor precisión y reduce las complicaciones; lo que se traduce en beneficios evidentes para los pacientes y en unos mejores niveles de eficiencia del sistema de salud.

La obesidad se ha convertido en los últimos tiempos en un importante problema de salud pública, con una carga de enfermedad asociada muy importante (diabetes, hipertensión, dislipemia, mayor riesgo de cáncer, etc.). En consecuencia, actualmente se considera la obesidad como la segunda causa de mortalidad predecible después del tabaco. Además, la obesidad mórbida (OM) es una enfermedad crónica que no tiene un único tratamiento médico realmente eficaz. La dieta y el ejercicio físico no han demostrado ser suficientes para lograr una reducción significativa y sostenida del peso y tampoco se ha encontrado todavía un agente farmacológico efectivo para el tratamiento. Según el NIH (National Institute of Health) la cirugía bariátrica constituye el único tratamiento realmente efectivo para la OM.

Entre un 15 y un 20 por ciento de la población pediátrica de España tiene sobrepeso, y entre un 0,5 y un 1 por ciento sufre obesidad mórbida. Sólo en el 2011, en Vall d”Hebron se atendieron una veintena de estos casos extremos en jóvenes y adolescentes.

El objetivo de la cirugía bariátrica es doble: por un lado, reeducar los hábitos alimentarios de manera que se logre la máxima reducción del exceso de peso de forma sostenida y en el menor tiempo; y, por otro, prevenir, reducir y tratar la comorbididad asociada.

Existen diversas clasificaciones de la obesidad según el índice de masa corporal (IMC = peso/talla2) propuestas por la OMS (Organización Mundial de la Salud), la SEEDO (Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad ) y la ASMBS (American Society for Metabolic and Bariátrica Surgery).

Así, se habla de sobrepeso cuando el IMC está entre 25 y 30; obesidad en grado I si está comprendido entre 30 y 35; obesidad en grado II para los casos de IMC entre 35 y 40; obesidad en grado III cuando es superior a 40; obesidad extrema o súper obeso si supera los 50; y mega obeso para un IMC por encima de 60.

Clínicamente, la obesidad mórbida es una enfermedad grave porque se vincula y/o agrava a otras patologías metabólicas, endocrinas, digestivas, vasculares, respiratorias, osteo-articulares, sexuales, y psicosociales, entre otras. Los obesos mórbidos tienen también un mayor riesgo de padecer cáncer de mama, de endometrio, de colon y de próstata.

Estricta selección clínica, psiquiátrica y dietética del candidato

No todo el mundo es candidato adecuado a cirugía bariátrica, y menos en edad pediátrica. En una fase inicial, cualquier paciente con problemas graves de sobrepeso es visitado en los diferentes centros de atención primaria (CAP). En el caso de Vall d´Hebron, aquellos pacientes que requieren una atención más especializada, son atendidos en primera instancia por la Unidad de Obesidad del Servicio de Endocrinología y Nutrición. A los pacientes que pueden ser candidatos a cirugía se les realiza antes una valoración clínica, psiquiátrica y dietética muy estricta y sólo después de ese completo estudio preoperatorio son derivados a la Unidad de Cirugía Bariátrica.

Una vez programada la intervención, ésta tampoco es inmediata. Antes, el paciente vuelve a la Unidad de Obesidad para seguir un nuevo control y tratamiento de su obesidad y de las enfermedades asociadas en espera de ser llamado para ingreso. Durante este tiempo se inicia el proceso de optimización preoperatoria con el objetivo de reducir al mínimo el riesgo quirúrgico. De forma especial, se reeduca su hábito alimentario ajustándolo a su nueva situación. También se le explica la intervención quirúrgica y las posibles complicaciones de la cirugía a corto y largo plazo. El objetivo es conseguir, por un lado, un alto grado de implicación del paciente en su proceso terapéutico y, por otro, su compromiso indefinido de presencia en controles y seguimientos futuros.

La Unidad de Cirugía Endocrina, Bariátrica y Metabólica se inició en mayo de 2001 con el impulso del Dr. José Manuel Fort (actualmente jefe clínico de Cirugía Visceral y Robótica del HUVH). En este período se ha intervenido a más de 600 pacientes en dos fases: una primera (del 2001-2005) con la cirugía abierta, y en la segunda (2006-2011) con la cirugía mínimamente invasiva laparoscópica. Desde 2010, tanto el Dr. Fort como el Dr. Ramon Vilallonga iniciaron el Programa de cirugía robótica de la obesidad habiéndose practicado hasta este momento 76 intervenciones. Este hecho convierte a Vall d”Hebron en el hospital con más intervenciones de este tipo en España.

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Si cocina la madre los niños son menos obesos

Así, los hijos cuyos menús son preparados por sus madres están mejor alimentados y sufren menos obesidad, mientras que el estado nutricional de los pequeños “empeora cuando una persona diferente a la madre les prepara el menú familiar”.

Y es que en la actualidad “continúa siendo la madre la figura familiar que mejor conoce las necesidades alimentarias de sus hijos y la mejor preparada, en términos de conocimientos alimentarios, para la elaboración y el mantenimiento de una óptima alimentación familiar”, según pone de manifiesto la UGR en un comunicado.

En esta investigación publicada recientemente en la revista Nutrición Hospitalaria, los científicos emplearon una muestra constituida por 718 niños y adolescentes escolares de entre 9 y 17 años de trece centros educativos públicos y privados de la ciudad de Granada y de su provincia.

Mediante el uso de técnicas de antropometría, se valoraron las variables de peso y talla de los sujetos y, con ello, el índice de masa corporal; se efectuaron según edad y sexo. También fueron valorados seis pliegues cutáneos (pliegue tricipital, bicipital, subescapular, suprailíaco, pliegue del muslo y de la pantorrilla), así como cuatro perímetros corporales, esto es, de la cintura, de la cadera, del brazo y del muslo.

Por otra parte, y con objeto de analizar la influencia del entorno familiar en el desarrollo del sobrepeso y la obesidad entre la población de alumnos, los científicos de la UGR emplearon un cuestionario específicamente elaborado por el equipo investigador, en el que no sólo se recogía información relativa a aspectos de su entorno familiar, sino también a la frecuencia de consumo de determinados alimentos y a la práctica de alguna actividad física.

Ocio sedentario

Los investigadores han encontrado asimismo una relación entre la práctica del ocio sedentario y los valores de índice de masa corporal (IMC), hallando diferencias estadísticamente significativas para IMC de aquellos individuos con actitudes ociosas eminentemente sedentarias, frente a aquellos otros que no las mantenían. Así pues, a medida que aumenta el número de horas que los alumnos ven la televisión, juegan con los videojuegos o simplemente están conectados a Internet, sus puntuaciones en el índice de masa corporal se incrementan exponencialmente.

A la luz de los resultados de este trabajo, los científicos han concluido que existe “una imperiosa necesidad” de fomentar prácticas y estilos de vida saludables entre las familias, entre las cuales es altamente recomendable la práctica de ejercicio físico a través de “juegos clásicos”. Se trata de la mejor herramienta para mantener un adecuado estado físico y nutricional y, en definitiva, un óptimo estado de salud, máxime cuando los principales implicados son sujetos de corta edad, en este caso población en edad escolar.

Este artículo ha sido publicado por los investigadores de la Universidad de Granada María José Aguilar Cordero y Emilio González Jiménez (Departamento de Enfermería), Carmen García García (Laboratorio de Antropología Física), Pedro García López (Departamento de Estadística), Carlos Alberto Padilla López y Judit Álvarez Ferre (Grupo PAI de Investigación CTS-367 de la Junta de Andalucía) y Esther Ocete Hita (Departamento de Pediatría).

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Cuando la obesidad es una cuestión cultural

La bióloga ha estudiado a más de 50 familias gitanas, 380 individuos en total, para analizar los malos hábitos alimenticios que ocasiona un alto índice de obesidad entre las personas de esta etnia.

Rebato trabaja con ellos en varios proyectos, entre los que destaca uno titulado Determinantes genéticos y ambientales de la obesidad en familias de etnia gitana de la Comunidad Autónoma del País Vasco, financiado por el antiguo Ministerio de Ciencia e Innovación, según ha informado la UPV-EHU.

En el trabajo, la bióloga ha sometido a encuestas de tipo socioeconómico y de percepción de imagen a los integrantes del estudio, y se les han tomado medidas antropométricas, la tensión arterial y muestras de saliva. “No sólo estudiamos la métrica o el fenotipo, analizamos también algunos genes para ver ahí si hay alguna variante especial en la población gitana”, ha señalado.

Según Rebato, existe una “terrible prevalencia” de la obesidad en personas de etnia gitana que, si en la población general es del 15-20 por ciento, en la población gitana aumenta hasta el 50 por ciento, tanto en hombres como en mujeres. Además, es una obesidad central o abdominal que, especialmente en los hombres es “muy peligrosa”, porque es una obesidad ligada a la enfermedad cardiovascular de la diabetes.

En este sentido, la bióloga ha argumentado que hay una “cultura de la obesidad”, lo que explica este fenómeno. “Cuando las poblaciones que no han tenido mucho poder acceden a los alimentos, el poderío se demuestra mediante niños más orondos, más redondos”; además de que las familias gitanas han accedido a una cultura obesogénica, “a comer alimentos más baratos y grasos”.

Para Rebato, todo ello tiene “graves consecuencias”, ya que algunos de los niños de familias gitanas que están participando en el estudio son ya hipertensos, y el estado de muchas mujeres apunta a posibles problemas de diabetes o de corazón en la época posmenopáusica.

La investigadora se ha comprometido, además, a informar a las familias sometidas a estudio y advertirles sobre los malos hábitos que puedan tener, proponiéndoles algunos cambios. “No queremos quitarles su cultura culinaria, pero, por ejemplo, les decimos que cocinen con menos grasa, que caminen un poco más”, ha señalado Rebato, que ha precisado que “queremos informarles de lo que hay y, luego, que ellos decidan qué hacer”.

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Dejar a los niños elegir su propia comida, la mejor opción para evitar el sobrepeso infantil

Actualmente, los expertos recomiendan que el periodo de lactancia se alargue durante al menos los primeros seis meses de vida del bebé y, a partir de ahí, ir introduciendo una alimentación más sólida a base de purés o papillas variadas que la madre selecciona.

Sin embargo, según se desprende de los resultados de un estudio publicado en el último número del British Medical Journal Open, dar libertad de elección tiene “un impacto positivo en la formación de hábitos saludables de nutrición” y, al mismo tiempo, “protege al niño de una futura obesidad o sobrepeso”.

En dicha investigación se hizo un seguimiento a 155 niños de entre 20 meses y 6,5 años, cuyos padres completaron cuestionarios detallados sobre los hábitos alimenticios y preferencias de sus niños.

A más de la mitad de los menores (92) se les permitió alimentarse por si mismos ofreciéndoles bocadillos de alimentos variados, mientras que los 63 restantes fueron alimentados por sus padres con papillas a cucharadas.

Todos los niños recibieron durante el período de estudio alimentos de todos los grupos: desde carbohidratos, frutas y verduras, a proteínas y productos integrales.

De este modo, los resultados mostraron que los niños que se alimentaron solos solían comer más carbohidratos que los niños alimentados con papillas. Sin embargo, entre los niños alimentados con papillas, los alimentos favoritos eran los dulces.

“Se observó esta preferencia a pesar del hecho de que, junto con los alimentos dulces, los niños alimentados con papillas recibieron más a menudo carbohidratos, frutas y vegetales, proteínas y alimentos integrales que los niños que se alimentaron con bocadillos”, advierten los autores.

Además, al final del estudio se observó que el porcentaje de niños con sobrepeso y obesidad era mayor en el grupo de las papillas. E incluso cuando se tomaron en cuenta factores como los socioeconómicos, o el peso al nacer y el peso de los padres, siguieron observándose los mismos resultados.

Según reconoce la doctora Ellen Townsend, directora del estudio, “los resultados sugieren que los niños que se destetan para alimentarse con sus propias elecciones aprenden a regular su consumo de alimentos, lo que les lleva a un menor índice de masa corporal (IMC) y a una preferencia por los alimentos sanos, como los carbohidratos”.

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Recomiendan impulsar la dieta mediterránea en los comedores escolares

Así, este experto ha recomendado que los responsables de estos escolares eliminen el exceso de grasas y de sal -“que está claramente relacionada con la hipertensión arterial”- y la comida basura; y que, por otro lado, aumenten, en línea con la dieta mediterránea, el consumo de aceite de oliva, legumbres, verduras y cereales.

En este sentido, ha reconocido que los habitantes de los países donde la dieta mediterránea está implantada tienen una mayor calidad y esperanza de vida. Sin embargo, la profesora de Nutrición de la Universidad CEU San Pablo, Ángela García González, que también ha participado en el encuentro, ha lamentado que “comer sano es caro” y, por ello, ha instado a la Administración a que subvencione este tipo de alimentos.

Un exceso calórico

Esta experta ha denunciado que los niños europeos comen más calorías de las recomendadas y, en concreto, que los españoles están “a la cabeza de Europa” en este ámbito. Así, ha destacado la importancia que tiene este exceso energético, puesto que, aproximadamente, un consumo extra de 100 calorías diarias supone una ganancia media de cinco kilos anuales.

García González ha recordado la importancia de realizar cinco comidas diarias y, en este sentido, ha insistido en que hay que instruir a los menores en que el desayuno es “de mesa y mantel” y que es una de las comidas más importantes del día.

La profesora de la Universidad CEU San Pablo ha reconocido que, aunque la sociedad debe adquirir unas pautas alimentarias adecuadas, es “extremadamente difícil” compatibilizarlas con el ritmo de vida actual, por lo que “hay que adaptarlas a las circunstancias actuales”.

Así, ha señalado que la educación nutricional de los menores tiene que empezar en casa donde los padres deben hacer que sigan una dieta equilibrada mediante “comidas atractivas y la insistencia en su ingesta”.

Importancia de los comedores escolares

No obstante, el Prof. Delgado Rubio ha reconocido que la escuela también tiene una “importancia trascendental” y que es un complemento en la educación nutricional que inculquen los padres.

De esta manera, Paloma Fernández, de la Federación Española de Asociaciones Dedicadas a la Restauración Social, ha insistido en que el centro educativo es uno de los “pilares fundamentales” en la prevención de enfermedades relacionadas con los malos hábitos alimenticios y en la modificación de las pautas saludables, tal y como sostiene la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Así, ha explicado que las empresas encargadas de suministrar los menús a los escolares tienen que presentar con dos semanas de antelación su composición para que “las familias puedan complementar la dieta” de sus hijos en las comidas restantes.

Además, en caso de que una persona padezca obesidad o sufra intolerancia o reacciones alérgicas, siempre que este bajo supervisión médica, las empresas están obligadas a diseñar un menú alternativo para ella.