El responsable del Departamento de Endocrinología y Nutrición del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO), Rubén Bravo, asegura que desde el comienzo de la crisis han aumentado “vertiginosamente” los problemas de ansiedad y depresión que llevan aparejados un aumento de obesidad y sobrepeso.
Según explica este experto, hay tres neurotransmisores (serotonina, dopamina y noradrenalina) fundamentales que inciden directamente en la sensación de ansiedad, hambre y depresión, reforzándose unos con otros, de ahí que la mayoría de las personas que padecen ansiedad incurran en depresión y en problemas de sobrepeso.
Los bajos niveles de estos marcadores producen sensación de ansiedad, tristeza, insomnio y voluntad baja, favoreciendo el comer rápido y mucha cantidad en un reducido intervalo de tiempo, la apetencia incontrolable por el dulce, atracones nocturnos y, a la larga, una sensación de hambre “casi insaciable”.
La ansiedad alimenticia se vincula al comer, pero ya no sólo como una forma de obtener energía, sino también como fuente de placer y, por tanto, en muchas ocasiones lo que espera satisfacerse es calmar un estado de estrés y malestar, más que la necesaria y propia reposición de energías y nutrientes.
El problema, según este experto, surge cuando la ansiedad sobrepasa determinados límites y se convierte en un problema de salud. “En estos casos no estamos ante un simple problema de nervios, ni de picoteo, sino que empieza a manifestarse en las personas una tendencia repetitiva de comida a destiempo, con el consumo de gran cantidad de alimentos, generalmente muy ricos en calorías, de forma rápida e imposible de controlar, buscando no sólo saciar el apetito, sino la angustia generada por una determinada situación”, asegura Bravo.
Para su detección, este experto destaca la importancia que juega la técnica de electroimpedancia sistémica de la actividad cerebral y hormonal, a través de la que se pueden determinar los niveles de estos neurotransmisores que guardan relación con la ansiedad, el hambre y la depresión.
Según explican, una persona con ansiedad alimenticia muestra una serie de síntomas que no siempre están manifestados en público: picar de forma frecuente sin tener hambre para liberarse del estrés o reconfortarse; buscar consuelo en la comida al sentirse triste, enfadado, solo o aburrido; provocarse atracones, devorando la comida con prisa hasta sentirse dolorosamente lleno; y en consecuencia, experimentar sentimientos de vergüenza y culpabilidad.
En este caso, sería lógico que el análisis por electroimpedancia nos indique insuficiencia de serotonina – un neurotransmisor que ayuda a que las personas no repitan los mismos comportamientos una y otra vez- y esto nos hará pensar cómo podemos recompensarla, especifica Bravo.