Cerebro e intestino: Aspectos psicológicos en los trastornos funcionales digestivos (Parte IV)
María Pérez Esteban/ Mayo 2016
El siguiente artículo habla de los aspectos psicológicos en los trastornos funcionales digestivos. La manera de enfocar nuestra vida, la conducta, los pensamientos y emociones repercute en nuestra salud, especialmente en lo considerado para muchos nuestro “segundo cerebro”. Hay una estrecha relación entre nuestro aparato digestivo y nuestra mente, que va desde la parte fisiológica con el nervio vago como hilo conductor entre nuestro cerebro y nuestro intestino hasta el asombroso parecido estructural entre un proceso y otro. Es necesaria una colaboración entre los profesionales de la medicina y de la psicología con el objetivo de ayudar a los pacientes en la mejoría y/o curación de estas patologías. Lo que no podemos ignorar por más tiempo es que no solo somos un conjunto de órganos con una fisiología particular; somos seres racionales y sobre todo somos seres emocionales, todo se relaciona y se influye. Es necesario por tanto atender otros aspectos de la vida del paciente para llevar a cabo los tratamientos más adecuados para que tengan una vida más sana y plena.
Palabras clave: Cerebro, Intestino, nervio vago, digestión, expulsión, hambre emocional, emociones básicas, niveles de intervención, áreas vitales, dietas, intolerancias alimentarias, colaboración profesional.
EL CÍRCULO VICIOSO. CONEXIÓN ENTRE LOS PROBLEMAS DIGESTIVOS Y PSICOLÓGICOS (PARTE 4)
He observado en pacientes que tras pasar determinadas experiencias traumáticas o épocas en la vida en los que la persona ha sufrido enormemente y ha seguido hacía delante sin detenerse “echándose todo encima”, cuando parece que está más tranquilo aparece un problema de salud, alergia o actualmente las famosas intolerancias alimentarias. Nuestro estilo de vida actual, la alimentación, la contaminación, el estrés, el sedentarismo, cómo gestionamos nuestros conflictos y emociones…etc. con todo esto al final acabamos “machacando” nuestro sistema inmune y lo que en principio no representaba ningún peligro se convierte en un enemigo a evitar. En países subdesarrollados como África o determinados países de Iberoamérica, aunque tienen otras problemáticas bastante graves, no están desarrollando las patologías intestinales que están floreciendo cada vez más fuerte en los países del llamado primer mundo. Hace 50 años era impensable encontrar en un supermercado o en la carta de un restaurante alimentos sin lactosa, sin gluten, sin trazos de frutos secos, sin azúcar, aproteicos, etc.…, no hay que olvidar que los alimentos prohibidos ya empezaron en la antigüedad por cuestiones religiosas: cerdo, vaca…,etc. Ahora sumamos cuestiones morales: los que no comen pescado, carne, nada procedente de un animal a cuestiones caprichosas: esto no me gusta, esto si , y el mundo de las dietas; desde el gran universo infinito de las dietas para adelgazar, a las nuevas incorporaciones para depurar, tonificar, anti-edad, anti-oxidantes, anti-flacidez, anti…, y me paro porque no quiero que este artículo se convierta en un libro del tamaño de “Guerra y paz”.
Comer ha pasado de ser una necesidad básica de supervivencia a convertirse en un hobby: “vamos a probar un sitio nuevo” y además en un quebradero de cabeza: “yo no puedo/quiero comer….”
No soy una persona que suela hacer comidas en mi casa porque me gusta más degustar que cocinar, pero recuerdo una de las veces que (sacando mi lado obsesivo) mandé un email para que los invitados me dijeran lo que no podían comer por ser alérgicos o sentarles mal, o simplemente lo que no les gustaba y la combinación final para adaptarme a todas las necesidades me resultó algo complicada.
Es paradójico que en nuestra sobrealimentada sociedad donde tiramos comida todos los días, tengamos cada vez más restricciones dietéticas por cuestiones médicas, intolerancia o hipersensibilidad a ciertos nutrientes, abandonando tristemente cada vez más el poder de ser omnívoros a convertirnos en “alérgicomnívoros”.
Esto sumado a las crecientes modas, neurosis u obsesiones alimentarias; ahora solo alimentos de color rojo (no es un viva el comunismo) ahora solo alimentos verdes (esto tampoco es un manifiesto de Greenpeace) ahora solo proteínas para el músculo o para adelgazar, ahora el trigo “ huele azufre ” convirtiéndose en el nuevo diablo, ahora solo alimentos para el Ying ahora solo para el Yang, ahora solo aquello que se cultiva en el Himalaya, que digo yo que viviendo en España ¿no hay algo más complicado o lejos de recolectar? Todo esto nos está convirtiendo en una especie de “neuroticomnívoros”, por ejemplo nos encontramos con personas cultas, inteligentes, con sentido común, que durante una semana han estado tomando solamente un líquido viscoso llamado “jarabe de arce” para… ¿Para qué realmente lo han hecho? ¿Para qué hacemos algunas de estas cosas, incluida yo misma?
Alguien puede argumentar muchas cosas, pero ¿no está la parte emocional en todo esto? Lo que está claro es que todo el tema relacionado con ingesta de alimentos es un negocio que funciona, y funciona muy bien porque nos engancha de múltiples maneras.
Con las herramientas anteriores podemos ampliar la visión para comprender determinados problemas digestivos donde no hay una causa orgánica y que tras diversos tratamientos no hay una mejoría, quizás sea necesario hacer un escáner de la vida de la persona y empezar a tratar otro tipo de áreas, conductas, pensamientos, emociones que tal vez estén bloqueando su mejoría o en el mejor de los casos sea una llamada de atención sobre algo que no está funcionado bien. Yo no entro en el origen ni en la causa. Evidentemente la gastritis es un problema físico (se tiene o no se tiene). Pero la manera de sufrirla y los síntomas que provoca sí tienen un claro componente psicológico, son ejemplos de patología psicosomática. La ansiedad, el estrés, la depresión, en definitiva la manera del paciente de llevarla aumentan la secreción ácida gástrica, exacerbando los síntomas digestivos, los cuales contribuyen a aumentar la ansiedad y el estrés del sujeto, conduciendo a su depresión y cerrando el círculo vicioso.
En terapia cuando hago psicoeducación o trabajo determinados problemas del paciente, escojo ejemplos de la vida cotidiana o eventos que en principio no tienen relación con el tema, pero que sirven de anclaje para recordarnos un mensaje. Con esto quiero desvelar que los anteriores comentarios (entre otros) sobre Leonardo Di Caprio en Titanic, no obedecen exclusivamente a una espontaneidad impulsiva y sin falta de control que puede resultar graciosa para algunos o falta de seriedad para otros, aporta además un anclaje para recordar la información del esquema de los cinco niveles. Uso mucho las metáforas para explicarle a un paciente porqué le suceden determinadas cosas, a mi siempre me han servido para comprender y recordar mejor los conceptos. En la que presento a continuación no estoy segura de llamarla metáfora porque el proceso es tan similar que no se si es casual porque nuestra naturaleza así se hizo o poniéndome mas mística quizás ésta nos ha querido lanzar un mensaje para entender mejor la relación de uno con la ayuda del otro.
Para explicar como funciona nuestra psique voy a utilizar como metáfora el proceso digestivo. Cuando ingerimos un alimento primero lo masticamos y tragamos, una vez hecho esto la primera fase es la llegada al estómago donde los jugos y el ácido del propio estómago lo transforman en papilla para así poder pasar al duodeno y entrar en el intestino delgado. Es necesario tratar esa papilla con la bilis y el jugo pancreático que se vierten en el interior del intestino para que la disuelvan en grasa, hidratos, proteínas y azúcar necesarios para vivir. Gracias a esto los alimentos se convierten en absorbibles, filtrándose a través de la pared del intestino y llegando a la sangre. En la alimentación casi todo es absorbible, útil y necesario para
nuestra nutrición. Sin embargo el esqueleto de los alimentos (celulosa y compuestos derivados) no se puede absorber, alimentos por ejemplo que contienen fibra no absorbible.
Por un lado tenemos esta parte no absorbible que llamamos desechos, aunque el nombre no suene muy agradable son muy importantes para el proceso, por otro lado tenemos los movimientos del intestino, señales que recibe y que le hacen, o bien trabajar y contraerse o bien descansar y relajarse, lo que vimos anteriormente con el sistema simpático y parasimpático; por supuesto que en el equilibrio entre las dos señales estaría la actividad normal. Estos desechos junto con los movimientos intestinales, permiten llegar hasta el final del proceso para llevar a cabo la tarea de expulsión.
Todos hemos sufrido en algún momento las graves consecuencias de no expulsar los desechos, sin obviar que para muchas personas puede ser un riesgo de salud. En lo que expulsamos no solo están estos desechos de los alimentos, hay también bacterias que habitan en el colón y el recto, y células muertas de las paredes del tubo digestivo que se descaman y renuevan continuamente. Es por tanto un proceso de regeneración interior.
Con este proceso en nuestra mente cruzamos una vez más el puente dejando la parte fisiológica y llegado a la parte psicológica. Cuando nos pasa algo o tenemos una vivencia con alguien, la información consciente (todo aquello que recordamos o que estamos viviendo), sería todos los alimentos que absorbemos, siempre teniendo en cuenta nuestros propios filtros: cada uno tiene su propia bilis y su jugo pancreático diferente al de los demás. Sin embargo en cada vivencia o relación con alguien, existe una parte no absorbible por nuestra bilis y jugo pancreático, es la parte insconsciente; esta parte es necesaria en todo el proceso, pero en algún momento hay que sacarla a la luz y expulsarla de nuestro interior. Si acumulamos mucho desecho acabará bloqueándonos e impidiendo también que entren cosas nuevas. Si un día expulsamos todo de repente sin filtro, nos debilita y perdemos también minerales y nutrientes importantes.
Hemos aprendido cuando no hacer o decir determinadas cosas en público, hemos aprendido afortunadamente a controlar nuestras “expulsiones” para los momentos y lugares adecuados. Sin embargo esto es relativo, hay personas que tienen una mayor retención que otras.
Hay veces que se nos escapan comentarios o hacemos cosas de las que luego nos arrepentimos porque no queríamos sacarlas a la luz; por ejemplo los “lapsus linguales” aquellos comentarios o palabras que nos ponen en grandes aprietos y que nos hacen desear ser un avestruz y esconder la cabeza. Volviendo al segundo cerebro a veces en nuestro interior hay una batalla entre nuestras propias bacterias, alimentos con parte no absorbible que no digerimos bien, acumulación de desechos de varios días y aparecen muchos gases con sus consabidas
molestias, y aunque no queramos se nos escapan o nos cuesta mucho controlarlos; en el plano psicológico serían los lapsus linguales, los sueños, los comentarios inapropiados. Hay gente que tiene más gases que otros, pero ¿qué ocurre en todos los casos?, que huelen mal, que nadie quiere estar presente cuando alguien ha cometido esa imprudencia y que el protagonista exceptuando que lo haya querido hacer a propósito solo para contaminar a su entorno, se siente avergonzado.
Razones de este desequilibrio hay muchas y muchos factores, principalmente no alimentarse bien o no llevar a cabo una expulsión regular de ese proceso de regeneración interior donde sacamos lo que ya no necesitamos y nos quedamos con aquello que es esencial para vivir.
Cuando nos alimentamos muy mal y se han acumulado una serie de bacterias es necesario un cambio en la dieta, otras veces tragamos demasiado y se produce un sobrepeso donde nos resulta muy complicado movernos, relacionarnos y esto además nos engancha a seguir tragando. Otras veces por el contrario no nos alimentamos suficiente, vivimos sin apenas energía para nosotros, anestesiando nuestro primer grito de supervivencia al nacer: el hambre, la llamada al alimento.
Como en todo el equilibrio, “el trabajo diario” es lo que hace que funcionemos adecuadamente.
En todas las patologías o problemas cuando solos no podemos hacer frente a un cambio en la dieta , porque hay alimentos que no podemos dejar de consumir, no tenemos fuerza de voluntad para evitar ciertas cosas, por mucho que lo intentamos no conseguimos expulsar de nuestra vida los desechos, no tenemos ya ni ganas de comer, lo mejor es buscar ayuda, siempre habrá un profesional que nos ayude a cambiar esa dieta, impedir atracones o recuperar otra vez el deseo de disfrutar de una buena “comida” y olvidar para siempre aquella que nos sentó tan mal.
No creo en la exclusividad sobre la causalidad de las enfermedades, ni que las patologías en el ser humano se deban a una única respuesta, aún así quiero manifestar que por encima de todo siempre que haya cualquier trastorno digestivo la primera línea de intervención es médica, hay que descartar cualquier patología, realizar las pruebas pertinentes y llevar a cabo el tratamiento que el médico considere más adecuado, la medicina ha salvado muchas vidas y afortunadamente lo seguirá haciendo. Además, paralelamente creo en la colaboración y cuanto más estrecha, amigable y cercana mayor será el beneficio para el paciente. Los egos solitarios llevan a una dieta muy pobre para el paciente.
Al final se trata de un objetivo común: ayudar a las personas para que puedan disfrutar de su vida de una manera sana y adecuada; la visión holística y la colaboración entre profesionales en
cualquier campo de la salud solo puede traer beneficios al paciente que sufre de una patología. La frase La unión hace la fuerza siempre tuvo razón y en patologías digestivas donde esa unión es desde física gracias al nervio vago hasta estructural, el asombroso parecido en los procesos del funcionamiento de nuestra psique con el “segundo cerebro” el proceso de la digestión, hace que sea muy complicado que un tratamiento sea efectivo sin tener en cuenta el otro lado del puente.
Como dije anteriormente lo que no podemos ignorar por más tiempo es que no sólo somos un conjunto de órganos con una fisiología particular, somos seres racionales y somos sobre todo seres emocionales, todo se relaciona, se mezcla, se influye y es necesario abrir la mente para tener la foto completa de la vida de una persona. Por último quiero añadir a la íntima relación que existe entre nuestro aparato digestivo y nuestro cerebro que, aunque “el experto” en cuestión siempre tendrá mi admiración y cariño por su carrera deportiva (aquí me verán el plumero en cuestiones futbolísticas), siento contradecir a Iker Casillas, en mi larga trayectoria tras haber probado muchas, confirmo que las mejores rosquillas del mundo las sigue haciendo mi abuela .
CONCLUSIONES FINALES
Existe una estrecha relación entre la parte psicológica: conducta, pensamientos, sentimientos y emociones con nuestro aparato digestivo. Existe una interacción. Cuando no gestionamos bien una parte la otra se ve afectada y viceversa.
Nuestro aparato digestivo tiene una comunicación constante con nuestra mente a través del nervio vago, contiene más de 100 millones de neuronas. En él se produce serotonina, dopamina y hay una alta implicación del sistema de secreción de opiáceos durante la ingesta, se le renombra “nuestro segundo cerebro”.
Es frecuente la presencia de trastornos psicológicos en determinados problemas digestivos. Gran parte de nuestras emociones están influenciadas por el sistema nervioso digestivo.
No sólo somos seres racionales, somos también seres emocionales porque nuestro cerebro está programado para reaccionar siempre con una respuesta emocional y es imprescindible tenerlo en cuenta en los trastornos funcionales digestivos.
El modo en que un paciente gestiona psicológicamente su trastorno digestivo puede convertirse en un círculo vicioso que se retroalimenta. La ansiedad, depresión, su estilo de vida, aumentan los síntomas de la enfermedad digestiva.
Contar con herramientas como el esquema de los cinco niveles de intervención o las cinco áreas vitales, ayuda a tener una visión mas completa de la problemática de un paciente. Considerar el factor psicológico es importante cuando los tratamientos convencionales y sintomáticos no aportan una mejoría significativa y es necesaria la intervención en otros niveles psicológicos.
La colaboración entre los distintos profesionales en estas patologías conllevará un mayor beneficio para el paciente.
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