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Una gran parte de la población no entiende la información nutricional del etiquetado de los alimentos
El 53% de la población mayor de 40 años no entiende la información nutricional que aparece en el etiquetado de los alimentos y el 18% reconoce que su dieta no es equilibrada, según ha mostrado el estudio ‘Mitos y Errores en Alimentación en la población española’, realizado por la Fundación Española del Corazón (FEC).
El desconocimiento del etiquetado puede ser, a juicio de los cardiólogos, uno de los motivos por los que la sociedad en España no se alimenta de forma correcta, a pesar de que es uno de los principales países promotores de la dieta mediterránea.
De hecho, según los resultados del estudio, en el que han participado 500 personas mayores de 40 años, mientras que el consumo de pescado azul y verduras es bajo el de azúcares es alto. En concreto, el 25,44% de la población entre 40 y 50 años, el 16,97% de los que tienen entre 51 y 65 años y el 11,45% de los mayores de 65 años reconoce que toma poco pescado azul.
Un dato que contrasta con el obtenido cuando se les pregunta si conocen que el pescado azul es fuente de omega 3 ya que, a pesar de su bajo consumo, el 83% sabe este dato, pero sólo el 47% asocia el consumo de omega 3 con los beneficios cardiovasculares.
Falta de concienciación
Asimismo, el trabajo realizado por la FEC muestra el bajo consumo de verdura entre la población adulta y, por el contrario, el elevado consumo de azúcares, si bien en esto último son las personas de entre 40 y 50 años las que más azúcares toman (17,75%), seguidos de los de entre 51 y 65 años (12,12%).
“El grado de información de los españoles es alto, pero el grado de cumplimentación de la dieta es muy mejorable. No obstante, los mayores son los más cumplidores, posiblemente porque son los que más temen por su salud”, ha argumentado el presidente de la FEC, Carlos Macaya.
Ahora bien, el 70% de los encuestados asegura que estaría dispuesto a incluir suplementos alimenticios como medida de prevención de salud y en casos de dieta desequilibrada. Y es que, tal y como ha recordado la coordinadora del Programa de Alimentación y Salud de la FEC y profesora de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Complutense de Madrid, María Elisa Calle, el 45% de la aparición de las patologías cardiovasculares se debe a una alimentación “inadecuada”.
Uno de los causantes de la mala alimentación es, tal y como han reiterado los expertos, que los etiquetados de los alimentos suelen ser “ilegibles” para la mayor parte de los ciudadanos. “Muchos no saben cómo leerlos porque no saben diferenciar los hidratos de carbono o la diferencia que hay entre las grasas totales y las saturadas”, ha recalcado la doctora Calle.
Estas declaraciones han sido corroboradas por el doctor Macaya quien, además, ha subrayado la necesidad de aumentar la legislación sobre los productos alimentarios y fomentar que las empresas mejoren la información nutricional. “La población tiene que saber lo que come y para eso están las etiquetas de los alimentos, pero estas tienen que ser entendibles y actualmente no lo son. Por ello, creemos que hay que hacer un esfuerzo para inducir a la lectura de esta importante información”, ha zanjado Macaya.
Las grasas insaturadas, que no así las saturadas o las trans, reducen el riesgo de muerte
Las dietas con un alto contenido en grasas insaturadas, caso de los ácidos grasos omega-3 y omega-6, son beneficiosas para la salud. De hecho, y comparadas frente al consumo de carbohidratos con la misma cantidad de calorías, las grasas insaturadas se asocian con una reducción de entre un 11% y un 19% de la mortalidad por cualquier causa. Así lo muestra un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de la Universidad de Harvard en Boston (EE.UU.) y publicado en la revista «JAMA Internal Medicine», en el que se incide en la necesidad de evitar las grasas saturadas y, sobre todo, las grasas trans en la dieta y sustituirlas por grasas insaturadas –tanto poliinsaturadas como monoinsaturadas.
Como explica Dong Wang, director de la investigación, «en el último par de años se ha generado una gran confusión entre el público general y en la comunidad biomédica en torno a los efectos sobre la salud de los tipos de grasas en la dieta. Y en este sentido, nuestro trabajo constata los importantes beneficios asociados al consumo de las grasas insaturadas, sobre todo cuando se emplean en sustitución de las grasas saturadas y de las grasas trans».
¿Grasas trans? No, gracias
Para llevar a cabo la investigación, los autores evaluaron la relación entre los distintos tipos de grasas en la alimentación y la mortalidad –tanto general como específicamente asociada a las enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas, respiratorias y oncológicas–. Y para ello, analizaron los datos de 126.233 adultos incluidos en dos macroestudios –el Estudio de Salud de las Enfermeras (NHS I) y el Estudio de Seguimiento de la Salud de los Profesionales– en los que, con una periodicidad de dos o cuatro años y a lo largo de un total de 32 años, se registraron todos los aspectos relativos a la dieta, los estilos de vida y el estado de salud de los participantes. Concretamente, durante los 32 años de seguimiento se produjeron 33.304 decesos.
Los resultados mostraron que las grasas trans son las más perjudiciales para la salud. No en vano, y comparadas frente al consumo de carbohidratos con una cantidad similar de calorías, cada incremento de un 2% en el consumo de grasas trans se asoció con un aumento del 16% del riesgo de mortalidad prematura a lo largo de los 32 años de seguimiento. Sin embargo, las grasas saturadas, típicas de alimentos como la mantequilla o las carnes rojas, tampoco salieron mucho mejor paradas: partiendo del mismo número de calorías en los carbohidratos, cada aumento de un 5% en el consumo de este tipo de grasas conllevó un aumento del 8% en la probabilidad de fallecer por cualquier causa.
Por el contrario, los resultados mostraron que el consumo elevado de grasas insaturadas –tanto poliinsaturadas como monoinsaturadas– se asoció, frente a la ingesta de la misma cantidad de calorías en los carbohidratos, con una disminución de un 11-19% de la mortalidad general.
Hay que eliminar las grasas trans y reemplazar las grasas saturadas por grasas insaturadas, incluidos los ácidos omega-3 y omega-6Frank Hu
Es más; el consumo de dos tipos de grasas poliinsaturadas específicas –los ácidos grasos omega-6, presentes en los aceites vegetales, y los ácidos grasos omega-6, muy comunes en el pescado–, se asoció con un menor riesgo de muerte prematura.
Como indican los investigadores, «los efectos sobre la salud de los tipos específicos de grasas dependen de cómo son reemplazadas. Por ejemplo, y comparadas frente a aquellas personas que mantuvieron altos niveles de consumo de grasas saturadas, los participantes que cambiaron estas grasas saturadas por grasas insaturadas, sobre todo por grasas poliinsaturadas, presentaron un riesgo significativamente menor de morir por cualquier causa durante el período de seguimiento del estudio, así como una probabilidad inferior de fallecer por una enfermedad cardiovascular, por cáncer o por una enfermedad respiratoria o neurodegenerativa. Unos hallazgos que, en el caso de la enfermedad cardiovascular, son consistentes con los observados en numerosos estudios previos, en los que se muestra que la sustitución de las grasas saturadas o trans por grasas insaturadas se asocia con una reducción de las cifras de colesterol total y de LDL o ‘colesterol malo’».
Más sanos y longevos
Pero aún hay más. El estudio también demuestra que, con objeto de mantener la misma cantidad de ingesta calórica, la sustitución en la dieta de las grasas saturadas por carbohidratos también conlleva una reducción, aun modesta, del riesgo de mortalidad.
Entonces, ¿debe sugerirse la sustitución en la alimentación de las grasas, incluidas las insaturadas, por carbohidratos? No, pues como ya se ha referido, las grasas insaturadas ejercen un efecto beneficioso para la salud. De hecho, los resultados mostraron que las personas que reemplazaron su ingesta total de grasas por carbohidratos tuvieron una mayor mortalidad. Un resultado que, como apuntan los autores, «no nos sorprendió, pues los carbohidratos en Estados Unidos suelen contener básicamente almidón y azúcares refinados, cuya influencia sobre la mortalidad es similar a la de las grasas saturadas».
En definitiva, concluye Frank Hu, co-autor del estudio, «nuestro trabajo muestra la importancia de eliminar las grasas trans y de reemplazar las grasas saturadas por grasas insaturadas, incluidos los ácidos omega-3 y omega-6. Un cambio en la dieta que a nivel práctico se puede lograr sustituyendo las grasas de origen animal por una amplia variedad de aceites vegetales para cocinar».
El colesterol bueno, clave para controlar el riesgo cardiovascular y la diabetes
Los niveles de colesterol HDL o colesterol bueno, como marcador objetivo adicional de estilo de vida y de salud cardiovascular, es clave para reducir procesos cardiovasculares, según un artículo publicado en el último número de ‘Revista Española de Cardiología’ (REC), tras analizar los datos del estudio ‘Di@abet.es’.
“Los cambios en los hábitos de vida de la población, en particular, una alimentación poco saludable y falta de actividad física han hecho que el cálculo de riesgo cardiovascular basado solamente en los factores de riesgo tradicionales (edad, género, colesterol elevado, hipertensión, tabaquismo, o diabetes) haya perdido progresivamente eficacia y fiabilidad”, afirma el doctor Emilio Ortega, especialista del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Clínic i Universitari de Barcelona, e investigador del IDIBAPS y el CIBERobn.
Por ello, añade, “hay que tener más en cuenta nuevas variables como la cantidad de colesterol HDL, los triglicéridos, la obesidad total y visceral, la práctica regular de actividad física, la cantidad y calidad de nuestra dieta, e incluso las desigualdades sociales y económicas, que van estrechamente relacionadas con estos factores de riesgo llamados ‘emergentes’, y en consecuencia con cualquier patología cardiovascular”.
El estudio Di@abet.es, el primero transversal y de base poblacional que ha tomado como ámbito de análisis todo el territorio español, pretende determinar la prevalencia de diabetes y otros factores de riesgo cardiovascular en España, y, por tanto, se trata de un estudio muy útil para estimar el riesgo cardiovascular en España.
La investigación analizó un total de 2.310 pacientes con edades comprendidas entre los 40 y los 65 años y concluyó que, en España, un 56 por ciento de los hombres presenta un riesgo moderado y un 12 por ciento un riesgo bajo; mientras que entre las mujeres esta proporción es del 31 por ciento y del 55 por ciento respectivamente.
Además, el estudio refleja que solo un 26 por ciento de los pacientes con alto riesgo y un 15 por ciento de los de riesgo muy alto alcanza los objetivos terapéuticos marcados (tomando como referencia niveles de colesterol LDL <100 mg/dl y <70 mg/dl, respectivamente), por lo que es necesario mejorar los programas de prevención, tanto primaria como secundaria.
Ante estos resultados, Ortega encuentra curioso el hecho de que, “el hombre tiene durante toda su vida un riesgo de enfermedad cardiovascular más elevado que la mujer, pero sin embargo esta acaba muriendo con mayor frecuencia que el hombre por esta causa y es el grupo que acaba padeciendo un mayor número de eventos cardiovasculares”.
Mientras, la mujer tiene peor pronóstico que el hombre tras haber sufrido varios eventos cardiovasculares porque se le aplican las mismas estrategias que las de su homólogo masculino, cuando en realidad es probable que se necesite abordar la enfermedad de una manera distinta al hombre, tal y como proponen algunas sociedades científicas.
Además, añade, “con frecuencia, los objetivos de control no se consiguen tan eficazmente en mujeres con riesgo moderado o alto, quizá, en parte, por la creencia de su estado de protección “hormonal”, y por tanto, esto puede empeorar su pronóstico”.
Desde la Sociedad Española de Cardiología recuerdan que la prevención es el primer paso a la hora de tratar cualquier posible patología y ,por ello, destacan la importancia de realizarse chequeos de manera periódica para que la población controle y conozca su estado de salud cardiovascular, y en consecuencia, poder detectar a tiempo cualquier anomalía que pueda aparecer en los resultados de los análisis.
Más allá de realizar controles periódicos y vigilar los niveles de colesterol, triglicéridos o hipertensión, también es necesario seguir una dieta mediterránea y realizar un mínimo de 30 minutos de actividad física diaria para evitar el sedentarismo, la aparición de diabetes u obesidad.
No existe relación entre el consumo de huevo y el riesgo de enfermedad cardiovascular
Por su alto contenido en colesterol, históricamente se ha relacionado a la ingesta de huevo con un aumento del riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular, pero la Fundación Española del Corazón (FEC) pretende modificar esta creencia, en base a los resultados obtenidos por diversos estudios que no sólo no han encontrado una relación directa entre su consumo y el aumento de cardiopatías, sino que también señalan que existen numerosos beneficios de este alimento en nuestra salud.
Así, la investigación Egg consumption and risk of coronary heart disease and stroke: dose-response meta-analysis of prospective cohort studies, un meta-análisis basado en ocho estudios y cuyos resultados han sido publicados en el British Medical Journal, demuestra que no existe una relación entre el consumo de un huevo al día y el aumento del riesgo cardiovascular en comparación con la ingesta de un máximo de tres huevos a la semana.
Otro estudio, el HELENA, elaborado por el Departamento de Educación Física y Deportiva de la Facultad de Ciencias del Deporte de la Universidad de Granada, ha concluido tras analizar a 380 adolescentes, que no existe una asociación entre la ingesta de huevo y el perfil lipídico, la adiposidad, la resistencia a la insulina, la tensión arterial, la capacidad aeróbica o el índice de riesgo cardiovascular en los sujetos estudiados.
Por su parte, la directora de la Asociación Española de Productores de Huevos (Aseprhu), María del Mar Fernández, ha señalado que la asociación lleva tiempo trabajando junto con el Instituto de Estudios del Huevo para dar a conocer las “numerosas investigaciones” que “desde hace años confirman la importancia nutricional del huevo y los beneficios de muchos de sus componentes para la salud”. Esta investigación, según Aseprhu, ayudará a cambiar los hábitos de “quienes todavía hoy se limitan el consumo de huevos sin motivo alguno”.
Beneficios nutricionales del huevo
“Es cierto que el huevo contiene colesterol (200 mg la unidad), pero es bajo en grasas saturadas”, explica el Dr. Leandro Plaza, presidente de la FEC. “La hipercolesterolemia en un producto se valora según el balance entre las grasas saturadas y las insaturadas y el huevo contiene un 3,6% de ácidos grasos insaturados, un 1,6% de poliinsaturados y únicamente un 2,8% de grasa saturada, por lo que ésta prácticamente no afecta a los niveles de colesterol en sangre”.
El huevo es fuente de muchos componentes necesarios en nuestra dieta y beneficiosos para nuestro organismo. Es el caso de la vitamina A (100 g de parte comestible aportan un 28,4% de la cantidad diaria recomendada) vitamina D (36%), vitamina E (15,8%), riboflavina (26,4%), niacina (20,6%), ácido fólico (25,6%), vitamina B12 (84%), biotina (40%), ácido pantoténico (30%), fósforo (30,9%), hierro (15,7%), zinc (20%) y selenio (18,2%), según datos del Instituto de Estudios del Huevo.
Dos huevos aportan unas 141 kcal, que representan el 7% de la energía diaria recomendada en el adulto, que son 2000 kcal. Al no contener hidratos de carbono, esta energía proviene fundamentalmente de su materia grasa.
“Todos estos beneficios nutricionales hacen del huevo un alimento necesario, que permite ingerir una buena cantidad de energía sin consumir las dañinas grasas saturadas. Así, La Fundación Española del Corazón no considera necesario restringir el consumo de huevos en la dieta de las personas sanas”, informa el Dr. Plaza. “Una buena salud cardiovascular se consigue a través de unos buenos hábitos de vida, siguiendo una dieta equilibrada y practicando ejercicio físico de forma regular”, concluye el presidente de la Fundación Española del Corazón.