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Reducir el azúcar tiene un efecto pequeño pero significativo en el peso

Reducir la ingesta de azúcar tiene un efecto pequeño (una reducción media de 0,8 kilogramos) pero significativo sobre el peso corporal en los adultos, según una investigación publicada en British Medical Journal. No obstante, los autores creen que los resultados de su estudio proporcionan cierto apoyo a las directrices internacionales de rebajar el consumo de azúcar a menos del 10 por ciento del total de energía para luchar contra la obesidad.

El exceso de azúcar en la dieta se ha relacionado con la obesidad y un mayor riesgo de enfermedades crónicas, sobre todo por un alto consumo de bebidas endulzadas con azúcar, pero no todos los estudios han reportado una relación estadísticamente significativa. La Organización Mundial de la Salud ha sugerido que el consumo de “azúcares libres” debe ser inferior al 10 por ciento de la ingesta total de energía, pero no hay límite superior seguro acordado.

Así, un equipo de investigadores de la Universidad de Otago y el Instituto Riddet en Nueva Zelanda analizaron los resultados de 71 estudios (30 ensayos controlados aleatorios y 41 estudios de cohortes) de la ingesta de azúcar y grasa corporal para resumir la evidencia sobre la asociación entre la ingesta de azúcares de la dieta y el peso corporal tanto en adultos como en niños.

Los azúcares libres se definieron como los azúcares que se agregan a los alimentos por el fabricante, el cocinero o el consumidor, además de los presentes de forma natural en la miel, los jarabes y los zumos de frutas. Las diferencias en el diseño del estudio y la calidad se han tenido en cuenta para minimizar el sesgo.

Los científicos encontraron que la recomendación de reducir azúcares libres se asoció con una reducción media de 0,8 kilogramos de peso (en los estudios de hasta ocho meses), mientras que los consejos acerca de aumentar la ingesta de este producto se asociaron con un aumento correspondiente de 0,75 kilogramos. Este efecto parece deberse a una ingesta de energía alterada, ya que la sustitución de azúcares por otros carbohidratos no dio lugar a ningún cambio en el peso corporal, sugieren los autores.

La evidencia también fue menos consistente en niños, principalmente debido a un mal cumplimiento del asesoramiento dietético. Sin embargo, las bebidas azucaradas, el riesgo de tener sobrepeso u obesidad entre los niños aumentó con el consumo más alto en comparación con aquellos cuya ingesta fue más baja.

Los autores señalan que, dadas las múltiples causas de la obesidad, no es sorprendente que el efecto de reducción de la ingesta sea relativamente pequeño y que algunos otros factores no medidos pueden explicar una parte o todo este efecto.

Pero, en general, su conclusión es que “al considerar el rápido aumento de peso que se produce después de un aumento de la ingesta de azúcares, parece razonable concluir que el asesoramiento en relación con la ingesta de azúcares es un componente importante de una estrategia para reducir el riesgo de sobrepeso y obesidad en la mayoría de los países”.

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La obesidad infantil también causa problemas de salud a corto plazo

Un estudio de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), en Estados Unidos, ha revelado que, más allá de los efectos a largo plazo, la obesidad infantil también puede tener consecuencias inmediatas para la salud de los niños, tales como el doble de riesgo de sufrir más problemas médicos, mentales y de desarrollo.

Además, y según publicará próximamente la revista Academic Pediatrics, los niños con sobrepeso tienen un riesgo 1,3 veces mayor de padecer estos problemas, tras haber comparado un grupo de niños con sobrepeso y obesidad con otro que no tenían ningún problema de peso.

“Los resultados deberían servir como una llamada de atención para los médicos, los padres y los profesores, que deben estar mejor informados sobre el riesgo de otros problemas de salud asociados con la obesidad infantil”, ha defendido Neal Halfon, director del Center for Healthier Children, Families and Communities de UCLA y autor del estudio.

El progresivo incremento de la obesidad infantil en las dos últimas décadas ya ha propiciado un aumento paralelo de otras patologías, como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), el asma y los problemas de aprendizaje.

La nueva investigación de UCLA, basada en la población infantil de Estados Unidos, ofrece el primer perfil nacional completo de las asociaciones entre el peso y una amplia gama de afecciones de salud asociadas o comorbilidades que los niños sufren durante la infancia.

En general, el equipo halló que los niños obesos eran más propensos que los que padecen sobrepeso a tener peor salud, más discapacidad, una mayor tendencia a sufrir problemas emocionales y de conducta, mayores tasas de fracaso escolar, TDAH, trastorno de conducta, depresión, problemas de aprendizaje, retraso en el desarrollo, problemas óseos, articulares y musculares, asma, alergias, dolores de cabeza, e infecciones del oído.

Para constatarlo utilizaron la Encuesta Nacional de Salud Infantil de 2007, analizando los datos de casi 43.300 niños de entre 10 y 17 años. Se evaluó la asociación entre el peso y 21 indicadores de la salud general, el funcionamiento psicosocial y los trastornos específicos de salud. De los niños que participaron en el estudio, el 15 por ciento tenía sobrepeso (índice de masa corporal, IMC, entre los percentiles 85 y 95), y el 16 por ciento eran obesos (con un IMC en el percentil 95 o superior).

Los investigadores de UCLA apuntan que el continuo cambio de las condiciones de la infancia puede acabar modificando algunas condiciones crónicas de la infancia, probablemente relacionado con décadas de cambios apreciados en el entorno social y físico en el que los niños viven, aprenden y juegan. Por ello, proponen que los esfuerzos de prevención de la obesidad vayan dirigidos a estas influencias sociales y ambientales, y que los niños sean evaluados y gestionados por las condiciones comórbidas.

“La obesidad podría ser la causa de la comorbilidad, o tal vez la co-morbilidad está causando la obesidad, o ambos podrían ser causados por algún otro tercer factor no medido”, afirmó Halfon.

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Los genes de la grasa del vientre y de los muslos son diferentes

Los genes de la grasa del vientre y de los muslos son diferentes, según estudio publicado en Journal of Clinical Endocrinology and Metabolism, que también recoge que existen diferencias entre hombres y mujeres.

Los hombres tienden a almacenar grasa en la zona abdominal pero, por lo general, no tienen mucha en las caderas o los muslos. Las mujeres, por otro lado, tienden a almacenar más grasa en las caderas y los muslos que en el vientre.

Steven Smith, director del Florida Hospital – Sanford-Burnham Translational Research Institute for Metabolism and Diabetes, situado en Estados Unidos, ha reconocido que aun no está claro el por qué de estas diferencias entre hombres y mujeres, y ha advertido que la grasa abdominal se asocia con un mayor riesgo de enfermedades de corazón y diabetes. Por otro lado, la grasa de la cadera y del muslo no parecen jugar un papel especial en estas condiciones.

En un estudio reciente, publicado en Journal of Clinical Endocrinology and Metabolism, Smith y su equipo tomaron muestras de grasa de los hombres y las mujeres. Después, compararon los genes más activos en la grasa del vientre y de los muslos.

Así, los genes que operan en la grasa de los muslos de una persona son enormemente diferentes con respecto a los que se encuentran en la grasa del vientre. En el caso concreto de los hombres, 125 genes se expresan de forma diferente en el vientre que en los muslos. Mientras que, en el de las mujeres, la cifra es de 218.

Los genes más notables que diferían se conocen como “genes homeobox”, conocidos por su papel en ayudar a dar forma a un embrión en desarrollo. Muchos de los “genes homeobox” están influenciados por las hormonas, como el estrógeno.

“Creemos que estos genes realmente programan las células de grasa para responder de manera diferente según el tipo de hormona”, ha señalado Smith. Para la investigación, él y su equipo aislaron las células madre derivadas de la grasa del vientre y los muslos para hacerlas crecer en el laboratorio.

Sin embargo, los investigadores observaron diferencias en la actividad genética de la grasa que desarrollaron a partir de estas células madre, y hallaron que la grasa del vientre y los muslos está predestinada genéticamente y, por tanto, no es una diferencia que se ha adquirido con el tiempo como resultado de la dieta y la exposición ambiental.

“Aunque muchas mujeres odian tener caderas grandes y muslos, en realidad esto reduce el riesgo de enfermedades del corazón y diabetes. De hecho, las mujeres que tienen ataques al corazón tienden a tener más grasa abdominal que grasa en los muslos”, ha precisado Smith.

En sus palabras, esta investigación marca un antes y un después. “La mayoría de la gente quiere dejar de tener grasa en el vientre. Pero el problema no es solo la grasa, sino la ubicación. La grasa del vientre es solo un marcador del problema. El verdadero problema está en la imposibilidad de almacenar la grasa en las caderas y los muslos”, ha dicho.

Smith espera que futuros estudios puedan conducir a tratamientos específicos dirigidos a las regiones que más contribuyen a las complicaciones de la obesidad.

Para perder peso, mejor comer pronto al mediodía

A partir de ahora las dietas para perder peso también deberán tener en cuenta, además de los alimentos que la componen, en qué momento del día se realiza cada comida, después de que un estudio haya demostrado que quienes comen antes de las tres tienen más probabilidades de adelgazar que quienes lo hacen más tarde.

Así se desprende de los resultados de un estudio de la Universidad de Murcia, en colaboración con las de Harvard y Tufts (Estados Unidos), publicado en el último número de la revista International Journal of Obesity.

“Aquellos individuos que comen tarde -después de las 3 de la tarde- muestran una pérdida de peso significativamente menor que los que comen temprano”, ha explicado al Servicio de Información y Noticias Científicas (SINC) Marta Garaulet, catedrática de Fisiología de la Universidad de Murcia y autora principal de este estudio.

Frank Scheer, neurocientífico la Harvard Medical School y autor senior del estudio, destaca que futuras estrategias terapéuticas de adelgazamiento deberán tener en cuenta el momento de la comida y no sólo el consumo de calorías y de macronutrientes, como se ha venido haciendo hasta ahora.

Para llevar a cabo la investigación, los investigadores contaron con 420 participantes con sobrepeso que siguieron durante 20 semanas un tratamiento de pérdida de peso basado en la dieta mediterránea.

Al inicio del estudio se les dividió en dos grupos, los que comían temprano al mediodía y los comedores tardíos, teniendo en cuenta que en esta comida es en la que se ingieren el 40 por ciento de todas las calorías diarias.

Posteriormente analizaron el horario del desayuno y de la cena –comidas más pequeñas y menos energéticas– y comprobaron que en ambos casos no influye en la pérdida de peso.

Sin embargo, sí que observaron que los comedores tardíos, quienes perdieron menos peso, también consumieron menos calorías durante el desayuno y era más probable que incluso se lo saltasen.

Además se han examinado también otros factores que desempeñan un papel en la pérdida de peso, tales como la ingesta de energía y el gasto, o las hormonas del apetito y la duración del sueño. Sorprendentemente, se ha encontrado que todos estos factores fueron similares entre ambos grupos.

Sin embargo, los comedores tardíos resultaron ser más nocturnos y presentaron con más frecuencia una variante génica en el gen Clock, que codifica una proteína implicada en el reloj circadiano que marca los horarios de nuestro organismo.

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Las dietas milagro no están científicamente probadas y sólo sirven a corto plazo

Asimismo, han alertado de que estas dietas habitualmente son recomendadas por personas que no son expertas en nutrición y se publicitan a través de medios de comunicación no especializados, con un interés “meramente” económico por parte de los promotores o vendedores.

“Son dietas que se ponen de moda, aparecen cada cierto tiempo y su popularidad aumenta a gran velocidad, alejándose de las recomendaciones nutricionales médicas específicas para la población a la que van dirigidas. Asimismo, se caracterizan porque la persona tiene que hacer un esfuerzo mínimo para lograr los resultados, lo que resulta muy tentador para la mayoría de las personas que quieren perder peso”, ha explicado Lourdes Carrillo, coordinadora del Grupo de Nutrición y Alimentación de Semfyc.

“Para perder peso hay que acudir a un profesional de la salud, ya que las soluciones mágicas no existen. Y es necesario que la población se conciencie de que para controlar el peso es más eficaz mantener unos buenos hábitos alimenticios que hacer una dieta de forma transitoria”, ha comentado Carrillo.

En este sentido, la experta ha recomendado a las personas que quieren perder peso que realicen “pequeños” cambios en su alimentación diaria para que puedan mantenerse a largo plazo, primando un equilibrio de los nutrientes ingeridos adaptado al estado físico.

Los hidratos de carbono son necesarios para el organismo y el cerebro

Las dietas milagro pueden agruparse en: dietas hipocalóricas no equilibradas; dietas disociadas, como la Dieta Montignac; y dietas excluyentes, como la Atkins o la Dukan, en la que se restringen los hidratos de carbono a favor de las proteínas y grasas, con el resultado de una rápida pérdida de peso, difícil de mantener a largo plazo.

En este sentido, la doctora Carrillo ha recordado que los hidratos de carbono son una de las principales fuentes de energía del organismo y la única utilizable por el cerebro. “La restricción de hidratos de carbono, como cereales, legumbres, verduras o frutas lleva a una rápida pérdida de peso, fundamentalmente a expensas de líquido extracelular, además de pérdidas de calcio, potasio y otras vitaminas y minerales”, ha recalcado.

De esta forma, ha proseguido, “mantener este hábito a largo plazo puede acarrear otras importantes consecuencias para la salud como, por ejemplo, daño cerebral, hepático o renal, trastornos del metabolismo de los lípidos, osteoporosis o estreñimiento”.

Asimismo, en estas dietas hipocalóricas además de líquido, la pérdida de peso se produce a costa del tejido muscular y no tanto del tejido adiposo -grasa-, cuyo acumulo excesivo es el verdadero problema del sobrepeso y la obesidad.

Tanto es así que, según ha argumentado Carrillo, una vez que se consigue el objetivo inicial de pérdida de peso, el regreso progresivo a la alimentación habitual conlleva una ganancia de peso a expensas de agua y grasa, ya que la masa muscular perdida no se vuelve a recuperar.

“Esta pérdida definitiva de músculo lleva a una readaptación del metabolismo energético del organismo, cuyas necesidades de calorías disminuyen, lo que justifica expresiones frecuentes como, por ejemplo, que cada vez como menos y engordo más”, ha concluido la experta.

Identifican un factor importante para el almacenamiento de grasa

Este descubrimiento tiene el potencial de conducir a nuevos tratamientos para la obesidad, según la investigación, que publica la revista Nature Medicine.

Los correguladores transcripcionales manejan la expresión del ADN, mediante la activación o supresión de la expresión de genes. En concreto, TRIP-Br2 regula los genes metabólicos implicados en el almacenamiento de grasa y el metabolismo energético. Los científicos observaron que los ratones con la dieta alta en grasas y los ratones obesos tenían niveles más altos de TRIP-Br2 en su tejido graso.

También encontraron que los TRIP-Br2 son significativamente elevados en la grasa visceral de las personas obesas, especialmente aquellos que almacenan la grasa en su mayoría en la zona abdominal.

Para probar el papel fisiológico de TRIP-Br2 en el almacenamiento de grasa y el metabolismo, los investigadores llevaron a cabo experimentos con ratones modificados genéticamente para no producir TRIP-Br2, conocidos como KO (Knock Out). Los ratones KO con la dieta alta en grasas mostraron poco cambio en el peso de su cuerpo, que era similar al de los ratones KO con la dieta baja en grasa.

Los ratones KO con la dieta baja en grasa presentaron mayor gasto de energía debido a la producción de calor y aumento de consumo de oxígeno; mientras que los ratones KO con la dieta alta en grasas mejoraron su tolerancia a la glucosa y sensibilidad a la insulina, además de disminuir los triglicéridos.

Cuando TRIP-Br2 se suprime, la expresión de la lipasa sensible a hormonas (HSL) y beta3-adrenérgicos (ADRB3), que están implicados en la descomposición de las grasas (lipólisis), es significativamente mayor en el tejido graso. Cuando TRIP-Br2 es elevada por la obesidad y una dieta alta en grasas, que suprime los receptores de HSL y ADRB3, se produce una disminución en el gasto de energía y un aumento en la acumulación de grasa.

“TRIP-Br2 es importante para la acumulación de grasa y cuando un animal carece de TRIP-Br2, no se puede acumular grasa, afirma el autor principal, Rohit N. Kulkarni, investigador principal de la Sección de células del islote y Biología Regenerativa y profesor asociado de Medicina en la Escuela de Medicina de Harvard.

TRIP-Br2 modula el almacenamiento de grasa y, simultáneamente, regula la lipólisis, la producción de energía y el metabolismo oxidativo, que trabajan juntos como procesos complementarios. “Este es el primer estudio en identificar un ciclo celular transcripcional corregulador que controla estos procesos. TRIP-Br2 parece tener un mecanismo de acción diferente en los correguladores transcripcionales según estudios anteriores”, destaca el doctor Kulkarni.

Así, TRIP-Br2 es una posible diana terapéutica para el tratamiento de la obesidad y sus complicaciones relacionadas, incluyendo la resistencia a la insulina, aparte de si su supresión y la resistencia resultante de la obesidad tienen un impacto en el desarrollo de la enfermedad cardiovascular y complicaciones metabólicas. Los científicos de Joslin están investigando maneras de reducir TRIP-Br2 en la grasa visceral, lo que permitiría una mayor expresión de receptores y HSL ADRB3. “La capacidad de modificar estas dos moléculas ofrece una nueva vía para luchar contra la obesidad”, afirma el doctor Kulkarni.

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Para perder peso, ejercicio aeróbico

El entrenamiento aeróbico es la mejor forma de ejercicio para quemar grasa por encima del entrenamiento de resistencia y musculación, según un estudio de investigadores del Centro Médico de la Universidad de Duke (Estados Unidos), que comparó el entrenamiento aeróbico, el entrenamiento de resistencia y una combinación de ambos, y cuyos resultados publica Journal of Applied Physiology.

Los investigadores analizaron a 234 adultos con sobrepeso u obesos, que fueron asignados aleatoriamente a uno de los tres grupos de entrenamiento: de resistencia (tres días a la semana de levantamiento de pesas, tres juegos por día, 8-12 repeticiones por serie), aeróbico (unos 19 kilómetros por semana) y una combinación de ambos (tres días a la semana, tres por día, 8-12 repeticiones por serie para el entrenamiento de resistencia y 19 kilómetros por semana de ejercicio aeróbico).

Las sesiones de ejercicio fueron supervisadas con el fin de medir con precisión la adherencia entre los participantes, por lo que sólo 119 personas completaron el estudio, cuyos datos completos de la composición corporal se analizaron para determinar la eficacia de cada régimen de ejercicio. Los grupos asignados a entrenamiento aeróbico y la combinación de ambos perdieron más peso que los que lo hicieron sólo ejercicios de musculación, que en realidad aumentaron de peso debido a un aumento en la masa corporal magra.

El ejercicio aeróbico también era un método más eficaz para perder grasa corporal. De hecho, el grupo de ejercicio aeróbico dedicó un promedio de 133 minutos por semana de entrenamiento para perder peso, mientras que el grupo de entrenamiento de musculación tuvo que hacer ejercicio durante 180 minutos a la semana sin pérdida de peso.

El grupo de ejercicio combinado, que requiere el doble de tiempo de compromiso, siempre obtuvo un resultado mixto, ya que el entrenamiento ayudó a los participantes a perder peso y masa grasa, pero no redujo significativamente la masa corporal ni la masa grasa en el entrenamiento aeróbico. Este grupo tuvo la mayor disminución en la circunferencia de la cintura, lo que puede atribuirse a la cantidad de tiempo dedicada al ejercicio.

“Tal vez sea hora de reconsiderar la sabiduría convencional de que el entrenamiento de la fuerza por sí sola puede inducir cambios en la masa corporal o la masa grasa debido a un aumento en el metabolismo, ya que nuestro estudio no encontró ningún cambio”, afirmó Leslie H. Willis, del Duke Medicine y una de los autores.

“Nuestro estudio sugiere que el ejercicio aeróbico es la mejor opción para la reducción de la masa grasa y la masa corporal. No es que el entrenamiento de resistencia no sea bueno, es sólo que no es muy bueno en la quema de grasa”, añadió Cris A. Slentz, PhD, fisiólogo del ejercicio en Duke y coautor del estudio.

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Los peligros de la diabulimia: el uso de la insulina como método de control de peso

Especialistas del Institut de Trastorns Alimentaris (ITA) alertan sobre los peligros de la diabulimia, que afecta especialmente a mujeres jóvenes, sobre todo adolescentes. En muchos casos, con el inicio del tratamiento con insulina en personas diabéticas se produce una recuperación de peso. Es entonces cuando algunos pacientes realizan un mal uso de la insulina con el objetivo de no engordar.

La diabulimia es una enfermedad que se presenta en aquellos pacientes que tienen una diabetes tipo I y un trastorno de la conducta alimentaria, que puede ser anorexia o bulimia nerviosa. Aunque no está reconocida como enfermedad médica, se trata de un problema que se detecta cada vez con mayor frecuencia.

Los enfermos de diabulimia manipulan a su antojo las dosis de insulina para mantener el peso controlado, lo que conlleva importantes riesgos para la salud. A la vez, además también presentan elementos propios de un trastorno alimentario como dejar de comer, atracones y posteriores vómitos, ejercicio físico excesivo, etc.

Según algunos estudios, las mujeres jóvenes con diabetes presentan el doble de probabilidades de desarrollar un trastorno alimentario en comparación con mujeres de la misma edad sin diabetes. Además, se incrementan hasta tres veces las complicaciones que puede tener un diabético como: a corto plazo, síntomas recurrentes de hiperglucemia como la sed o el cansancio, episodios frecuentes de cetoacidosis o hipoglucemia que puede llegar al coma en casos graves; y, a largo plazo, se aumentan las complicaciones físicas de la diabetes como retinopatía, nefropatía o neuropatía, así como problemas en el crecimiento y desarrollo en los años de pubertad. Si la situación persiste en el tiempo, el riesgo de muerte se triplica y se reduce la edad media de mortalidad a los 45 años.

Un problema de difícil detección

La detección de la diabulimia es complicada y suele ser habitual que sea necesario un largo periodo hasta su diagnóstico. Desde ITA destacan que es importante pensar en esta posibilidad cuando el paciente es una persona que sufre diabetes tipo I, habitualmente mujeres jóvenes, y que no responden a pautas correctas de tratamiento mostrando resistencias o fracasos terapéuticos repetidos, así como frecuentes consultas a urgencias por hipoglucemias o comas diabéticos. Otros síntomas propios de un trastorno alimentario como la preocupación excesiva por la imagen corporal, deseos de adelgazar o distorsión de la imagen corporal también pueden ayudar al diagnóstico.

Una vez identificada la enfermedad, debe iniciarse lo antes posible un tratamiento interdisciplinar con especialistas en salud mental, nutrición y Endocrinología, que permitan un tratamiento adecuado del trastorno de la alimentación, necesario para cumplir correctamente las pautas médicas y el control de la diabetes.

El aumento de la obesidad implica el incremento de los trastornos de la conducta alimentaria

El CIBERobn llevó a cabo un estudio con el objetivo de analizar la prevalencia de la tasa de obesidad durante toda la vida en los subtipos de trastornos de la alimentación y para examinar si había habido cambios temporales entre los últimos 10 años.

“La conclusión fue que en la última década la prevalencia de obesidad asociada a trastornos caracterizados por la presencia de episodios de atracones, es decir, los trastornos bulímicos, va en aumento, y está vinculada con una mayor gravedad y un pronóstico más pobre”, ha señalado el doctor Fernández-Aranda, quien lidera desde el Hospital Universitario de Bellvitge de Barcelona el CIBERobn.

Dicho esto, ha explicado que “los pacientes con trastornos de la conducta alimentaria (TCA) y obesidad crónica asociada se caracterizan por una aparición más tardía del trastorno, mayor severidad y unos rasgos de personalidad más disfuncionales que los de los pacientes sin obesidad crónica asociada”.

Trastornos de la conducta alimentaria no especificados

Por otro lado, estudios realizados tanto en España como en el resto de países desarrollados demuestran que tanto la bulimia nerviosa como los Trastornos de la Conducta Alimentaria No Especificados (TCANE) alcanzan unas tasas muy superiores, con cifras que oscilan entre el 0,5 y 3 por ciento para la primera, y el 3 y 5 por ciento para estos últimos.

Dentro del grupo de los TCANE se incluye el Trastorno por Atracón en el que los pacientes tienen sobre ingestas importantes de comida que no van seguidas de vómitos, purgas o ejercicio excesivo como en la bulimia, y que roza ya el 7 por ciento de incidencia entre los adolescentes españoles sin diferencias estadísticamente significativas entre hombres y mujeres.

De esta manera, los atracones son patrones desadaptativos de la conducta alimentaria que se caracterizan básicamente por un impulso irrefrenable de comer y por ingerir una gran cantidad de alimento en un corto periodo temporal. Las personas que sufren estos episodios de sobre ingesta alimentaria de forma habitual tienen una mayor probabilidad de desarrollar en el futuro un TCA.

Del total de personas que desarrolla un trastorno de la alimentación, un tercio de los pacientes se recuperan completamente del problema, otro se caracterizan por presentar una recuperación parcial, y otro tercio pueden llegar a ser crónicos, si no son bien tratados.

Los TCA son multifactoriales y están determinados por causas biológicas (hormonas), factores psicológicos (baja autoestima, elevada impulsividad, exceso de perfeccionismo) y sociales (experiencias traumáticas como la pérdida de un familiar o antecedentes familiares de obesidad).

En general, la tasa de prevalencia en España de todo el espectro de Trastornos de la Conducta Alimentaria se sitúa entre el 11 y el 16 por ciento de la población adolescente.

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Los niños con psoriasis pueden ser más propensos al sobrepeso

Así se desprende de un estudio de la Universidad de Northwetern, en Chicago (Estados Unidos), realizado con más de 600 niños de nueve países y publicado en Archives of Dermatology.

Los investigadores examinaron la asociación entre el exceso de adiposidad (índice de masa corporal [IMC] percentil) y la adiposidad central (percentil de la circunferencia de la cintura y el cociente cintura-altura) con la severidad de la psoriasis pediátrica en un estudio multicéntrico, transversal, de 409 niños con psoriasis y 205 niños control de nueve países entre 2009 y 2011.

El exceso de adiposidad corporal (IMC = percentil 85) se produjo en el 37,9 por ciento de los niños con psoriasis frente a un 20,5 por ciento de los niños del grupo control pero no difieren en severidad de la psoriasis. La circunferencia de la cintura por encima del percentil 90 se produjo en el 9,3 por ciento de los niños en el grupo de control, 14 por ciento en el grupo de la psoriasis leve y el 21,2 por ciento en el grupo de psoriasis grave, internacionalmente.

Además, el índice cintura-altura fue significativamente mayor en los niños con psoriasis (0,48 por ciento) frente a aquellos en el grupo control (0,46 por ciento) pero no difirió mucho en relación a la severidad de la psoriasis. “En conclusión, los niños con psoriasis a nivel internacional, independientemente de la gravedad, son más propensos a tener sobrepeso u obesidad y por lo tanto están en mayor riesgo de complicaciones relacionadas con el exceso de adiposidad”, escriben los autores.

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Los niños con psoriasis pueden ser más propensos al sobrepeso

Así se desprende de un estudio de la Universidad de Northwetern, en Chicago (Estados Unidos), realizado con más de 600 niños de nueve países y publicado en Archives of Dermatology.

Los investigadores examinaron la asociación entre el exceso de adiposidad (índice de masa corporal [IMC] percentil) y la adiposidad central (percentil de la circunferencia de la cintura y el cociente cintura-altura) con la severidad de la psoriasis pediátrica en un estudio multicéntrico, transversal, de 409 niños con psoriasis y 205 niños control de nueve países entre 2009 y 2011.

El exceso de adiposidad corporal (IMC = percentil 85) se produjo en el 37,9 por ciento de los niños con psoriasis frente a un 20,5 por ciento de los niños del grupo control pero no difieren en severidad de la psoriasis. La circunferencia de la cintura por encima del percentil 90 se produjo en el 9,3 por ciento de los niños en el grupo de control, 14 por ciento en el grupo de la psoriasis leve y el 21,2 por ciento en el grupo de psoriasis grave, internacionalmente.

Además, el índice cintura-altura fue significativamente mayor en los niños con psoriasis (0,48 por ciento) frente a aquellos en el grupo control (0,46 por ciento) pero no difirió mucho en relación a la severidad de la psoriasis. “En conclusión, los niños con psoriasis a nivel internacional, independientemente de la gravedad, son más propensos a tener sobrepeso u obesidad y por lo tanto están en mayor riesgo de complicaciones relacionadas con el exceso de adiposidad”, escriben los autores.

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Los niños con psoriasis pueden ser más propensos al sobrepeso

Así se desprende de un estudio de la Universidad de Northwetern, en Chicago (Estados Unidos), realizado con más de 600 niños de nueve países y publicado en Archives of Dermatology.

Los investigadores examinaron la asociación entre el exceso de adiposidad (índice de masa corporal [IMC] percentil) y la adiposidad central (percentil de la circunferencia de la cintura y el cociente cintura-altura) con la severidad de la psoriasis pediátrica en un estudio multicéntrico, transversal, de 409 niños con psoriasis y 205 niños control de nueve países entre 2009 y 2011.

El exceso de adiposidad corporal (IMC = percentil 85) se produjo en el 37,9 por ciento de los niños con psoriasis frente a un 20,5 por ciento de los niños del grupo control pero no difieren en severidad de la psoriasis. La circunferencia de la cintura por encima del percentil 90 se produjo en el 9,3 por ciento de los niños en el grupo de control, 14 por ciento en el grupo de la psoriasis leve y el 21,2 por ciento en el grupo de psoriasis grave, internacionalmente.

Además, el índice cintura-altura fue significativamente mayor en los niños con psoriasis (0,48 por ciento) frente a aquellos en el grupo control (0,46 por ciento) pero no difirió mucho en relación a la severidad de la psoriasis. “En conclusión, los niños con psoriasis a nivel internacional, independientemente de la gravedad, son más propensos a tener sobrepeso u obesidad y por lo tanto están en mayor riesgo de complicaciones relacionadas con el exceso de adiposidad”, escriben los autores.