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Más pescado, menos diabetes

En los países mediterráneos, “el consumo de alimentos característicos de su dieta ha disminuido en las últimas décadas para aumentar el de grasas saturadas, procedentes sobre todo de carnes rojas y bollería industrial. Esto es realmente preocupante”, explica Mercedes Sotos Prieto, autora principal de un trabajo incluido dentro del estudio Predimed (Prevención con Dieta Mediterránea) e investigadora de la Universidad de Valencia.

El objetivo de este análisis, realizado en la Comunidad Valenciana a 945 personas (340 hombres y 605 mujeres) entre 55 y 80 años y con alto riesgo cardiovascular, fue conocer el patrón de consumo de carne y pescado, sus correlaciones con la adherencia a la dieta mediterránea y su asociación con factores de riesgo cardiovascular.

Los resultados, publicados en la revista Nutrición Hospitalaria, muestran que esta población mediterránea presenta una ingesta elevada de carne roja y de pescado, pero mientras que el consumo de pescado se asocia con una menor prevalencia de diabetes y menor concentración de glucosa, el de carne roja, en particular de embutidos, se relaciona con mayor peso y prevalencia de obesidad.

“El consumo de carne roja en esta población alcanza una media de una vez al día y resulta elevado en comparación con las recomendaciones alimentarias”, apunta la investigadora. “Esto podría estar influenciado por las recomendaciones sobre consumir ternera a la plancha en muchas dietas para perder peso”.

Comer carne roja en exceso se relaciona con mayor riesgo cardiovascular, elevación de la presión arterial, diabetes y un moderado incremento de mortalidad total, en particular por cáncer y enfermedad cardiovascular. Por el contrario, el pescado está incluido en la dieta mediterránea y tiene efectos cardiosaludables.

Los autores afirman que, a pesar de tratarse de un estudio transversal, que no determina una relación causal, son varios los trabajos que coinciden en que el consumo de pescado, tanto el blanco como, en mayor grado, el azul, se asocia con un menor riesgo de diabetes tipo 2.

“Se han sugerido varias hipótesis que explican por qué el consumo de pescado podría estar relacionado con el riesgo de diabetes”, indica. “El aumento de los omega 3 en las células del músculo esquelético mejora la sensibilidad a la insulina”.

“Resulta importante conocer el patrón dietético de la población española para saber si los hábitos están cambiando y por tanto, debemos reforzar la educación alimentaria”, subraya Mercedes Sotos Prieto. “Habría que instaurar programas de intervención dietética para evitar alejarse del patrón tradicional mediterráneo, es decir, disminuir el consumo de carne roja y mantener el de pescado”.

Diferencias de género

El consumo elevado de grasas saturadas procedentes de la ingesta de carne roja y embutidos (7,4 +/- 4,7 veces por semana) fue mayor en el caso de los hombres. Las mujeres demostraron comer más carne blanca, en particular pavo y pollo.

En relación al consumo de pescado (4,5 +/- 2,6 veces por semana), no se encuentran diferencias significativas de género. En general, las mujeres presentaron una mayor puntuación para “patrones dietéticos sanos” o “dietas prudentes” en relación con los hombres.

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El grado de obesidad altera la percepción de la saciedad en pacientes obesos

En el marco del X Congreso de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad, el Dr. Ángel Ernesto Sierra Ovando nos explica como en un estudio han demostrado que el grado de obesidad altera la percepción de la saciedad en pacientes obesos.

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El 20 por ciento de los cánceres son atribuibles a la obesidad

Evitar o al menos reducir la obesidad y el sobrepeso es una de las estrategias más efectivas para reducir el cáncer, además de no fumar. Si prevenimos la obesidad prevenimos el cáncer”, ha afirmado el Dr. Carlos A. González, jefe de la Unidad de Nutrición, Ambiente y Cáncer del Instituto Catalán de Oncología (ICO).

Según el último informe de la World Cancer Foundation (2007), la evidencia de que la obesidad aumenta el riesgo de cáncer es convincente en diversos tipos de tumores, no sólo relacionados con el aparato digestivo -esófago, colorrectal o páncreas- sino también en los de origen hormonal, como el cáncer de mama o de endometrio.

Uno de los datos más remarcables que el doctor ha facilitado en su conferencia es que en el caso del cáncer colorrectal cada kilo de más supone un aumento del tres por ciento en el riesgo de desarrollar un cáncer de este tipo. Además, según diversos estudios, la proporción del cáncer debido a la obesidad “es de entre el 15 y el 30 por ciento en los tumores colorrectales, del 45 por ciento en los de endometrio, del 43 por ciento en el adenocarcinoma de esófago, del 20 por ciento en el cáncer de páncreas, de un 20 por ciento en el de mama en mujeres postmenopáusicas y de casi un 30 por ciento en los tumores de la vesícula biliar”.

En ello intervienen diversos factores y mecanismos de tipo metabólico y endocrino. La buena noticia es que el proceso del cáncer es de inducción larga, de 10 o 15 años. Sin embargo, el Dr. González no duda en reclamar una actuación más efectiva frente a la epidemia de obesidad, que no sólo ha aumentado en la población adulta, sino también en los niños.

“Se debería asumir una actuación mucho más decidida por parte de la administración. Igual que se han logrado resultados muy positivos después de insistir durante los últimos años sobre el riesgo del tabaco en relación al cáncer, donde finalmente se ha hecho eco la prensa y se ha asumido por parte de la sociedad y de los políticos, tomando finalmente medidas de restricción”.

La dieta, el factor más determinante en la obesidad

La genética no tiene la última palabra en la obesidad. La causa debemos hallarla en la interacción de los genes con diversos factores ambientales, como la alimentación, el ejercicio y los estilos de vida. La genética proporciona la capacidad de ser obesos, pero estos factores ambientales determinan cuándo aparece y su magnitud. “De ellos, el más importante y determinantes es la dieta”, según afirma la Dra. Dolores Corella, catedrática del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Valencia durante su intervención.

Hasta la fecha se han identificado más de 300 genes de los 30.000 que tiene el genoma humano relacionados con la obesidad. De este modo, no hay un solo gen que sea responsable de todos los kilos de más. “Lo que ocurre es que hay mutaciones en varios genes y cada uno de ellos contribuye a la ganancia extra de 1 o 2 kilos en personas con estas mutaciones”, comenta.

Un gen muy importante en la obesidad es el FTO, mutado en un porcentaje bastante elevado de la población, concretamente en un 17 por ciento. Esta variación genética se asocia con un mayor riesgo de obesidad. Pero sólo cuando se consume una dieta alta en grasas saturadas. “Estos alimentos aumentan en un 80% el riesgo de obesidad en personas con mutación genética respecto a otras que también consumen dietas altas en grasas saturadas pero que no tienen la mutación genética”, explica la Dra. Corella.

Del mismo modo, aunque una persona posea una mutación en estos genes, si tiene una dieta baja en grasas saturadas no se produce el aumento de peso esperado debido a su mayor riesgo genético de obesidad. El objetivo es poder ofrecer alternativas personalizadas para minimizar el riesgo genético asociado a la obesidad. “Si somos capaces de detectar estas mutaciones mediante un sencillo test genético y conocemos los factores ambientales, podremos actuar contra la obesidad”.

El ejercicio no tiene el mismo efecto beneficioso para todos

Está totalmente aceptado que el ejercicio es una actividad recomendable para mantener el peso y mejorar la masa muscular, el sistema cardiorespiratorio y el sistema metabólico. Sin embargo, no todo el mundo obtiene el mismo beneficio.

“Un 15 por ciento de las personas no consiguen mejorar su estado de forma tras veinte semanas de entrenamiento supervisado”, ha afirmado el Dr. J.A. Timmons, del Royal Veterinary College de la Universidad de Londres (Reino Unido) en su conferencia Interacción, genes y actividad física.

“Es por ello que estamos investigando hasta qué punto y de qué modo la fisiología puede determinar la respuesta al ejercicio de una persona a otra en base a parámetros metabólicos y cardiorespiratorios”. Se trata de estudiar cuáles son los genes que se activan ante el ejercicio para con ello poder desarrollar un diagnóstico personalizado.

La pirámide de la dieta mediterránea frente a la “pirámide del gusto”

Además de los genes y del ejercicio, en el primer simposio del X Congreso de la SEEDO los expertos también han hablado de cultura alimentaria.

El Dr. Jesús Contreras, director del Observatorio de la Alimentación de la Universidad de Barcelona, no ha dudado en destacar la importancia “de los avances en el estudio de la genética que se han producido en los últimos años, lo que está dando lugar a una genetización de la cultura y a una medicalización de la alimentación”.

Otro punto en el que ha incidido es que “cuando hablamos de alimentación sólo hablamos de alimentos, no de comidas. Y es importante saber qué se come pero también cómo, dónde y con quién”. Según el Dr. Contreras, sabemos poco sobre la naturaleza de nuestros hábitos, pero sí que es evidente que hay una serie de rasgos socioculturales que han cambiado y mucho en los últimos 30 años, como por ejemplo “la ruptura del aprendizaje culinario, recurriendo cada vez más a la comida rápida y a los platos precocinados, la mayor tolerancia y consentimiento en las preferencias alimentarias individuales, sobre todo en los niños, la proliferación de mensajes a veces contradictorios y el constreñimiento de los horarios, tanto individuales como familiares”.

Un concepto que ha introducido es la de la “pirámide del gusto” frente a la pirámide de la dieta mediterránea, que pone en evidencia que los alimentos más recomendados en esta última son los que menos gustan a la mayoría de la población. Y diversos estudios han comprobado que la mayoría come lo que más le gusta. “Además, el 43 por ciento de la población se identifica con prácticas que tienen que ver con la falta de tiempo, lo que repercute en la reducción del tiempo que dedicamos a las comidas”.

Obesidad abdominal, la más peligrosa

Por primera vez, un estudio permite conocer la prevalencia de la obesidad abdominal en España: según ENRICA, el mayor estudio de nutrición y riesgo cardiovascular realizado en nuestro país, concretamente un 36,1 por ciento de la población padece este tipo de obesidad. Ésta es una de las principales conclusiones expuesta por el doctor Fernando Rodríguez-Artalejo en la presentación de la ponencia Epidemiología de la obesidad en España: Estudio ENRICA, en el marco del X Congreso de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad, que se ha celebrado en Barcelona.

El doctor Rodríguez Artalejo es, junto al doctor José Ramón Banegas, ambos del grupo de epidemiología cardiovascular y nutricional de la Universidad Autónoma de Madrid, el autor del estudio. ENRICA cuenta con el patrocinio del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición) y el Departament de Salut de la Generalitat de Catalunya y la promoción de la compañía farmacéutica Sanofi. Las determinaciones analíticas se han llevado a cabo en el Centro de Diagnóstico Biológico del Hospital Clínic de Barcelona, bajo la coordinación del doctor Antonio Coca Payeras.

Obesidad abdominal, el mejor reflejo del riesgo cardiometabólico

Los datos referentes a la obesidad abdominal son los que mejor reflejan el riesgo cardiometabólico asociado a la obesidad. En ese sentido, las personas que padecen este tipo de obesidad presentan un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y metabólicas, favoreciendo el desarrollo de gota y diabetes de tipo 2, dislipemia y resistencia a la insulina (en conjunto, el llamado síndrome metabólico). Por ello, mantener el peso dentro de unos límites razonables es muy importante para el normal funcionamiento del corazón y los vasos sanguíneos, así como para el mantenimiento de la buena salud de huesos y órganos.

Podemos hablar de este tipo de obesidad si el perímetro abdominal es superior a 88 cm en la mujer y a 102 en el hombre. La abdominal (también llamada central o androide) es la que conlleva peores consecuencias para el metabolismo. Quienes la padecen tienen más posibilidades de acumular grasa en órganos vitales, lo que favorece el desarrollo de enfermedades cardiovasculares. Entre la población obesa, es mayor la incidencia del tipo abdominal que del ginecoide (también recibe el nombre de obesidad periférica, la acumulada en glúteos, muslos y brazos).

Una medición costosa pero mucho más efectiva

La medición de la obesidad abdominal ha sido posible gracias al estudio ENRICA en el que, por primera vez, no sólo se encuestó a los cerca de 12.000 participantes, sino que se llevó a cabo un examen físico y obtención de muestras biológicas de sangre y orina, además de la medición de la presión arterial, la realización de pruebas antropométricas y la recogida de la historia dietética y conductas alimentarias. Hasta el momento, solamente se disponía de mediciones antropométricas en ciertos grupos de población, como los ancianos, y en estudios regionales y locales.

En palabras del doctor Rodríguez-Artalejo, “medir variables como el peso, la talla y la circunferencia de la cintura es muy costoso pero los datos de obesidad basados en mediciones y no en lo reportado por las personas entrevistadas reflejan mucho mejor el problema de la obesidad en España”.

El número de hombres obesos supera al de mujeres por primera vez en España

Durante las dos últimas décadas, los hábitos alimentarios poco saludables y un estilo de vida sedentario han pasado factura, en especial, entre la población masculina. Ésta es otra de las conclusiones del estudio ENRICA, que indica un cambio de prevalencia de la obesidad por sexos pues, por primera vez, el número de hombres obesos supera al de mujeres en nuestro país (exceptuando las mujeres mayores de 65 años). Además, más de un tercio de los hombres que presentan obesidad declara haber recibido consejo sanitario para perder peso y no haberlo logrado.

Pero, como afirma el doctor Rodríguez-Artalejo, “lo importante es que la información que proporciona el estudio ENRICA muestra que la obesidad se puede controlar, reduciendo la magnitud del problema hasta acercarlo al de las regiones con menor obesidad. Lo que resulta más esperanzador es que la epidemia de la obesidad se explica, principalmente, por factores ambientales. El reto es identificarlos y, en especial, ser capaces de modificarlos porque ello, probablemente, implique cambios apreciables en nuestra manera de vivir, desde el transporte que empleamos hasta la organización del trabajo o el tipo de actividades que llevamos a cabo durante el tiempo libre”.

Un cambio de estilo de vida desde diversos frentes

Tanto en el caso del sobrepeso como en el de la obesidad, la solución pasa por el cambio de múltiples factores que conforman el estilo de vida predominante. “La educación es importante pero no suficiente. Se necesitan también políticas que reduzcan las condiciones sociales, claramente obesogénicas, en que vivimos. Por ejemplo, es necesario incentivar la producción de alimentos procesados con menor densidad de energía, asegurar que los menús escolares son saludables y apetitosos, destacar la importancia de cocinar en casa (la mejor forma de comer de manera sana y económica), limitar la publicidad de alimentos poco saludables dirigida a los niños, mejorar el etiquetado de los alimentos y facilitar la práctica de actividad física, entre otros”, añade Rodríguez-Artalejo.

El doctor también ha destacado que “es posible defenderse de la obesidad, pues tenemos un enorme potencial para reducir su prevalencia, ya que la obesidad no sólo se gesta durante la infancia sino que factores de diverso tipo son los responsables de su desarrollo: desde la dieta hasta el estilo de vida. Así que podemos acabar con las cifras de exceso de peso, que cada vez se aproximan más a las de Estados Unidos”.

Otra nota esperanzadora es la baja prevalencia de la obesidad entre las mujeres jóvenes (menores de 44 años) con estudios universitarios, con sólo un seis por ciento.

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Los niños con sobrepeso tienen el doble de riesgo de sufrir asma

¿Provoca el asma obesidad o están ambos relacionados con factores comunes? Una de las recientes investigaciones que están llevando a cabo “es la sobreproducción de citocina (sustancias con efectos inflamatorios) que, debido a una variedad de estímulos, podría producir el desarrollo del asma”, explica Ángel Mazón, Co-Presidente de PAAM 2011 y miembro de la Sección de Pediatría de la EAACI. “Gracias a estos descubrimientos, los expertos pueden calcular que la frecuencia de asma en niños que sufren obesidad dobla a la de aquellos niños que no la sufren”.

De acuerdo con los especialistas, la situación nutricional demuestra una influencia positiva en la lucha contra el asma. “En efecto, muchos estudios muestran que la dieta mediterránea tiene un efecto protector contra el asma. Y es que esta dieta, rica en frutas, verduras, pescado y otros alimentos frescos, y opuesta a la comida rápida, ha mostrado efectos protectores en casos de enfermedades cardiovasculares y cáncer, pero debe ser evaluada detalladamente para los casos de asma”, asegura Antonella Muraro, Co-Presidente de PAAM 2011 y Tesorera de la EAACI.

El asma y la alergia están normalmente relacionadas y la alergia tiene un doble papel en el desarrollo del asma. Uno de estos papeles es, indiscutiblemente, como desencadenante de ataques asmáticos, como en el caso de que el niño esté expuesto a una gran cantidad de alérgenos: mientras juega con un gato o en lugares llenos de polvo o de hierba. El segundo papel, no tan obvio pero probablemente más importante, es la provocación de la inflamación crónica de las vías respiratorias en niños expuestos a agentes alérgenos en una menor cantidad. Por ejemplo, una cantidad de polvo en casa no provocaría graves síntomas, pero pueden causar una inflamación crónica, por lo que el paciente será más susceptible a los efectos de cualquier otro desencadenante.

Al contrario de lo que opina la mayoría de la gente, es recomendable que los niños asmáticos practiquen deporte. “El deporte tiene muchos efectos beneficiosos para el sistema cardiopulmonar, y una mejora en la capacidad pulmonar es de mucha ayuda en casos de ataques asmáticos. Así, la falta de ejercicio conduce a una reducción de capacidad pulmonar, y ésta a un menor ejercicio, creando un círculo vicioso”.

Gracias a la detección de la influencia de estos desencadenantes del asma, los esfuerzos clínicos están ahora enfocados en personalizar las terapias, ya que la respuesta al tratamiento varía de paciente a paciente.

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Incremento de la diabesidad

En este encuentro, que ha contado con la colaboración de Novo Nordisk, el presidente de la Sociedad Española de Endocrinología (SEEN), Javier Salvador, se ha referido así a la vista de estos datos a la necesidad de ahondar “en la formación de los profesionales en el diagnóstico y tratamiento de todos aquellos pacientes con enfermedades endocrinológicas y/o nutricionales”. De hecho, ha subrayado que en España “cinco de cada diez personas con diabetes tipo 2 presentan ya obesidad”.

Del mismo modo, Francisco Pajuelo, director Médico de Novo Nordisk, ha destacado la importancia de establecer sinergias entre los profesionales implicados en el tratamiento de la diabetes y la obesidad, “al objeto de lograr una mejor calidad de vida de las personas con diabetes”.

En España, se estima que más de la mitad de la población adulta tiene problemas de sobrepeso y que entre el 30 y el 35 por ciento padece de obesidad abdominal, aunque estas cifras epidémicas afectan desde muy temprano a los más jóvenes.

Por su parte, el presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO), Xavier Formiguera, ha agregado que en España el 15 por ciento de los adolescentes es obeso, uno de cada cuatro niños hasta los 18 años tiene sobrepeso y un 10 por ciento obesidad, lo que significa “que estamos empezando a ver en ellos enfermedades propias de los adultos”.

Estos expertos han coincidido en el hecho de que la obesidad es un problema de salud pública “de primer orden”, que se asocia a una gran comorbilidad y que tienen un coste sociosanitario importante.

“Favorece la aparición de muchas enfermedades, como la diabetes, hipertensión arterial, dislipemia, hiperuricemia, la apnea del sueño y las enfermedades cardiovasculares”, ha advertido Formiguera, quien igualmente ha alertado de que ya se sabe que la obesidad “favorece también la aparición de algunos tipos de tumores, como es el caso del cáncer de endometrio en mujeres postmenopáusicas o el de colon en el hombre”.

En opinión de este experto, la obesidad requiere de un abordaje multidisciplinar, “ya que si somos capaces de adelgazar a un individuo, haciéndole mejorar sus condiciones de enfermedades asociadas, el tratamiento de la obesidad mejorará la dislipemia, la diabetes mellitus y la hipertensión arterial, por ejemplo”.

Del mismo modo, ha enfatizado que estos factores “repercutirán sin duda en un ahorro de costes para el sistema sanitario, porque si continuamos con estas cifras epidémicas no habrá ningún país que pueda asumirlo económicamente”.

En Andalucía, según los datos del estudio Di@bet.es, la diabetes tipo 2 afecta ya al 16,3 por ciento de la población y el 37 por ciento de los andaluces presenta obesidad. Se estima que sólo una de cada tres personas con diabetes controla bien la enfermedad.

Según apunta la doctora Sonia Gaztambide, presidenta de la Sociedad Española de Diabetes (SED), en la comunidad andaluza la prevalencia de diabetes y obesidad “es mayor que la media nacional, ya que las cifras de diabetes mellitus en nuestro país se sitúan en 13,8 y en Andalucía detectamos casi tres puntos más con respecto a la media nacional”.

Nuevas aportaciones terapéuticas

Durante la reunión también se han abordado las últimas innovaciones terapéuticas en el tratamiento de la diabesidad. Según Gaztambide, los nuevos tratamientos actúan controlando la glucemia, además de que tienen un efecto sobre el peso y producen menos efectos secundarios.

Por su parte, el presidente de la SEEN ha explicado que los análogos del GLP-1 “son los únicos fármacos antidiabéticos que además de controlar la glucemia inducen una pérdida de peso, que llega a ser significativa en muchos pacientes”.

A su juicio, este hecho representa un “cambio radical” en el enfoque terapéutico de la diabesidad, ya que la mayoría de los antidiabéticos existentes hasta ahora provocaban como efecto indeseable un incremento del peso corporal”.

La última innovación terapéutica disponible en España es liraglutida, un fármaco con una homología del 97 por ciento al GLP-1 (Péptido Glucagón tipo 1), una hormona secretada por el intestino cuya función es regular los niveles de glucemia manteniéndolos en rangos de normalidad.

Según los resultados del programa de Estudios clínicos LEAD (Liraglutide Effect and Action in Diabetes), en el que han participado más de 4.600 personas con diabetes tipo 2 y que constituyen unos de los más completos programas de investigación clínica en esta enfermedad, la liraglutida ha demostrado reducir un 1,25 por ciento los niveles hemoglobina glicosilada sin producir hipoglucemias. Además, ayuda a reducir el peso y la presión arterial sistólica y actúa beneficiosamente sobre las células beta del páncreas, las productoras de insulina.

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La vitamina D como diana terapéutica contra la obesidad

Dicho trabajo está siendo dirigido desde el Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid por el doctor Miguel Ángel Lasunción, y se basa en investigaciones previas que relacionan la falta de esta vitamina con altos índices de obesidad, sobre todo cuando ésta es severa.

Asimismo, también se ha constatado una asociación con el desarrollo de determinados tipos de cáncer, como colon, próstata y mama, una vía de investigación también abarcada por el CIBERobn a través de su programa multidisciplinar “Obesidad y Cáncer”.

En concreto, los investigadores del CIBERobn han estudiado la relación existente entre la deficiencia de vitamina D y el síndrome metabólico, una conjunción de factores de riesgo cardiovascular en un mismo individuo, como la diabetes o la hipertensión, con un nexo común que es la obesidad, sobre todo de tipo abdominal.

El déficit de esta vitamina se asocia al síndrome metabólico y la alteración en los niveles de lípidos (colesterol y triglicéridos), algo que según el doctor José Ignacio Botella, miembro del grupo de investigación del Hospital Ramón y Cajal, “hace pensar que es un factor modificable que puede influir al corregirlo de manera beneficiosa en el riesgo vascular de estos pacientes”.

De hecho, un reciente estudio realizado en una muestra de 90 mujeres del estado de California, en Estados Unidos, concluyó que el 63 por ciento de las mujeres (57 de las 90 estudiadas) presentaba carencias de vitamina D y pesaban 7,4 kilos más que las que no presentaban este déficit. Además, tenían 3,4 puntos más en sus mediciones de masa corporal.

La vitamina D, también llamada antirraquítica, puede obtenerse tanto de la dieta como del sol. Pertenece al grupo de las liposolubles (solubles en lípidos, que permiten almacenarse en el cuerpo y no es preciso tomarlas a diario) e interviene en la absorción del calcio y el fósforo en el intestino, y, por tanto, en el depósito de los mismos en huesos y dientes.

Los alimentos que mayor aporte de vitamina D producen son los lácteos, especialmente la leche enriquecida con esta molécula, junto con cereales, frutos secos, verduras, hortalizas y el pescado. Dentro de este último grupo destacan los pescados grasos, entre los que se encuentran el salmón, el atún, el arenque y la sardina y, sobre todo, el aceite que se extrae de su hígado, especialmente rico en ácidos grasos omega 3.

No obstante, los científicos del CIBERobn recuerdan que también es producida de forma “más eficiente” por el organismo tras la exposición a los rayos ultravioletas emitidos por el sol. Estas sustancias que al ser metabolizadas o procesadas por el organismo se convertirán en vitaminas, necesitan de la radiación solar.

“Los rayos ultravioleta transforman la forma inactiva de la vitamina D, que tenemos en la piel, en activa”, según explica el jefe de grupo del CIBERobn.

La exposición solar da inicio a la síntesis de esta vitamina en la piel, que va a depender de su nivel de pigmentación y del grado de exposición a la luz solar. De hecho, la piel oscura restringe el paso de los rayos ultravioletas y sintetiza menos vitamina D.

Desde el CIBERobn recomiendan utilizar las dos fuentes y, en el caso del sol, no abusar de él en verano, especialmente en las horas de mayor intensidad de los rayos UVA. Según el doctor Botella, una dieta equilibrada que incluya alimentos ricos en calcio y vitamina D en combinación con una exposición adecuada de 15 minutos diarios, es la clave para la prevención de la osteoporosis que padecen el 35 por ciento de las españolas.

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La delgadez se hereda de padres a hijos

El estudio, publicado en el último número de la revista Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine, se llevó a cabo durante cinco años e incluyó a más de 7.000 familias británicas, de las que se registró la altura y peso corporal de los padres y de hasta dos de sus hijos.

El análisis del índice de masa corporal (IMC) mostró que cuando el peso de ambos padres estaba dentro de la mitad más baja del rango ideal (entre 18,5 y 24,9), había un 16,2 por ciento de posibilidades de que sus hijos fueran delgados.

En cambio, cuando el IMC de los padres estaba en la mitad superior del rango ideal, esa cifra disminuía a un 7,8 por ciento. Asimismo, cuando ambos padres tenían sobrepeso la probabilidad de hijos delgados era de sólo 5,3 por ciento, y de sólo un 2,5 por ciento cuando los padres eran obesos.

El estudio mostró también que, de los 7.078 niños y adolescentes que participaron en la investigación, sólo 402 (5,7 por ciento) fueron clasificados como delgados y con posibilidad de tener un IMC menor a 18,5 de adultos.

Estudios previos han demostrado que la obesidad suele ser hereditaria, en parte debido a la transmisión de padre a hijo de varios genes que incrementan el riesgo de ganar peso.

Aunque la nueva investigación no estudió la genética de las familias, los resultados sugieren que la delgadez también podría ser heredada de la misma forma como se hereda la obesidad.

Tal como señala la profesora Jane Wardle, experta en Epidemiología y Salud Pública de la Universidad de Londres, “los padres a menudo se muestran preocupados si su hijo es delgado, pero esto podría deberse a que el niño tiene los genes de la delgadez”.

“Podríamos pensar que los genes relacionados con el peso corporal tienen un alelo de la delgadez y un alelo de la gordura”, asegura recordando que “es probable que los padres más delgados tengan más alelos de la delgadez, lo cual incrementa la probabilidad de que los hereden a sus hijos”.

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La obesidad y sus consecuencias

La obesidad no es una cuestión de estética, sino una enfermedad que puede conllevar la aparición de otras patologías como diabetes, hipertensión, infartos, accidentes vasculares cerebrales, etc. Incluso determinados tipos de cáncer también son más frecuentes en personas obesas, alerta en esta entrevista el Dr. Xavier Formiguera, endocrinólogo y presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO).

En los últimos años la obesidad se ha convertido en un problema de salud pública debido al elevado número de personas que la padecen en todo el mundo. En españa la prevalencia de sobrepeso es del 54 por ciento y la de obesidad es del 22 por ciento.

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La crisis provoca un aumento de casos de ansiedad que derivan en problemas de obesidad

El responsable del Departamento de Endocrinología y Nutrición del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO), Rubén Bravo, asegura que desde el comienzo de la crisis han aumentado “vertiginosamente” los problemas de ansiedad y depresión que llevan aparejados un aumento de obesidad y sobrepeso.

Según explica este experto, hay tres neurotransmisores (serotonina, dopamina y noradrenalina) fundamentales que inciden directamente en la sensación de ansiedad, hambre y depresión, reforzándose unos con otros, de ahí que la mayoría de las personas que padecen ansiedad incurran en depresión y en problemas de sobrepeso.

Los bajos niveles de estos marcadores producen sensación de ansiedad, tristeza, insomnio y voluntad baja, favoreciendo el comer rápido y mucha cantidad en un reducido intervalo de tiempo, la apetencia incontrolable por el dulce, atracones nocturnos y, a la larga, una sensación de hambre “casi insaciable”.

La ansiedad alimenticia se vincula al comer, pero ya no sólo como una forma de obtener energía, sino también como fuente de placer y, por tanto, en muchas ocasiones lo que espera satisfacerse es calmar un estado de estrés y malestar, más que la necesaria y propia reposición de energías y nutrientes.

El problema, según este experto, surge cuando la ansiedad sobrepasa determinados límites y se convierte en un problema de salud. “En estos casos no estamos ante un simple problema de nervios, ni de picoteo, sino que empieza a manifestarse en las personas una tendencia repetitiva de comida a destiempo, con el consumo de gran cantidad de alimentos, generalmente muy ricos en calorías, de forma rápida e imposible de controlar, buscando no sólo saciar el apetito, sino la angustia generada por una determinada situación”, asegura Bravo.

Para su detección, este experto destaca la importancia que juega la técnica de electroimpedancia sistémica de la actividad cerebral y hormonal, a través de la que se pueden determinar los niveles de estos neurotransmisores que guardan relación con la ansiedad, el hambre y la depresión.

Según explican, una persona con ansiedad alimenticia muestra una serie de síntomas que no siempre están manifestados en público: picar de forma frecuente sin tener hambre para liberarse del estrés o reconfortarse; buscar consuelo en la comida al sentirse triste, enfadado, solo o aburrido; provocarse atracones, devorando la comida con prisa hasta sentirse dolorosamente lleno; y en consecuencia, experimentar sentimientos de vergüenza y culpabilidad.

En este caso, sería lógico que el análisis por electroimpedancia nos indique insuficiencia de serotonina – un neurotransmisor que ayuda a que las personas no repitan los mismos comportamientos una y otra vez- y esto nos hará pensar cómo podemos recompensarla, especifica Bravo.

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La prohibición de vender refrescos en los colegios no disminuye la obesidad infantil

Este trabajo es pionero porque hasta ahora no se había realizado ningún estudio científico que evaluara las repercusiones de la prohibición de vender refrescos en los colegios, una polémica medida impuesta en numerosas regiones de Estados Unidos con el fin de reducir los preocupantes índices de obesidad y sobrepeso infantil registrados en el país.

Así, un 19,6 por ciento de los niños estadounidenses de entre 6 y 11 años son obesos y otro 15,9 por ciento tiene sobrepeso. En España los datos también son desalentadores y según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), un 45,2 por ciento de los niños españoles tiene exceso de peso. El sobrepeso afecta a un 26 por ciento de los menores, mientras que un 19 por ciento son obesos.

Las causas del rápido aumento de la obesidad infantil

Numerosas hipótesis han sido barajadas para explicar el rápido incremento de la obesidad infantil y existe un consenso en responsabilizar de este hecho al sedentarismo y a la mala alimentación.

El estudio, realizado entre chicos cursando de quinto a octavo grado, se dividió en tres partes. Primero, se quiso establecer si el acceso a refrescos en la escuela se relacionaba con el consumo total de bebidas. Luego se estableció si la compra de refrescos se relacionaba con su consumo total. Y, finalmente, se estudió cómo el acceso de los escolares a las máquinas expendedoras de refrescos se relacionaba con el aumento o bajada de peso.

“A pesar de incrementarse la adquisición de bebidas en escuelas con máquinas expendedoras, el consumo total por semana de estos escolares no aumentó”, señaló el estudio. Es decir, que los niños que consumían refrescos en el colegio luego en su casa no lo hacían. Paralelamente, no hubo variaciones significativas en la ganancia o pérdida de peso de los escolares estudiados.

Así, los autores del estudio concluyen: “No encontramos evidencia de que la disponibilidad de refrescos a la venta en las escuelas afecte al consumo de esas bebidas (…). Tampoco hay evidencia de un vínculo entre la compra de refrescos en escuelas y su peso”.

Europa suele mirar hacia Estados Unidos con el objeto de anticiparse a “plagas” como la obesidad infantil y España no es una excepción. Aquí, la llamada “Dieta Mediterránea” ha quedado relegada a un lugar invisible en la alimentación de los niños y adolescentes. “Esta es la razón por la que se han acostumbrado a tener una dieta mucho más americanizada, sin ingerir aquellos productos mucho más saludables de nuestra dieta como lo son las verduras, la fruta, los cereales y las legumbres en particular”, explica la Dra. Ascensión Marcos.

La comida rápida parece mucho más cómoda para todos. No sólo para los niños, sino también para sus padres. “Creo que no nos hemos dado cuenta el gran problema que se está generando. Una cosa es la comodidad, y otra las consecuencias que estamos teniendo. Hoy en día no se trata de que los chavales coman lo que sea para no estar desnutridos. Precisamente se está consiguiendo que tengan estados de malnutrición a pesar del sobrepeso y la obesidad, ya que este tipo de alimentación al que se están adhiriendo contiene demasiada grasa saturada y pocos minerales y vitaminas”, añade.

Medidas sin resultados

Los niños españoles de entre 5 y 16 años llevan una vida cada vez más sedentaria, achacable al desarrollo tecnológico. Así, el 28 por ciento de ellos pasan más de dos horas al día viendo la televisión, jugando a la consola o frente al ordenador. Además, un 36 por ciento no hacen deporte como actividad extraescolar.

La Dra. Ascensión Marcos no cree que medidas como la prohibición de vender refrescos en escuelas sean efectivas para bajar los índices de obesidad. “Se ha prohibido la compra de refrescos en colegios, lo que no quita para que los chavales lleven dinero y adquieran estos productos fuera del colegio. Además, en un reciente estudio que está a punto de publicarse, se ha detectado que hay factores mucho más importantes como saltarse el desayuno o la falta de actividad física que inciden mucho más en la génesis de un peso no saludable durante la adolescencia”, destaca.

Para esta especialista, no se pueden poner en marcha programas serios para prevenir y tratar el sobrepeso y la obesidad si no hay un presupuesto para ello, como está ocurriendo. “Además, esto es un problema multidisciplinar, por lo que deberíamos juntarnos diversos profesionales expertos en el tema con distintos puntos de vista para consensuar programas de prevención que fueran efectivos”, insiste.

Una buena educación alimentaria

El niño/adolescente debería ser educado para tener una buena alimentación, sabiendo los alimentos que debe ingerir a diario o los que no puede eliminar de su dieta, como el desayuno. De hecho, no deben olvidar las otras cuatro comidas diarias que debe hacer. Además de su comportamiento alimentario saludable, hay que cuidar su actividad y condición física, lo que le ayudará no sólo a prevenir el sobrepeso/obesidad, sino también a tener un mayor rendimiento intelectual.

¿Hay que eliminar el consumo de refrescos para prevenir la obesidad? “En absoluto, lo importante es que el niño/adolescente esté bien hidratado”, responde la Dra. Marcos. “No consiste en que se hidrate a partir de la ingesta de una sola bebida, por eso es importante educarle para que sepa las cantidades que debe ingerir durante el día y durante la semana. Como en la comida, es importante variar la ingesta de alimentos, a la hora de beber, sucede lo mismo, la variedad es esencial, sobre todo a estas edades”.

Identifican una región del genoma con efectos opuestos con respecto al peso corporal

En el trabajo, que se publica en la revista Nature, han participado más de 100 centros de investigación de todo el mundo, cinco de los cuales son españoles, y ha incluido a más de 95.000 individuos con discapacidad intelectual o del desarrollo, trastornos psiquiátricos y también individuos de la población general.

Los investigadores Xavier Estivill, Mónica Gratacós y Sergi Villatoro identificaron a 132 sujetos portadores de una duplicación en una región del cromosoma 16p11.2, entre los que había una alta frecuencia de individuos con un bajo peso al nacer y un índice de masa corporal bajo, en muchos casos acompañados de conductas alimentarias selectivas y restrictivas. Los sujetos adultos portadores de la duplicación, y en concreto los hombres, tenían 24 veces más riesgo clínico de tener bajo peso.

Estudios anteriores ya habían detectado que, cuando esta misma región en el cromosoma 16p11.2 está ausente, se asocia a un riesgo 43 veces mayor de padecer obesidad mórbida con hiperfagia y discapacidad intelectual. El hecho de que cambios opuestos (pérdida y ganancia de material genético) de la misma región del genoma deriven en fenotipos opuestos (obesidad/bajo peso corporal), sugiere que esta región podría contener genes que regulan el balance energético y que afectan al comportamiento alimentario, pudiendo manifestarse como hiperfagia (ingesta incrementada) o anorexia (rechazo al alimento) dependiendo del número de copias de los genes que tiene el individuo.