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A vueltas con las calorías: balance energético y composición corporal

De acuerdo a los datos estadísticos, en el año 2008 en los EEUU había una ingesta media de 3.750 calorías/persona/día y la prevalencia de sobrepeso era de 69,4%. Los mismos datos nos dicen que en el Chad con una ingesta media 2.010 calorías la prevalencia de sobrepeso era del 15% aproximadamente. En España la ingesta media era de 3.200 calorías y la prevalencia de sobrepeso de un 58%. Es algo lógico: donde se come más hay más sobrepeso y donde comen menos hay menos sobrepeso.

Sin embargo, el país que más ingesta energética tiene es Austria con una media por persona de 3.800 calorías pero la prevalencia de sobrepeso es del 49%, es decir, tomando 1.000 calorías más que los españoles tienen una prevalencia de obesidad un 10% más baja. La relación por lo tanto, no parece tan clara, quizás es porque la población austriaca realiza mucho ejercicio.

Relación entre ingesta calórica y almacén de energía

La relación entre ingesta calórica y almacén de energía no es tan clara como en principio podía aparentar. Y sin embargo, la teoría es bastante clara: la energía ni se crea ni se destruye tan sólo se transforma. Así que el gasto energético lo cubrimos con nuestra ingesta energética y si ésta es mayor que el ejercicio simplemente la almacenamos en forma de glucógeno, glucosa o lípidos. Y para disminuir esos depósitos o bien disminuimos la ingesta y conservamos el gasto energético, o aumentamos el gasto energético y seguimos con la misma ingesta o, si queremos tener mayor éxito, disminuimos la ingesta y aumentamos el gasto, así conseguimos adelgazar.

Sin embargo sabemos que no es tan fácil como aparenta, sino que la misma restricción calórica puede dar lugar a resultados dispares: ganar dos kilos o disminuir 13 kilos. Y la mayoría de revisiones bibliográficas nos muestran que a largo plazo, sea cual sea la dieta que utilicemos, no llega a conseguir pérdidas de más de 8 kilos aproximadamente.

¿Cuál es por lo tanto la causa de que si bajamos la ingesta o aumentamos el gasto al final no consigamos perder esos depósitos corporales? Las hormonas y los mecanismos que regulan nuestro balance energético cuando nosotros provocamos un desequilibrio en ese balance tienen una molesta tendencia a volver a reintegrarnos en ese balance y eso hace que esa disminución inicial de los depósitos energéticos en nuestros organismos se pare y eso hace que nuestras dietas fracasen. Pero también lo que ocurre es que para provocar un desequilibro en cualquier balance necesitamos tener claro cuánta energía ingerimos, cuánta gastamos y cuánta almacenamos. El problema básicamente es que, hoy por hoy y pese a todo lo que hemos adelantado en nuestro conocimiento, seguimos sin tener claro cuánta energía ingerimos, gastamos o almacenamos.

Energía bruta, digerible y metabolizable

Obtenemos la energía de los alimentos y a la energía que deriva directamente de la composición de estos alimentos la conocemos como energía bruta. Pero no absorbemos toda la cantidad de alimentos que ingerimos, así que a la energía que deriva de la proporción de alimentos que hemos realmente absorbido la llamamos energía digerible. Y tampoco quemamos totalmente toda la energía que digerimos, sino que lo hacemos parcialmente y la que realmente utilizamos la conocemos como energía metabolizable.

Para averiguar cuánta energía metabolizable obtenemos de la energía bruta utilizamos los factores que diseñó Wilbur Atwater, que construyó una de las primeras cámaras calorimétricas a finales del siglo XIX y averiguó que 4,2 kilocalorías brutas de almidón se convertían en nuestro organismo en 4,1 calorías metabolizables. Lo mismo hizo con el resto de los nutrientes (glucosa, grasa, proteínas y alcohol), teniendo en cuenta la proporción en que absorbemos dichos nutrientes. Y en el caso de las proteínas que parte de la energía se perdía por la orina al metabolizarla en urea que se elimina. Así estableció los factores que nos dicen que un gramo de hidratos de carbono nos da 4 kilocalorías, un gramo de proteínas 4 también, un gramo de lípidos nos da 9 y un gramo de alcohol 7. Estos factores los utilizamos para diseñar las dietas y ajustar teóricamente a las necesidades de los clientes.

Pero desde Wilbur Atwater hasta aquí hemos avanzado mucho y hay muchos más factores que tenemos que tener en cuenta que él desconocía.

Microbiota

La energía digerible es mucho más variable de lo que en principio pensábamos. La absorción de los macronutrientes es muy variable e incompleta, incluso las pérdidas fecales de energía varían entre el 2-10%. Esa energía que eliminamos por las heces depende de factores individuales, del tipo de alimentos que ingerimos, de la combinación de alimentos, de cómo hemos cocinado esos alimentos, e incluso de factores intestinales como el tipo de bacterias que tenemos en nuestro intestino, la microbiota intestinal.

La microbiota es muy variable entre personas y constante en el intestino de una persona, y varía más en número a lo largo de todo el intestino que en calidad (tipo de bacterias). A pesar de la gran diversidad sólo hay 6 filos que sean numéricamente importantes en el ser humano y dos de ellos, los firmicutes y los bacteroidetes, representan entre el 70-90% de las bacterias del intestino.

El interés por las bacterias en la extracción energética empezó a aparecer tras la observación de que los ratones estériles tenían un 45% de menos de grasa y que necesitaban un 30% más de calorías para crecer adecuadamente. Cuando los intestinos de esos ratones estériles se colonizaban con microbiota procedente de ratones normales la grasa empezaba a aumentar y los ratones crecían adecuadamente.

Por lo tanto está claro que las bacterias, aparte de otras funciones, también intervienen en la extracción calórica. En los humanos se calcula que optimizan la extracción calórica hasta en un 10%. Y también se ha visto que el tipo de bacterias que predominen va a ser diferente en las personas que tienen sobrepeso respecto a las normopeso. En general se ha visto que en las personas con sobrepeso aumentan los firmicutes en relación a los bacteroidetes y que a medida que las personas pierden peso aumenta la cantidad de bacterioidetes.

Son muchas las formas en que las bacterias actúan sobre esta extracción energética. En general lo que hacen es actuar sobre los hidratos de carbono complejos y aumentan la degradación de estos hidratos de carbono, que no son degradables por los enzimas intestinales de las personas, aumentando la cantidad de ácidos grasos de cadena corta y de azúcares simples que van a ser utilizados como energía y también almacenados como energía porque en el hígado se transportan en triglicéridos hepáticos y posteriormente pasan a la sangre. Y actúan sobre enzimas y hormonas que están directamente relacionadas con la lipogénesis, la saciedad y el hambre. Además influyen en la inflamación, actúan sobre la liberación de insulina, e incluso sobre la oxidación de los lípidos a nivel muscular. A este respecto todavía hay mucho que decir, y muchos resultados de estudios controvertidos.

Cronobiología

Pero además no es sólo cuestión de cuántas calorías ingerimos sino que también es muy importante cuándo las ingerimos y de dónde provienen. Las hormonas que hacen que el balance energético tienda al equilibrio están directamente relacionadas con los ciclos de luz, sueño y vigilia, con las horas que dormimos y lo que se ha visto en muchos estudios que estudian la oxidación de muchos nutrientes a lo largo del día es que las grasas se oxidan mejor por la noche, mientras que los hidratos de carbono se oxidan mejor por la mañana.

A partir de una ingesta bruta la transformamos en energía metabolizable, pero no estamos tan seguro de que esa sea realmente la energía metabolizable que obtenemos de las calorías teóricas que estamos ingiriendo.

Gasto metabólico basal

El gasto energético tiene tres componentes: el gasto metabólico basal, la termogénesis inducida por la dieta y el gasto por actividad física.

El gasto metabólico basal es aquél que necesitamos para mantenernos vivos, para mantener las funciones fisiológicas. Es el componente más importante, aproximadamente un 60% del gasto energético total. Y depende de nuestro tamaño, volumen y composición corporal: a mayor cantidad de tejido muscular mayor gasto energético basal, pero aun así, se ha observado que hay una variabilidad no explicable por esta diferencia entre tejido adiposo y muscular que puede llegar a ser de 250 calorías o más. Esta variabilidad se intenta explicar por la funcionalidad de órganos como el riñón, el cerebro o el corazón, pero realmente todavía no sabemos muy bien a qué se debe.

El gasto metabólico basal está muy alterado por factores externos (por ejemplo se dice que cada vez que fumamos un cigarrillo nuestro gasto metabólico basal aumenta entre un 8-10% aproximadamente durante los 30 minutos posteriores). También hay fármacos que aumentan el gasto y, sobre todo, la temperatura medioambiental influye en nuestro gasto metabólico basal.

Hay muchos estudios que han relacionado, sobre todo en EEUU, el aumento de la epidemia de obesidad con el aumento en la temperatura en los hogares de EEUU, de forma que se ha visto a más calefacción más obesidad. Es evidente que gastamos más cuando nos sometemos a bajas temperaturas como cuando estamos por encima de la temperatura de termoneutralidad (que es aproximadamente de 25-30 grados). La exposición al frío aumenta el gasto energético total, e incluso diferencia el tipo de grasas que tenemos (la grasa parda es la más termogénica, la que más gasta, cuanto más exposición al frío más cantidad de grasa parda aparece y más gasto tendremos).

El gasto metabólico basal no es un mínimo y lo sabemos desde los experimentos de Ancel Keys en los años 40 cuando un grupo de voluntarios (35-40 objetores de la Segunda Guerra Mundial) fueron sometidos a una restricción calórica del 50% durante más de 25 semanas y después de esa restricción calórica se observó que el gasto energético total disminuía en una cantidad aproximada de unas 35 kilocalorías por día y por kilo de peso.

Esa disminución se debía en primer lugar a una disminución voluntaria de la actividad física, y al mover un cuerpo que había perdido peso lógicamente gastaba menos y también disminuía su porcentaje de masa muscular. Pero había entre un 35 -40% que no era explicable por estas causas y que se debía a una mayor eficacia de las células, es decir, si comemos menos nuestras células se hacen más eficaces y gastan menos, como una tendencia al equilibrio. Y esto es lo que ocurre también en las dietas de adelgazamiento: cuando bajamos la ingesta las células se acostumbran y al final dejamos de perder peso porque necesitamos menos energía. También es la causa de los efectos rebote (yo-yo).

Termogénesis inducida por la dieta

La termogénesis inducida por la dieta es el gasto energético que utilizamos para absorber, digerir y metabolizar los nutrientes que ingerimos. Es aproximadamente igual, sólo hay un 2% de diferencia, si los tomamos vía oral o vía parenteral, porque en lo que más gastamos es en metabolizar los nutrientes. Depende del tipo de dietas, los hidratos de carbono tienen una termogénesis del 8% , los lípidos del 3% y las proteínas del 30%. Una de las ventajas de las dietas hiperproteicas es que gastamos más energía en metabolizar dichas dietas.

Gasto por actividad física

Es el gasto que empleamos en la actividad muscular voluntaria, para vivir, o para hacer deporte. Es el más variable, aproximadamente 25-30% de nuestro gasto energético total. Y también es el componente más difícil de evaluar y el menos complicado es la termogénesis inducida por la dieta.

Para medir el gasto metabólico basal utilizamos fórmulas, como la fórmula de Harris Benedict. Se trata de una fórmula usada desde 1929 cuando la composición corporal de las personas no tenía nada que ver con la actual, se movían mucho más y no tenían tanta calefacción, por lo que la fórmula sobreestima en aproximadamente un 25% las necesidades energéticas y eso lo tenemos que tener en cuenta cuando estamos elaborando una dieta.

Hay otras fórmulas como la de la OMS y la más rápida para medir el gasto, aparte de la calorimetría directa, es la calorimetría indirecta: conociendo el oxígeno que una persona consume y conociendo su producción de CO2 podemos estimar el gasto energético total, tanto en reposo como en actividad física.

Para medir el gasto energético de nuestra actividad física necesitamos saber qué tipo de actividad estamos realizando, qué intensidad y qué duración tiene esa actividad. Evaluar la duración de las actividades es complicado, como también lo es evaluara la intensidad, para lo que muchas veces tenemos que recurrir a métodos un poco más objetivos como los acelerómetros o los podómetros.

Depósitos corporales

La mayor reserva energética se encuentra en el tejido adiposo. Una persona normopeso tiene unos 35 millones de adipocitos que se pueden convertir en 140.000 millones en una persona obesa.

Para evaluar los depósitos corporales de energía existen muchos métodos: IMC, media del espesor de los pliegues subcutáneos, bioimpedancia, absorciometría de rayos infrarrojos cercanos (un haz de luz con una frecuencia conocida atraviese nuestros tejidos y vemos que cantidad se absorbe y se refleja), pletismografía, DEXA.

El problema básicamente (con alguna excepción) es que al final lo que conseguimos es una densidad corporal, a la que posteriormente aplicamos una fórmula en la que estimamos el porcentaje de grasa corporal, para lo que tenemos que asumir dos cosas: que la densidad del tejido lipídico es de 0,9 gr/cm3 y que la de la masa no grasa es de 1,1 gr/cm3, pero cometemos un error importante porque consideramos que la densidad del tejido no graso es el mismo para un deportista joven que para una mujer mayor con osteoporosis, con lo que al final no estamos valorando adecuadamente los tejidos grasos.

Así que el método más fácil, también el más criticado, es el IMC que es uno de los más indicativos. La relación entre peso y talla nos dice como han aumentando nuestros depósitos. Es cierto que si tenemos mucho tejido muscular también aumenta la relación peso y talla, pero la mayoría de la gente cuando aumenta de peso es porque aumenta su tejido adiposo.

Los estudios nos dicen que hay una relación clara entre aumento de tejido adiposo y el IMC, y recientemente ha aparecido una herramienta diseñada por la Universidad de Navarra que nos da una estimación de la grasa corporal a partir del IMC. Y se ha observado que persona con un IMC normal pueden llegar a tener una cantidad de tejido graso alta, e incluso que entre dentro del diagnóstico de sobrepeso.

Conclusiones

Las conclusiones del último documento de consenso de la Sociedad Americana de Nutrición respecto al balance energético, los depósitos corporales y la pérdida de peso son:

-A pesar de que los estudios a corto plazo nos dan mucha información todavía nos queda mucho por saber sobre los mecanismos que regulan el balance energético a largo plazo.

-Nos falta conocer cuáles son las implicaciones psicológicas en el balance energético, cómo la visión de los alimentos o cómo la cultura influyen en nuestra regulación de ese balance energético y sobre el efecto de la actividad física.

-Está claro que el sedentarismo es un factor de riesgo, pero no está tan claro que la actividad física una vez establecida la obesidad nos ayude a perder peso, por lo tanto necesitamos conocer por qué ese aumento en el gasto al final no resulta en una disminución de los depósitos corporales de grasa.

-Hay una enrome variabilidad y que tenemos, por lo tanto, que individualizar los tratamientos de pérdida de peso.

-Y, sobre todo, que necesitamos saber evaluar el gasto, la ingesta y los depósitos corporales. Por lo tanto hay que avanzar en el diseño de herramientas que nos ayuden a conocer ese balance energético.

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Errores y Mitos en Alimentación

El profesor José María Bengoa , uno de los padres de la Nutrición moderna, decía que entre nuestros objetivos vitales está defendernos ante la muerte, la enfermedad y el deterioro de los años; el segundo objetivo vital es alcanzar la belleza y el amor como signos positivos de la vida y no conformarnos con la ausencia de enfermedad sino promover un estado físico y síquico armónico y positivo; y en tercer lugar lograr un bienestar y felicidad social razonable como signos de solidaridad y equidad social.

Hace 45 años en la conferencia de la Casa Blanca sobre Alimentación, Nutrición y Salud se decía “probablemente, en el terreno de la salud de una población, no hay ningún área tan afectada por el engaño y la falsa información como la de la nutrición. El consumidor cae en la trampa de muchas y burdas imitaciones que le estafan enormes cantidades de dinero, además de redundar en contra de su salud”. Esto lamentablemente sigue siendo válido en los tiempos actuales.

Hay muchos mitos y errores y los ha habido siempre en las diversas culturas de la población mundial y muchas veces relacionados con las diferentes religiones. La cultura masai, por ejemplo, mantiene que la alimentación aporta las virtudes de las víctimas. En la costa del oro a los niños se les limita el consumo de huevos porque dicen que se vuelven díscolos y desobedientes o en Sudáfrica que las mujeres no deberían tomar leche porque les provoca esterilidad. Sin embargo, en sociedades mucho más avanzadas, educadas e informadas, no solamente nos abrazamos a los mitos de nuestra propia cultura sino también a mitos foráneos.

La gran paradoja

Las dudas, exageraciones, medias verdades y confusiones sobre alimentos y dietas son una constante y ninguno somos ajenos a ellas. Y además, lo que no ocurre en ninguna otra ciencia, es que a pesar de haber habido un enorme avance en el conocimiento científico de la nutrición hay, sin embargo, más mitos y errores que hace una o dos generaciones.

Para la reflexión…

Hay más información sobre alimentación, nutrición y salud, pero hay muchas más dudas sobre lo que es bueno o malo para comer. Y sigue habiendo una enorme desconfianza hacia los que nos dan de comer, la industria alimentaria. Y, sin embargo, hay gran confianza en productos que están muchas veces fuera de la regulación y que no se basan en estudios con evidencia científica.

Hay que recordar que la nutrición no es la única culpable de todo. Por ejemplo hablando de las enfermedades cardiovasculares (las que provocan más mortalidad) para las que conocemos mejor los factores medioambientales, incluido dieta y estilos de vida, y por tanto que podría ayudarnos a prevenir y tratar esos factores de riesgo. Hay factores de riesgo modificables (alimentación desequilibrada, sedentarismo, obesidad, tabaquismo, HTA) y no modificables (que son más en número). Por lo tanto lo que debemos hacer es aplicar el sentido común a la hora de leer los mensajes y noticias que pueden aparecer sobre si tal factores de la dieta erradica o evita un evento cardiovascular, porque en el mejor de los casos, aun conociendo bien estos factores modificables, no nos van a explicar más allá del 70% de los factores de riesgo cardiovasculares. Hay un 30% desconocido, y por eso se sigue investigando.

Información ¿solución o problema?

El principio de la libertad de expresión debe estar presente en una sociedad libre pero… ¿y en materia de salud? ¿No habría que poner ciertos límites o condicionantes?

La información en materia nutricional proviene de múltiples y variadas fuentes (como internet y redes sociales). En las revistas científicas hay una catalogación con unos índices de impacto y una revisión por parte de académicos y científicos de esos artículos que se van a publicar, pero en el caso de las páginas web no es así. Por lo que consideramos que por parte de las autoridades se debería hacer una clasificación de las páginas web relacionadas con alimentación y la salud.

Para el correcto ejercicio de la autonomía personal de elección de nuestro alimentos es necesario que se proteja el derecho del ciudadano a una información veraz, objetiva, actualizada y comprensible y dado que son prácticamente infinitas las posibilidades de acceso a la información no queda otra opción que la especialización de los medios de comunicación más tradicionales hasta los responsables de redes sociales.

Desconocimiento/Indiferencia

La población puede tener un desconocimiento o indiferencia total o parcial hacia los preceptos nutricionales. El nivel medio de la población en cuanto a los principio de nutrición no llega a alcanzar los niveles aceptables y no se es capaz de distinguir entre mensajes nutricionales soportados con la evidencia científica de aquellos que son resultado de charlatanería.

Además la presión publicitaria nos puede llevar a adherirnos a los errores y mitos según la autonomía personal y puede llevar a modificar nuestros hábitos alimentarios. Por ello es fundamental lograr el compromiso de las empresas alimentarias para una promoción responsable, la aplicación de códigos de conducta y la autorregulación.

Contexto socioeconómico

Cada individuo vive en un contexto socioeconómico que va a condicionar, de manera decisiva, que nos decantemos por unos errores o mitos u otros en la alimentación.

Y ¿son más frecuentes los errores y mitos en una situación de crisis? ¿Somos más vulnerables o no en nuestros principios nutricionales?

En el Libro Blanco de la Nutrición Española que se presentó en marzo junto con el Ministerio de Sanidad se abordaba en un capítulo el tema de los errores y mitos en alimentación, y concretamente de las amenazas, fortalezas y debilidades en relación con los errores.

Amenazas

-Hay un menoscabo de la salud por mensajes sin fundamento científico que tienen en común la promesa de pérdida rápida de peso, longevidad o incluso mejora de las capacidades cognitivas, memoria, etc.

-La mitificación de las proteínas como base de la alimentación: dentro del conjunto de dietas que se orientan más a consumir un determinado tipo de nutriente, precisamente , sobre las que se hace incidencia en el capítulo del libro blanco de la nutrición es la mitificación de las proteínas. Y la propia Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria afirma que no existen pruebas científicas para asociar el consumo de proteínas con ventajas en el control del peso.

La percepción del riesgo alimentario

Si hablamos de riesgo alimentario en un foro científico no tiene nada que ver con una encuesta a pie de calle, hay diferencias enormes. La mayoría de ingestas de nuestra vida son seguras, sin embargo la percepción de riesgo es bien distinta. La ciencia comprende y define el riesgo de manera bastante diferente, para la ciencia es una realidad objetiva, que se puede medir, controlar, gestionar… frente la percepción de la población socialmente que se comprende de distinto modo por grupos diferentes de personas según su contexto sociocultural.

Mensaje nutricional

Otro hecho fundamental que puede llevar a errores y mitos es el mensaje nutricional. A los que nos dedicamos a nutrición se nos acusa de cambiar el mensaje. Y además el mensaje puede venir de diferentes vías y provocar confusión.

Es necesaria la autocrítica de los que nos dedicamos a alimentación y nutrición. Y reivindicar la palabra “sustituir” frente a la palabra “añadir”. Muchas veces hemos recomendado añadir tal alimento a la dieta, por ejemplo aceite de oliva o nueces… y éstos aportan energía. Por tanto, cuidado con el mensaje.

Fortalezas

También hay fortalezas:

-Las recomendaciones de los diferentes documentos de consenso.

-La formación de los profesionales.

-En el currículo escolar va a estar la temática de alimentación y nutrición.

-La difusión de mensajes coherentes.

-Acceso a alimentos y variada oferta: tener variedad de productos de la compra en principio es positivo.

-Creciente interés de la población.

La Dieta Mediterránea

¿Somos autónomos o heterónomos? Tenemos cierta tendencia a echar la culpa a los demás. Pero la autonomía personal es fundamental en los temas de alimentación para no caer en los errores y mitos.

La dieta mediterránea es nuestro gran mensaje nutricional, es nuestro patrimonio. Pero como reflexiona Jesús Contreras, catedrático de Antropología de la Universidad de Barcelona, “no porque vivamos en un país mediterráneo practicamos dieta y estilos de vida mediterráneos”.

Todos conocemos bastante bien los constituyentes básicos de la DM, aunque no tanto lo que contienen, por ejemplo en términos de energía, o cuál es el consumo razonable de esos alimentos.

Además han tenido distinta suerte los alimentos de la DM. Por un lado nueces, aceite de oliva o vino sobre los que se ha investigado mucho y se les ha visto propiedades beneficiosas y casi se declaran como alimentos funcionales. En cambio otros, como las legumbres o el pan son los grandes olvidados.

Dieta vegetariana

En las primeras publicaciones científicas sobre patrones de dieta vegetarianas se afirmaba que las personas que seguían una dieta mayoritariamente vegetariana lo hacían porque no tenían opción de tomar carne (y además se decía que eran países en desarrollo e incluso era un ejemplo anti sistema).

En los últimos años ha habido un cambio espectacular y al analizar grupos de alimentos y patologías relacionadas con la alimentación se ve en conjunto que el grupo de frutas, verduras, cereales y legumbres es el que se asocia con salud.

Errores sociales en alimentación

Ha habido cambios espectaculares en nuestras vidas, formas de trabajo y también en las formas de comer. Además hay nuevas formas y espacios para comer. La DM no es solamente lo que se come sino cómo se come, compartiendo y socializando. Pero actualmente se come aislado, frente a una pantalla y probablemente estas nuevas formas de comer nos están llevando a más errores en nuestra elección de alimentos.

Vitaminas

En cuanto a los nutrientes, las vitaminas son las que más mitos y errores acumulan. Incluso se han añadido vitaminas falsas o pseudovitaminas a la lista de vitaminas probadas científicamente.

En el caso de la vitamina C se necesitan 60 mg/d pero se llegó a decir que necesitábamos 2300 mg/d. Simplemente decir que si consumimos 2-3 kilos de comida diaria para ingerir esta cantidad de vitamina C deberíamos tomar entre 10 y 20 kilos al día.

Las vitaminas son nutrientes que no aportan energía y por tanto no engordan, este también es uno de los errores más frecuente.

Los alimentos no son medicamentos (en los que prima la función sobre el gusto y el placer).

También hay una tendencia a volver al crudismo y sin entrar en temas de higiene y seguridad alimentaria es un error que puede tener consecuencias graves en ese sentido.

Alimentos mitificados

Un ejemplo es la miel. La composición de la miel es 70% de glúcidos y el resto agua con unos pocos aminoácidos, vitaminas y minerales. Se puede tomar, si nos gusta, pero en cantidades moderadas porque aporta mucha energía.

El vinagre de sidra es parecido al de vino pero más caro y procede de la manzana pero en cuanto a características nutricionales prácticamente no hay diferencia.

Otros ejemplos de alimentos mitificados son las bayas de sauco, la jalea real (que es la responsable de que una larva de abeja se transforme en reina de una colmena), el ginseng o el ajo y la cebolla.

Más errores

El pan engorda (en realidad engorda lo que acompañamos con el pan), la fruta como postre engorda, beber agua entre las comidas engorda, o lo light adelgaza (dependerá del producto).

Salud emocional.

Los trastornos alimentarios tienen peor pronóstico en pacientes con hiperactividad

Un estudio realizado con 191 pacientes revela que los síntomas de hiperactividad propios del trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) van asociados a una mayor impulsividad y severidad y probablemente a un peor pronóstico en pacientes con trastornos alimentarios.

El TDAH está poco estudiado en adultos y, aunque varios trabajos han descrito asociaciones entre este trastorno y conductas alimentarias anómalas, hasta ahora no se habían descrito asociaciones entre TDAH y trastornos alimentarios en adultos.

Los resultados del estudio realizado por investigadores del grupo de Psiquiatría y Salud Mental del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL) en la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria del Hospital Universitario de Bellvitge, y del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Vall d”Hebron se han publicado en la edición electrónica de la revista BMC Psychiatry.

Impulsividad y trastornos alimentarios

Los síntomas relacionados con la hiperactividad del TDAH como la impulsividad están muy presentes en las pacientes con trastornos alimentarios que han participado en el estudio, pero no en todas, según ha explicado Fernando Fernández-Aranda, jefe de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria del Hospital Universitario de Bellvitge e investigador del IDIBELL. Estos trastornos “los encontramos sobre todo en las pacientes con rasgos de personalidad más impulsivos: las pacientes con bulimia, trastornos por atracón y también en pacientes con trastornos alimentarios sin especificar. En cambio, las pacientes anoréxicas más restrictivas y con más control no tienen asociados estos síntomas”.

Esta investigación ha permitido desarrollar un modelo que podría ser útil en la clínica para detectar de forma precoz factores de riesgo que podrían llevar a un trastorno alimentario.

Los síntomas de TDAH se asocian a rasgos de personalidad más impulsiva y a la edad. Es decir cuanta más impulsividad y más edad, mayor riesgo de desarrollar un trastorno alimentario. También se asocian a una mayor severidad del trastorno.

Por otra parte, estos síntomas de TDAH de impulsividad están asociados a una baja autodirección, un rasgo del carácter que implica ser capaces de planificar y alcanzar objetivos a medio y largo plazo. “De modo que las pacientes con síntomas de TDAH también tienen peor pronóstico porque les es más difícil ser capaces de seguir un tratamiento”, ha explicado Fernández-Aranda.

Sistema de recompensa

Según Fernández-Aranda, este modelo será útil no sólo en la clínica sino también para la investigación de los circuitos cerebrales que regulan el sistema de recompensa y que son similares en varios trastornos de conducta como los trastornos alimentarios, el juego patológico o otras adicciones conductuales.

Tasty breakfast

La intolerancia a la lactosa podría afectar a entre el 20 y el 40% de la población española

Aunque se considera que “los pacientes pueden tolerar una cierta cantidad (unos 12 gramos) de lactosa al día, la casuística es tan variada y personal que, ante la sospecha de intolerancia, es necesario confirmar el diagnóstico a través de un especialista.

“Las pruebas son sencillas y no invasivas y nos permiten adecuar las medidas preventivas al paciente”, recomienda el Dr. Federico Argüelles Arias, experto de la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD), una institución promovida por la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD).

La ingesta de lactosa no afecta a todas las personas del mismo modo. Algunas notan sus efectos de forma inmediata tras consumir pequeñas cantidades de lácteos, mientras otras tienen un umbral de sensibilidad más alto y es más difícil de observar su relación causa-efecto.

También hay personas que pueden permanecer asintomáticas toda su vida porque no sobrepasan su umbral de sensibilidad con la cantidad de lactosa que consumen al día.

Evitar el autodiagnóstico

Los síntomas que producen la intolerancia a la lactosa son muy inespecíficos: hinchazón abdominal, diarrea, gases abdominales, flatulencia o meteorismo, dolor abdominal, retortijones, náuseas o vómitos, y pueden confundirse fácilmente con otras enfermedades digestivas como por ejemplo el síndrome de intestino irritable.

Muchas personas auto establecen una conexión entre sus trastornos gastrointestinales y la ingesta de productos lácteos o derivados por lo que optan por dejar de tomarlos. Para los especialistas, el autodiagnóstico debería evitarse ya que, por un lado, la variedad e inespecificidad de los síntomas puede llevar a confundir la intolerancia a la lactosa con otras patologías y, por otro, dejar de consumir lácteos podría entrañar riesgo para la salud por déficit de calcio, vitaminas A y D, ácidos grasos y proteínas, que pueden derivar en falta de masa ósea, pérdida de peso y malnutrición. De modo que es esencial consumir otros productos ricos en estas sustancias.

Prevalencia de la intolerancia de la lactosa en España

La tasa y el ritmo de pérdida de lactasa varían según el origen étnico, por lo que la prevalencia de la intolerancia a lactosa difiere según las zonas geográficas. “Sabemos que los asiáticos pierden entre el 80-90% de actividad de la lactasa. En cambio, en los europeos del norte la actividad de la lactasa se mantiene de forma más estable que en los europeos del sur y por tanto, no desarrollan intolerancia a lactosa con tanta frecuencia como en los países del sur de Europa”, explica el Dr. Argüelles.

En España, hay pocos estudios que analicen la prevalencia de la intolerancia a la lactosa. Sin embargo, sí se ha estudiado en Europa, detectando que su prevalencia es más baja en el noroeste de Europa y más alta en el sur de Europa. En Grecia se ha determinado una prevalencia del 38-45 % de la población y en Francia del 37-47%. “Los estudios realizados hasta la fecha confirman esta tendencia de nuestros países vecinos y nos permiten situar la prevalencia en España entre un 20% y un 40%. Hay que diferenciar entre personas hipolactásicas, es decir, malabsorbedores de lactosa, e intolerantes a la lactosa, que son aquellos sujetos malabsorbedores de lactosa que presentan síntomas con el consumo de este azúcar”, explica el Dr. Argüelles.

¿Qué es la lactosa?

La lactosa es un azúcar que está presente en todas las leches de los mamíferos: vaca, cabra, oveja y humana, y que también puede encontrarse en muchos alimentos preparados. Conocida como el “azúcar de la leche” está compuesta de glucosa y galactosa.

Por su parte, la lactasa es un enzima producido en el intestino delgado, que juega un papel relevante en el desdoblamiento de la lactosa en sus dos componentes básicos: glucosa y galactosa, un proceso necesario para su correcta absorción por el organismo.

Tras el destete y a medida que crecemos, disminuyen los niveles de lactosa en el organismo. “Es importante comentar que no es necesario conservar el total de la actividad de la lactasa para consumir productos lácteos, únicamente se necesita el 50% de actividad para digerir la lactosa”, explica el Dr. Federico Argüelles. Si los niveles de lactasa son bajos, aparecen dificultades para digerir la lactosa y síntomas tras su consumo, lo que conocemos como intolerancia a la lactosa.

frutas y verduras

Comer diariamente frutas y verduras puede hacer vivir más

Un macroestudio del Instituto Karolinska de Suecia ha demostrado que comer diariamente frutas y verduras aumenta la supervivencia, hasta el punto de que quienes admitían prescindir de estos alimentos podían llegar a morir una media de tres años antes, según los resultados publicados en la revista American Journal of Clinical Nutrition.

Aunque muchas sociedades científicas recomiendan comer cinco porciones de frutas y verduras al día, los estudios que se habían llevado a cabo hasta el momento no habían sido concluyentes sobre si realmente tiene efectos beneficiosos para la salud y en qué medida.

En cambio, este estudio ha revelado que tales recomendaciones pueden ser válidas, según ha reconocido la investigadora Alicja Wolk, una de las autoras de esta investigación que, sin embargo, no ha mostrado mayores beneficios para quienes comían más de cinco porciones diarias.

Los resultados se basan en datos recogidos de más de 71.000 ciudadanos suecos de entre 45 y 83 años, a los que se les hizo un seguimiento de 13 años. Los participantes fueron preguntados por su dieta en 1997 y 1998, e informaron de la frecuencia con que comían frutas (como naranjas, manzanas, plátanos y bayas) y hortalizas (como zanahorias, remolacha, lechuga, repollo, tomate y sopa de guisantes).

Casi 11.500 de los participantes en el estudio había fallecido en diciembre de 2010. Y tras comparar los datos de supervivencia con los de la dieta, observaron que las personas que decían no comer frutas o verduras al inicio del estudio tenían un 53 por ciento más de probabilidades de morir durante el período de seguimiento que los que comían cinco porciones diarias.

Los participantes que comían al menos una porción de fruta al día vivieron una media de 19 meses más que los que nunca comían fruta. Y los que comieron por lo menos tres porciones de verduras diarias vivieron de media 32 meses más que las personas que no las comían. Además, las mujeres tendían a comer más frutas y verduras que los hombres.

“Las frutas y verduras contienen diferentes tipos de vitaminas, y la fruta es generalmente más alta en calorías”, señaló Wolk.

Los autores apuntan que las personas que dijeron que comían menos frutas y verduras también eran más propensas a fumar y a comer más carne roja, productos lácteos altos en grasa, dulces y aperitivos.

El estudio no puede demostrar que el consumo de frutas y verduras alarga la vida. Pero recuerdan que cuando los investigadores tomaron en cuenta otros factores como género, tabaquismo, ejercicio, consumo de alcohol y peso, los resultados no cambiaron.

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La obesidad es una enfermedad

Teniendo en cuenta que, según datos del Estudio de Nutrición y Riesgo Cardiovascular en España, ENRICA (2009-2011), la obesidad es un problema que padece el 62 por ciento de la población española, su reconocimiento como enfermedad “ayudará a modificar la praxis clínica, a incrementar el nivel de compromiso de los médicos con esta afección y a potenciar la inversión económica y científica para mejorar su prevención y tratamiento”, afirma el presidente de la SEEDO, el doctor Felipe F. Casanueva.

Desde la SEEDO el objetivo es incluir la obesidad en las enfermedades crónicas, y establecerla como prioridad dentro de los presupuestos públicos del Sistema Nacional de Salud, ya que “tan sólo así se logrará que las personas que padecen exceso de peso puedan acceder a un tratamiento”, evitando otras enfermedades relacionadas con la obesidad.

“La atención de una persona con obesidad llega a ser hasta tres veces más costosa que la de otra con peso correcto. Si a eso le sumamos el alto porcentaje de población de la tercera edad con sobrepeso y el crecimiento de obesidad infantil tenemos cifras alarmantes que ponen en riesgo la sostenibilidad de la sanidad de nuestro país porque no hay sistema que pueda soportar mucho tiempo esta situación”, explica el presidente de la SEEDO.

Para ello destaca el papel de Atención Primaria como una de las “armas más efectivas” para combatir la obesidad desde la prevención. Casanueva recomienda “lograr un alto nivel de empatía con el paciente”, para ello es indispensable que el médico sea percibido como un aliado para que sus recomendaciones surtan efecto.

“Cuando un paciente no se siente comprendido o apoyado por su médico, no acostumbra a seguir sus consejos ni de hábitos de vida saludables ni de pérdida de peso”, añade.

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El déficit de yodo en las mujeres embarazadas disminuye el coeficiente intelectual de sus hijos

Un equipo internacional de científicos, pertenecientes al proyecto europeo Nutrimenthe, que coordina la profesora de la Universidad de Granada (UGR) Cristina Campoy Folgoso, ha descubierto que el déficit de yodo durante el embarazo tiene efectos perjudiciales en el desarrollo cognitivo del niño.

Los resultados de esta investigación, publicados en la revista The Lancet, han revelado que los niños nacidos de madres que presentaron deficiencia de yodo durante la gestación mostraron, a los ocho años de edad, un coeficiente intelectual tres puntos inferior que los demás, así como peor habilidad para la lectura a los nueve años, según ha informado en un comunicado la UGR.

Los investigadores recuerdan que el yodo es esencial para el crecimiento, el desarrollo cerebral, la síntesis de hormonas tiroideas y la regulación de numerosos procesos metabólicos en el organismo.

Por ello, sostienen que la deficiencia de yodo determina alteraciones del desarrollo cognitivo y, por lo tanto, un correcto estado nutricional en yodo resulta especialmente relevante durante la gestación y los primeros años de vida para el desarrollo del cerebro del bebé.

Estos resultados han surgido tras un reciente análisis del estudio Alspac por las profesoras Sara Bath y Pauline Emmett, realizado en el contexto del proyecto europeo Nutrimenthe.

Además, recuerdan que el déficit de yodo en la población no es un problema únicamente de países en vías de desarrollo, pues informes recientes revelan índices bajos de yodo en países industrializados. En el Reino Unido, donde se ha llevado a cabo esta investigación, se ha detectado que la deficiencia de yodo es muy común: afecta a dos tercios de las mujeres, especialmente a aquellas en edad fértil. Otros países, como Holanda, España o Dinamarca, hace tiempo que adoptaron medidas de prevención como la suplementación de la sal común con yodo para asegurar un mayor aporte de este mineral a través de la alimentación.

En el estudio Alspac, los científicos reclutaron más de 10.000 mujeres embarazadas, a quienes se tomaron muestras de orina. Se han analizado las concentraciones de yodo en muestras de orina de 1.040 de ellas.

Posteriormente, mediante pruebas de neurodesarrollo y la evaluación de diferentes habilidades cognitivas a los ocho y nueve años de edad, investigaron la relación de estos niveles de yodo y el desarrollo cognitivo de sus hijos. Tras el análisis de los resultados, los científicos descubrieron que a los 8 años de edad hay tres puntos de diferencia en el coeficiente intelectual de los niños nacidos de madres con bajas concentraciones de yodo en los primeros meses del embarazo, frente a aquellos nacidos de madres que tenían niveles de yodo por encima del límite mínimo.

Mejor el yodo natural

Ante estos resultados, los expertos recomiendan una ingesta suficiente de yodo en las mujeres embarazadas, procurando obtenerlo a partir de alimentos naturales, principalmente del pescado, marisco y productos lácteos. Se desaconseja el consumo de algas o suplementos que las contengan, pues podría provocar problemas tiroideos por exceso de ingesta de este mineral.

Éstas y otras recomendaciones han sido publicadas a través de la British Dietetic Association, donde los autores aconsejan una ingesta diaria de yodo durante la gestación y la lactancia de 250 microgramos/día, mientras que para el resto de adultos bastaría con 150 microgramos/día.

El Proyecto Europeo Nutrimenthe, del VII Programa Marco de la UE, ha sido financiado con más de seis millones de euros, y desde 2008 lo coordina la profesora de la UGR, Cristina Campoy.

20 centros y más de 120 investigadores colaboran para el avance de esta investigación, con el objetivo de determinar los efectos de la dieta durante la vida precoz sobre el desarrollo cognitivo, el rendimiento mental y el desarrollo de la conducta y del comportamiento de los más de 20.000 niños involucrados en toda Europa.

Tanto los datos de este estudio sobre el yodo como otros resultados de este Proyecto Europeo serán presentados y debatidos por expertos internacionales en Granada los días 13 y 14 de septiembre, durante la Nutrimenthe Internacional Conference, que está siendo organizada desde la Universidad de Granada.

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Ejercicio físico, hidratación y función cardiovascular

Un buen nivel de hidratación es fundamental en la respuesta cardiovascular durante la práctica de ejercicio físico y especialmente si la temperatura ambiental es elevada. Además, desde el punto de vista fisiológico, existe evidencia científica que estados de baja hidratación o de deshidratación se asocian a una caída en el rendimiento deportivo.

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Beber agua cuando se hace dieta puede ayudar a perder más peso

Beber agua cuando se está a dieta puede ayudar a perder más peso, según ha mostrado un equipo de investigadores dirigidos por la experta de la Escuela de Salud Pública de Berlín (Alemania), Rebecca Muckelbauer, tras examinar diferentes estudios sobre el consumo de agua y el peso.

Así, los expertos han comprobado que en tres investigaciones se muestra que el aumento de la ingesta de agua entre personas que están a dieta se relaciona con la pérdida de más kilos.

Además, un estudio realizado por Brenda Davy, profesora de la Universidad Virginia Tech (Estados Unidos), desveló que los adultos que bebían dos vasos antes de las comidas perdieron casi dos kilos más que aquellos que no los tomaron.

Otra investigación señaló que las mujeres que aumentaron su consumo de agua mientras se pusieron a dieta perdieron más peso que aquellas que bebieron apenas un litro de agua. Ahora bien, pese a estos resultados, los investigadores no saben los motivos por los que la ingesta de agua hace que se pierdan más kilos ya que no está comprobado que las personas que beben más agua sean las más delgadas.

“Una posibilidad es que el agua silencie el hambre. Sin embargo, no tenemos pruebas concluyentes de que el aumento del consumo de agua reduzca el peso”, ha comentado Davy.

Por su parte, Muckelbauer ha señalado que también podría deberse a la “termogénesis inducida por el agua”, dado que aumenta el gasto de energía del cuerpo. “Sería útil contar con ensayos más grandes para ver las posibles ventajas de la pérdida de peso cuando se bebe más agua durante la dieta”, ha zanjado.

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¿Sirven las dietas hiperproteicas para adelgazar? Fortalezas y debilidades

Algunos estudios

En el año 2012 la American Health Associaton se posicionó al no recomendar las dietas altas en proteínas para la pérdida de peso por los riesgo que se corren al incorporar muchas proteínas y dejar de lado otros alimentos con peso específico más importante en nuestra salud, fundamentalmente hidratos de carbono complejos con fibra y fitonutrientes, y vegetales con vitaminas y minerales de bajo valor calórico energético.

También en el 2012 se publican en British Medical Journal datos del seguimiento a 43.000 mujeres durante 17 años de la utilización de dietas bajas en hidratos de carbono y altas en proteínas sin considerar su naturaleza o fuente (independientemente de si su origen es animal o vegetal) y están asociadas a un aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares

En ese mismo año la revista Stroke concluye, según un metanálisis, que el consumo de carne roja y sus derivados procesados se asocia al aumento del riesgo de accidentes cardiovasculares.

En el 2013 European Journal of Clinical Nutritrion publica que el consumo de carne roja y de carne procesada aumenta el riesgo de accidente cardiovascular, concretamente, el accidente cerebrovascular isquémico.

También en 2013 la International Journal of Cancer dice que el consumo de proteína total, ya sea animal o vegetal, podría estar directamente relacionado con el cáncer urotelial.

Por tanto nadie debería asociar el consumo de más proteínas (más allá de las recomendaciones) a beneficio alguno.

Dietas con fases, ¿por qué?

Todas las dietas de este tipo hiperproteicas, proteinadas, altas o ricas en proteínas tienen fases, ¿por qué? Una dieta equilibrada no tiene fases y en cambio ésta te advierte que no debes estar demasiado tiempo en la primera fase hiperproteica.

Tampoco se recomienda por parte de embarazadas y niños, pero si una dieta no es adecuada para una mujer embarazada ni para un niño, no es adecuada para nadie.

¿Quién defiende estas dietas?

Y otras preguntas: ¿quién defiende las dietas altas, ricas en proteínas, hiperproteicas y proteinadas? Es una cuestión económica. Y ¿por qué hay tantas dietas milagro? Porque no funciona ninguna.

¿Estas dietas sirven para adelgazar?

Una de las fortalezas en que se han basado estas dietas es que son más saciantes las proteínas que otros macronutrientes y por lo tanto al comerlas comemos menos, hacemos ingestas de menor valor calórico. Pero según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) esto no es cierto. En el año 2010 expresó su opinión científica a través de dos consultas realizadas. Y no hay opinión científica que sustente la alegación de la salud sobre que la proteína incrementa el poder saciante y que esto implique un menor ingesta dietética. No hay una relación causa efecto entre el poder saciante de la proteína y que se coma menos.

Pero, ¿sirven para adelgazar? Hay bastantes estudios clínicos que evalúan la eficacia de las distintas dietas hiperproteicas frente a otros patrones dietéticos en el adelgazamiento. Hay estudios a corto plazo y a corto plazo.

Estudios a corto plazo

En el primer estudio del año 2004 Halton y colaboradores sí obtuvieron beneficios a corto plazo pero sólo 6 de los 15 estudios controlados abarcaban hasta los 6 meses, el resto menos tiempo.

En el año 2006 en un estudio de Krieger y colaboradores no se obtuvo diferencia variando el contenido proteico.

En otro estudio del 2006 (McMillan-Price ) tampoco se encontraron diferencias ni en un estudio del año 2010 (Kerksick).

En un estudio del año 2007 (Meckling) sí se encontraron, había una mayor pérdida de peso significativa en el grupo de dieta hiperproteica (estudio de 12 semanas).

Y en el año 2010 un estudio (Krebs) encontró una mayor pérdida de peso con dieta hiperproteica (pero con una dieta de 99 gramos de proteínas al día, que ya la estamos comiendo, incluso superando).

Estudios a largo plazo

Estudios a más largo plazo (año 2004 Due) nos dicen que la pérdida inicial con la dieta hiperproteica no se observó ni al año ni a los dos años.

Un estudio del 2006 (Brinkworth) no encontró diferencias significativas. Y otro de ese mismo año (McAuley) dice que hay ventaja de la dieta hiperproteica a los 6 meses no contrastable al año.

En 2008 (Clifton) tampoco encuentra diferencias significativas. Ni tampoco en 2009 Sacks encontró diferencias en cuatro grupos con cuatro estrategias dietéticas diferentes. Y en el estudio de Layman se vio mayor pérdida de peso inicial del grupo de dieta hiperproteica pero no diferencias al año.

Por su parte, Hession encuentra mayor pérdida de peso en las dietas hiperproteicas a los seis meses y ligeramente superior al año. Y en el de Clifton, también del 2009, se afirma que la dieta hiperproteica es más eficaz en pérdida de peso y reducción de grasa abdominal pero sólo en el subgrupo cardiovascular.

Dietas cetogénicas

Una de las últimas evidencias sobre las dietas cetogénicas (no es una dieta hiperproteica como tal, sino que lo que se controla es la presencia de hidratos de carbono) es un metanálisis de 25 estudios con un seguimiento de por lo menos un año, donde se concluye que las personas asignadas a dietas cetogénicas con muy bajo aporte de hidratos de carbono alcanzan mayores pérdidas de peso que aquellas asignadas a dietas bajas en grasas.

En este estudio las diferencias significativas fueron de 0,91 kilos al acabar el año, pero este resultado ¿es clínicamente relevante? ¿Se puede mantener a una persona durante más de un año con no más de 50 gramos de hidratos de carbono por esta diferencia de 0,91 Kilos?

Además los autores afirman que no han evaluado la adherencia, pero reconocen que la adherencia a las dietas muy bajas en hidratos de carbono fue especialmente baja.

Al mismo tiempo diversos estudios retrospectivos muestran que las dietas bajas en hidratos de carbono y altas en proteínas pueden aumentar la mortalidad por todas las causas.

En el año 2009 según el British Journal of Nutrition la ingesta de proteína se asocia de forma significativa con un mayor IMC en un estudio de 168 varones y 182 mujeres seguidas durante 23 años.

En un estudio (2011 Journal of Obesity) con una muestra muy grande de 89.000 participantes durante 6,5 años se concluye que el consumo de proteína procedente de alimentos de origen animal, especialmente carne y aves, parece asociarse positivamente con la ganancia de peso a largo plazo.

Y en el estudio más reciente (2013 Vergnaud AC), con una muestra de 373.000 seguida durante 5 años, se afirma que los participantes que consumen una cantidad de proteína por encima de las recomendaciones de la American Diabetes Association podrían estar expuestos a un mayor riesgo de padecer sobrepeso u obesidad en la edad adulta.

En resumen

Las evidencias con respecto a las dietas hiperproteicas en la prevención y tratamiento del sobrepeso y la obesidad son las siguientes (según el documento de consenso de la Fundación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética):

-La dieta hiperproteica (DHP) puede inducir a corto plazo (menos de 6 meses) mayor pérdida de peso que una dieta convencional rica en hidratos de carbono (nivel de evidencia 2+).

-La DHP no induce a largo plazo (más de 12 meses) una mayor pérdida de peso que una dieta convencional rica en hidratos de carbono (nivel de evidencia 1+).

-No hay datos suficientes en el momento actual que nos permitan establecer la eficacia de las DHP en el mantenimiento del peso perdido tras una fase inicial de pérdida de peso con otro tipo de dieta.

-La DHP favorece la preservación de la masa magra mejor que una dieta rica en hidratos de carbono (nivel de evidencia 2+).

-La DHP puede incrementar a muy largo plazo el riesgo de mortalidad total y cardiovascular, fundamentalmente cuando la proteína es de origen animal (nivel de evidencia 2+).

Recomendaciones

En base a esas evidencias se establecen las siguientes recomendaciones:

-Para garantizar el mantenimiento o incremento de la masa magra, durante una dieta hipocalórica, resulta eficaz aumentar el contenido de proteínas de la dieta por encima de 1,05 g/kg (recomendación de grado B).

-Si se prescribe una DHP se debe limitar el aporte de proteína de origen animal para prevenir un mayor riesgo de mortalidad a muy largo plazo (recomendación de grado C).

-En el tratamiento de la obesidad no se recomienda inducir cambios en la proporción de proteínas de la dieta (recomendación de grado A).

Conclusión

Lo peor de las dietas hiperproteicas, disociadas, milagrosas o mágicas es que transmiten conceptos erróneos sobre la obesidad y su tratamiento. La incultura popular con respecto a la nutrición se va haciendo cada vez más grande, atribuyendo, en este caso a las proteínas, un papel que no tienen y dejando de nombrar el que sí tienen.

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La importancia de la hidratación en los mayores

Las personas mayores suelen perder la sensación de sed, lo que les convierte en más vulnerables ante situaciones de calor, de actividad física intensa o de enfermedad. La recomendación es de ingerir entre 2 y 2,5 litros de líquido al día, siendo el agua la principal fuente de hidratación. Conviene tenerla siempre a mano y evitar que esté demasiado fría.

alimentación de la madre lactante

¿Cuándo y por qué motivos las madres españolas abandonan la lactancia materna?

El estudio Hábitos de Lactancia Materna, llevado a cabo por el grupo de trabajo español de la Global Breastfeeding Initiative (Iniciativa Global para la Lactancia Materna), incluye entre sus conclusiones que la vuelta al trabajo de las madres y la falta de condiciones adecuadas para la extracción de la leche materna, representa uno de los principales obstáculos para la continuación de la lactancia durante el tiempo recomendado. Éste es uno de los resultados que arroja el estudio presentado por la Dra. Marta Díaz, Profesora de la Universidad de La Laguna, coordinadora del Comité de Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría, y líder de la delegación española de Global Breastfeeding Initiative.

La lactancia materna es de vital importancia para el desarrollo saludable del recién nacido. A pesar de que muchos países apoyan la recomendación de la OMS de que los niños deben alimentarse exclusivamente con leche materna hasta los seis meses de vida, diferentes estudios demuestran que actualmente, tanto en países desarrollados como subdesarrollados, las tasas no son todo lo buenas que debieran. Así, el escaso seguimiento de esta recomendación supone para los expertos un problema de salud pública.

Los resultados del estudio, cuyo objetivo es analizar los hábitos de lactancia de las madres residentes en España profundizando en los beneficios y perjuicios percibidos en este comportamiento, ponen de manifiesto las dificultades de las madres a la hora de mantener la lactancia materna, especialmente tras su vuelta al trabajo.

Actualmente, entre las entrevistadas, un 89% de las madres dan o han dado el pecho a su hijo. En el 11% de las que no han dado el pecho, el principal motivo es haber tenido problemas con lactancias anteriores.

El estudio, en el que han participado 569 mujeres, desvela que, por grupo de edades, las tasas de lactancia materna van descendiendo desde un 69% en el grupo de 0-3 meses hasta un 18% en el grupo de 19 a 24 meses. En la mayor parte de los casos las madres dejan de dar el pecho antes de que el niño cumpla un año (89%), y se establece la media de edad del destete en los 6 meses.

De las madres que en el momento de la encuesta están dando lactancia mixta, es decir combinan leche materna y artificial (46%), el principal motivo para haber introducido la leche artificial fue la obligación de incorporarse al trabajo. En línea con esta conclusión, el 68% de las madres alguna vez se han extraído la leche materna para dársela a su hijo por biberón, y el principal motivo para ello ha sido el poder continuar con su actividad profesional.

Las madres que continúan con la lactancia, proyectan dar el pecho durante más tiempo del indicado por las madres que ya han abandonado esta práctica. Una proporción elevada de madres esperan continuar con esta práctica hasta que el bebé “quiera” y consideran como la edad adecuada para el destete después de los 12 meses. La edad media a la que estiman dejar de dar el pecho a su hijo es de 17 meses, algo que finalmente muchas de ellas no pueden llevar a cabo.

Motivaciones para dar el pecho

La salud del bebé y considerar la lactancia la mejor forma de alimentarle, son las principales motivaciones para dar el pecho.

El principal beneficio de la lactancia para el bebé, es que lo protege de enfermedades e infecciones (81% )y para ellas, como madres, que es el método más natural (78%) y una satisfacción personal (50%).

En este sentido, la Dra. Marta Díaz afirmó que la lactancia materna es “óptima” debido a que “cumple las necesidades nutricionales del bebé y aporta beneficios al menor y a la madre”. Así, para el menor, sostiene que le aporta “factores de defensa, de actividad biológica y de protección contra la alergia, la diabetes, el cáncer o la obesidad”.

Por el contrario, el principal inconveniente que las madres perciben en la lactancia se basa en la relación con el entorno: complicación con la actividad laboral (48%), seguido de dificultad de dar el pecho en lugares públicos (43%).

Respecto a la toma de la decisión de dar el pecho, el 65% de las madres reconoce que la decisión de dar el pecho a su bebé la tomaron ellas mismas, sin destacar la influencia de ningún profesional sanitario en este momento. No obstante, del personal sanitario, quién más influencia tiene en primer lugar es la matrona (55%). El pediatra se convierte en el segundo profesional mencionado con mayor intensidad, y especialmente destacado después del parto.

Por último, el principal motivo para suspender la lactancia materna fue el tener menos leche (44%), seguido de la necesidad de incorporarse a la actividad laboral (28%).

Este estudio, es el primer paso llevado a cabo por el Grupo de Trabajo español de la Global Breastfeeding Initiative que se puso en marcha el pasado mes de noviembre de 2012, motivado por la necesidad de conocer las tasas de lactancia materna en nuestro país y los factores relacionados con esa práctica, al no disponer de datos nacionales. Este grupo de trabajo surge de la colaboración entre Excellence in Pediatrics y el Philips Center forHealth&Wellbeing, al que en España se han sumado representantes de la Fundación Más Familia, y del Observatorio de la Mujer del Ministerio de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad.