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La terapia prolongada de antibióticos puede provocar aumento de peso

Un estudio liderado por investigadores de la Universidad de Granada (UGR) y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha revelado una correlación directa entre el tratamiento prolongado con antibióticos y el aumento de peso. El trabajo, publicado en la revista Gut Microbes, ha mostrado también un vínculo entre la actividad metabólica de las bacterias intestinales con el índice de masa corporal, la glucemia en ayunas y la resistencia a la insulina.

El intestino está habitado por miles de millones de bacterias que interactúan entre ellas y que son conocidas como microbiota o flora intestinal. Los profesores de Bioquímica y Biología Molecular 2 y de Pediatría de la Universidad de Granada, Antonio Suárez y Cristina Campoy, han señalado que “las bacterias pueden proporcionar actividades y moléculas que no se podrían adquirir por sí mismo y que son esenciales para el correcto desarrollo de los seres humanos”. Además, “la edad, el origen geográfico y otros factores como la obesidad y la dieta, el embarazo, o el uso de antibióticos, pueden modificar considerablemente la diversidad microbiana intestinal”.

De esta forma, los investigadores han analizado por primera vez la actividad metabólica de enzimas de bacterias intestinales presentes en muestras de heces de personas obesas, delgadas y tratadas o no con antibióticos. Así, para la licenciada Esther Hernández, primera autora del estudio, el trabajo ha demostrado que las personas obesas (o con alto índice de masa corporal) y las tratadas con antibióticos presentan un comportamiento metabólico similar, lo que tendría consecuencias en la capacidad de metabolizar los azúcares de la dieta.

Asimismo, “el estudio sugiere que el desarrollo de obesidad y el tratamiento prolongado con antibióticos modifican la flora intestinal de tal forma que sus enzimas se hacen más activas, lo que favorece la rápida y desequilibrada asimilación de carbohidratos y, a su vez, el desarrollo de obesidad, trastornos alimenticios y, en última instancia, diabetes”, ha detallado el investigador del Instituto de Catálisis y Petroleoquímica del CSIC, Manuel Ferrer.

El estudio ha sentado las bases para futuras investigaciones que, en última instancia, puedan permitir el diseño de dietas personalizadas basadas en la digestibilidad potencial de polisacáridos de la dieta en función de los perfiles de actividad intestinal para regular el aumento de peso. Así, sería posible, definir los enzimotipos (o conjunto de enzimas intestinales) de cada persona y diseñar prebióticos que garanticen una microbiota intestinal saludable.

De este modo, “los cócteles podrían pasar a formar parte de las guías terapéuticas habituales en tratamientos con antibióticos con el fin de minimizar sus efectos colaterales, ya que sólo a través de un análisis global y detallado de diferentes antibióticos y personas de diferente origen geográfico, edad o estado de salud se pueden desarrollar terapias e intervenciones quirúrgicas personalizadas”, han apuntando los investigadores de la universidad.

La investigación, en la que han participado de la Universidad de Granada, el Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva de la Universidad de Valencia (Icbice), y el Centro Superior de Investigación en Salud Pública (Csisp), ha sido resultado de diferentes trabajos en el marco de una serie de proyectos financiados por el Ministerio de Economía y Competitividad, el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, el Instituto Carlos III y la Generalitat Valenciana. Los investigadores también han contado con el apoyo del programa EraNET PathoGenoMics2 promovido por la Unión Europea. Además, parte de los investigadores forman parte del Centro de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública.

lactancia materna e inteligencia

La duración de la lactancia, asociada con la inteligencia del niño

lactancia materna e inteligenciaLa evidencia apoya la relación entre la lactancia materna y los beneficios para la salud en la infancia, pero el grado en que la lactancia materna conduce a un mejor desarrollo cognitivo es menos seguro, de acuerdo con el estudio, publicado por JAMA Pediatrics.

Mandy B. Belfort, del Hospital de Niños de Boston, en Estados Unidos, y sus colegas examinaron las relaciones de duración de la lactancia y la exclusividad con la cognición infantil en las edades de 3 y 7 años, así como la medida en que el consumo de pescado durante la lactancia materna se asocia con la alimentación infantil y la cognición más tarde. Los científicos usaron pruebas de evaluación para medir la cognición.

“Una mayor duración de la lactancia materna se asoció con una mayor puntuación a la edad de 3 años en el Peabody Picture Vocabulary Test y con mayor inteligencia en la Prueba de Inteligencia Breve Kaufman a la edad de 7 años, “de acuerdo con los resultados del estudio. Sin embargo, la investigación también detectó que la duración de la lactancia materna no se relacionó con la evaluación de amplio rango de la memoria y las puntuaciones de aprendizaje.

En cuanto a la ingesta de pescado (menos de dos porciones por semana frente a dos porciones o más), la relación entre la duración de la lactancia materna y la evaluación de amplio rango de las habilidades motoras visuales a los 3 años de edad parece ser más fuerte en los hijos de mujeres con mayor consumo de pescado frente a las que lo ingieren menos habitualmente, aunque este resultado no fue estadísticamente significativo, indican los resultados del análisis.

“En resumen, nuestros resultados apoyan una relación causal de la lactancia materna en la infancia con el lenguaje receptivo a los 3 años y con el cociente de inteligencia verbal y no verbal en la edad escolar.Estos hallazgos respaldan las recomendaciones nacionales e internacionales para promover la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses y la continuación de la lactancia materna por lo menos hasta 1 año de edad”, concluyen los autores.

En un editorial, Dimitri A. Christakis, del Instituto de Investigación del Hospital de Niños de Seattle (Estados Unidos), escribe: “Los autores informaron un beneficio de cociente intelectual a la edad de 7 años a partir de la lactancia de 0,35 puntos por mes en la escala verbal y 0,29 puntos por cada mes en el no verbal. Así, se espera que la lactancia materna de un bebé durante el primer año de vida aumente su cociente intelectual cerca de cuatro puntos o un tercio de una desviación estándar”. Según este experto, el problema actual no es tanto que la mayoría de las mujeres no inicien la lactancia materna, sino que no la mantienen.

Morning home

Saltarse el desayuno puede aumentar el riesgo de enfermedad coronaria

La idea de que desayuno puede ser la comida más importante del día cobra más fuerza con los resultados de un nuevo estudio, que concluye que dejar de ingerir esta comida puede aumentar el riesgo de enfermedad coronaria.

Los hombres de la investigación que informaron de saltarse regularmente el desayuno tenía un mayor riesgo de un ataque al corazón o enfermedad coronaria mortal, según las conclusiones, publicadas en Circulation: Journal of the American Heart Association.

Los investigadores analizaron los datos de los cuestionarios de frecuencia alimentaria y los resultados sanitarios realizados durante 16 años (1992-2008) de 26.902 hombres profesionales de la salud de las edades 45 a 82 años. Los hombres que informaron que omitían el desayuno tenían un 27 por ciento más de riesgo de ataque al corazón o muerte por enfermedad coronaria que los que informaron no lo hicieron.

Aquellos que no tomaban el desayuno eran más jóvenes que los que sí que lo comían, además de que eran más propensos a fumar, tenían trabajo a tiempo completo, eran solteros, realizaban menos actividad física y bebían más alcohol, según el perfil dibujado gracias al estudio.

Los hombres que comían tarde por la noche (comer después de ir a la cama) tenían un 55 por ciento más de riesgo de enfermedad cardiaca coronaria que quienes no lo hacían. No obstante, los autores no se mostraron muy convencidos de que esto fuera un importante problema de salud pública debido a que pocos hombres en la investigación informaron de este comportamiento.

Durante el estudio, 1.572 los hombres sufrieron eventos cardiacos por primera vez. “Saltarse el desayuno puede conducir a uno o más factores de riesgo, como obesidad, presión arterial alta, colesterol alto y diabetes, que a su vez puede conducir a un ataque al corazón”, afirmó Leah E. Cahill, director del estudio e investigador postdoctoral en el Departamento de Nutrición de la Escuela Pública de Salud de la Universidad de Harvard en Boston, Massachusetts (Estados Unidos).

“Nuestro grupo de estudio ha pasado décadas estudiando los efectos de la calidad y la composición de la dieta, y ahora esta nueva información también sugiere en general los hábitos alimentarios pueden ser importantes para reducir el riesgo de enfermedad coronaria”, dijo Eric Rimm, Sc.D., autor principal y profesor asociado de Epidemiología y Nutrición de la Escuela de Salud Pública y profesor asociado de Medicina en la Harvard Medical School.

Aunque el grupo de estudio estaba compuesto por hombres, el 97 por ciento de ellos de raza blanca, descendientes de europeos, los resultados deberían aplicarse también a las mujeres y otros grupos étnicos, pero esto debe ser probado en estudios adicionales, según los investigadores.

“No se salte el desayuno -aconsejó Cahill-. Tomar el desayuno está asociado con un menor riesgo de ataques cardiacos. Incorporar muchos tipos de alimentos saludables al desayuno es una manera fácil de asegurarse que su comida le proporciona la energía adecuada y un equilibrio saludable de nutrientes, como proteínas, carbohidratos, vitaminas y minerales. Por ejemplo, la adición de frutos secos y fruta picada en un tazón de cereal integral o avena es una gran manera de empezar el día”.

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Sobrepeso, Obesidad y Salud: barreras para adelgazar

Desde hace millones de años lo que ha predominado son las situaciones de carencia, había que recorrer grandes distancias para obtener escasa alimentación y esto ha condicionado un genotipo preparado para combatir situaciones de hambre. En el momento actual el concepto es distinto hay abundancia de alimentos, hay menos nivel de actividad física en el trabajo y en hogar. De manera que llevamos miles de años diseñando un genotipo que ahora resulta que se vuelve contra nosotros.

El desarrollo industrial favorece una mayor calidad y cantidad de alimentos para poder ser distribuidos y a su vez también un desarrollo de medios tecnológicos que nos permite realizar menos gasto. Y éste es un binomio para el que no estábamos preparados.

La OMS reconoce hoy día que a nivel mundial el sobrepeso y la obesidad causa más muertes que el hambre. Y, en realidad, es un problema que se puede prevenir. Es la segunda causa de mortalidad en sociedades desarrolladas detrás del tabaco.

Consecuencias de la obesidad

La obesidad tiene consecuencias mentales, mecánicas y metabólicas que a su vez se van a transformar en barreras para la recuperación de un peso adecuado. Por ejemplo un estado depresivo, una ansiedad importante o alteraciones de la autoestima no son las mejores condiciones para hacer una dieta.

Aspectos genéticos

Las comorbilidades a consecuencia del sedentarismo y la sobrealimentación van a producir un estado inflamatorio mediado por aspectos genéticos. Aspectos que a finales de los años 90 creíamos que teníamos solucionados. Se localizó el gen OB que produce una hormona, la leptina, y se decía que aquellos sujetos que no tienen leptina desarrollan una obesidad severa, que cuando se trata revierte y el sujeto pierde peso. Pero al poco tiempo se encontró que los obesos tienen niveles de leptina mayores incluso que los delgados.

Hoy día en día en muchos estudios más de 600 loci se han asociado a fenotipos de los obesos y casi 200 genes aparecen directamente relacionados con la obesidad. Pero hay que entenderlo como una estructura genética muy bien orquestada. La obesidad monogénica es excepcional, suele ser poligénica y de ahí la complejidad para tratarla.

En la enfermedad monogénica pura los aspectos genéticos nos explican claramente porque una persona se hace obesa. Los factores genéticos explican muy bien pero sólo en muy poco rango de población.

Aspectos medioambientales

Sobre esta predisposición genética actúan una serie de factores medioambientales, el primero de los cuales es el fenotipo ahorrador.

Estos factores se estudiaron por primera vez en torno a los años 50 en población holandesa y del Benelux que sufrió situaciones de hambruna. Se vio que las madres que habían estado embarazadas durante periodos de hambre sus fetos desarrollaban estrategias en órganos y vías metabólicas para que pudieran sobrevivir en condiciones de escasez. Pero cuando ese organismo, programado para afrontar la escasez, se encontraba que podía comer de todo se desarrollaban con más facilidad enfermedades como la obesidad, la diabetes o la hipertensión. Es decir que los factores medioambientales, antes de nacer, pueden condicionar una cierta facilidad para desarrollar obesidad.

Perder peso es difícil

Según Garrow: “la mayoría de obesos que comienzan un tratamiento dietético lo abandonan; los que continúan, la mayoría no pierden mucho peso; y los que logran perder el peso la mayoría lo vuelen a recuperar”.

En definitiva, la obesidad es una enfermedad que presenta una gran dificultad para ser tratada y a 5 años no presenta logros de curación más allá de 3-5% (se cura menos que el cáncer).

Barreras para adelgazar

Hay una serie de barreras socioeconómicas, emocionales, las comorbilidades, medicaciones, etc…

En encuestas realizadas a mujeres obesas que quieren perder peso el 66% manifiestan que los médicos no las entienden y que no se creen que coman poco. El 48%, cuando acuden a la consulta, no recibían ningún consejo para controlar el peso, solamente al otro 50% las ponían dieta y medicación. En el 72% el médico nunca hablaba de la necesidad de controlar el peso sólo en el resto disponía de tiempo para comentar con la paciente el problema del peso. Y las tres cuartas partes de las mujeres no esperaban nada, o casi nada, que su médico les ayudase a controlar el peso.

Expectativas a la hora de perder peso

Un trabajo de Grave estudiaba las expectativas de los obesos para perder peso. Sobre 2.000 pacientes que partían de un IMC de 38 reconocían que, en un tratamiento de un año, aceptarían bajar a un IMC de 29, aunque lo que querían es bajar a 26. Y creían que un 23% de pérdida de peso o de IMC se podía considerar aceptable durante el periodo de tratamiento al que iban a ser sometidos.

Los resultaron mostraron que más del 50% abandonó el estudio; después de la primera visita el 13% abandonó el estudio; y de los que completaron el año de estudio bajaron de un IMC de 38 a 35, lejos del que soñaban.

¿Y por qué? Normalmente cuando abandonan tantos pacientes se asocia a cuanto más jóvenes son, haber comenzado a realizar dietas a edades tempranas, cuanto mayores expectativas tenían, y cuanto menor era el IMC deseado.

Predecir la pérdida de peso de un paciente que va a ser tratado es muy difícil. La pérdida es muy variable porque se conjugan los factores que pueden predisponer, como los factores genéticos, no sólo al grado de obesidad sino también a la distribución de la obesidad. La interacción de esa predisposición genética con los factores ambientales puede producir respuestas difíciles de predecir.

Factores predictores

Hay factores predictores psicológicos que influyen en la pérdida de peso y pueden suponer una barrera. Si alguien no está motivado probablemente no debería ser tratado de obesidad. Hay tan pocos recursos y el problema es tan grande que tenemos que centrarnos en tratar a los que realmente quieren ser tratados.

Los que tienen una relación con la comida compulsiva también tienen una peor respuesta y los que tienen una alteración de la imagen corporal también van a ser más difíciles de tratar. Cuanto mayor es el nivel de ansiedad y estrés, peor es el resultado. Cuanto peor se afronta un tratamiento o cuando decimos que depende más de la suerte que de nuestro esfuerzo peor es el resultado.

Hay otros predictores no psicológicos que influyen en el éxito de la pérdida de peso como son el tener expectativas reales: si alguien cree que va a perder y llega a perder le sirve de estímulo, cuanto mayor es el peso a perder mayor respuesta.

Otros factores predictores serían cuando menos dietas ha hecho (el paciente que no se ha tratado nunca la respuesta va a ser mejor) y cuanta mejor predisposición tenga para el desarrollo de ejercicio físico.

Lamentablemente, como publicaba Lancet, ningún sistema de salud ha encontrado una manera de afrontar el desafío de la obesidad. En EEUU parece que ahora se está frenando el incremento. Al fin y al cabo, para tratarse de la obesidad, o se adquiere un compromiso o no llegamos a buen puerto.

Balance energético alterado

Respecto a la ingesta vemos que no ha aumentado la energía o la cantidad de grasa y sin embargo sí se ha disparado la obesidad porque hay mayor sedentarismo. Hay ingesta inadecuada y mayor cantidad de las porciones. El consumo de la alimentación no deseable se asocia a mayor sedentarismo, cuanto más tiempo se ve la televisión más snacks se comen.

Por ello las sociedades y administraciones recomiendan la prevención porque que al tratamiento casi no llegamos. Hay que procurar tomar frutas y verduras y no tomar alcohol. No hay ningún patrón de alimentación saludable que no haga referencia a la vida activa y, sobre todo, a la vigilancia del peso.

Autocontrol del peso

¿Cómo se previene la obesidad? Con el autocontrol del peso. Es un punto fundamental. Las dietas al cabo de un tiempo fracasan, y así no es raro caer en los productos milagro. Las dietas milagro no resisten ninguna búsqueda de evidencia científica.

Cuando se recomienda una dieta tiene que ser discretamente hipocalórica, con ejercicio físico, que eduque sobre cuestiones saludables y que intente evitar el consumo de snacks y las prácticas sedentarias.

Desconfiar de las dietas

Hay que desconfiar de las dietas que prometen pérdidas rápidas y sin esfuerzo, ingestas excesivamente bajas en calorías, las que prohíben alimentos básicos, las que no especifican las cantidades, las que no indican número de comidas o las que no están realizadas por profesionales cualificados.

Todas estas dietas suelen tener efecto yo-yo donde la pérdida brusca de peso va a ser de agua y por tanto después se recupera más del peso que se tenía.

Actividad física

Los niños en guardería tienen sólo un 25% de actividad sedentaria y un 15% de vigorosa pero a la llegada al instituto el sedentarismo ha subido al 46% y la actividad vigorosa ha bajado al 8%. Y en los adultos peor.

Hay recomendaciones de actividad física que son saludables pero que no consiguen pérdida de peso: menos de 90 minutos diarios de actividad combinada aeróbica/anaeróbica no tiene efectos sobre la pérdida de peso. Tiene efectos cardiosaludables, pero para perder peso se necesita ir más allá.

Para terminar…

Dentro de unos años seguramente serán eficaces aquellas recomendaciones dietéticas en relación a los genotipos de cada individuo. Cada día se trabaja más en esa línea.

Los disruptores endocrinos naturales o químicos pueden tener repercusión sobre una serie de mediadores metabólicos, ayudan a aumentar el peso al favorecer la adipogénesis, como por ejemplo el bisfenol A.

La dificultad para perder peso no solamente depende el qué y cuánto, sino también del cuándo. Los estudios de Garaulet muestran que dormir menos y a deshoras se asocia con mayor sedentarismo, mayor peso y mayor depósito de grasa.

En las recomendaciones para evitar la obesidad además de la alimentación y ejercicio hoy no se pueden obviar las recomendaciones para dormir al menos 8 horas diarias.

calorías dieta alimentación, ingesta de hidratos

Los profesionales de la nutrición piden a Sanidad incluir la educación alimentaria en centros sanitarios

La Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA) ha iniciado una campaña de recogida de firmas para pedir al Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad incluir la educación alimentaria y promover la dieta mediterránea en colegios, centros de Atención Primaria, residencias y hospitales, con el fin de reducir el riesgo de las enfermedades relacionadas con una mala alimentación, entre ellas la obesidad. También piden la presencia de profesionales de la dietética y la nutrición en centros de Atención Primaria para ofrecer soluciones y atención adecuadas a los pacientes en esta área.

La SEDCA advierte de que el abandono de la dieta mediterránea y la ausencia de una educación alimentaria están provocando una “epidemia” de trastornos cardiovasculares y de obesidad, que está alcanzando incluso a los niños. Más del 45% de los que tienen entre 6 y 9 años sufren obesidad o sobrepeso, según el estudio ALADINO, elaborado por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESAN). En concreto un 26,2 por ciento presenta sobrepeso, mientras que un 18,3 por ciento son obesos.

La campaña de recogida de firmas iniciada por la SEDCA, desarrollada en la plataforma online Change.org, pretende que con la proliferación de la educación alimentaria se pueda frenar la obesidad y la aparición de otras enfermedades. “Estamos viviendo en España un abandono paulatino de la dieta mediterránea y es por ello que a la par está creciendo la prevalencia de patologías asociadas a una inadecuada alimentación como la obesidad, la diabetes o la hipercolesterolemia”, señala el profesor Jesús Román, presidente del comité científico de la SEDCA. A su juicio, “es sobre todo preocupante en aquellos sectores de población más sensibles como los niños, las mujeres gestantes o en lactancia, mayores, hospitalizados y personas desfavorecidas”.

La Administración española, en sus diferentes niveles, “no considera adecuadamente o minusvalora el papel que los expertos en nutrición y dietética pueden prestar a la sociedad”, asegura la SEDCA. “Los conocimientos y la atención que ofrecen estos profesionales sanitarios pueden conseguir disminuir la prevalencia de patologías crónicas, reducir los costes de atención sanitaria y mejorar la calidad de vida de la población”, comenta el profesor Román. En nuestro país, según datos de esta sociedad, los costes sanitarios directos o indirectos ocasionados por problemas de obesidad o sobrepeso suponen alrededor del siete por ciento del total.

La SEDCA advierte sobre la importancia de inculcar, desde pequeños, unos hábitos de vida saludables que incluyen “una dieta sana, variada, equilibrada y suficiente”, indica el profesor Román. “Se trata sobre todo de comer de cada grupo de alimentos lo justo y adecuado para cada edad y condiciones físicas y limitar la ingesta de grasas saturadas, sal o azúcar y favorecer la ingesta de verduras y hortalizas y otros alimentos característicos de la dieta mediterránea”, añade. Además, debe acompañarse de hidratación adecuada y ejercicio físico, a ser posible, a diario.

En palabras de este experto, “con la prevención se puede frenar el desarrollo de muchas enfermedades y mejorar la calidad de vida”. El cuidado de la alimentación puede repercutir de forma positiva en la salud cardiovascular, la salud ósea, dental o digestiva.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala entre los 10 factores de riesgo para el desarrollo de enfermedades crónicas, cinco que están relacionados con la dieta y el ejercicio físico. Estos son, la obesidad, el sedentarismo, la hipertensión arterial, la hipercolesterolemia y el escaso consumo de frutas y verduras. Tanto la obesidad como el sobrepeso aumentan el riesgo de padecer patologías como la diabetes tipo 2, el infarto de miocardio y ciertos tipos de cáncer.

Frutas frescas variadas.

¿Qué alimentos nos aportan más agua?

El mantenimiento del equilibrio de agua y las sales minerales en el organismo está estrechamente regulado. Para ello, intervienen en el control de la ingesta y la eliminación del agua varios mecanismos, que implican fundamentalmente la sed, el hipotálamo y el riñón.

“La sed es una señal que nos avisa de la necesidad de beber líquidos para evitar la deshidratación”, explica la doctora Julia Álvarez, coordinadora del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). “Aunque la variabilidad extrema en las necesidades de agua, basadas en las diferencias del metabolismo y en condiciones ambientales y en la actividad, imposibilita dar un nivel único de consumo de agua que asegure una hidratación adecuada y una salud óptima para todas las personas aparentemente saludables en todas las condiciones ambientales, se recomienda en general un consumo de agua de 3 litros al día para varones y de 2,2 litros diarios para mujeres”.

El 80% se obtiene a partir del agua y/o otras bebidas y el 20% restante proviene del agua contenida en los alimentos que se ingieren. A este respecto, la doctora Álvarez añade que “las bebidas alcohólicas no son adecuadas para evitar la deshidratación e incluso pueden favorecerla, no así el consumo de frutas como la sandía o el melón con un 93% y 88% -respectivamente- de agua en 100 gramos de porción comestible, y que pueden aportar al cuerpo hasta un 25% del agua que necesitamos”.

En relación a la diferencia entre mujeres y hombres, esta experta explica que se debe a que el contenido corporal de agua es variable según la edad, el sexo y el contenido corporal de grasa: “Puesto que la grasa no es soluble en agua, a mayor cantidad de grasa corporal, menor porcentaje de agua, lo que explica las diferencias entre hombres y mujeres, de forma que mientras que en los primeros el agua corporal supone alrededor del 60% del peso, en mujeres es de alrededor del 50%”.

Verano, deporte e ingesta de agua

En verano, debido al calor, aumenta la sudoración, lo que repercute en una mayor necesidad de reemplazo de líquidos corporales. Las altas temperaturas, junto con el hecho de que se incrementa la actividad física al aire libre, hace necesaria una mayor atención y cuidado con la ingesta de agua.

“La deshidratación resultante del reemplazo inadecuado de los líquidos durante el ejercicio puede elevar la temperatura corporal central y aumentar la tensión en el sistema cardiovascular, causando un golpe de calor”, afirma la doctora Álvarez.

Para evitarlo, esta experta indica que es recomendable reemplazar las pérdidas de agua por sudoración durante el ejercicio a un ritmo similar a la tasa de sudoración, especialmente en caso de ejercicio intenso o en condiciones climáticas adversas.

Beneficios para la salud del aumento de la ingesta de agua:

– Menos frecuencia de aparición de infecciones urinarias y presencia de litiasis renouretral.

– Mejora la función digestiva y ayuda a evitar el estreñimiento especialmente en los individuos con mayor consumo de fibra.

– Entre personas que están a dieta se relacionaría con la pérdida de más kilos, según una revisión reciente de diferentes estudios.

– Ayuda a mantener lubricadas las articulaciones y evita en parte la fatiga muscular.

– Disminuye las probabilidades de infecciones virales o bacterianas de vías respiratorias altas al facilitar la hidratación de las mucosas que recubren la nariz, garganta, bronquios y tejido pulmonar y facilita la expectoración de secreciones.

– Mantiene la estructura de la piel, el cabello y las uñas hidratadas y saludables.

Composición corporal y contenido de agua

Las diferencias del contenido corporal de agua se dan también en ancianos, en los que se reduce el porcentaje de agua a 50% en varones y a 40% en mujeres debido a una menor masa muscular y una mayor masa grasa, así como en los niños, quienes almacenan menos tejido adiposo y tienen hasta un 75% de agua en sus dos primeros años de vida.

“En cuanto a la obesidad -añade- ésta produce aún menores porcentajes de agua corporal, que puede reducirse incluso a 30-40%, por lo que es un mito que la retención de líquidos sea una causa de obesidad”.

Para disminuir la retención fisiológica de líquidos, que se puede dar en situaciones como durante la segunda mitad del ciclo menstrual o el embarazo, no se recomienda el empleo incontrolado de diuréticos, ya que se puede empeorar la situación como consecuencia de la respuesta compensadora del organismo.

A sun made with suncream at the shoulder (shallow dof)

15 minutos de sol al día para tener unos niveles óptimos de vitamina D

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Con objeto de paliar este déficit y prevenir las enfermedades que se derivan, desde el Hospital Sant Rafael de Hermanas Hospitalarias se recomienda una exposición al sol de 15 minutos al día durante todo el año. “La gente acostumbra a tomar el sol sólo durante los meses de verano, lo que, además de un aumento del riesgo de melanoma, provoca que, el resto del año, el cuerpo tenga carencia de vitamina D”, explica la doctora Isabel Rotés, responsable del Servicio de Reumatología del Hospital Sant Rafael de Barcelona.

Exposición solar sin protección y en las horas de menos radiación

Según la Dra. Rotés, los “empachos de sol” durante el verano, contrariamente a lo que se acostumbra a pensar, no permiten disponer de una “reserva natural” de vitamina D. “A medida que nos ponemos morenos sintetizamos menos cantidad de esta vitamina, dado que la piel crea una capa de protección natural que impide la entrada de los rayos ultravioletas, responsables de la formación de vitamina D”, asegura.

Por esta razón, desde la Unidad de Reumatología del Hospital Sant Rafael se recomienda exponer diariamente el cuerpo al sol, sobre todo la cara, los brazos y el escote, y hacerlo sin el uso de cremas solares, ya que éstas no permiten la entrada de la radiación UV. Aun así, se alerta que esta exposición debe realizarse antes de las 12h del mediodía y después de las 17h de la tarde, evitando las horas de máxima radiación y reduciendo, así, el riesgo de sufrir un melanoma.

Las consecuencias de un déficit de vitamina D

La falta de vitamina D conlleva un déficit de absorción de calcio y, por lo tanto, una disminución de la mineralización de los huesos. “Esto puede dar lugar al desarrollo de enfermedades como el raquitismo, en el caso de los niños, o la osteoporosis, en los adultos”, señala la Dra. Rotés. Asimismo, desde el Hospital Sant Rafael advierten de que la carencia de esta vitamina también puede provocar debilitamiento muscular (miopatía proximal).

A pesar de que la falta de vitamina D se extiende al conjunto de la población española, las personas de más de 50 años tienen más dificultades para sintetizarla. En el caso de las mujeres, esto se añade al déficit de estrógenos durante la menopausia, que produce una pérdida de calcio que deriva en diferentes enfermedades óseas. Por eso, según indican desde el Servicio de Reumatología, la mitad de las mujeres mayores de 50 años sufren osteoporosis.

Alimentos enriquecidos con vitamina D

La evidencia que la falta de exposición solar provoca unos niveles deficitarios de vitamina D se encuentra en la gente mayor institucionalizada, por ejemplo, en residencias. Estas personas, que prácticamente no están expuestas al sol, son las que presentan un mayor déficit. En estos casos, los especialistas señalan que la aportación alimentaria de vitamina D es clave, aunque la ingesta dietética sólo proporcione entre el 10-20% del nutriente necesario.

Los alimentos naturales ricos en vitamina D son pocos: pescado azul, aceites de pescado y algunos vegetales o cereales. Por este motivo, se aconseja a la población con escasa exposición solar el consumo de alimentos enriquecidos con esta vitamina. “Hasta hace pocos años, en España no existía este tipo de productos”, explica la Dra. Rotés.

“Por el contrario, en los países nórdicos, gracias a la ingesta de estos alimentos, la población presenta un mayor mantenimiento de los niveles adecuados de vitamina D, a pesar de contar con menos horas de sol”, concluye.

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Dietas mágicas y productos de adelgazamiento ayer y hoy: ¿mito o fraude?

Según datos de la FESNAD (Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética) uno de cada cuatro españoles quiere perder peso y si consultamos el Eurobarómetro ante la pregunta si estamos de acuerdo con nuestro peso actual en los distintos países entorno al 40% cree que pesan demasiado, un 5 % que pesa poco y un 55% que su peso es correcto. La obsesión por adelgazar es una realidad en la sociedad actual. Es casi como una especie de obligación.

Si hacemos una búsqueda en un buscador del término “adelgazar” en español nos encontramos con 13.300.000 de resultados. Y con el término “dietas” la cifra es similar: 12.400.000 de resultados.

También podríamos preguntamos: ¿por qué queremos adelgazar? Si por estética, por salud o ambas. En este caso tendríamos diferentes opiniones.

En el Eurobarómetro al agrupar según distintas variables vemos que las mujeres en mayor porcentaje al de los hombres son las que piensan que tienen un peso superior, en torno al 44% y 32% de los hombres. Y si agrupamos por edades, son los mayores de 55 los que piensan que su peso es demasiado alto (más del 46%) y es inferior en los rangos de edad más bajos.

En busca del “cuerpo perfecto”

Actualmente la preocupación por adelgazar no sólo pertenece a las personas que están en sobrepeso u obesidad sino que también las personas delgadas buscan conseguir el cuerpo perfecto. Para ello una de las soluciones son las dietas.

Las dietas para perder peso aparecen año tras año en librerías, internet, entre amigos, prensa, televisión, revistas… Además aparecen constantemente artículos sobre dietas nuevas, revisadas o redescubiertas en muchos medios, pero sobre todo en la red.

Dietas mágicas

El profesor Bender en 1994 en una reunión en Vitoria (de la que se publicó el libro Reflexiones en nutrición humana) decía que, quizá, donde más se engaña a la gente es el campo del tratamiento a la obesidad. Hay millones de personas que siguen las dietas más absurdas.

El término dietas mágicas aparece en España por primera vez fruto de la imaginación de los profesores Gregorio Varela, Francisco Grande Covián, Olga Moreiras y la doctora Carmen Núñez en una publicación de 1997.

Años más tarde continuaba el interés por las dieta mágicas y se ampliaba a los productos mágicos en una revisión el INUTCAMP de Madrid (Instituto de Nutrición y Trastornos Alimentarios de la Comunidad de Madrid).

Hay otros grupos que usan el término dietas milagro, de hecho el Día Nacional de la Nutrición del 2008 se dedicó a las dietas milagro. Y también se refiere a ellas la Agencia Española de Seguridad Alimentaria en su página web. En inglés se usa el término fad diet o dietas de moda.

En las publicaciones se clasifican atendiendo al fundamento al cual atribuyen su eficacia en los siguientes grupos: disociativas o disociadas, excluyentes, hipocalóricas drásticas, monodietas, dietas mentales.

No hay una definición de consenso pero podríamos decir que son aquellas que prometen una rápida pérdida de peso sin apenas esfuerzo y que contienen promesas demasiado buenas como para que puedan ser verdad.

Un poco de historia

La historia de dietas mágicas nos remite al siglo XI, cuando Guillermo I el conquistador intenta una dieta líquida para perder peso metiéndose en cama y sólo consumiendo alcohol.

A principios del siglo XIX, en 1811, el poeta Lord Byron empapa su comida con vinagre para intentar rechazarla y así perder peso, reduciendo su corpulencia.

Después tenemos en EEUU la del reverendo Silvester Graham, que plantea una dieta muy espartana sólo con pan negro sin levadura, vegetales y agua, y sus famosas galletas “las grahams” que todavía están en el mercado.

Y en 1860 debuta la dieta baja en hidratos de carbono en Londres. El director de una funeraria, William Banting, perdió entorno a 25 Kg con una dieta alta en proteínas (tomaba carnes magras, huevos pasados por agua, tostadas y vegetales) y su libro se vendió como un best seller.

¿Por qué se hacen tan populares?

En primer lugar porque se está dispuesto a intentar algo que a uno le asegure unos resultados deseados. Por ejemplo existe la dieta de las novias, en la que se quiere conseguir una pérdida de peso con la K-E proteína con una sonda nasogástrica donde se administran unos preparados de proteína líquida.

Además prometen resultados muy impactantes y muy rápidos. Otra causa por la que se hacen muy populares es porque sí que hay una pérdida de peso importante durante las primeras semanas con algunas de ellas aunque después se recupera. Y proponen resultados a corto plazo, en vez de medio y largo plazo.

Características de las dietas milagro

Todas ellas tienen una serie de características comunes:

-Aporte energético bajo.

-Consiguen que se ingieran menos calorías y se intenta justificar de alguna otra forma con distintos fundamentos.

-Se olvidan de la ingesta de nutrientes y de sus consecuencias negativas.

-Y además no logran corregir hábitos alimentarios incorrectos.

Huir de las dietas mágicas

La Asociación de Dietistas Británicos en el año 2005 publicó unos apartados para intentar huir de las dietas mágicas o cómo descubrir un mal consejo dietético.

En general, tenemos que huir de aquellas que nos prometan un resultado rápido, que nos recomienden alimentos con efecto “quemagrasa”, que promuevan anular o limitar un grupo entero de alimentos, o comer un tipo de alimento concreto, las que sugieran una pérdida de peso fácil (es decir, más de un kilo a la semana) y aquellas que recomiendan tomar los alimentos sólo en combinaciones particulares.

Otras Academias, como la Americana además nos dicen que para reconocer una dieta mágica lo podemos hacer si la dieta requiere que compremos un determinado producto. También hacen las mismas recomendaciones para todo el mundo independientemente de la edad y sexo. Suelen clasificar los alimentos en buenos y malos, incluso los nutrientes, utilizan mucho las imágenes del antes y después, y llaman la atención porque usan los testimonios de sus seguidores e incluso de profesionales de la salud.

Se gastan mucho tiempo y mucho dinero en estas dietas que además no ayudan a mantener la pérdida de peso.

Nos encontramos en la red cosas curiosas, cómo hacerse rico creando una dieta mágica: se proponen una serie de ingredientes y al final cuando ya está hecha se publica en internet, ya que cuando algo queda publicado en la web es difícil intentar demostrarle a alguien que eso que ha leído no es verdad. Hay un estudio reciente de la universidad de Ohio titulado Los rumores falsos que circulan por internet que resisten todas las correcciones, en el que se ha comprobado que demostrarle a alguien que una afirmación es falsa no resulta muy útil cuando la persona está convencida de que lo que ha leído es cierto, se menosprecia la fuente de la corrección.

Hay una dieta de un libro que está siendo muy vendido titulado Seis semanas para ser un pibón, de Venice Fulton, que no es ni siquiera nutricionista, sino que se dedicaba al deporte y plantea baños de agua fría, levantarse y saltarse el desayuno e hinchar un globo todos los días antes de acostarse…

Son muchas las asociaciones de dietistas que se posicionan respecto a estas dietas. El profesor Ordovás dice: “las dietas milagro si de verdad fueran milagrosas no se reinventarían cada año”.

Además, de todos es conocido el efecto yo-yo, es decir cuando se dejan este tipo de dietas se recupera más peso del que se había perdido y con más facilidad.

Reclamos de estas dietas

Algunos de los reclamos son:

– Puedes perder peso fácilmente. Sin embargo la mayoría de las dieta mágicas tiene unas reglas complicadas que requieren calcular las necesidades de proteínas, contar los gramos de hidratos de carbono, combinar ciertos alimentos, mantener un tiempo entre comidas, comparar unos productos especiales, planificar los menús diarios, medir los tamaños de porción…

-Perder peso con una relación específica hidratos de carbono, proteínas y grasas. Sin embargo, la pérdida de peso, además de otros factores, depende de gastar más energía de la que se ingiere y no de la proporción de los macronutrientes.

-Otro reclamo es que dicen que las personas aumentan de peso con dietas bajas en grasas, cierto pero si abusan de los otros dos macronutrientes (hidratos de carbono y proteínas). Es decir, que las dietas bajas en grasas no son necesariamente dietas bajas en calorías. Se puede perder peso con las dietas bajas en grasas si se reducen las calorías.

-Miles de personas han tenido éxito con este plan. Sin embargo, los autores de las dietas de moda -hasta el momento- no han publicado sus resultados de investigación en revistas científicas. Las historias de éxito son anecdóticas y no se informa nunca de los fracasos.

Dieta correcta y equilibrada

Todos sabemos que la pérdida de peso tiene que ser gradual (no más de un kilo por semana), debe de proporcionar un número razonable de kilocalorías (no menos de 1.000 en mujeres y 1.200 en hombres), tienen que tener suficientes pero no demasiadas proteínas (entre la ingesta recomendada y el doble), tiene que tener suficientes grasas pero no demasiadas (entre el 20-35% de la ingesta de energía), suficientes hidratos de carbono para que las proteínas no tengan que dedicarse a otras funciones que no son las principales (y evitar así los problemas de cetosis).

También deben tener variedad para conseguir el equilibro en vitaminas y minerales, y una correcta ingesta hídrica.

Además la dieta se tiene que adaptar a las características de las personas, a su etnia, a sus gustos y preferencias, e incluso a sus medios económicos. Y los programas para adelgazar deben de enseñar cómo hacer esa buena elección de alimentos convencionales. Además de practicar actividad física.

Productos milagro

Los productos milagros son aquellos que sin ser medicamentos se anuncian como útiles para, entre otras cosas, adelgazar.

Estos productos milagro para control de peso se clasifican en cuatro grupos: diuréticos, laxantes, productos que disminuyen la absorción de grasas y los saciantes. Muchos de los productos milagro que circulan en el mercado, que se venden en herbolarios, mercadillos e incluso en farmacias, tienen alguno de éstos o varios para potenciar la acción.

Todas las organizaciones nacionales e internacionales nos dicen que debemos desconfiar de cualquier producto que prometa comer cuanto se quiera, perder peso sin dejar de comer o mientras se duerme, perder siete kilos en siete días, o que nos dicen que contienn una sustancia que devora las grasas, o que sean productos que nos desengrasen.

Con algunos de esos productos se pueden obtener resultados pero el mayor beneficio es el asociado al efecto placebo o al refuerzo psicológico que suponen al ayudar al individuo a recordar que está intentando perder peso y que ha modificado su alimentación y que ha mejorado su actividad física.

GREP-AED-N

Hay otras recomendaciones nutricionales basadas en la evidencia para la prevención en el tratamiento del sobrepeso y la obesidad en adultos, que es el consenso de FESNAD (Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética) y de la SEEDO (Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad). Y hay un grupo de revisión y posicionamiento de la Asociación Española de Dietistas y Nutricionistas (GREP-AED-N) que expone cuáles son las condiciones que debería cumplir cualquier tratamiento dietético de la obesidad (están publicadas en la página web).

Conclusión

La dieta ideal para el mantenimiento y control del peso corporal es aquella con la que podamos vivir el resto de nuestra vida. Muchas de esas dieta mágicas que solucionan el problema momentáneamente no se pueden mantener. Por lo tanto la búsqueda de esa dieta y del estilo de vida que nos ayude a mantener y controlar el peso tiene que ser el objetivo.

A pesar de que todas las organizaciones hacen campaña de prevención contra las dieta mágicas no se puede con la potencia de las estrategias publicitarias. La fuerza de las normas choca con los resquicios legales por los que se cuelan quienes promueven estas dietas y, sobre todo, con la libertad de un ciudadano que decide en un momento dado recurrir a ella o no.

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En marcha de un programa para cambiar los hábitos en los adultos y combatir la obesidad y el sedentarismo

En España, según datos aportados por la última Encuesta Nacional de Salud, de 2012, aproximadamente el 54% de la población adulta española de 18 y más años, tiene exceso de peso y el 42% son sedentarios. Junto con el tabaquismo, estos son los principales factores de riesgo para sufrir enfermedades cardiovasculares, que son la principal causa de mortalidad.

Para invertir esta tendencia, la ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Ana Mato, ha presentado, junto con el presidente del Observatorio para la Nutrición y de Estudio de la Obesidad, el Dr. Valentín Fuster, el programa Fifty-Fifty.

Se trata de un programa de intervención en salud comunitaria cuyo objetivo fundamental es capacitar a la población adulta entre 25 y 50 años con algún factor de riesgo cardiovascular en la adquisición y seguimiento de hábitos de vida saludables y en el control de los principales factores de riesgo cardiovascular auto controlables: obesidad, tabaquismo, sedentarismo e hipertensión arterial, a través de una formación específica y una dinámica de grupos de “ayuda entre iguales”. Todo ello con la finalidad de mejorar la salud de manera integral y promover una visión positiva del concepto de salud, más centrada en los aspectos positivos que generan salud que en las limitaciones y aspectos que producen enfermedad.

En el acto se ha firmado un Convenio Marco entre la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), la Fundación SHE, que dirige el Dr. Valentín Fuster, y la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) para poner en marcha este programa, que se iniciará el próximo mes de septiembre y tendrá una duración de 15 meses.

Para ello, también se ha firmado un convenio de colaboración específico como adenda al citado Convenio marco con cada uno de los siete municipios participantes en el desarrollo de esta experiencia piloto: Barcelona, Cambrils (Tarragona), Guadix (Granada), Manresa (Barcelona), Molina de Segura (Murcia), San Fernando de Henares (Madrid) y Villanueva de la Cañada (Madrid), todos ellos integrados en la Red Española de Ciudades Saludables.

La ministra ha destacado en su intervención que prevenir la obesidad e invertir su tendencia “es uno de los más importantes desafíos de salud pública que tenemos que afrontar”. Aunque ha reconocido que “es muy difícil cambiar los hábitos en los adultos”, ha resaltado que con pocos cambios en el estilo de vida, como por ejemplo haciendo una alimentación adecuada, variada, y con menos calorías y más ejercicio físico, se puede “conseguir tener vidas más sanas”.

El Programa Fifty-Fifty se inició por primera vez en el 2012, en la población de Cardona (Barcelona) dirigido por el Dr. Fuster y la Fundación SHE, con la hipótesis de que “si se capacita a los adultos en conocimientos, habilidades y actitudes sobre un estilo de vida saludable, entre iguales, mejoraran sus hábitos de salud integral y el autocontrol de los factores de riesgo”. Tras evaluar los resultados de aquella experiencia se pudo constatar que los participantes modificaron sus rutinas diarias y mejoraron sus hábitos de salud y algunos de sus factores de riesgo.

En base a ello, y como fruto de la iniciativa de la Fundación SHE y de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), y en el marco de la Estrategia NAOS y del Observatorio de la Nutrición y de Estudio de la Obesidad, se firmó un convenio el 8 de abril de 2013, entre ambas instituciones, para la realización de un Programa de intervención en adultos de salud comunitaria, a realizar en un número limitado de municipios, como proyecto de investigación piloto, con la finalidad de mejorar la salud de manera integral en personas adultas mediante la modificación de sus hábitos de salud, y de poder definir un modelo de “buenas prácticas” , que da el punto de partida para el comienzo de la nueva etapa del Programa Fifty-Fifty. Este proyecto cuenta, además, con el apoyo científico del Centro Nacional de Investigación Cardiovascular (CNIC).

El Convenio Marco firmado ahora es un paso más y tiene por objeto ampliar esa colaboración. El resultado perseguido es la definición de un modelo de buenas prácticas de intervención en población adulta para promover la mejora de hábitos de salud integral que pueda ser trasladable a las administraciones e instituciones públicas y privadas para su ejecución.

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A vueltas con las calorías: balance energético y composición corporal

De acuerdo a los datos estadísticos, en el año 2008 en los EEUU había una ingesta media de 3.750 calorías/persona/día y la prevalencia de sobrepeso era de 69,4%. Los mismos datos nos dicen que en el Chad con una ingesta media 2.010 calorías la prevalencia de sobrepeso era del 15% aproximadamente. En España la ingesta media era de 3.200 calorías y la prevalencia de sobrepeso de un 58%. Es algo lógico: donde se come más hay más sobrepeso y donde comen menos hay menos sobrepeso.

Sin embargo, el país que más ingesta energética tiene es Austria con una media por persona de 3.800 calorías pero la prevalencia de sobrepeso es del 49%, es decir, tomando 1.000 calorías más que los españoles tienen una prevalencia de obesidad un 10% más baja. La relación por lo tanto, no parece tan clara, quizás es porque la población austriaca realiza mucho ejercicio.

Relación entre ingesta calórica y almacén de energía

La relación entre ingesta calórica y almacén de energía no es tan clara como en principio podía aparentar. Y sin embargo, la teoría es bastante clara: la energía ni se crea ni se destruye tan sólo se transforma. Así que el gasto energético lo cubrimos con nuestra ingesta energética y si ésta es mayor que el ejercicio simplemente la almacenamos en forma de glucógeno, glucosa o lípidos. Y para disminuir esos depósitos o bien disminuimos la ingesta y conservamos el gasto energético, o aumentamos el gasto energético y seguimos con la misma ingesta o, si queremos tener mayor éxito, disminuimos la ingesta y aumentamos el gasto, así conseguimos adelgazar.

Sin embargo sabemos que no es tan fácil como aparenta, sino que la misma restricción calórica puede dar lugar a resultados dispares: ganar dos kilos o disminuir 13 kilos. Y la mayoría de revisiones bibliográficas nos muestran que a largo plazo, sea cual sea la dieta que utilicemos, no llega a conseguir pérdidas de más de 8 kilos aproximadamente.

¿Cuál es por lo tanto la causa de que si bajamos la ingesta o aumentamos el gasto al final no consigamos perder esos depósitos corporales? Las hormonas y los mecanismos que regulan nuestro balance energético cuando nosotros provocamos un desequilibrio en ese balance tienen una molesta tendencia a volver a reintegrarnos en ese balance y eso hace que esa disminución inicial de los depósitos energéticos en nuestros organismos se pare y eso hace que nuestras dietas fracasen. Pero también lo que ocurre es que para provocar un desequilibro en cualquier balance necesitamos tener claro cuánta energía ingerimos, cuánta gastamos y cuánta almacenamos. El problema básicamente es que, hoy por hoy y pese a todo lo que hemos adelantado en nuestro conocimiento, seguimos sin tener claro cuánta energía ingerimos, gastamos o almacenamos.

Energía bruta, digerible y metabolizable

Obtenemos la energía de los alimentos y a la energía que deriva directamente de la composición de estos alimentos la conocemos como energía bruta. Pero no absorbemos toda la cantidad de alimentos que ingerimos, así que a la energía que deriva de la proporción de alimentos que hemos realmente absorbido la llamamos energía digerible. Y tampoco quemamos totalmente toda la energía que digerimos, sino que lo hacemos parcialmente y la que realmente utilizamos la conocemos como energía metabolizable.

Para averiguar cuánta energía metabolizable obtenemos de la energía bruta utilizamos los factores que diseñó Wilbur Atwater, que construyó una de las primeras cámaras calorimétricas a finales del siglo XIX y averiguó que 4,2 kilocalorías brutas de almidón se convertían en nuestro organismo en 4,1 calorías metabolizables. Lo mismo hizo con el resto de los nutrientes (glucosa, grasa, proteínas y alcohol), teniendo en cuenta la proporción en que absorbemos dichos nutrientes. Y en el caso de las proteínas que parte de la energía se perdía por la orina al metabolizarla en urea que se elimina. Así estableció los factores que nos dicen que un gramo de hidratos de carbono nos da 4 kilocalorías, un gramo de proteínas 4 también, un gramo de lípidos nos da 9 y un gramo de alcohol 7. Estos factores los utilizamos para diseñar las dietas y ajustar teóricamente a las necesidades de los clientes.

Pero desde Wilbur Atwater hasta aquí hemos avanzado mucho y hay muchos más factores que tenemos que tener en cuenta que él desconocía.

Microbiota

La energía digerible es mucho más variable de lo que en principio pensábamos. La absorción de los macronutrientes es muy variable e incompleta, incluso las pérdidas fecales de energía varían entre el 2-10%. Esa energía que eliminamos por las heces depende de factores individuales, del tipo de alimentos que ingerimos, de la combinación de alimentos, de cómo hemos cocinado esos alimentos, e incluso de factores intestinales como el tipo de bacterias que tenemos en nuestro intestino, la microbiota intestinal.

La microbiota es muy variable entre personas y constante en el intestino de una persona, y varía más en número a lo largo de todo el intestino que en calidad (tipo de bacterias). A pesar de la gran diversidad sólo hay 6 filos que sean numéricamente importantes en el ser humano y dos de ellos, los firmicutes y los bacteroidetes, representan entre el 70-90% de las bacterias del intestino.

El interés por las bacterias en la extracción energética empezó a aparecer tras la observación de que los ratones estériles tenían un 45% de menos de grasa y que necesitaban un 30% más de calorías para crecer adecuadamente. Cuando los intestinos de esos ratones estériles se colonizaban con microbiota procedente de ratones normales la grasa empezaba a aumentar y los ratones crecían adecuadamente.

Por lo tanto está claro que las bacterias, aparte de otras funciones, también intervienen en la extracción calórica. En los humanos se calcula que optimizan la extracción calórica hasta en un 10%. Y también se ha visto que el tipo de bacterias que predominen va a ser diferente en las personas que tienen sobrepeso respecto a las normopeso. En general se ha visto que en las personas con sobrepeso aumentan los firmicutes en relación a los bacteroidetes y que a medida que las personas pierden peso aumenta la cantidad de bacterioidetes.

Son muchas las formas en que las bacterias actúan sobre esta extracción energética. En general lo que hacen es actuar sobre los hidratos de carbono complejos y aumentan la degradación de estos hidratos de carbono, que no son degradables por los enzimas intestinales de las personas, aumentando la cantidad de ácidos grasos de cadena corta y de azúcares simples que van a ser utilizados como energía y también almacenados como energía porque en el hígado se transportan en triglicéridos hepáticos y posteriormente pasan a la sangre. Y actúan sobre enzimas y hormonas que están directamente relacionadas con la lipogénesis, la saciedad y el hambre. Además influyen en la inflamación, actúan sobre la liberación de insulina, e incluso sobre la oxidación de los lípidos a nivel muscular. A este respecto todavía hay mucho que decir, y muchos resultados de estudios controvertidos.

Cronobiología

Pero además no es sólo cuestión de cuántas calorías ingerimos sino que también es muy importante cuándo las ingerimos y de dónde provienen. Las hormonas que hacen que el balance energético tienda al equilibrio están directamente relacionadas con los ciclos de luz, sueño y vigilia, con las horas que dormimos y lo que se ha visto en muchos estudios que estudian la oxidación de muchos nutrientes a lo largo del día es que las grasas se oxidan mejor por la noche, mientras que los hidratos de carbono se oxidan mejor por la mañana.

A partir de una ingesta bruta la transformamos en energía metabolizable, pero no estamos tan seguro de que esa sea realmente la energía metabolizable que obtenemos de las calorías teóricas que estamos ingiriendo.

Gasto metabólico basal

El gasto energético tiene tres componentes: el gasto metabólico basal, la termogénesis inducida por la dieta y el gasto por actividad física.

El gasto metabólico basal es aquél que necesitamos para mantenernos vivos, para mantener las funciones fisiológicas. Es el componente más importante, aproximadamente un 60% del gasto energético total. Y depende de nuestro tamaño, volumen y composición corporal: a mayor cantidad de tejido muscular mayor gasto energético basal, pero aun así, se ha observado que hay una variabilidad no explicable por esta diferencia entre tejido adiposo y muscular que puede llegar a ser de 250 calorías o más. Esta variabilidad se intenta explicar por la funcionalidad de órganos como el riñón, el cerebro o el corazón, pero realmente todavía no sabemos muy bien a qué se debe.

El gasto metabólico basal está muy alterado por factores externos (por ejemplo se dice que cada vez que fumamos un cigarrillo nuestro gasto metabólico basal aumenta entre un 8-10% aproximadamente durante los 30 minutos posteriores). También hay fármacos que aumentan el gasto y, sobre todo, la temperatura medioambiental influye en nuestro gasto metabólico basal.

Hay muchos estudios que han relacionado, sobre todo en EEUU, el aumento de la epidemia de obesidad con el aumento en la temperatura en los hogares de EEUU, de forma que se ha visto a más calefacción más obesidad. Es evidente que gastamos más cuando nos sometemos a bajas temperaturas como cuando estamos por encima de la temperatura de termoneutralidad (que es aproximadamente de 25-30 grados). La exposición al frío aumenta el gasto energético total, e incluso diferencia el tipo de grasas que tenemos (la grasa parda es la más termogénica, la que más gasta, cuanto más exposición al frío más cantidad de grasa parda aparece y más gasto tendremos).

El gasto metabólico basal no es un mínimo y lo sabemos desde los experimentos de Ancel Keys en los años 40 cuando un grupo de voluntarios (35-40 objetores de la Segunda Guerra Mundial) fueron sometidos a una restricción calórica del 50% durante más de 25 semanas y después de esa restricción calórica se observó que el gasto energético total disminuía en una cantidad aproximada de unas 35 kilocalorías por día y por kilo de peso.

Esa disminución se debía en primer lugar a una disminución voluntaria de la actividad física, y al mover un cuerpo que había perdido peso lógicamente gastaba menos y también disminuía su porcentaje de masa muscular. Pero había entre un 35 -40% que no era explicable por estas causas y que se debía a una mayor eficacia de las células, es decir, si comemos menos nuestras células se hacen más eficaces y gastan menos, como una tendencia al equilibrio. Y esto es lo que ocurre también en las dietas de adelgazamiento: cuando bajamos la ingesta las células se acostumbran y al final dejamos de perder peso porque necesitamos menos energía. También es la causa de los efectos rebote (yo-yo).

Termogénesis inducida por la dieta

La termogénesis inducida por la dieta es el gasto energético que utilizamos para absorber, digerir y metabolizar los nutrientes que ingerimos. Es aproximadamente igual, sólo hay un 2% de diferencia, si los tomamos vía oral o vía parenteral, porque en lo que más gastamos es en metabolizar los nutrientes. Depende del tipo de dietas, los hidratos de carbono tienen una termogénesis del 8% , los lípidos del 3% y las proteínas del 30%. Una de las ventajas de las dietas hiperproteicas es que gastamos más energía en metabolizar dichas dietas.

Gasto por actividad física

Es el gasto que empleamos en la actividad muscular voluntaria, para vivir, o para hacer deporte. Es el más variable, aproximadamente 25-30% de nuestro gasto energético total. Y también es el componente más difícil de evaluar y el menos complicado es la termogénesis inducida por la dieta.

Para medir el gasto metabólico basal utilizamos fórmulas, como la fórmula de Harris Benedict. Se trata de una fórmula usada desde 1929 cuando la composición corporal de las personas no tenía nada que ver con la actual, se movían mucho más y no tenían tanta calefacción, por lo que la fórmula sobreestima en aproximadamente un 25% las necesidades energéticas y eso lo tenemos que tener en cuenta cuando estamos elaborando una dieta.

Hay otras fórmulas como la de la OMS y la más rápida para medir el gasto, aparte de la calorimetría directa, es la calorimetría indirecta: conociendo el oxígeno que una persona consume y conociendo su producción de CO2 podemos estimar el gasto energético total, tanto en reposo como en actividad física.

Para medir el gasto energético de nuestra actividad física necesitamos saber qué tipo de actividad estamos realizando, qué intensidad y qué duración tiene esa actividad. Evaluar la duración de las actividades es complicado, como también lo es evaluara la intensidad, para lo que muchas veces tenemos que recurrir a métodos un poco más objetivos como los acelerómetros o los podómetros.

Depósitos corporales

La mayor reserva energética se encuentra en el tejido adiposo. Una persona normopeso tiene unos 35 millones de adipocitos que se pueden convertir en 140.000 millones en una persona obesa.

Para evaluar los depósitos corporales de energía existen muchos métodos: IMC, media del espesor de los pliegues subcutáneos, bioimpedancia, absorciometría de rayos infrarrojos cercanos (un haz de luz con una frecuencia conocida atraviese nuestros tejidos y vemos que cantidad se absorbe y se refleja), pletismografía, DEXA.

El problema básicamente (con alguna excepción) es que al final lo que conseguimos es una densidad corporal, a la que posteriormente aplicamos una fórmula en la que estimamos el porcentaje de grasa corporal, para lo que tenemos que asumir dos cosas: que la densidad del tejido lipídico es de 0,9 gr/cm3 y que la de la masa no grasa es de 1,1 gr/cm3, pero cometemos un error importante porque consideramos que la densidad del tejido no graso es el mismo para un deportista joven que para una mujer mayor con osteoporosis, con lo que al final no estamos valorando adecuadamente los tejidos grasos.

Así que el método más fácil, también el más criticado, es el IMC que es uno de los más indicativos. La relación entre peso y talla nos dice como han aumentando nuestros depósitos. Es cierto que si tenemos mucho tejido muscular también aumenta la relación peso y talla, pero la mayoría de la gente cuando aumenta de peso es porque aumenta su tejido adiposo.

Los estudios nos dicen que hay una relación clara entre aumento de tejido adiposo y el IMC, y recientemente ha aparecido una herramienta diseñada por la Universidad de Navarra que nos da una estimación de la grasa corporal a partir del IMC. Y se ha observado que persona con un IMC normal pueden llegar a tener una cantidad de tejido graso alta, e incluso que entre dentro del diagnóstico de sobrepeso.

Conclusiones

Las conclusiones del último documento de consenso de la Sociedad Americana de Nutrición respecto al balance energético, los depósitos corporales y la pérdida de peso son:

-A pesar de que los estudios a corto plazo nos dan mucha información todavía nos queda mucho por saber sobre los mecanismos que regulan el balance energético a largo plazo.

-Nos falta conocer cuáles son las implicaciones psicológicas en el balance energético, cómo la visión de los alimentos o cómo la cultura influyen en nuestra regulación de ese balance energético y sobre el efecto de la actividad física.

-Está claro que el sedentarismo es un factor de riesgo, pero no está tan claro que la actividad física una vez establecida la obesidad nos ayude a perder peso, por lo tanto necesitamos conocer por qué ese aumento en el gasto al final no resulta en una disminución de los depósitos corporales de grasa.

-Hay una enrome variabilidad y que tenemos, por lo tanto, que individualizar los tratamientos de pérdida de peso.

-Y, sobre todo, que necesitamos saber evaluar el gasto, la ingesta y los depósitos corporales. Por lo tanto hay que avanzar en el diseño de herramientas que nos ayuden a conocer ese balance energético.

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Errores y Mitos en Alimentación

El profesor José María Bengoa , uno de los padres de la Nutrición moderna, decía que entre nuestros objetivos vitales está defendernos ante la muerte, la enfermedad y el deterioro de los años; el segundo objetivo vital es alcanzar la belleza y el amor como signos positivos de la vida y no conformarnos con la ausencia de enfermedad sino promover un estado físico y síquico armónico y positivo; y en tercer lugar lograr un bienestar y felicidad social razonable como signos de solidaridad y equidad social.

Hace 45 años en la conferencia de la Casa Blanca sobre Alimentación, Nutrición y Salud se decía “probablemente, en el terreno de la salud de una población, no hay ningún área tan afectada por el engaño y la falsa información como la de la nutrición. El consumidor cae en la trampa de muchas y burdas imitaciones que le estafan enormes cantidades de dinero, además de redundar en contra de su salud”. Esto lamentablemente sigue siendo válido en los tiempos actuales.

Hay muchos mitos y errores y los ha habido siempre en las diversas culturas de la población mundial y muchas veces relacionados con las diferentes religiones. La cultura masai, por ejemplo, mantiene que la alimentación aporta las virtudes de las víctimas. En la costa del oro a los niños se les limita el consumo de huevos porque dicen que se vuelven díscolos y desobedientes o en Sudáfrica que las mujeres no deberían tomar leche porque les provoca esterilidad. Sin embargo, en sociedades mucho más avanzadas, educadas e informadas, no solamente nos abrazamos a los mitos de nuestra propia cultura sino también a mitos foráneos.

La gran paradoja

Las dudas, exageraciones, medias verdades y confusiones sobre alimentos y dietas son una constante y ninguno somos ajenos a ellas. Y además, lo que no ocurre en ninguna otra ciencia, es que a pesar de haber habido un enorme avance en el conocimiento científico de la nutrición hay, sin embargo, más mitos y errores que hace una o dos generaciones.

Para la reflexión…

Hay más información sobre alimentación, nutrición y salud, pero hay muchas más dudas sobre lo que es bueno o malo para comer. Y sigue habiendo una enorme desconfianza hacia los que nos dan de comer, la industria alimentaria. Y, sin embargo, hay gran confianza en productos que están muchas veces fuera de la regulación y que no se basan en estudios con evidencia científica.

Hay que recordar que la nutrición no es la única culpable de todo. Por ejemplo hablando de las enfermedades cardiovasculares (las que provocan más mortalidad) para las que conocemos mejor los factores medioambientales, incluido dieta y estilos de vida, y por tanto que podría ayudarnos a prevenir y tratar esos factores de riesgo. Hay factores de riesgo modificables (alimentación desequilibrada, sedentarismo, obesidad, tabaquismo, HTA) y no modificables (que son más en número). Por lo tanto lo que debemos hacer es aplicar el sentido común a la hora de leer los mensajes y noticias que pueden aparecer sobre si tal factores de la dieta erradica o evita un evento cardiovascular, porque en el mejor de los casos, aun conociendo bien estos factores modificables, no nos van a explicar más allá del 70% de los factores de riesgo cardiovasculares. Hay un 30% desconocido, y por eso se sigue investigando.

Información ¿solución o problema?

El principio de la libertad de expresión debe estar presente en una sociedad libre pero… ¿y en materia de salud? ¿No habría que poner ciertos límites o condicionantes?

La información en materia nutricional proviene de múltiples y variadas fuentes (como internet y redes sociales). En las revistas científicas hay una catalogación con unos índices de impacto y una revisión por parte de académicos y científicos de esos artículos que se van a publicar, pero en el caso de las páginas web no es así. Por lo que consideramos que por parte de las autoridades se debería hacer una clasificación de las páginas web relacionadas con alimentación y la salud.

Para el correcto ejercicio de la autonomía personal de elección de nuestro alimentos es necesario que se proteja el derecho del ciudadano a una información veraz, objetiva, actualizada y comprensible y dado que son prácticamente infinitas las posibilidades de acceso a la información no queda otra opción que la especialización de los medios de comunicación más tradicionales hasta los responsables de redes sociales.

Desconocimiento/Indiferencia

La población puede tener un desconocimiento o indiferencia total o parcial hacia los preceptos nutricionales. El nivel medio de la población en cuanto a los principio de nutrición no llega a alcanzar los niveles aceptables y no se es capaz de distinguir entre mensajes nutricionales soportados con la evidencia científica de aquellos que son resultado de charlatanería.

Además la presión publicitaria nos puede llevar a adherirnos a los errores y mitos según la autonomía personal y puede llevar a modificar nuestros hábitos alimentarios. Por ello es fundamental lograr el compromiso de las empresas alimentarias para una promoción responsable, la aplicación de códigos de conducta y la autorregulación.

Contexto socioeconómico

Cada individuo vive en un contexto socioeconómico que va a condicionar, de manera decisiva, que nos decantemos por unos errores o mitos u otros en la alimentación.

Y ¿son más frecuentes los errores y mitos en una situación de crisis? ¿Somos más vulnerables o no en nuestros principios nutricionales?

En el Libro Blanco de la Nutrición Española que se presentó en marzo junto con el Ministerio de Sanidad se abordaba en un capítulo el tema de los errores y mitos en alimentación, y concretamente de las amenazas, fortalezas y debilidades en relación con los errores.

Amenazas

-Hay un menoscabo de la salud por mensajes sin fundamento científico que tienen en común la promesa de pérdida rápida de peso, longevidad o incluso mejora de las capacidades cognitivas, memoria, etc.

-La mitificación de las proteínas como base de la alimentación: dentro del conjunto de dietas que se orientan más a consumir un determinado tipo de nutriente, precisamente , sobre las que se hace incidencia en el capítulo del libro blanco de la nutrición es la mitificación de las proteínas. Y la propia Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria afirma que no existen pruebas científicas para asociar el consumo de proteínas con ventajas en el control del peso.

La percepción del riesgo alimentario

Si hablamos de riesgo alimentario en un foro científico no tiene nada que ver con una encuesta a pie de calle, hay diferencias enormes. La mayoría de ingestas de nuestra vida son seguras, sin embargo la percepción de riesgo es bien distinta. La ciencia comprende y define el riesgo de manera bastante diferente, para la ciencia es una realidad objetiva, que se puede medir, controlar, gestionar… frente la percepción de la población socialmente que se comprende de distinto modo por grupos diferentes de personas según su contexto sociocultural.

Mensaje nutricional

Otro hecho fundamental que puede llevar a errores y mitos es el mensaje nutricional. A los que nos dedicamos a nutrición se nos acusa de cambiar el mensaje. Y además el mensaje puede venir de diferentes vías y provocar confusión.

Es necesaria la autocrítica de los que nos dedicamos a alimentación y nutrición. Y reivindicar la palabra “sustituir” frente a la palabra “añadir”. Muchas veces hemos recomendado añadir tal alimento a la dieta, por ejemplo aceite de oliva o nueces… y éstos aportan energía. Por tanto, cuidado con el mensaje.

Fortalezas

También hay fortalezas:

-Las recomendaciones de los diferentes documentos de consenso.

-La formación de los profesionales.

-En el currículo escolar va a estar la temática de alimentación y nutrición.

-La difusión de mensajes coherentes.

-Acceso a alimentos y variada oferta: tener variedad de productos de la compra en principio es positivo.

-Creciente interés de la población.

La Dieta Mediterránea

¿Somos autónomos o heterónomos? Tenemos cierta tendencia a echar la culpa a los demás. Pero la autonomía personal es fundamental en los temas de alimentación para no caer en los errores y mitos.

La dieta mediterránea es nuestro gran mensaje nutricional, es nuestro patrimonio. Pero como reflexiona Jesús Contreras, catedrático de Antropología de la Universidad de Barcelona, “no porque vivamos en un país mediterráneo practicamos dieta y estilos de vida mediterráneos”.

Todos conocemos bastante bien los constituyentes básicos de la DM, aunque no tanto lo que contienen, por ejemplo en términos de energía, o cuál es el consumo razonable de esos alimentos.

Además han tenido distinta suerte los alimentos de la DM. Por un lado nueces, aceite de oliva o vino sobre los que se ha investigado mucho y se les ha visto propiedades beneficiosas y casi se declaran como alimentos funcionales. En cambio otros, como las legumbres o el pan son los grandes olvidados.

Dieta vegetariana

En las primeras publicaciones científicas sobre patrones de dieta vegetarianas se afirmaba que las personas que seguían una dieta mayoritariamente vegetariana lo hacían porque no tenían opción de tomar carne (y además se decía que eran países en desarrollo e incluso era un ejemplo anti sistema).

En los últimos años ha habido un cambio espectacular y al analizar grupos de alimentos y patologías relacionadas con la alimentación se ve en conjunto que el grupo de frutas, verduras, cereales y legumbres es el que se asocia con salud.

Errores sociales en alimentación

Ha habido cambios espectaculares en nuestras vidas, formas de trabajo y también en las formas de comer. Además hay nuevas formas y espacios para comer. La DM no es solamente lo que se come sino cómo se come, compartiendo y socializando. Pero actualmente se come aislado, frente a una pantalla y probablemente estas nuevas formas de comer nos están llevando a más errores en nuestra elección de alimentos.

Vitaminas

En cuanto a los nutrientes, las vitaminas son las que más mitos y errores acumulan. Incluso se han añadido vitaminas falsas o pseudovitaminas a la lista de vitaminas probadas científicamente.

En el caso de la vitamina C se necesitan 60 mg/d pero se llegó a decir que necesitábamos 2300 mg/d. Simplemente decir que si consumimos 2-3 kilos de comida diaria para ingerir esta cantidad de vitamina C deberíamos tomar entre 10 y 20 kilos al día.

Las vitaminas son nutrientes que no aportan energía y por tanto no engordan, este también es uno de los errores más frecuente.

Los alimentos no son medicamentos (en los que prima la función sobre el gusto y el placer).

También hay una tendencia a volver al crudismo y sin entrar en temas de higiene y seguridad alimentaria es un error que puede tener consecuencias graves en ese sentido.

Alimentos mitificados

Un ejemplo es la miel. La composición de la miel es 70% de glúcidos y el resto agua con unos pocos aminoácidos, vitaminas y minerales. Se puede tomar, si nos gusta, pero en cantidades moderadas porque aporta mucha energía.

El vinagre de sidra es parecido al de vino pero más caro y procede de la manzana pero en cuanto a características nutricionales prácticamente no hay diferencia.

Otros ejemplos de alimentos mitificados son las bayas de sauco, la jalea real (que es la responsable de que una larva de abeja se transforme en reina de una colmena), el ginseng o el ajo y la cebolla.

Más errores

El pan engorda (en realidad engorda lo que acompañamos con el pan), la fruta como postre engorda, beber agua entre las comidas engorda, o lo light adelgaza (dependerá del producto).

frutas y verduras

Comer diariamente frutas y verduras puede hacer vivir más

Un macroestudio del Instituto Karolinska de Suecia ha demostrado que comer diariamente frutas y verduras aumenta la supervivencia, hasta el punto de que quienes admitían prescindir de estos alimentos podían llegar a morir una media de tres años antes, según los resultados publicados en la revista American Journal of Clinical Nutrition.

Aunque muchas sociedades científicas recomiendan comer cinco porciones de frutas y verduras al día, los estudios que se habían llevado a cabo hasta el momento no habían sido concluyentes sobre si realmente tiene efectos beneficiosos para la salud y en qué medida.

En cambio, este estudio ha revelado que tales recomendaciones pueden ser válidas, según ha reconocido la investigadora Alicja Wolk, una de las autoras de esta investigación que, sin embargo, no ha mostrado mayores beneficios para quienes comían más de cinco porciones diarias.

Los resultados se basan en datos recogidos de más de 71.000 ciudadanos suecos de entre 45 y 83 años, a los que se les hizo un seguimiento de 13 años. Los participantes fueron preguntados por su dieta en 1997 y 1998, e informaron de la frecuencia con que comían frutas (como naranjas, manzanas, plátanos y bayas) y hortalizas (como zanahorias, remolacha, lechuga, repollo, tomate y sopa de guisantes).

Casi 11.500 de los participantes en el estudio había fallecido en diciembre de 2010. Y tras comparar los datos de supervivencia con los de la dieta, observaron que las personas que decían no comer frutas o verduras al inicio del estudio tenían un 53 por ciento más de probabilidades de morir durante el período de seguimiento que los que comían cinco porciones diarias.

Los participantes que comían al menos una porción de fruta al día vivieron una media de 19 meses más que los que nunca comían fruta. Y los que comieron por lo menos tres porciones de verduras diarias vivieron de media 32 meses más que las personas que no las comían. Además, las mujeres tendían a comer más frutas y verduras que los hombres.

“Las frutas y verduras contienen diferentes tipos de vitaminas, y la fruta es generalmente más alta en calorías”, señaló Wolk.

Los autores apuntan que las personas que dijeron que comían menos frutas y verduras también eran más propensas a fumar y a comer más carne roja, productos lácteos altos en grasa, dulces y aperitivos.

El estudio no puede demostrar que el consumo de frutas y verduras alarga la vida. Pero recuerdan que cuando los investigadores tomaron en cuenta otros factores como género, tabaquismo, ejercicio, consumo de alcohol y peso, los resultados no cambiaron.