Un nuevo estudio exhaustivo de suministros mundiales de alimentos confirma y documenta minuciosamente por primera vez lo que los expertos han sospechado desde hace tiempo: en los últimos 50 años, las dietas humanas en todo el mundo se han hecho cada vez más similares, con una media mundial de un 36 por ciento, una tendencia que no muestra signos de desaceleración, lo que tiene importantes consecuencias para la nutrición humana y la seguridad alimentaria global.
“Más gente está consumiendo más calorías, proteínas y grasas, y se centran cada vez más en una lista corta de los principales cultivos alimentarios, como el trigo, el maíz y la soja, junto con la carne y los productos lácteos, para la mayor parte de su alimentación”, alerta el autor principal, Colin Khoury, científico en el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) con sede en Colombia, y miembro del Consorcio CGIAR sobre seguridad alimentaria.
“Estos alimentos son fundamentales para la lucha contra el hambre en el mundo, pero centrarse en una dieta mundial de diversidad limitada nos obliga a reforzar la calidad nutricional de los principales cultivos, conforme el consumo de otros cereales nutritivos y verduras disminuye”, añade este investigador.
El nuevo estudio, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, sugiere que la creciente dependencia de unos pocos cultivos de alimentos también puede acelerar el aumento mundial de la obesidad, las enfermedades del corazón y la diabetes, que están fuertemente afectados por cambios en la dieta y se han convertido en los principales problemas de salud”, incluso dentro de los países que siguen lidiando con importantes limitaciones en la disponibilidad de alimentos.
De esta forma, el estudio pide medidas urgentes para informar mejor a los consumidores acerca de las enfermedades relacionadas con la dieta y promover una alimentación más saludable y diversas alternativas de alimentos. La investigación revela que los cultivos ahora predominantes en la dieta de todo el mundo incluyen varios que ya eran bastante importantes medio siglo atrás, como el trigo, el arroz, el maíz y la patata.
Pero el emergente “suministro mundial de alimentos estándar”, descrito en el estudio, también se compone de alimentos ricos en energía que han subido en fama mundial más recientemente, como la soja, el aceite de girasol y el aceite de palma. El trigo es un alimento básico importante en el 97,4 por ciento de los países y el arroz en el 90,8 por ciento, convirtiéndose la soja en importante para el 74,3 por ciento de los países.
Por el contrario, muchos de los cultivos de cereales considerados de importancia regional, como el sorgo, el mijo y el centeno, así como cultivos de raíces como la batata, la yuca y el ñame, se han perdido. Muchos otros granos y hortalizas localmente significativos para los cuales no se dispone de datos comparables a nivel mundial disponibles han corrido la misma suerte, como un tubérculo nutritivo conocido como Oca, que una vez creció ámpliamente en el altiplano andino y que se ha reducido significativamente en esta región, tanto en el cultivo y el consumo.
“Otro de los peligros de una cesta alimentaria mundial más homogénea es que hace que la agricultura sea más vulnerable a amenazas importantes como la sequía, las plagas de insectos y las enfermedades, que pueden empeorar en muchas partes del mundo como consecuencia del cambio climático”, afirma Luigi Guarino, coautor del estudio y científico del ‘Global Crop Diversity Trust’, con sede en Alemania.
“A medida que la población mundial aumenta y la presión crece sobre nuestro sistema alimentario global, también lo hace nuestra dependencia de los cultivos mundiales y los sistemas de producción que nos alimentan. El precio del fracaso de cualquiera de estos cultivos será muy alto”, alerta este investigador.
Al explorar las tendencias actuales en el consumo de alimentos, los autores documentaron una curiosa paradoja: como la dieta humana se ha vuelto menos diversa a nivel mundial durante los últimos 50 años, muchos países, especialmente África y Asia, en realidad han ampliado su menú de grandes cultivos básicos mientras pasan a una dieta más globalizada.
“En el este y el sudeste de Asia, varios de los principales alimentos, como el trigo y la papa, han ganado importancia junto a artículos básicos de hace años, como el arroz”, subraya Khoury. “Pero esta expansión de los principales alimentos básicos se ha producido a expensas de diversos alimentos de menor importancia que solían figurar como relevantes en las dietas de las personas”, agrega.
Los cambios en la dieta documentados en el estudio son impulsados por poderosas fuerzas económicas y sociales. Por ejemplo, el aumento de los ingresos en los países en desarrollo ha permitido a más consumidores incluir grandes cantidades de productos de origen animal, aceites y azúcares en su dieta y la urbanización en estos países ha fomentado un mayor consumo de alimentos procesados y rápidos.
Otros desarrollos relacionados, como la liberalización del comercio, la mejora del transporte de mercancías, las industrias multinacionales de la alimentación y la estandarización de la seguridad alimentaria han reforzado aún más estas tendencias.
“Los países que experimentan un rápido cambio en la dieta también están viendo rápidamente aumentos en las enfermedades asociadas a la sobreabundancia”, destaca Khoury. “Pero también hay evidentes tendencias esperanzadoras, como en el norte de Europa, donde la evidencia sugiere que los consumidores tienden a comprar más cereales y verduras y menos carne, aceite y azúcar”, matiza.
Los investigadores señalan cinco acciones que son necesarias para fomentar la diversidad en la producción y el consumo de alimentos y, por lo tanto, mejorar la nutrición y la seguridad alimentaria: promover la adopción de una amplia gama de variedades de los principales cultivos en todo el mundo, apoyar la conservación y el uso de diversos recursos fitogenéticos, mejorar la calidad nutricional de los principales cultivos de los que depende la población, promover cultivos alternativos que pueden aumentar la capacidad de resistencia de la agricultura y hacer más saludable la dieta y concienciar de la necesidad de una alimentación más sana.
Este nuevo estudio exhaustivo, basado en datos de la Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO), abarcó más de 50 cultivos y más de 150 países, que representan el 98 por ciento de la población mundial, durante el periodo 1961-2009. Además de la CIAT y el ‘Global Crop Diversity Trust’, han participado investigadores de la Universidad de Wageningen en Países Bajos y la Universidad de Columbia Británica en Canadá.