La enfermedad renal crónica es la pérdida progresiva e irreversible de las funciones fisiológicas del riñón, de modo que factores potencialmente emergentes como la obesidad, la dislipemia o la adopción de hábitos alimentarios occidentalizados desempeñan un papel destacable como factores de riesgo cardiovascular y renal.
La enfermedad renal crónica se considera un problema de salud pública mundial. El último informe de la Sociedad Española de Nefrología pone de manifiesto que en los últimos 9 años hay una tendencia creciente no sólo de la prevalencia de la patología sino del número de pacientes incidentes en la misma. Si comparamos las cifras actuales a nivel español con los países de nuestro entorno nos encontramos en la zona media. Las causas primarias que conducen a enfermedad renal crónica, tanto a nivel nacional e internacional, siguen siendo la diabetes mellitus y la patología cardiovascular, por lo que factores preventivos podrían aminorar la incidencia y la prevalencia de la patología, ya no sólo por las implicaciones que la patología puede tener en términos de morbimortalidad, sino también por el elevado coste socioeconómico que implica.
Monitorización nutricional ¿es necesaria?
Las guías clínicas de nutrición americanas establecen que la valoración nutricional debe de realizarse en pacientes en prediálisis cada 3-6 meses. Posteriormente las guías clínicas de nutrición europeas recomiendan la valoración nutricional a la entrada en diálisis y cada 3-6 meses dependiendo de la edad del paciente y del tiempo de tratamiento en diálisis.
La Asociación Americana de Dietética junto con la National kidney Foundation elaboraron un documento de consenso en el que establecen las competencias mínimas o de práctica profesional en el dietista nutricionista que trabaja en Nefrología. En función de la práctica y la formación profesional del dietista nutricionista lo clasifica en tres grados: generalista, especialista y experto. Y además propone cuatro niveles de actuación basándose en la ética profesional y en la evidencia científica actual: la puesta en marcha de la valoración, diagnóstico, intervención y monitorización nutricional en estos pacientes.
Malnutrición
La malnutrición es el problema fundamental, tanto en la fase prediálisis como en diálisis llegando a alcanzar casi el 80% de los pacientes. Además esa malnutrición típica es de etiología multifactorial y la limitación fundamental es que carecemos de un gold estándar, de un método que sea capaz de unificar todos los criterios. Es necesaria la utilización de varios métodos, una evaluación integradora de muchos métodos, para definir las características fenotípicas de estos pacientes que difieren de otras patologías.
Recientemente la Sociedad Internacional de Nutrición Renal y Metabolismo estableció unos criterios mínimos y una definición básica de lo que considera malnutrición en estos pacientes, que no sólo está integrada por la ingesta insuficiente de nutrientes sino que convergen otros factores como las toxinas urémicas, el hipercatabolismo endógeno, la inflamación, y todo ello conduce al síndrome de malnutrición inflamación aterosclerosis. Las causas que conducen a este síndrome son múltiples y todo lleva a aumentar la morbimortalidad de estos pacientes.
La paradoja de los factores de riesgo
En contraste con la población general, parámetros clínicos como el colesterol, la homocisteína o el IMC se interpretan de forma diferente.
La malnutrición es un factor de riesgo cardiovascular. Los niveles de creatinina cuando bajan por debajo de 10 elevan de forma importante en pacientes malnutridos el riesgo cardiovascular. También los niveles de IMC por debajo de 23 elevan de forma importante el riesgo cardiovascular y la presencia de caquexia también es un factor de riesgo cardiovascular en esta población.
Hay ciertos parámetros que se interpretan de forma diferente en esta patología, es lo que se ha llamado la paradoja de los factores de riesgo o epidemiología inversa. Por ejemplo, niveles de colesterol por debajo de 200 mg/dL es un indicador de mortalidad precoz, a diferencia de lo que ocurre en población sana. Esto es una asociación inversa (se interpreta al revés).
En los pacientes con cierto grado de sobrepeso e inicio de obesidad el IMC sería un factor protector con respecto a la población general. Sin embargo, se ha estimado que el IMC por debajo de 23 está considerado un criterio de desnutrición. El IMC se debe interpretar siempre en el contexto de la hidratación, que el paciente esté normohidratado.
Otro factor que se interpreta de manera diferente en esta población es la masa grasa. Los pacientes que presentan un porcentaje de masa grasa por debajo del 12% tienen mayor riesgo de mortalidad.
Asimismo tenemos que considerar que la composición corporal tenemos que interpretarla siempre en el contexto de la hidratación y nos tenemos que fijar en la circunferencia abdominal, de hecho ésta es un predictor independiente no sólo de la mortalidad total sino también de la cardiovascular. Asimismo la circunferencia modifica la relación en la producción de citoquinas: leptina y adiponectina, que son adipocitoquinas que se sintetizan en tejido adiposo.
La circunferencia muscular del brazo por debajo del 90% se ha establecido como un predictor de mortalidad, igualmente masa muscular mantenida, incluso con depleción de pliegue tricipital, está asociada a mejor calidad de vida y a menor mortalidad total y cardiovascular.
Influencia del estímulo inflamatorio
El estímulo inflamatorio en el medio urémico da lugar a la producción de citoquinas, fundamentalmente aumentan la citoquinas proinflamatorias como TNF alfa y IL 6 e inhiben la producción de citoquinas antiinflamatorias. Este disbalance a nivel metabólico da lugar a un aumento de la resistencia a agentes estimulantes de la eritropoyesis, aumento de la insulinorresistencia, aumento de los marcadores de inflamación, producción de adipocitoquinas, aumento de leptina y disminución de la adiponectina, acciones diversas en el hueso (aumento del remodelado óseo), aumento del catabolismo muscular, acciones biológicas diana en la pared vascular y disminución del apetito.
Es decir, no podemos aislar la pérdida de apetito o la malnutrición del aspecto inflamatorio. Se está modulando la respuesta a muchos procesos biológicos. De tal modo que tenemos siempre que tratar al paciente renal en el contexto de la inflamación.
La inflamación aumenta el gasto energético, aumenta el catabolismo muscular, produce anorexia urémica, y da lugar a la malnutrición -inflamación.
En un trabajo se puso de manifiesto que aquellos pacientes con anorexia urémica o con menor apetito morían antes y estaba asociado a un aumento de los marcadores inflamatorios.
Sin embargo, esta pérdida de apetito no sólo está asociada a inflamación sino a la identificación de determinados compuesto anorexígenos que están en el medio urémico y conducen la propia pérdida de apetito en estos pacientes. Y tan sólo hay un orexígeno identificado que es el neuropéptido Y, que en estos pacientes está disminuido.
Si revisamos la bibliografía, vemos que en diferentes trabajos es común la inadecuación de la ingesta alimentaria en estos pacientes. En términos de supervivencia, tanto la inadecuación energética como la proteica conducen a un aumento de la mortalidad. Por tanto, tenemos que tener presente que la adecuación alimentaria permite aminorar los síntomas urémicos, retardar la progresión de la enfermedad y mejorar la supervivencia.
Recomendaciones nutricionales
Podemos decir que son cambiantes y que al paciente le genera bastante confusión porque las recomendaciones en prediálisis son muy diferentes a las de hemodiálisis o a las de diálisis peritoneal, por lo tanto hay que ir acompañándolo en este largo camino.
Los parámetros que debemos considerar son múltiples: hay que controlar proteínas, sodio, energía, líquidos, potasio y fósforo.
Con respecto a la ingesta proteica se ha establecido en el último metanálisis que una ingesta proteica entre 0,6-0,8 gramos por kg/d permite controlar los factores que pueden inducir a la progresión de la enfermedad renal, como son la proteinuria, la presión arterial, la acidosis metabólica, el control de la hiperfosforemia, insulinorresistencia y el perfil lipídico.
Sin embargo tenemos que tener presente que en diabéticos esta recomendación se amplia, en presencia de proteinuria hay que adicionar un gramo de proteína y también considerarlo en función de los niveles de presión arterial. Además hay que garantizar que la calidad de la proteína sea de alto valor biológico, y tan importante como limitar la ingesta proteica es aportar una cantidad suficiente de energía sino estaremos usando la proteína como principal sustrato energético y así inducimos un estado de desnutrición.
El control de minerales hay que interpretarlo en el contexto de los niveles de fósforo en sangre y PTH. Y con respecto a la restricción de sodio va a depender de la función renal, del estado de hidratación y de los niveles de presión arterial.
En diálisis la recomendación proteica respecto a la fase de prediálisis aumenta de forma importante, la ingesta energética se mantiene y el control de minerales va a ser específico dependiendo de la técnica de diálisis. El aporte de sodio va a depender de los niveles de presión arterial, del aumento de peso interdialisis, o de la presencia de sobrehidratación.
Consideraciones prácticas
Tenemos que tener en cuenta que hay ciertas prácticas que desde el punto de vista profesional conducen a malnutrición, por una parte la desinformación nutricional cuando un paciente pasa de una etapa a otra, por otra parte el tiempo de ayuno, que generalmente el paciente suele estar sometido cuando está en el hospital, los ingresos hospitalarios, los traslados, los tiempos de espera, la ausencia de consenso en nutrición por parte de los profesionales y lo más importante la cultura del no (no proteínas, no potasio, no fósforo, no sal.) Al final el paciente no come nada. Y no olvidemos que la prevalencia de malnutrición está entre el 18-80% en esta población, de tal modo que los conceptos teóricos tenemos que aplicarlos dentro del contexto de la valoración nutricional.
Tenemos que realizar una valoración nutricional previa y para ello es necesario establecer un cribaje o una fotografía del paciente. Hay escalas de cribaje que ponen de manifiesto si existe riesgo de malnutrición. Un comité de expertos estableció que además del cribaje nutricional hay que hacer una valoración nutricional complementaria basándose en el diagnóstico.
La intervención puede basarse en el consejo nutricional, suplementos nutricionales, nutrición parenteral intradialisis o nutrición enteral. La evidencia recomienda que el consejo nutricional sea aplicable en todos los pacientes en diálisis y en enfermedad renal crónica, los suplementos nutricionales han demostrado que mejoran el estado nutricional y si el paciente lo requiere se usarán otras medidas como la nutrición enteral y parenteral.
La clave del éxito en la monitorización del estado nutricional está en realizar una consulta nutricional, hacer un seguimiento en la consulta, y realizar una educación nutricional personalizada.
Conclusiones
Para responder a la primera pregunta que se nos planteaba, si es necesaria la intervención nutricional en la enfermedad renal crónica, las evidencias que existen son:
-Condiciona la progresión de la enfermedad renal.
-La malnutrición es un criterio de entrada precoz en diálisis.
-El estado nutricional es un factor pronóstico de morbilidad y mortalidad.
-Es un factor excluyente en la lista de trasplante renal.
-Las guías clínicas recomiendan valorar y monitorizar el estado nutricional desde los estadios iniciales hasta la terapia renal sustitutiva.
-La intervención nutricional y dietética permite mediante la utilización de varios parámetros prevenir y/o aminorar el riesgo de morbi-mortalidad.
Reflexión final
Dada la repercusión que puede tener la nutrición y la dietética en la enfermedad renal, la figura del dietista nutricionista especializado en nutrición renal es todavía una asignatura pendiente, no sólo desde el ámbito académico sino también laboral.